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¿Cómo surgió su interés por la psiquiatría?
Desde chico me interesó esto de las relaciones interpersonales
y observaba mucho en mi provincia
los comportamientos y las conductas de la gente.
Y allí se va haciendo experiencia psicológica
a través del chiste, de los cuentos, de las historias,
de la caracterización de los personajes,
los comportamientos de las empleadas domésticas,
como un paisano de campo podía ser muy sabio en su forma de pensar
y muy generoso en su comportamiento
más que otra gente de clase media.
Por otro lado, una familia de origen judío, muy culta,
donde la madre como el padre de Alejandro Lerner, que eran,
psicóloga ella, Lía Baremblit,
como el padre de Alejandro, Marcelo, que era psicoanalista,
luego hipnoanalista
luego se interesó por las filosofías orientales.
Y yo era íntimo amigo del hermano de Lía.
Entonces comenzó a abrirse esto de pensar distinto
que mi educación tradicional: cimarrona, vernácula,
folclórica, provinciana, católica y demás.
En Santiago del Estero además, tuvimos tres médicos famosos:
Ramón Carrillo, el ministro de Perón,
Gumersindo Sayago, la máxima autoridad de la tisiología
cuando la tuberculosis hacía estragos,
y Christensen, uno de los creadores de la neurocirugía…
médicos brillantes. Más los tíos médicos,
más los médicos que me curaban
y que revertían esa historia de muertes frecuentes.
¿Qué transformaciones de la psiquiatría considera que fueron
las de mayor trascendencia durante las últimas décadas?
La primera revolución es la que instituye,
para mí en mí perspectiva y también para la humanidad,
el psicoanálisis con estas otras formas
de interpretar las relaciones interpersonales
y las conductas humanas.
Freud propone una forma distinta de entender los trastornos.
La segunda revolución la dan los psicofármacos,
que comienza cuando yo me recibo a fin de los '60.
Ante esos recursos muy precarios y primitivos
como eran electroshock, el shock cardioansólico,
o la insulina, vienen a ser reemplazados
por estos otros medicamentos.
La otra revolución la dan otras concepciones
de abordaje institucional del sufrimiento psíquico.
Y ya la habían previsto algunos humanistas, ¿no es cierto?
Religiosos como San Juan de Dios creando un hospital
con una aproximación más humanística de los pacientes.
Entonces, desde eso a luego la creación de los servicios
de Psiquiatría y Salud Mental en los hospitales generales.
En ese sentido tuvimos grandes maestros de la
psiquiatría argentina como Pichón Riviere
o como Mauricio Goldenberg que enfatizaron mucho este
descentramiento de la acción en ayuda de los pacientes,
saliendo del hospital y yendo hacia el encuentro
del paciente en la comunidad y con su familia.
No desinsertándolo.
Todos esos logros y esas grandes revoluciones
que aquí en Argentina fuimos pioneros
en tomar estas ideas y en desarrollar algunas,
todo eso que hoy está en esta situación tan degradada
y tan lamentable, lo hicimos aquí en décadas anteriores.
Tres o cuatro grandes revoluciones. Y ahora,
estamos en esta de ir por las personas.
Pensar al individuo como el centro de nuestra atención.
Pero sin perder de vista que también hay potenciales
de salud muy importantes
incluso en esos pacientes que parecen muy severos.
Yo he tenido lecciones en el Borda de pacientes
mucho más enriquecedoras que en otros ámbitos.
Me acordaba de una frase de Bernan Os que decía:
"es un error pensar que gente sencilla
sólo es capaz de cosas sencillas"
Descubría como gente sencilla era capaz
de cosas extraordinarias.
Y como una paciente de bajo cociente intelectual
quien después de hacer un montón de desastres
que a su vez había pasado por institutos…
Esa primera paciente que sigo viendo,
vive sola y aparece cada tanto,
ella me decía todos los años: "¿Cuándo voy a dar clase?",
"Blanquita, tal día".
Entonces iba ella a dar testimonio de su historia de vida.
Generaba una conmoción porque
eran historias reales de potenciales de salud y resiliencia.
