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Si llama al teléfono del suicida en ***ón,
puede que tenga que marcar 30 ó 40 veces.
Las líneas están saturadas.
Mucha gente tiene multitud de problemas
no tiene con quién hablar,
ni quien le escuche
mientras ruega a Dios
que se ponga alguien.
Sueño con una guerra
contra el suicidio,
pero ni siquiera
veo al enemigo.
¿Quién es? ¿Qué es eso
que mata a tantos de nosotros?
1.000.000 en el mundo cada año.
30.000 sólo en el ***ón.
No sé lo que estoy haciendo,
sólo que tengo que hacer algo.
En ***ón nadie osa hablar de las causas del suicidio
ni cómo combatirlas,
pero los manuales que te enseñan a matarte
venden más de 1.000.000 ejemplares.
¿Y si en ***ón pudieran salvarse 10.000 vidas?
Sin milagros; con ideas y sinceridad.
¿Alguien se atreve a escuchar?
Si la muerte es oscuridad,
hablemos de la vida,
de cómo arrancar vidas
a las fauces de la muerte;
de oponer esperanza a la desesperación,
aun cuando nuestra vida penda de un hilo.
300.000 japoneses se han suicidado en los últimos 10 años,
cifra equivalente a la población de Islandia.
La tasa de suicidios del ***ón duplica a la EEUU,
triplica la de Tailandia,
es 9 veces mayor que la de Grecia
y 12 mayor que la de Filipinas.
¿Nos cruzamos de brazos
o empezamos a luchar?
CAPÍTULO 1º: El virus del suicidio
Un año, conduciendo por Tokio,
haciendo a muchos
la misma pregunta.
La tasa de suicidios en ***ón sigue alta.
Sinceramente, no sé por qué,
pero el hecho es que la idea de matarnos no deja de rondarnos la mente.
Todos los días los medios
nos hablan de suicidios,
incluidas personas famosas,
con éxito, como políticos y empresarios.
Un problema grave
reclama graves decisiones,
entre ellas,
la de matarnos.
Una de las características del suicidio en ***ón
es su poder de sugestión.
Con frecuencia los japoneses buscan a otros con quienes morir,
que compartan su desesperación.
Se buscan por internet
para planear su suicidio juntos.
Esto lo hacen muchos japoneses.
Pasar el trance acompañados
parece reconfortarlos.
Si nadie se libra de morir,
¿por qué los japoneses somos tan sugestionables?
Hoy día ya no quedan samuráis
ni pilotos camicaces,
pero sí la idea
de belleza en el suicidio.
Los escritores japoneses tienden en extremo al suicidio.
Un recorrido histórico demuestra
que muchos
se quitaron la vida
en un número totalmente desproporcionado respecto al resto del mundo.
No hay otro país donde los novelistas se suiciden tanto.
¿Qué hace célebre un suicidadero?
Con los acantilados de Tojimbo, fue Jun Takami,
autor de "Desde el borde de la muerte".
Si la muerte siempre vende, aquí es una atracción turística.
Al cabo Ashizuri le dio fama el escritor Torahiko Tamiya.
Su novela se llevó al cine,
popularizando este cabo como lugar donde suicidarse.
Yo era de los que le encontraban belleza al suicidio,
antes de que lo cometieran amigos míos.
Puesto que lo veía como irreal,
no me costaba considerarlo bello.
Lo que Mishima hizo en vida
de bello tuvo poco.
La forma en que Mishima
se suicidó no guarda parecido
a lo que escribió en su novela.
En su novela el suicidio es algo hermoso,
un acto provisto de gloria tal como lo describió en su novela.
No debió suicidarse.
Me rompió el corazón,
me hizo muy infeliz con su suicidio.
No se me olvida.
Es un hecho insoportable.
Cuando digo que no debió suicidarse,
me refiero a que quienes sabíamos
de sus tendencias suicidas
debimos dar un paso al frente, hallar la manera de que siguiera vivo.
