Tip:
Highlight text to annotate it
X
¡He aquí la habitación donde ocurrió la cosa!
¡La habitación de los eventos!
Ahora intentemos, mientras sea de noche cerrada,
ver con claridad mis sentimientos.
He aquí los muros que repetirían nuestros crímenes,
¡si los muros tuvieran voz!
¡He aquí los muros que en otro tiempo
ensangrentaron amores prohibidos!
Mirando en mi interior, me aterra lo que veo.
Confesar mi amor a ese apuesto soldado fue más que galante.
¡Me desdeña, yo me obstino, y le causaré la muerte!
¡Si así como me estreno, el porvenir promete!
¡Dios mío, Dios mío,
sin embargo el cielo me había dado,
Dios mío, Dios mío, me había dado, una naturaleza con encanto!
¡Dios mío, Dios mío!
El cielo me había dado una naturaleza con encanto.
Dicen que no es más que un paso caro,
en verdad es el primero.
Llegaré lejos, y por el camino, quién sabe dónde pararé.
Qué existencia la mía, amor por aquí, asesinato por allí.
Ah, lo que se escribe de la antigüedad
no es nada comparado con la actualidad.
¡Dios mío, Dios mío,
sin embargo el cielo me había dado,
Dios mío, Dios mío, me había dado, una naturaleza con encanto!
La señal. . .
Alteza. . .
¿Y bien, General, qué hace él?
Baila, su Alteza.
¡Baila!
Y pronto ese hombre que ahora aletea. . .
¿Qué miráis, Alteza?
¡Ahí! En la tarima una mancha roja.
Ahí cayó el Conde Max. . . y hoy. . .
nosotros mismos. . .
¡Oh, el pasado bien nos alecciona!
¡Grave enseñanza es la historia!
¡Aquí se esboza el drama!
¡Luz vertida sobre la noche oscura!
¡Todo para que, al cabo de un siglo, contando el hecho emotivo,
el conserje de esta fortaleza se gane un dinerillo!
Los actos se repiten.
La historia es cual círculo inmenso.
La abuela cometió su fechoría. . .
¡La nieta viene a repetirla!
¡Todo para que al cabo de un siglo, explotando la penosa escena,
los hijos del portero también obtengan una perra!
Bien General, ¿y vuestros cómplices?
Me esperan en este pasillo increíblemente misterioso.
Abridles la puerta ; si lo juzgo conveniente,
- me mostraré. - Alteza. . .
Nada os he preguntado, ¡abrid esa puerta!
Hay que tocar la rodilla.
- ¿Y los otros? - Más tarde. . .
Si hubiésemos venido todos a una,
habría levantado sospechas la fuga. . .
¡Tenéis razón!
¿El Señor está con vos?
El Señor Barón sabe de qué se trata.
Por supuesto, pues sólo se trata de matar a un hombre.
Y aquí es donde lo mataremos.
¡Bien, ya basta! Haced entrar a los demás.
- Conocéis nuestro proyecto. - No hace falta que lo explique.
- Un hombre a vuestros golpes. . . - Hoy habrá de sucumbir.
Con lo que corte o pinche.
¿Juráis
que sobre él caeréis?
¿Estará solo?
Completamente solo.
¿Estará indefenso?
Indefenso.
¡Entonces golpearemos,
sí, golpearemos!
¿Estará solo?
¡Completamente solo, solo!
- ¿E indefenso? - Absolutamente indefenso.
- ¡Entonces, golpearéis! - ¡Entonces, golpearemos!
Mas cuidemos los detalles, los puñales algo romos
necesitan un repaso.
¡A fe que estaría bien!
¡Pues repasémoslos!
¡Y para repasarlos, traed los utensilios!
¡Por que la venganza tenga un éxito real,
traemos de antemano nuestro material!
¡Girad, girad, manivelas, instrumentos del afilador,
despidiendo chispas, afilad el hierro vengador!
¡Afilemos, afilemos!
¡Girad, girad, manivelas, instrumentos del afilador,
despidiendo chispas, afilad el hierro vengador!
