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Espiritualidad en Gotas
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"Vida - Bien indisponible"
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La pregunta 880 de “El Libro de los Espíritus” propone: -¿Cuál
es el primero entre todos los derechos naturales del hombre?
La respuesta es incisiva: -El de vivir.
Por eso nadie tiene el derecho de atentar contra la vida de su próximo,
ni hacer nada que pueda comprometer su existencia corporal.
Vivir es una actitud de usufructo,
cuando disponemos de una instrumentalización física
que nos permite, por la reencarnación, nuestro aprendizaje intelecto–moral.
Tenemos la oportunidad de poder disfrutar de esta posibilidad,
pero no tenemos el derecho de avanzar y disponer
de ese cuerpo que nos presta el divino.
Somos inquilinos habitando transitoriamente un cuerpo por algunos
meses dentro del útero o por largas décadas fuera del útero.
No nos cabe, entre tanto,
de ningún modo, violar, usurpar
más allá del derecho del usufructo, de la administración,
del ejercicio que ese cuerpo nos permite de, vivenciando, aprender, amar,
sonreír, sufrir, llorar, también...
Para ir extrapolando, lidiando con la vida
e intentar sellar la vida física,
destruyendo el propio instrumento físico,
naturalmente, movido por dolores, desafíos,
que muchas veces nos colapsan.
No tenemos el derecho de evitar que na vida física se coloque en el mundo,
desde el embrión, a partir de la concepción,
hasta el anciano que se inclina para hacer su gran vuelo, ultrapasando
el portal de la tumba.
La vida, ella debe ser celebrada
y cuando ella pueda recordar
o parecer despreciable, tal vez ahí
esté el momento
de mayor espiritualidad, para que podamos reconocer
la Providencia Divina en aquella circunstancia.
Por ejemplo, un anencéfalo,
cuyo cerebro
está comprometido en su formación.
Hay una vida casi que aparentemente solo vegetativa, entre tanto,
hay un psiquismo vinculado a él.
Allí hay una vida pulsante, más allá de la expresión
relacional quede muy comprometida,
lo sensorial esté limitado,
la posibilidad de expresión esté mutilada;
pero el divino ha de tener una
significación, un sentido, un objetivo
para esa existencia que parece despreciable.
En cualquier otra circunstancia,
debemos celebrar la vida,
evitando por lo tanto, el suicidio, el homicidio,
o las manifestaciones indirectas
que nos llevan igualmente a la depreciación de esa vida física,
a través de una conducta existencial que dilapide ese patrimonio físico.
Honremos la vida, honrando el cuerpo, y celebremos
la conexión con lo divino, mismo en las circunstancias
que son adversas
y que parecen conspirar contra nuestra felicidad.
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