Hablando del negocio editorial,
me sorprendió el título
"Cómo suicidarse"
dónde explica cómo ahorcarse,
todos los preparativos en detalle.
la publicación de manuales así:
cuando uno decide suicidarse,
lo que quiere es terminar pronto,
no alargarlo; ahorrarse sufrimientos.
Era un dormitorio de adolescente,
con literas, que en ***ón no se estilan.
Yacía semidesnudo, de espaldas a mí,
en pantalones de un pijama.
Tenía la espalda como rosada.
Parecía dormido.
Llevaba un papel pegado a la espalda.
En eso
no me fijé mucho.
Tuve ganas de despertarle a ver qué pasaba.
Cuando iba hacerlo, me lo impidió el detective:
"¡Atrás! ¡No toques al chaval!"
Entonces me fijé en lo que ponía en el papel:
"No tocar, peligro de electrocución."
Mirando de perfil se veía que
llevaba prendidos cables conectados a la corriente, a los enchufes de la pared.
Se los había pegado al pecho
para electrocutarse.
Y había una especie de olor acre ligeramente desagradable.
Un poco como a tocino quemado,
no sé cómo describirlo.
El detective me enseñó un ejemplar del libro
donde estaba marcada con una especie de post-it
la parte sobre cómo electrocutarse.
El detective me dijo:
Esto hay que denunciarlo,
es un libro terrible.
Los padres deben saber que,
si ven a sus hijos con este libro,
pueden que estén contemplando suicidarse
y hablar con ellos,
explicarles que eso nunca soluciona nada.
Me convenció.
El año pasado celebré funerales para unos 80 suicidas.
Hablé con todas las familias.
Casi todas sabían de ese libro.
Lo hubieran leído o no, lo conocían.
Cientos de personas me han dicho que desean morir.
La vida les es tan dura, que no soportan la idea de seguir.
Casi todos conocían el libro.
Alguna influencia tendrá.
Te susurra: "Mátate".
¿Sientes cansancio, sobrecarga de trabajo?
¿Te agobian los problemas?
Wouldn't it be nice to go to sleep
¿No sería agradable dormir para no despertar más?
De eso va uno de los capítulos:
vender el suicidio como una solución atractiva.
Calificando en niveles el impacto,
la letalidad y el dolor infligido,
apela a varios tipos de personas:
¿cómo quieres suicidarte
y por qué?
¿Para que tu familia sepa lo que es sufrir?
Pues tírate al tren
y tendrán que indemnizar a la compañía ferroviaria.
La mayoría de los suicidas
no reparan en las consecuencias,
Or there is some part of their brain that thinks
asistir a su funeral,
al revuelo provocado por su muerte,
viendo entonces que sí les amaban.
Al fin su novia se dio cuenta.
Pero un muerto
no asiste a nada,
salvo que se crea en fantasmas.
Y aunque así fuera,
¿cómo va uno a recuperar su cuerpo?
Los medios, sobre todo la TV,
abundan en detalles: el nombre de la víctima
y la forma en que se mató.
Tiene su intriga:
uno que quería matarse.
A los medios les encanta:
alguien se tira al tren,
éste le arrolla y sale despedido
destrozando el escaparate
de una tienda e hiriendo
a tres que estaban dentro.
Es sensacional y la gente lo disfruta; pero
¿hacer algo por detener el tren del suicidio?
Eso no interesa
en absoluto.
Cada vez que los medios narran un suicidio,
algunos no tardan en imitarlo. Pasa en todas partes,
pero más en ***ón,
con 100 ó 1000 imitadores.
Es la mentalidad japonesa.
Para bien o para mal,
los japoneses tendemos a imitar al prójimo.
Ven el suicidio como un entretenimiento de masas.
Los suicidios por ahorcamiento
o saltando al vacío
suelen representarse en la TV japonesa
de tal modo que todo parece mucho más sencillo de lo que es.
Que el suicida babee o pueda perder el control de sus esfínteres es un feo detalle
que los medios se cuidan mucho de mostrar,
escamoteando así los horribles daños físicos.