¡Oh, puñal aún demasiado romo, quedarás tan puntiagudo,
que, en verdad, no habrá habido puñalada en la punta del puñal!
¡Girad, girad, manivelas, instrumentos del afilador,
despidiendo chispas, afilad el hierro vengador!
¡Girad, girad!
¡Qué rabia, qué furores!
¿Ya están afilados, Señores?
¡Su Alteza!
Sí, Señores, ahí estaba. . .
escuchaba con toda el alma. . . pronta a azuzar vuestro coraje.
Veo que es menester.
- Que venga, y veréis. - ¡Lo despedazaré!
Un ruego, no obstante. . . En la cara no lo peguéis. . .
- Aún lo amáis. - ¿Quién ha dicho eso?
- ¡Yo! - Mas yo no os conozco.
- Es mi Grog. - ¿Vuestro Grog?
Sí, el Barón Grog, el enviado. . .
a quien vos no quisisteis recibir.
- Me equivoqué. ¡Es apasionado! - ¿Decíais?
Nada. . . nada. . . Que se aposten los conjurados,
- Señores. . . - Alteza.
Vos, Barón Grog, quedaos.
Grog, ardiente mostraos.
Tenía ganas de preguntaros una cosa. . .
- Ahora no me atrevo. . . - A vuestras órdenes, Alteza. . .
¡Bien! Me lanzo. . . Decidme,
- ¿deseáis ser mi amigo? - Señora. . .
- ¿No lo deseáis acaso? - ¡Sí! ¡Claro!
Pues, ya está, somos amigos. . .
Sentaos. . .
Os lo agradezco, Señora, prefiero seguir de pie.
Sí, comprendo. Quería deciros. . .
¿Me permitís daros un consejo?
Alteza.
En breve,
cuando por fin haya llegado el momento
de matar al General Fritz, no os coloquéis delante. . .
si un golpe os desfigurase sería una pena.
¡Ah! ¡Bien!
Manteneos detrás de los demás. . .
¿Qué os pasa. . . os reís? ¿Por qué os reís?
- Responded. - No puedo. . .
- ¿Ya no somos amigos? - Sí. . .
- ¿Entonces? - Si se quisieran extraer las consecuencias. . .
- Sí, mas no se quiere. . . - No. . .
- Hablemos de otra cosa. - Sí.
- ¿Por qué hacéis matar al General? - ¿Por qué?
Pues ya no me acuerdo. . .
- ¿Qué pensáis al respecto? - Señora, yo no pienso.
¡Al fin y al cabo, podría no haber comprendido nada, el imbécil!
Y yo estoy resentida porque imagino. . .
¿No lo mataremos?
- Marchaos deprisa. . . - Si no ha comprendido. . .
Se verá, no sé, dejémoslo.
¿Qué hacéis en la corte del Elector, allí abajo?
- Chambelán. - Estaríais mejor conmigo, si quisierais. . .
No es posible. ¡Por desgracia!
- ¿Y por qué no? - Tengo obligaciones, Señora.
Mas si vuestra Alteza desposara a mi Príncipe. . .
¡Ah! Era eso.
No hemos hablado de otra cosa. . .
- ¡Claro que no! Bravo, Barón. - Sería muy sencillo. . .
Me lanzo,
- ¡eso sí que es diplomacia! - Una pizca he aprendido.
- Alteza. . . - ¿Qué hay?
¡Ah! Sois vos, Señores. . .
- ¿Y bien? - La cosa marcha. - ¡Ah, amigo mío!
- ¿Habéis apostado a los hombres? - Sí, Alteza.
Id a decirles que pueden regresar a sus casas.
- ¿Cómo? - No habrá matanza.
- ¡Ah! ¡Por todos los diablos! - Perdéis los estribos.
Todo estaba bien previsto y arreglado. . .
Es muy desagradable. . . después de tanto esfuerzo. . .
La faena estaba hecha. . . Sólo faltaba el placer.
He dicho que no habrá matanza.
Matar a un hombre el día de mi boda ;
eso no sería conveniente.
Lo habéis dicho, lo habéis dicho.
Sí, lo he dicho.
