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Miren la Tierra, ¿no es hermosa? Océanos azules, casquetes polares blancos y terrenos
verdes. Algunos marrones también, donde no hay tantas plantas. Pero, ¿por qué esas
partes de la Tierra son áridas, y otras verdes? Es decir, los desiertos cubren gran parte
de África y Australia, ¡pero no Europa!
Y resulta que los Europeos descubrieron la respuesta, pero en el más improbable de los
lugares: ¡Los océanos! Al navegar desde Europa, los vientos alisios empujaban a los
barcos con entusiasmo al suroeste del ecuador, donde de repente, los vientos cesaban. Estas
eran las zonas de calma ecuatorial. Y para los marineros, eran fastidiosas.
También eran molestas para científicos como Galileo, Kepler y Halley, quienes tenían
teorías de porqué el viento soplaba hacia el suroeste: ¿Será que el viento perseguía,
de alguna forma, al sol desde la mañana hasta la noche? ¿O quizás tenía problemas para
alcanzar al suelo girando debajo de él?
En 1735, a un abogado y meteorólogo aficionado londinense llamado George Hadley se le ocurrió
una idea aún más brillante que, al final, ayudó a explicar no sólo los vientos del
océano, sino también por qué nuestro planeta tiene bosques lluviosos en un cinturón cercano
al ecuador y desiertos justo al norte y al sur de éste.
Hadley pensó que, como el Sol calentaba la Tierra más en el ecuador, el aire al norte
y al sur debían ser más fríos, y por lo tanto, más densos. Así como el aire frío
entra rápidamente a través de una puerta abierta en invierno, el aire al norte y al
sur del ecuador deben fluir hacia el aire cálido en el medio, trayendo marineros con
él.
Allí, en las calmas ecuatoriales, el aire en realidad no dejaba de moverse, simplemente
se dirigía hacia arriba: era calor subiendo para dar paso al aire más denso fluyendo
desde ambos lados. Y aquí es donde vienen los verdes y marrones de las Tierra:
Mientras el aire cálido y húmedo del ecuador sube, se enfría, y ya que el aire frío no
puede contener tanta humedad como el aire caliente, llueve. Mucho. Suficiente para hacer
bosques lluviosos.
Después de alcanzar una altitud de unos 17 kilómetros, el aire ascendente, y cada vez
más seco, llega a la estratósfera, que actúa como una especie de techo, haciendo que el
aire caliente se extienda y separe -- un poco hacia el norte, y un poco hacia el sur. A
medida que el aire sale del ecuador, descarga más de su humedad, haciéndose más denso
y un poco más frío, hasta que finalmente, ya seco, se hunde, creando las bandas áridas
donde se encuentran muchos de los desiertos famosos del mundo.
Esta gigante cinta transportadora atmosférica, oficialmente llamada célula de Hadley, nos
trae tanto bosques lluviosos tropicales como desiertos. Así que la ubicación de los verdes
y marrones de la Tierra son cortesía de un montón de aire caliente.