Los manuales de suicidio
innumerables páginas dedicadas al tema
le repetirán que el bosque de Aokigahara
es el lugar más bello del mundo para morirse.
Debo admitir que hermoso sí es,
pero no para morir.
Su cadáver tardará meses en descubrirse,
siendo pitanza de alimañas,
y pasto de una amplia variedad de insectos,
hasta que sus restos acaben metidos en una bolsa de plástico ***
por el sufrido personal municipal de a 10$/h.
Y aún le queda lo peor:
carroñeros humanos vendrán a buscarle.
Estos cazatesoros
no buscan oro ni plata,
sino sogas, cuchillas, zapatos, carteras
y el premio gordo:
el cadáver de un ahorcado.
Quien suba un vídeo así a YouTube,
obtendrá un millón de visitas
y de descargas.
Los programas de TV, los informativos serios vienen
al olor de los cadáveres
y el morbo de los esqueletos.
Aquí se ruedan documentales
sobre los espíritus
de este lugar encantado con fines lucrativos,
explotando como entretenimiento un escenario de tragedias.
La consecuencia será
que cada vez vendrá más gente
aquí a quitarse la vida.
Ya es el primer destino de los suicidas del mundo.
Dejen de anunciarlo, de comercializarlo para lucrarse.
¿Por qué no intentar remediar el suicidio
en vez de fomentarlo?
CAPÍTULO 2º: La economía
Ud. ha perdido su trabajo.
Le afectó el recorte de los subsidios.
Le faltan por pagar 20 años de hipoteca
y la educación de sus hijos.
¿Qué hacer?
La solución está a su alcance. Es muy fácil.
Además de saldar todas sus deudas,
liquidará el pago de su hipoteca
y sus hijos tendrán una buena educación.
Recibirá unos 300.000$
por el módico precio de su vida.
La gente firmaba una póliza
y a continuación se tiraba al tren más cercano.
Al darse cuenta, las aseguradoras
establecieron un período de exención de un año.
Que el suscriptor de la póliza
espere un año a quitarse la vida, o no cobra.
No es mal trato,
si estás desesperado.
La tasa de suicidios se disparaba al 13º mes.
Las aseguradoras decidieron prorrogar la exención otro año más.
El suscriptor de la póliza
debe esperar dos años,
suicidarse al 25º mes.
¿Por qué las aseguradoras indemnizan los suicidios?
Dejan de pagar a la gente por quitarse la vida,
por quitarse de en medio abandonando a sus familias.
¿Qué familia diría: Denme el dinero y quédense con mi marido?
Una de las cosas que admiro de los japoneses
es su profundo sentido de la responsabilidad personal,
sobre todo en lo tocante a la muerte y el dinero.
Por desgracia, en el ***ón de hoy
alguien demuestra su responsabilidad matándose.
Demuestras tu sinceridad, que lo sientes de veras.
Con las deudas acumuladas,
el estrés consiguiente es un factor muy importante del suicidio.
La gente con problemas de dinero
pide prestado a familiares y amigos;
pero sin empleo ni ingresos fijos,
se ven obligados a seguir endeudándose.
Cuando esto se prolonga,
la familia claudica: "Se acabó".
En situación económica desesperada,
la vía más fácil de tener efectivo es el crédito al consumo.
La financiación al consumo siempre tuvo una reputación mejorable.
Es un sector muy difícil de regular:
no necesita sino una gran bolsa de efectivo
y muchos desesperados a los que cobrar intereses tan altos,
que en ***ón cuesta distinguir
entre la financiación al consumo y la usura.
Pese al apoyo de la banca y el oropel de la TV,
nada más viejo que estos métodos de exacción tradicionales.
¿Por qué no vender los globos oculares al banco de ojos?
¿O los riñones, para trasplantes?
Yendo al grano,
¿por qué no te matas para cobrar del seguro
y devolver así tus préstamos?
En 2005, el Gobierno advirtió una tendencia muy preocupante:
los pagos a 5.000 suicidas
asegurados no se efectuaron a sus familias,
sino a las entidades crediticias,
habituales beneficiarias de las pólizas
de sus prestatarios,
a los que se olvidaron de decirles
que su suicidio era ganancia para el prestamista.