Agradecédselo al Barón. No pude resistirme a su. . . conversación.
- ¿Y bien, General Boum? - Es muy desagradable.
En fin, es maravilloso, ¡Alteza, maravilloso!
¡Mas me las ha hecho de todos los colores, ese Fritz!
¡Pero no me vengaré!
¡Vengaos, claro, con alegría! Pero sin llegar a. . .
Eso me gustaría.
- ¡Oh! Gracias. . . - Os lo traerán.
Encontrad algo.
- Príncipe Paul. - Amor mío.
Dentro de dos horas, en la capilla.
Tengo que elegir entre los cuarenta trajes
que estado a punto de ponerme para casarme con vos.
Dios os guarde, Señores.
Qué vamos a hacer por ella. . .
Llevamos a esta joven mujer
a la alcoba de su esposo.
Ahora, Señora, es menester
que os dejemos sola con él.
¡Llevamos
a esta joven mujer
a la alcoba de su esposo!
Gracias, señores;
gracias, señoras, señoritas, gracias.
Si después de hacerme tanto honor,
pudierais darme aún más placer. . .
- ¡Nos iríamos! - ¡Sería muy amable!
¡Buenas noches, señor, buenas noches!
¡Buenas noches!
Tan sencilla palabra debería bastaros.
¡Buenas noches!
Comprendéis lo que significa,
feliz tunante, cuando es os dice:
« ¡Buenas noches!».
¡Buenas tardes, señora, buenas noches!
El cumplido os hace sonreír,
y sabéis lo que quiere decir,
señora mía, cuando se os dice « ¡Buenas noches!».
¡Por fin estamos solos!
Señor General.
Qué diferencia, ¿no es así?,
cuando lo esperado era casarse con un pobre soldado
y lo que se presenta es un General en Jefe
- coronado de victoria. - Es. . .
Estás deslumbrada. ¡Confiésalo!
- No. . . - Sí. . . estás deslumbrada. . . Es normal.
Ves mis condecoraciones, mi penacho y toda la parafernalia. . .
Mas en cuanto me lo quite todo. . .
- ¿Pero qué estás haciendo? - Cuando se es marido y mujer. . .
- ¿O no somos marido y mujer? - ¡Sí!
Pues. . . haz como yo. ¡Sin miramientos!
Me he quitado mi penacho; quítate el tuyo. . .
Enseguida. Es cierto, tengo un poco de miedo. . .
¡Dios mío, pero mira que soy boba!
¡Cierto es que me intimida
con todo ese oro en su traje y su penacho en la cabeza!
¡Dios mío, pero mira que soy boba!
¿Por qué diablos habría de temerlo?
¡Es mi marido!
¡Pues claro, es mi marido!
- ¡Es tu marido! - ¡Es mi marido!
- ¡Tu lindo maridito! - ¡Mi lindo maridito!
- ¿Qué es lo que pasa ahora? - Pues no lo sé.
¡Abrid, abrid, deprisa, o iremos a buscar ayuda!
¡Abrid, abrid, jóvenes esposos, o echaremos abajo la puerta!
¡Abrid, abrid!
¡No abras, amigo mío!
¡Abrid, abrid!
¡No tengas miedo!
¡Oh, cielos, la puerta cede!
¡Me muero de terror!
¡Que el cielo nos sea benigno, a tiempo llegamos!
¿Pero qué quiere toda esa gente de nosotros?
¡A caballo! ¡A caballo! ¡Rápido, Señor General!
¡A caballo! ¡A caballo! ¡Rápido, Señor General!
¡Al combate volad a toda prisa! ¡Se trata de ser expedito!
El enemigo, que creíamos en fuga, ha dado un giro ofensivo.
¡Al combate volad a toda prisa! ¡Se trata se ser expedito!
El enemigo, que creíamos en fuga, ha dado un giro ofensivo.
Nuestra ama os invita
a no haceros el remolica.
No se os considerará quito,
salvo que el éxito sea decisivo.
Nuestra ama os invita
a no haceros el remolica.
No se os considerará quito, salvo que el éxito sea decisivo.
Queridos míos, habéis olvidado
que hace un instante me he casado.