¿Qué relación hay entre la cultura y las enfermedades mentales?
Bueno, que hay diferencias, más allá de la globalización
con esta tendencia a querer homogeneizar
y cubrir las identidades diversas
de las etnias, las culturas y los individuos.
Por ejemplo, entre los islámicos hay menos prejuicios,
y estigma y discriminación del enfermo mental.
Como lo había mucho menos en las poblaciones
originarias de América.
No tenían esta cosa más propia de la cultura occidental
de tender a estigmatizar y a discriminar
lo diferente, lo distinto.
Intuitivamente lo había aprendido
cuando comencé a hacer la especialidad
aquí en Buenos Aires As e iba al hospital.
"Todos los provincianos eran oligofrénicos".
Me consideraba provinciano y me sentía ofendido,
me resultaba muy burdo,
porque no entendían los valores culturales de ese paciente
podían perder de vista su condición de persona
y perder de vista sus condiciones culturales.
Yo les hablaba de eso con que se había nutrido mi infancia,
de las comidas, de los chistes, y el vínculo era,
obviamente, distinto y muy próximo y muy natural y humano
que el otro que con la formación humanística
intelectual quería aproximarse
desde la superestructura intelectual,
perdiendo de vista esas vivencias primarias fundantes
de esas personas.
Yo soy vicepresidente para América del Sur
de la Federación Mundial para la Salud Mental,
que es una organización no gubernamental
que fue creada en el año '48.
Y acaban de crear un Centro de Psiquiatría Transcultural,
porque cada vez están otorgando más
importancia a aspectos vinculados a la cultura,
a la espiritualidad de las personas o las creencias
en estas otras medicinas alternativas
o en estas otras formas de concebir el mundo.
¿Y cómo evalúa el aporte de las neurociencias,
en estos últimos años,
al conocimiento de las patologías mentales?
Que han sido importantes.
No tan importantes como por ahí se creía y se pregona.
Ya que seguimos utilizando,
con diferentes pequeñas modificaciones
y con nombres de fantasía, los mismos medicamentos
de hace una década, dos décadas.
Ese comienzo en los '50 de los primeros antipsicóticos,
fueron evolucionando con menores efectos colaterales,
con efectos más rápidos y más específicos pero,
paradojalmente, no en torno a nuevos medicamentos
revolucionarios en nuestra especialidad.
Las críticas que están recibiendo algunas
comunicaciones científicas donde se habla de
muy buenos resultados que luego resultan ser más producto
de un criterio de marketing que de un criterio objetivo,
científicamente demostrable,
van a contribuir a que haya nuevos progresos.
En psiquiatría realmente estamos orgullosos
de lo que se puede hacer con todas las otras disciplinas
interrelacionadas. El trabajo interdisciplinario
y transdisciplinario con psicólogos, trabajadores sociales,
terapistas ocupacionales, músico terapeutas,
expresionistas corporales, enfermeros
y los artistas que nos han contribuido.
¿Hay algunos trastornos psiquiátricos
que se están dando con mayor frecuencia en la actualidad?
Sí. El consumo de alcohol siempre ha sido bastante alto,
pero otras sustancias como la cocaína, el paco y demás,
es un fenómeno reciente y en crecimiento incontrolable.
El tema de la violencia doméstica y la violencia callejera,
y el abuso, y la violación aparecen
con una frecuencia inusitada.
Las anorexias y las bulimias eran casos esporádicos
que hoy se dan con una frecuencia sorprendente.
Ese aumento tan notable de la pobreza y de la indigencia
que no conocíamos en Argentina tiene bastante que ver
con este mayor consumo de sustancias en los chicos
y violencia callejera.
El otro son los trastornos del sueño,
trastornos sexuales y estas noticias periodísticas de que
cada vez más jóvenes consumen ***...
Estos ritmos de vida que se nos han impuesto
están arrasando, no sólo con el medio ambiente,
sino con nuestra propia naturaleza humana
de un modo bastante impactante e indisimulable, ¿no?