Las entidades crediticias
no sólo visitan a sus deudores,
sino también a los familiares y parientes, y sus oficinas.
Así ejercen una gran presión
para empujarte al último recurso: el suicidio.
Fue preciso regular estas empresas,
reducir sus tipos de interés
para atajar este tipo de prácticas.
A todos nos pareció bien.
Ya era hora de que el Gobierno hiciera algo.
Pero si hubo un gran beneficiario,
fueron, por desgracia, las mafias.
Quienes no pueden financiarse por vías legales
recurrirán a otras más turbias,
las cuales son más eficaces y agresivas a la hora de cobrar.
A eso de las cinco casi has terminado tus tareas.
Oficialmente la jornada concluye a las 17.30;
pero miras alrededor y no se va nadie.
Parecen atareados
y el jefe da ejemplo.
Muchos japoneses hacen horas extras por la presión del grupo.
Aunque no haya trabajo,
allí no se va nadie
y en un ambiente
así uno acaba quedándose.
Oficialmente las empresas no recomiendan las horas extras.
No quieren matarte de trabajo.
"Pasa tiempo con la familia"
es el discurso oficial,
pero si eres tan ingenuo de creértelo
y sales a las 17.30h en punto,
dirán a tus espaldas
que siempre eres el primero en agarrar la puerta.
"Éste no entiende cómo se trabaja aquí."
Nadie en su sano juicio comete suicidio.
Nadie va y dice:
you know what I think that's enough now
Hasta aquí hemos llegado: yo me mato y a otro cosa.
Debe mediar la enfermedad mental.
Siempre hay un elemento depresivo
que te obliga a ello.
2/3 de las depresiones
tienen un desencadenante:
el estrés, la falta de sueño,
el exceso de trabajo,
el acoso de esos jefes
que fijan jornadas interminables,
y metas inalcanzables;
las sensaciones de inferioridad
y fracaso
y las ansias de escapar
de aquello que ya
no se puede soportar".
Esta sociedad machista y jerárquica
Esta sociedad machista y jerárquica
es la que les oprime y mata.
P. ej., tomarse días libres por motivos de estrés
es visto como una burda excusa para escaquearse,
especialmente por los trabajadores más veteranos.
A los estresados se los considera débiles,
llevan el estigma de la pereza.
Es nuestra realidad laboral.
Los taxistas japoneses no dan rodeos
para poder cobrarte más por la carrera.
Dan rodeos porque
andan perdidos.
Muchos trabajan jornadas de 30h
viviendo como jamás imaginaron.
Muchos de mis colegas del taxi
tenían buenos empleos, de gerente.
Pero la recesión llevó sus empresas a la quiebra.
La mayoría tienen escasa cualificación
y una edad ya avanzada sin empresa
que quiera contratarlos
ni de dependientes en una tienda.
Acaban de taxistas, pues no hay límite de edad.
Sólo hay que saber conducir y leer mapas.
La clave, tanto para los mayores como para los jóvenes,
es que no encuentran aquello a lo que quisieran dedicar su vida.
No corren tiempos de andar persiguiendo sueños.
La gente ya no puede demostrarse su valía, pierde la confianza.
¿Para qué estoy aquí?
No saberlo es lo que le desespera a uno.
CAPÍTULO 3º: Demografía
La presión académica en ***ón es enorme.
Los padres ven la educación como una inversión.
En los exámenes de ingreso
también tienen que lucirse.
A ellos también los entrevistan,
con los consiguientes preparativos.
Y dado que invierten tanto tiempo y dinero,
se toman muy en serio los resultados,
ejercen presión académica sobre sus hijos.
Si no entro en el instituto que quería, no tendré media oportunidad.
Si no entro en esa universidad, me quedo sin opciones.
En la universidad japonesa la tasa de suicidios es altísima.
Muchos suspendidos se arrojan por una ventana
en número sin paragón en el mundo.