¡Qué nos importa! ¡Hay que partir!
¡Necesario es vencer o morir!
Entonces, os confío a mi amada.
Está bien, guardaremos a la dama.
Mas daos prisa y apresuraos.
- ¿Qué ha sido de mi cinturón? - ¿Qué ha sido de su cinturón?
- Puesto que debo ataviarme. . . - ¡Debe ataviarse!
- Necesito mi cinturón. - Ahí tenéis el cinturón.
- Falta la funda de mi sable. . . - ¡La funda de su sable!
¿Y mi penacho? ¡Traédmelo, os lo ruego!
- ¡Mi plumero! ¡Estoy completo! - ¡Tiene su plumero!
¡Parad, Señor, parad!
¡Os traigo lo que sabéis!
¡Otro vez el sable!
¡Si supieras, sable de su padre, cuánto verte me exaspera!
¡Hay que partir!
¡Ah, qué placer de ser soldado!
¡Ah, qué placer de ser soldado!
¡A caballo! ¡A caballo! ¡Rápido, Señor General!
¡A caballo! ¡Al combate volad a toda prisa!
¡A caballo! ¡Se trata de ser expedito!
¡Vayamos, a caballo!
En la comida, como en la batalla, ¡a zampar y emborracharse!
¡Cantemos, bebamos, comamos, por los jóvenes esposos!
¡Nuestra augusta ama a vuestros deseos se rinde al fin!
¡Y en vuestro honor, Alteza, brindamos con vino del Rin!
En verdad, qué anomalía, ¿no creéis, amigos míos?
Anoche apenas me querían,
¡y hoy mismo ya me veis. . . casado!
En la comida, como en la batalla, ¡a zampar y emborracharse!
¡Cantemos, bebamos, comamos, por los jóvenes esposos!
Señores, os saludo.
¡La Gran Duquesa!
- Rápido, un vaso. . . - . . . ¡un vaso para su Alteza!
¡Brindábamos por la dicha de los augustos esposos!
¡Brindábamos por la dicha
de los augustos esposos!
Pues bien, amigos míos,
¡con vosotros brindaré!
Era uno de mis antepasados, la memoria no me fallaría,
se jactaba de ser famoso entre los que beber sabían.
Cabía en el vaso que tenía algo más de un barril,
el copero suyo le servía cada noche vino en su bacín.
¡Venga vino! ¡Venga vino!
¡Ah, mi antepasado, cómo bebía! ¡Y qué gran vaso él tenía!
¡Ah, cómo antaño se bebía! ¡Y qué gran vaso se tenía!
Una noche, sin saber por qué, al suelo lo dejó caer.
« ¡Ah!,» exclamó con dolor, « ¡mi vaso yo quebré!».
Cuando se quiso reemplazarlo:
«No,» dijo, «no es el nuestro».
¡Y prefirió fallecer a jamás beber en otro!
¡Venga vino! ¡Venga vino!
¡Ah, mi antepasado, cómo bebía!
¡Y qué gran vaso él tenía!
¡Ah, cómo antaño se bebía! ¡Y qué gran vaso se tenía!
¡Querida esposa!
Con gusto otra copa tomaría. . .
Estamos unidos. . . nos pertenecemos el uno al otro.
- ¡Oh, sí! - Y es gracias al Barón Grog. . .
Habría que hacer algo por él.
¿Eso creéis? Yo también lo creo.
Mas ya no me quedan favores, todos los he concedido.
- ¿Qué ha sido del General Fritz? - No tardará.
Le hemos, Boum y yo, gastado una pequeña broma.
Sí, tenía un caballo en mis establos,
que aprendió al cabo de diez años a llevarme junto a una dama.
Mas dicha dama tenía un marido.
Hace siete días ella me ha escrito:
«No vuelvas, hay ciertas sospechas. . .».
Comprendéis:
el caballo que tiene el General Fritz,
junto a la dama lo habrá llevado. Y al marido habrá encontrado. . .
Una hora para llegar hasta la dama. . .
media hora para hablar con el marido,
dos horas para cojear hasta aquí. . . No debe de estar lejos.
