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He sido vigilante, como el Papa, y sé que es complicada profesión,
que puede presentarse algún ladrón y que la culpa es tuya si se escapa.
No creo que haya otro empleo en todo el mapa que exija más entrega y vocación
que éste que vela por la población, protege al débil y al rufián atrapa.
Como Francisco, he sido vigilante, que, si hoy vigila el alma de sus fieles,
fue antaño de los cuerpos centinela. Y es una bendición bien importante
que en discotecas, fábricas u hoteles esté el guardián que por nosotros vela.