Con relación al suicidio, el acoso escolar es un gran problema,
sobre todo entre los jóvenes,
con conflictos entre grupos e individuos.
El año pasado se suicidó una niña de 8 años
a la que acosaban en la escuela.
Sus agresores le escribían en los libros una palabra:
"Muérete."
La escuela hizo caso omiso de las quejas de sus padres.
Dijeron que ella misma escribía en sus libros.
Se ahorcó en su cuarto con una toalla.
Sólo entonces, la escuela se disculpó.
Demasiado tarde, como suele pasar.
Cuando yo iba a la escuela primaria,
la maestra era la jefa de los acosadores.
Yo no era un alumno como los demás
en cuanto al carácter y la conducta.
Eso no le gustó a mi maestra, que comenzó a acosarme,
secundada por mis compañeros.
Las personas que piensan de forma distinta, cuyo comportamiento es raro
lo pasan mal en las escuelas japonesas.
En las urgencias hospitalarias,
se presentan muchos casos de cortes en las muñecas.
Suelen ser chicas jóvenes.
Se cortan las muñecas con una cuchilla o una navaja.
Yo sufría violencia doméstica a manos de mi marido.
Entré en un centro de protección para víctimas.
Allí el trato era muy frío.
Pedí ayuda a la Policía,
que por supuesto no hizo nada.
Las instituciones públicas estuvieron muy frías.
No me ayudaron nada.
Aún hoy me apena el caso de una mujer de unos 30 años.
Era trabajadora eventual,
oficinista a contrato temporal.
Con el trabajo
también perdió el alojamiento de su empresa.
Fue a casa de sus padres.
Se llevaba mal con ellos.
A partir de los 30, a las japonesas
sus padres las presionan para que se casen.
¿Es que nunca vas a dejar el nido?
Para ella era como no tener hogar.
En casa de sus padres no era bien recibida.
Por más que quisiera trabajar,
en estos tiempos no es fácil.
Empezó a deprimirse,
a retraerse de la sociedad.
Cada vez salía menos.
Su novio la había maltratado.
Perdió la fe en la humanidad.
Acabó ahorcándose
en el dormitorio de sus padres.
La elección de aquel lugar era un mensaje claro:
"Me veíais sufrir y os daba igual".
Presencié la investigación en el lugar de los hechos.
La descolgamos y la metimos al ataúd.
Antes de que la incinerasen,
quise dejarle unas flores.
Lo recuerdo nítidamente:
había muerto por asfixia, por atragantamiento.
Su rostro reflejaba lo que había pasado
y la lengua le colgaba en un rictus desencajado.
en un rictus desencajado.
Antes de cerrar el ataúd,
quise dejar dentro unas flores.
Pero su madre ya no soportaba la visión de aquel rostro.
Déjese de flores.
1/3 de los suicidas en ***ón tienen más de 60 años,
pero nadie habla mucho sobre el suicidio de ancianos.
No son más que viejos cansados de la vida.
¿Qué hay que hablar?
Retos tras la jubilación:
1) ningún lugar al que acudir a diario;
2) pérdida de identidad social;
3) falta de pasatiempos;
4) ausencia de redes humanas;
y 5) ni idea de qué hacer.
Presto servicios médicos en una pequeña comunidad
de una zona rural muy remota.
Allí viven muchos ancianos.
Los que pueden caminar vienen al hospital.
Pero a muchos otros les cuesta y se quedan en casa.
Con el tiempo acaban postrados en cama.
Si no son viudos y viven con su cónyuge,
no lo llevan tan mal.
Pero si están solos, su situación puede ser trágica.
Muchos ya no son capaces de cocinar.
Empiezan a tener problemas de higiene,
pues ya no se pueden valer ni para darse un baño.
Todo esto, añadido a la más absoluta soledad,
desemboca en una situación desgarradora.
***ón no es país
para vivir solo,
sobre todo los viejos,
esto es clave.
Como nunca salen, no se comunican con nadie.
¿Con quién van a hablar?
En ***ón la soledad mata.