- ¡General! ¡General! - Como os decía.
¡Aquí regresa el pobre hombre!
¡Y en qué estado, vean cómo,
corriendo tras asuntos elevados, sus vestidos ha desgarrado!
¡Pues bien, Alteza, aquí me tiene! ¡Hay que ver!
Y lo que allí me ha acaecido. . . cabe computarse cual combate,
¡me han dejado en un estado lamentable!
¡Hecho un sacacorchos vuestro célebre sable!
¡Eh! ¡Ea, ahí va la queja de vuestro General en Jefe!
¡Eh! ¡Ea, ahí va la queja del General en Jefe!
Al llegar me encuentro, ¡caramba!, a un marido.
Que me dice: «Venga, por aquí, mi amigo».
Yo contesto cortésmente: « ¡Aquí me tiene!».
¡De pronto y remangado,
el traidor ataca a un servidor!
¡Todavía sigo aturdido!
¡Caramba!
¡Eh! ¡Ea!
¡Ahí va la queja de vuestro General en Jefe!
- ¿No tenéis otra explicación que dar? - ¿Por qué?
En lugar de poneros al frente de mi ejército. . .
- sembráis discordia en un hogar. - ¡Cómo!
Esto es alta traición, Señor. . .
- ¡y con qué modales! - Yo os digo. . .
Y el sable de mi padre. . .
- ¡Está hecho trizas! - ¡Torpe!
Sólo puede hacerse una cosa, Alteza. . .
reunir un pequeño consejo de guerra. . .
- y juzgarlo. . . - ¡Buena idea!
Mas sólo se me puede juzgar en presencia de toda la nobleza del Condado.
- Soy Conde de. . . - Ya no lo es. . . ¿Coronel?
- Soy General. - No, Coronel.
- Capitán, si queréis. . . - Con mucho gusto, Teniente.
¿Y después Sargento?
No os detengáis, aún queda el cabo.
Y después simple soldado. . . guripa.
Ah, pues sí, guripa, tú lo has dicho.
Puesto que así están las cosas, presento mi dimisión.
Y yo, la acepto. ¡Qué fácil es!
¡Ah, esos grados, esos honores!
Príncipe, seguiré vuestro consejo. . .
- Barón Grog. . . acercaos. . . - Alteza. . .
Para vos el penacho. . . tomad el penacho. . .
¡Por todos los santos!
- Para vos el sable de mi padre. . . - ¡Oh furor!
¡Para vos todo con que puede soñar la ambición!
Para vos todos los poderes civiles y militares.
Gracias, Alteza ; mi esposa os bendecirá.
Habéis dicho. . .
- que hay una esposa. . . - Sí, querida.
Una esposa y tres hijos.
Pronto serán cuatro, mi Príncipe.
¡Cuatro! Barón Grog. . . Devolved el penacho, devolved el sable. . .
esta misma noche regresaréis a la Corte del Elector,
- nuestro suegro. . . - ¿Cómo?
Anunciaréis allí nuestra dicha.
- Que soy feliz de desposar al Príncipe, muy feliz. . . - ¡Ay!
Qué queréis que haga. . .
Cuando no se tiene lo que se ama, hay que amar lo que se tiene.
¡Por fin he recuperado el penacho!
¡Por fin he recuperado el poder!
¡Por fin el himeneo a vos me une!
¡Por fin, hijos míos, os volveré a ver!
¡Regresemos a nuestra choza!
¡Sí, regresemos a casa, ya está!
¡La guerra a la guerra!
La dicha. . . .
¡la dicha tal vez ahí está!
Otros batirán al enemigo, en cuanto a mí, renuncio a la matanza.
Sabré servir a mi país en mi pequeño y lindo hogar.
Sabrá servir a su país en su pequeño y lindo hogar.
Después de haber, mal que bien,
jugado su papel, se casa.
¡Es imprevisto, mas moral! ¡Así concluye la comedia!
¡Ah, mi abuelo, si él me viera, ah, cuánto gusto le daría!
¡Ah, su abuelo, si él la viera, ah, cuánto gusto le daría!