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En más de 600 ciudades alrededor del mundo
hay gente sin hogar tratando de salir de la pobreza.
Cada día, unos 14.000 vendedores se ganan la vida de una manera digna.
Venden periódicos de la calle.
Desde Glasgow a Tokio pasando por Sídney y Ciudad del Cabo,
un modelo único de empresa social está cambiando vidas.
Pero ¿cómo funciona?
Primero, los vendedores compran los periódicos
al 50 por ciento del precio de venta al público.
Y luego los venden.
Con el beneficio de la primera copia,
el vendedor puede comprar dos más.
Y dos se convierten en cuatro, cuatro en ocho y así sucesivamente.
Como cualquier empresario, los vendedores de periódicos de la calle asumen un riesgo.
Y trabajan duro, pase lo que pase.
Y el modelo funciona.
Entre todos, los vendedores sacan un beneficio
de más de 40 millones de dólares anuales.
Desde el lanzamiento del primer periódico en 1989,
el concepto se ha extendido por todo el mundo.
Hoy en día hay más de 100 periódicos distintos en 40 países.
Los une la International Network of Street Papers (Red Internacional de Periódicos de la Calle).
Una de las mayores empresas sociales del mundo,
la INSP proporciona formación y recursos a los periódicos existentes
y ayuda a poner en marcha otros nuevos.
El número total de ventas de periódicos de la calle es de 27 millones de copias al año.
A través de la INSP, una red de periodistas colabora
para informar sobre noticias relevantes.
Y 6 millones de lectores a nivel mundial llaman la atención de personajes como
el Príncipe Guillermo
y el Dalai Lama.
Las entrevistas exclusivas suponen un gran aumento en las ventas
de miles de vendedores por todo el mundo.
La INSP también protege la sostenibilidad de los periódicos de la calle
a través de la investigación y la innovación.
Para adaptar el concepto al siglo XXI,
la red lanzó el primer periódico de la calle digital.
Los clientes compran un código de acceso al vendedor
para leer la edición digital en su smartphone, tableta u ordenador.
Cualquiera que sea el formato, el concepto funciona.
Y los periódicos de la calle de la INSP, y sus vendedores,
continúan inspirando el cambio.
Translated by Emma Martinez Diaz