Nunca reconocen su depresión ni el deseo de morir.
En la consulta dicen
sentirse mal, cansados, que no pueden dormir,
que les duele la cabeza, que están fatal.
En estos casos los médicos
debemos reconocer más que una jaqueca,
examinar el entorno familiar, identificar el problema.
El término médico es depresión enmascarada.
Es crucial detectarla a tiempo de tomar medidas.
La primera, hablar con ellos, aconsejarles.
La medicación, si procede, debe iniciarse cuanto antes.
A mi mujer le tengo dicho:
si nos da un derrame cerebral
y nos quedamos en silla de ruedas,
más desvalidos que unos niños,
¿para qué vivir más años?
¿Para dar problemas?
Lo normal es que a una persona se le ocurra
quitarse de en medio,
ahorrar problemas a los suyos.
En ***ón, los juegos de azar
están prohibidos por ley,
luego esto no es juego,
aunque lo parezca:
gente ganando y perdiendo dinero,
o contrayendo deudas astronómicas.
En ***ón, ya se sabe: el juego no es adictivo
ni guarda relación alguna con el suicidio, la ruina ni nada negativo.
Sólo trae felicidad,
especialmente a los ancianos,
felices de pasarse el santo día
viendo bajar las bolas del pachinko
y encantados de la vida.
Eso sí, advierte este cartel:
no deje al nene en el coche mientras tanto,
que se le va a cocer de calor.
¿Relación entre alcohol y suicidio?
Qué osadía el insinuarlo.
El alcohol sirve para animarte
si estás solo y deprimido.
Nada como el whisky para aclarar las ideas
y organizarse la vida.
Nadie hace estupideces
por emborracharse un poco.
Como dicen los famosos de la tele:
"Tómate otra, para eso es verano".
En ***ón, no hay clínicas de desintoxicación
ni estadísticas al respecto
ni noticias en la prensa.
En 50 años habré leído un par de reportajes sobre el alcoholismo.
Se considera parte de la sociedad japonesa
y por lo tanto no es noticia.
Vivo en el barrio tokiota de Shinjuku.
Kabukicho es una zona muy animada
donde vive gente de todo ***ón.
En la bulliciosa Kabukicho
abunda la vida nocturna y la prostitución.
Según las estadísticas municipales,
la tasa de suicidios en Shinjuku
se dispara en las franjas de edad 20 y 30,
particularmente entre las mujeres,
lo que no ocurre en otros barrios.
¿Por qué en Shinjuku se suicidan tantas jóvenes?
Creo saberlo.
El año pasado oficié varios funerales de estas mujeres.
Llegaban del campo llenas de sueños
que acababan evaporándose.
Atrapadas en la prostitución,
las estafaban hombres
sin escrúpulos o enfermaban.
Perdida toda esperanza,
se tiraban por una ventana o morían de sobredosis.
Así se suicidaron muchas.
CAPÍTULO 4º: La prevención del suicidio
¿Ve Ud. esa luz azul?
Si la mira fijamente,
todo irá bien.
Todos sus problemas y preocupaciones se desvanecerán.
Sale barato prevenir el suicidio
pintando las paredes de colores alegres.
Yo, la verdad, me lo tomaba a broma.
Pero los resultados demuestran
una drástica disminución de los suicidios
en las estaciones con luces azules.
Aunque nadie acierta a explicarlo,
estas luces funcionan.
Los trenes parecen muy eficaces para matarse uno,
pero según las estadísticas, el 40% de los arrollados
no resultan muertos, sólo horriblemente mutilados,
dejando piernas y brazos
y al maquinista obsesionado
por aquella última mirada
que cruzaron con la víctima...
Se me suicidó un amigo en la estación de Ogikubo
hará unos 10 años. Multaron a su familia por 60.000$.
Hice contactos en la empresa ferroviaria.
Les ayudé a montar una línea de ayuda.
La empresa tiene un gerente de "accidentes humanos".
Le pregunté por las sanciones a la familia.