¿Qué capacidades y qué atributos "ideales"
debe tener un psiquiatra en el siglo XXI?
Fundamentalmente, estar actualizado
en los conocimientos que se han ido aportando
desde las neurociencias, pero también desde la psicología,
desde la sociología, desde la antropología y demás.
Pero, fundamentalmente, tener mejor trabajado
sus aspectos personales. Es decir,
tener una real vocación de servicio al otro,
no de servirse del otro para su propio beneficio.
Sería zonzo no pensar que tenemos que pagar
las cuotas de ésto, de aquello y lo de más allá.
Pero tener claro que hay esta vocación de servicio,
de colocarse en el pellejo del otro y bajar los niveles de
omnipotencia, ser humilde, ser respetuoso, sensible.
Y de asumirse como persona, no como súper hombre,
que ya la realidad viene castigando bastante
a los profesionales como para saber que estamos
todos en esas situaciones de vulnerabilidades.
Antes, veíamos personas que venían más
por una inquietud intelectual a ver al terapeuta
o al psicoanalista. Ahora viene la gente con problemáticas
muy, muy fuertes, con situaciones familiares
muy, muy complejas, con situaciones sociales
y entonces todo se torna más difícil,
más desafiante, más complejo.
Pero bueno, esa calidad humana del profesional,
y el trabajar en equipo, y el reconocer sus límites
y el valorar e invocar en la persona afectada
y en sus familiares esta posibilidad de que
también es una tarea conjunta, ¿no?
¿Cómo imagina la psiquiatría dentro de quince, veinte años?
Siendo nuestras especialidades,
como decía Martin Roth que la psiquiatría
era la más humanística de las ciencias
y la más científica de las humanidades.
Un ideal, como lo definía José Ingenieros,
o una utopía es tender el ala hacia esa excelsitud inasible
ansiosa a la perfección y rebelde a la mediocridad, ¿no?.
Pero nunca creyendo que uno va a llegar,
pero por lo menos apuntando, intentando en esa dirección.
Así concibo la psiquiatría y así trato de transmitirla
a los profesionales que se están formando
que piensen o practiquen estos otros valores.
Precisamente en la supervisión de la gente que formamos
ponemos mucho énfasis.
¿Por qué los padecimientos psiquiátricos
están tan poco considerados dentro de la salud pública?
Buena pregunta, porque estamos
sentados en una bomba de tiempo ciertamente,
porque cada vez estos problemas de
trastornos mentales siguen creciendo a niveles
de ser primera prioridad de salud pública.
Antes eran las enfermedades infectocontagiosas,
la fiebre amarilla, el paludismo o la tuberculosis,
que vuelven a reaparecer, pero en términos comparativos
a estos trastornos de ansiedad
en sus muchas formas: fobias,
trastornos alimentarios, sexuales,
los trastornos del sueño,
el consumo de sustancias son las nuevas problemáticas.
Ya el paradigma entre estas especialidades,
ya no es entre la locura,
sino más bien todas estas otras formas
de nuevas problemáticas múltiples,
crecientes en todas partes,
pero aquí en Argentina estallándonos.
Porque no se instala en las agendas
como primera prioridad de la salud pública.
Esto es lo que venimos, en cada lugar que hablamos,
diciendo: "Ojo, ésto es primera prioridad en salud pública,
prestemos atención, hagan algo".
Estoy cansado de escuchar y ver a funcionarios
repetir que van a hacer ésto, tal o cual cosa,
y que luego no se materializa en los hechos.
El perder esa oportunidad que hubo de
"que se vayan todos para que venga algo nuevo",
esa oportunidad se perdió.
"Es estúpido, decía Einstein
hacer siempre lo mismo y esperar cosas distintas".
Mientras tanto, nosotros estamos haciendo
desde una fundación sin fines de lucro,
que es esta "Fundación Contener",
ayudando a las casas de medio camino.
¿Qué objetivos persigue la Fundación?
No asistencial, sino más bien de educación
en diferentes niveles, ¿no? A profesionales,
pacientes, familiares, que llaman,
consultan, piden información.
