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Una emergencia.
Cuidado. ¿Pa' dónde vamos? ¿Pa' dónde vamos? ¿Pa' allá?
Pa' acá, pa' acá, pa' acá.
Ayuda.
¿Con quién estás hablando?
Con el señor Espina.
¿Dónde está? ¿Dónde se fue? ¿Te fuiste cobarde?
Buenas tardes.
No es mi costumbre declarar mi estado de ánimo,
y menos a desconocidos,
pero hoy a romper el alba y romper mi ensueño,
me he levantado absolutamente clasicista.
Por favor, una placa, de las mejores eh,
con la sinfonía A40 de Wolfgang Amadeus Mozart.
La A40.
¿Tal vez no entendió?
Veo que no hay diligencia en esta casa.
No, no lo que no hay es entendimiento.
También, paralelamente con la diligencia corre
la falta de entendimiento.
-Ahí va. -Bien.
Vamos a repetir.
Cómo no. La A40, una de las sinfonías immortales
de Wolfgang Amadeus Mozart.
Parecen unas cotorritas juntas,
hacen todos los movimientos al unísono.
¿Usted acaso me está insinuando que quiere un disco?
Señor yo no insinúo, creo que soy absolutamente claro señor.
Hablo un correcto español.
Absolutamente claro, se lo digo por última vez en este estado
de ánimo. Porque no quiero romper mi paz espiritual,
con una violencia exagerada.
Se lo voy a decir así, en forma queda,
emulando algún término musical se lo voy a decir en adagio.
Sinfonía A40 de Wolfgang Amadeus Mozart.
Si está grabada, la placa, con la Sinfónica de Viena,
con la dirección de Ostrasky, tanto mejor.
Y yo, permítame que le responda, que aquí no tenemos
eso que usted dice, o sea, la sinfonía 40 de Mozart.
No está. ¿Por qué? Porque mire lo que hay acá. No hay.
Esto no es una disquería, aquí no se venden discos, señor.
¿Estamos claros? Creo que hablo perfectamente bien el castellano.
Usted el castellano lo habla no correctamente bien como piensa,
pero más o menos se expresa para que yo sí, lo pueda captar.
Quiere decir que usted me niega a mí, una de las mercaderías más
inmaculadas en la historia del arte.
Quiere decir a usted, que Mozart no existió, como genio
de la música, para usted ni para este mamarracho que tiene
de dependiente aquí al lado.
Quiere decir que Mozart a los 4 años ya le tocaba el piano al padre,
Que a los 9 le movía el órgano a la madre y al padre y a
todos los hermanos, y a todos los que así tristemente lo envidiaban.
Mozart que a los 12 le tocó el clavicordio a María Antonieta,
de arriba para abajo y de abajo para arriba, todo lo que quiso.
Mozart que demostró ser no solamente un niño prodigio,
sino un genio precoz.
Mozart que ha servido de modelo y de inspiración para grandes artistas
en el campo de la literatura, en el campo de la cinematografía
y en el campo de la literatura teatral.
O usted acaso desconoce el éxito de Mozart, mal llamado Mamadeus,
donde se hizo una mala fama de base, porque Salieri
no fue tan envidioso como me lo pintan ahí. De ninguna manera.
Pero Mozart sí es un genio inconmensurable, imbatible
y siempre, siempre vigente.
¿O usted no conoce esa mala versión de un arreglo espantoso y de mal gusto
de la sinfonía A40 de Mozart, donde tuvieron que mamarrachearla
con un bajo insoportable eléctrico y un mamarracho de redoble?
¿No la conoce acaso?
¡Ah la conoce! ¡La conoce y la disfruta!
Y usted se hace cómplice de ese arreglo mamarrachiento
de esa adaptación inmunda, de esa bajeza, para bailotear
esa obra notable de Mozart con este payasito.
Ah, quiere decir que la conoce ¿sabe por qué la conoce?
Porque la escucha todos los días, porque usted sí que es un melómano,
no es un gran músico pero es un melómano
-¿usted sabe lo que es un melómano? -A ver repitamos.
Usted es un melómano señor, usted tiene el gusto de escuchar eso,
usted es un frustrado musical y está aburrido de escuchar a Mozart.
Y lo tiene escondido y secuestrado por acá.
Usted la A40 la debe tener copiada en cinta, en caset, en disco,
en 78, en 33, en 45, en todas las revoluciones la debe tener.
-Está totalmente equivocado. -Porque usted es egoísta.
Usted me niega a mí el placer inconmensurable de escuchar esa melodía inmortal.
De escuchar esa armonía inconmensurable. De escuchar esos contrapuntos.
De escuchar esa creación que es inacabable,
que es una riqueza espontánea de ese genio.
-Escucheme señor, déjeme hablar a mí un ratito. -Hable.
No es que no me gusta la música, a mí me gusta la música porque soy un romántico
como puede ser cualquera tocando por la calle. -Claro.
Pero lo que pasa es que yo no soy músico y acá no es una disquería,
estos son remedios. -Y lo mal que hace señor,
lo mal que hace.
Usted podría haber tenido una buena iniciación musical, pero se negó,
¿por qué? para ser un bajo comerciante,
para ser un mercader repudiable.
Usted está negando no solamente a los genios,
sino que está negando la creatividad musical universal de todos los tiempos.
¿Y sabe una cosa? Esto se va a saber, señor.
Esto se va a saber.
Usted es de los que tiene solamente un interés comercial.
Usted es de los que mercantiliza cuanta cosa pueda haber a su alrededor.
Y la buena música, la genial música no se mercantiliza
y esto se tiene que saber. Las autoridades se van a enterar.
Si no es por mí será por otros, pero se va a saber.
Y ahora agarre el disco y métaselo en el medio de la garganta.
Inadaptado.
¿Quiere que le diga una cosa?
Pa mí, este señor, lo que pasa es que tiene hambre.
El lo que quería era almorzar, por eso decía a-mozart, a-mozart.