Me dijo que cada suicidio les costaba unos 700.000$
entre reajustes del itinerario de los pasajeros
y gastos de las operaciones de limpieza:
la del cadáver asciende a 60.000$,
que la empresa repercute a la familia.
La de mi amigo pagó a tocateja.
En la sociedad japonesa es responsabilidad de la familia.
Los que se suicidan en apartamentos de alquiler
legan a sus padres una abultada factura del propietario
por espíritus malignos que puedan ahuyentar al siguiente inquilino.
Hay que exorcizar estos malos espíritus.
¿Por qué se cree que el suicidio los convoca?
Por prejuicios discriminatorios de la peor especie.
A mí me indignan.
Si recurriera estas facturas por exorcismo
por vulnerar los derechos humanos,
los tribunales lo desestimarían.
A 10 tentativas por hecho consumado,
en ***ón
hay más de 300.000 intentos de suicidio al año.
Luego muchas personas
que han intentado quitarse la vida acaban hospitalizadas.
Según una pasmosa estadística,
el 10-20% de pacientes ingresados en las urgencias más críticas del ***ón:
fallos cardíacos, derrames cerebrales, accidentes de tráfico...
el 10-20% de estos ingresados de urgencia
intentaron suicidarse.
No hay día que no lleguen a los hospitales
con sobredosis o cortes en las muñecas.
Cuando llegan al hospital,
les vendan la muñeca
y les dicen: "que no se repita".
Pero se repite una y otra vez
y vuelven a verles por urgencias.
Podríais salvar muchas vidas.
Ingresa un suicida frustrado.
Opción 1: ponga Ud. un psiquiatra
o algún tipo de trabajador social.
¿Que sale caro? Pues sí.
Al menos tómeles los datos,
hágales un seguimiento, a ver cómo evolucionan.
¿Por qué no los mandan al psiquiatra
para alguna consulta gratuita?
Incentívenles a buscar ayuda
para que no se repita, en vez de mandarlos a casa
para ingresarlos de nuevo a la semana siguiente.
Porque si no, en una de ésas
no llegan al hospital,
sino directos a la morgue.
He aquí la zona cero del suicidio
en ***ón, el sistema japonés de salud mental.
Si caen en el pozo de la depresión,
¿qué apoyo pueden esperar los japoneses
cuando más lo necesitan?
Nuestra atención psiquiátrica deja mucho que desear
pues muchos enfermos mentales
están institucionalizados;
en consecuencia,
el apoyo que la comunidad
presta a los pacientes psiquiátricos
es inadecuado o insuficiente.
Sus perspectivas vitales son poco halagüeñas:
en sociedades difíciles como la nuestra,
este tipo de personas, consideradas débiles,
se ven empujadas a la marginalidad,
optando por el suicidio.
De 30.000 suicidas en ***ón,
10.000 ya están en el sistema de salud mental.
Les pasan consulta, reciben medicación
o bien están institucionalizados.
Los psiquiatras japoneses atienden a un amplio universo de pacientes.
Una clínica promedio atenderá a 40 ó 50 clientes o pacientes en un hospital metropolitano
a razón de 3 ó 4 minutos de atención por paciente.
¿Qué problema se resuelve en 3 ó 4 minutos?,
máxime cuando el médico ya pasa la mitad
de ese tiempo cumplimentando las recetas.
¿Que no funciona? ¿Importa?
Ud. a tomar la medicación
y que pase el siguiente.
Que si tiene Ud. deudas,
que si problemas familiares;
en la escuela le acosaron
y no le ve sentido a la vida.
Se agotó el tiempo, gracias.
Vista esta limitación de los recursos, tanto psiquiátricos como paramédicos
o de enfermeros cualificados, trabajadores sociales
y demás profesionales de la salud mental,
la atención se ha centrado en la psicosis,
predominando la intrahospitalaria, a largo plazo
y en régimen de custodia.
En ***ón, al que ingrese en un sanatorio mental
le costará salir de él.
Son instituciones privadas,
como los hoteles;
y en todo hotel hay que ocupar las camas,
llenar habitaciones.
