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Cuentacuentos
Adivina cuánto te quiero
de Sam McBratney
Ilustrado por Anita Jeram
Editorial Kokinos
A veces, cuando quieres a alguien mucho,
mucho, mucho, intentas encontrar el modo
de describir el tamaño de tus sentimientos.
Pero tal como la libre pequeña color de avellana
y la liebre grande color de avellana descubren,
¡el amor no es fácil de medir!
Era la hora de dormir.
La liebre pequeña color de avellana
se agarraba fuertemente
a las orejas de la gran liebre color de avellana.
Quería estar segura de que la liebre grande la escuchaba.
"Adivina cuánto te quiero", le dijo.
"¡Uf!, no creo que pueda adivinarlo",
contestó la liebre grande.
"Así", dijo la liebre pequeña abriendo los brazos
todo lo que podía.
La gran liebre color de avellana tenía los brazos aún más largos:
"Pues yo te quiero así", le respondió.
"¡Ummm..., cuánto!", pensó la liebre pequeña.
-- Yo te quiero hasta aquí arriba",
añadió la liebre pequeña.
-- Y yo te quiero hasta aquí arriba",
contestó la gran liebre grande.
--¡ Qué alto...! ¡Ojalá yo tuviese brazos tan largos!",
pensó la liebre pequeña.
-- Te quiero hasta la punta de mis pies--, dijo.
-- Y yo te quiero hasta la punta de tus pies--,
dijo la liebre grande color de avellana alzándola por encima de su cabeza.
-- Te quiero todo lo alto que pueda saltar--,
se reía la liebre pequeñ dando brincos arriba y abajo.
-- Pues yo te quiero todo lo alto que pueda saltar --,
sonrió la gran liebre.
Y dio tal brinco que sus orejas rozaron las ramas de un árbol.
-- ¡Qué alto!--, pensó la liebre pequeña.
-- ¡Cómo me gustaría saltar así!
-- ¡Te quiero de aquí hasta el final de aquel camino, hasta aquel río a lo lejos!,
gritó la pequeña liebre.
-- ¡Yo te quiero más allá del río y de las lejanas colinas!--,
dijo la liebre grande.
--¡ Qué lejos !--, pensó al libre pequeña color de avellana.
Tenía tanto sueño que no podía pensar más.
Entonces miró por encima de los arbustos,
hacia la enorme oscuridd de la noche.
Nada podía estar más lejos que el cielo.
-- Te quiero de aquí a la Luna --, dijo, y cerró los ojos.
-- Eso está muy lejos --, dijo la liebre grande.
-- Eso está lejísimos.
La gran liebre de color de avellana acostó a la liebre pequeña en una cama de hojas.
Se quedó a su lado y le dio un beso de buenas noches.
Luego se acercó aún más y le susurró con una sonrisa:
-- Yo te quiero de aquí a la Luna... y vuelta.
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Nos vemos en otro vídeo. Hasta luego.