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El hecho de que Porto Alegre se sitúe en una región del país
que es una región fronteriza, de frontera viva con el castellano
por lo tanto de, hasta determinado tiempo,
de conflicto permanente, a través de las armas,
en la disputa de la tierra, en la disputa del ganado,
independiente de las cuestiones más altas de las dos monarquías ibéricas
que efectivamente ocurrían y tenían peso,
pero tienen peso también los intereses de los que aquí
se apropian de esa tierra y, por ejemplo, de ese ganado.
Así que, en rigor, dentro de un tipo de sociedad que, históricamente,
sufre tales condicionantes:
la guerra, el contacto directo con otro pueblo,
valores militares, por ejemplo, tienden a ser sobrevalorados,
considerados como elementos compartidos
y en el origen de este pueblo, y compartidos en el sentido de la pertenencia.
Nosotros, los gaúchos, somos bravos guerreros. Nosotros, los gaúchos, estamos al lado de las causas justas.
Así que este sentido es extremamente, digamos así, es importante retenerlo dentro del hecho de los mitos fundadores
y aún, ¿por qué no decirlo?,
de un tipo de historiografía engajada en la defensa de una causa.
Por ejemplo,
un instituto histórico-geográfico puede construir una historia con base en documentos,
una historia que en todo demuestre, a través del documento,
porque el documento, esa marca en registro del pasado
es pasible de varias lecturas,
entonces el discurso político se puede leer, una guerra se puede leer de muchas formas.
No estamos anulando la presencia del ocurrido, del hecho ocurrido,
sino de cómo ocurrió.
Así que determinadas acciones militares pueden ser dignas de héroes
o ser atribuidas a traidores.
Entonces esa lógica entre el bien y el malo, entre justicia e injusticia
puede ser trabajada también por la historia.