Los médicos tienen que confiar indebidamente en dosis altas de múltiples medicamentos antipsicóticos,
lo cual resulta insólito.
Los tratamientos habituales en Occidente:
terapias individuales, de grupo, de medio,
brillan aquí
por su ausencia en lo intrahospitalario.
Nuestro viaje toca a su fin
aquí, en los acantilados de Tojimbo.
Yukio Shigei era policía.
Destinado a un punto *** del suicidio en ***ón,
salía a la mar en lancha a rescatar restos de suicidas.
Un mes que rescató los de diez se preguntó
por qué nadie intentaba impedírselo.
Ya jubilado, volvió a Tojimbo a intentarlo él.
Con su pensión abrió un cafetín al borde del acantilado.
Todos los días sale de patrulla:
un símbolo de la soledad de la prevención del suicidio en ***ón.
Los accidentes de tráfico
incumben a la Policía.
La prevención de estos siniestros
atañe al orden público.
En 1970 comenzó una guerra contra las muertes en carretera,
que ascendían a 16.000 al año.
La Policía asumió el liderazgo
en la lucha contra esta lacra.
Con la colaboración ciudadana,
la cifra se ha redujo a 5.000,
un tercio del total anterior.
Los suicidios anuales
han pasado de 30.000 en los últimos 12 años,
sin que nadie considerase oportuno actuar.
La situación es desesperada.
Si no podemos obligar al Gobierno,
intentémoslo nosotros, la gente del común.
He formado un equipo
de 87 voluntarios que trabajan conmigo,
20, patrullando los acantilados.
En los 6 años y 7 meses desde que empezamos,
hemos salvado 297 vidas hasta la fecha.
En esta meca de los suicidas
suelen esperar a que anochezca
o tal vez que alguien les hable.
Y nosotros les hablamos,
nos interesamos por sus problemas
e intentamos ayudarles.
También prestamos ese auxilio.
De los 297 rescatados,
sólo 4 consumaron otro intento.
Los demás van bien, han rehecho sus vidas.
Nadie desea morir,
si se le presta ayuda.
¿Por qué no echarles un cable?
Si la vida de un solo ciudadano es un tesoro,
si nos piden socorro,
¿cómo no tenderles la mano?
Mirar para otro lado es apretarles la soga
con la agravante de abandono.
646 se han echado a morir de aquí en los últimos 30 años.
¡646 personas!
Sólo hay tres sitios desde los que saltar.
Podría impedirse el acceso,
así se lo hemos rogado a las autoridades,
que se niegan por ser un paraje turístico, es decir que
¿salvar vidas importa menos que sacarle dinero a los turistas?
Esto es un crimen, equivale a asesinar.
Tenemos las respuestas,
sabemos qué hacer
y elegimos no hacer nada.
Es imperdonable.
Tarde, mal y nunca
Aquella vecina era una pesadilla.
Llamaba a mi puerta pidiendo té y compasión.
Cuanto mayor se hacía, menos trabajo tenía.
Apenas salía de casa.
Me resultaba aburrida, deprimente.
Cuando llamaba a mi puerta,
yo bajaba la tele y callaba.
Me pasó una notita por debajo,
con su teléfono y su correo electrónico,
que decía: "Hasta pronto"
y al fin dejó de llamar.
Unos meses después me quejé
de que mi casero no sellara el escape
que me dejaba el pasillo pestilente.
La encontraron pasado un mes de calor veraniego.
A los dos días atisbé por la mirilla de mi puerta
a una anciana apilando cajas.
No llevaba máscara, pese al hedor.
Porque era de su hija.
Por más gente que entreviste
y mucho que averigüe, aunque salve a 10.000,
siempre sabré que ni siquiera salvé a una.
Me dio igual.
Esperamos que nos salve el Estado
al que culpamos de todo
mientras podríamos salvar la vida de nuestro vecino
dedicando algún tiempo a escucharle.
Para ver a nuestro enemigo en la guerra contra el suicidio,
no tenemos más que mirarnos al espejo.
En memoria de una amiga