Hay materiales para personas que padecen tales o cuales cosas,
para leer acerca de sus propias cosas y estar bien informadas;
apoyar a los grupos que están trabajando
en estas diferentes problemáticas,
que los hay y que están trabajando bien
como la radio "La Colifata", APEF,
esta asociación de familiares de personas que padecen de
esquizofrenia, otro de bipolares que hay aquí,
que hay en Córdoba, Rosario, Mar del Plata.
Promoción de esas actividades.
Difundir materiales que recomiendan organismos internacionales
como la OPS, la OMS, o colegas que aportan materiales útiles.
Conseguimos para un premio este año, como estímulo,
porque la gente sabe que están haciendo bien
y cumpliendo un servicio,
pero ven que no tienen esas apoyaturas que tendrían que estarlas
brindando los gobiernos para esas instituciones no truchas
y que realmente están trabajando bien.
¿Qué debe saber un médico no especialista
acerca de las patologías psiquiátricas más prevalentes?
Hoy en día los médicos tienen que saber
que estos problemas de salud mental están a la orden del día
y que todo paciente que llega con cualquier cosa,
en realidad, está viniendo con otros trasfondos:
su familia, sus circunstancias, sus cosas,
y que es bueno ver que suelen haber estas otras cosas
como depresiones, ansiedades, consumo de sustancias,
ideas suicidas, autodestructivas, trastornos del sueño...
"¿Estás durmiendo?", "¿Hace cuánto que no duermes?",
"¿Estás consumiendo sustancias?" Y generalmente,
el médico no pregunta o tiene dificultades
en hablar de esas cuestiones.
"¿Has pensado últimamente en matarse?",
o cosas por el estilo.
Está comprobado que todo paciente que se suicida
ha comunicado de su intención por lo menos
tres meses antes en el setenta y cinco por ciento de los casos.
Entonces, esto de no ir al órgano sino ir a esta otra visión,
de pensar que hay otras cuestiones...
que lo psicológico está siempre presente,
que lo subjetivo, que lo emocional está siempre presente.
Esto es como recordación al médico general
de tener la información de que estos problemas de salud mental
están prácticamente presentes
en el cien por ciento de la población, ¿no?
Como lo demuestran estadísticas serias,
concurren a la consulta cerca del cuarenta por ciento
por algún síntoma psiquiátrico.
Y ya como diagnóstico, bien analizado,
en un cuadro que entra dentro de los manuales internacionales,
sobre cuatro, uno tiene un trastorno
diagnosticable psiquiátrico.
Con lo que estos trastornos pasan a ser más que el cáncer,
más que las infecto-contagiosas,
más que las enfermedades cardíacas.
Manejarse en medio de tanto padecimiento,
¿le permite ser feliz, de todas formas?
Sí, sí. No la felicidad boba del americano, ¿me entendés?
Una felicidad no exenta de dolores.
Hay hechos que me duelen: las guerras me duelen,
me duelen las peleas familiares, mismo,
cuando veo que la gente se autodestruye,
no es que voy ataco y quiero que
se liquiden todos los cultivos de cocaína del mundo,
sino quiero ver por qué esta persona ha recurrido a eso
y trato de proponerle otras formas más piolas
que hagan más vivible su vida.
Y cuando tengo éxito no me la creo.
Aunque vengan y me digan los mejores halagos.
Saber que mucho antes que nosotros
y mucho antes del desarrollo del pensamiento científico,
cuatrocientos años antes de Cristo,
Confucio decía: "Vale más encender una vela
que maldecir la oscuridad".
Como aquello de que luchamos con verdades parciales
y con una mentira entera.
Son cosas que me marcan y que realmente decís:
"Esto me forma". Y me forman también los errores,
que los cometo y aprendo.
Más bien, el tema no lo vivo con culpa, sino:
"Uy, ¿cómo no me di cuenta?
Pero sí trato de que los errores no sean por impericia,
imprudencia, negligencia, por ser un chanta, digamos.
Entonces estudio y me compenetro en lo que hago
con el mayor grado de autenticidad y coherencia.