Tip:
Highlight text to annotate it
X
Desde muy pequeño
siempre me impresionaron
los descubrimientos científicos
que sucedían por casualidad:
el hallazgo de la estructura del benceno, por Kelulé;
el descubrimiento de la tabla periódica o del microondas.
Pero un hallazgo en particular
siempre me impresionó mucho.
En 1928, Alexander Fleming
salía de vacaciones con la familia,
durante 2 semanas, y dejaba su laboratorio
en manos de un colega para que pudiera trabajar.
Cuando regresó,
las placas que contenían bacterias,
en las que estaba trabajando,
estaban contaminadas con un hongo.
Ese hongo, en realidad,
no era un hongo común.
Producía una substancia
que mataba a las bacterias.
Fleming, al mirar esa placa,
en lugar de tirarla
notó que existía un potencial para descubrir, crear,
el primer fármaco capaz de combatir infecciones.
La penicilina se convirtió
en uno de los fármacos más usados.
Permitió salvar varias vidas
durante la Segunda Guerra Mundial
cuando se usó a gran escala.
También salvó varios matrimonios
y algunas otras relaciones.
De este modo se convirtió,
por azar, en un descubrimiento que siempre me fascinó,
de ese científico fenomenal
que fue Alexander Fleeming.
A ese tipo de descubrimiento casual
solemos denominarlo serendipia,
o sea, la capacidad de producir
resultados positivos a partir de una dirección
que, en verdad, no era la inicial,
la que se estaba trabajando.
También, desde muy pequeño,
tenía muy claro
que seguiría una carrera científica.
Aparte de que siempre me gustaron más las áreas técnicas,
fui el único chico que tuvo que recuperar
educación artística en sexto grado.
Entonces, realmente no tendría mucho futuro
en otra carrera.
Como ven, intenté autodibujarme,
aunque debería ser más pequeño y ancho.
Más tarde estudié farmacia,
como me aconsejó mi profesora,
aquí en Santa María,
y consolidé mi carrera académica
con los orientadores de la U. Federal de Santa María,
la UFSM.
Hice un posgrado en la U. de Río Grande del Sur
Pero, de verdad, el acontecimiento que cambió
mi vida en los últimos años
sucedió mientras tomaba cerveza
con un compañero del posgrado.
Discutíamos sobre
lo que haríamos con nuestra carrera académica
al terminar el doctorado,
y se nos ocurrió que podríamos
recomenzar nuestra carrera,
hacer algo novedoso,
fuera de lo común en Brasil:
montar una empresa de biotecnología
y tratar de crear algo
dentro de la iniciativa privada.
En esa época no teníamos ni idea
de lo que pensábamos
ni de lo que haríamos.
Pero fue así como nació
nuestra empresa, Neoprospecta.
Con mi colega, Luiz Felipe Valter de Oliveira,
que hoy es mi socio,
como les decía, no teníamos ni idea
de lo que haríamos,
pero durante la misma semana
en que decidimos montar la empresa
recibí un correo electrónico
que decía que se haría un concurso,
y el único requisito que pedían
para participar era mandar un proyecto.
Rápidamente pensamos una idea, la enviamos,
y, felizmente, de 5000 proyectos recibidos,
nosotros ganamos
el premio de emprendimiento.
Gracias al premio pudimos participar
en el premio iberoamericano
que tuvimos la fortuna
de ganar también.
A partir de ahí, se empezó a hablar de la empresa
en The New York Times, Zero Hora, y Scientific America
y terminamos representando a Brasil en un evento,
celebrado en la bolsa de Nueva York,
como una de las empresas biotecnológicas
que empezaban a surgir en Brasil.
En este momento, la gente ni se imaginaba
nuestro papel como emprendedores,
pero sí tenían más o menos claro
lo que haría Neoprospecta.
En el curso de farmacia,
mi obsesión por los descubrimientos científicos casuales
se agudizó mucho más.
Si existe un área científica
en la que los hallazgos casuales son para bien,
es en el desarrollo de medicamentos.
Podríamos seguir hablando largo y tendido
sobre todo esto,
pero prefiero darles un ejemplo concreto;
uno de los fármacos que tuvo
el nivel de ventas más alto
en toda la historia de la humanidad.
En un principio el *** se desarrolló
para tratar una dolencia cardíaca.
Pero resultó que las personas
que participaban del ensayo clínico
les comentaban a los investigadores:
"No noté ninguna mejoría en la angina.
Sin embargo, mi esposa
está encantada con el fármaco".
(Risas)
Entonces fue que los investigadores de Pfizer
empezaron a usar
el Sildenafil como fármaco
para tratar los problemas de impotencia
y se creó el primer medicamento vía oral
capaz de curar la impotencia,
y revolucionar la vida de varias personas.
A partir de estas historias,
de serendipia, de descubrimientos casuales,
pensamos que Brasil es el país
con la mayor biodiversidad del mundo,
es el país que, dentro de sus fronteras,
tiene la mayor cantidad de especies diferentes;
no solo especies macroscópicas,
sino también microorganismos.
Y pensábamos que
si Fleming, encerrado en su laboratorio
descubrió la penicilina por azar,
con tan solo un experimento,
¿qué sucedería si pudiéramos
hacer un "screening",
un cribado de la biodiversidad brasileña,
en busca de nuevos principios activos y nuevas moléculas
que también pudieran cambiar la vida de las personas?
Y eso es lo que hace Neoprospecta.
La misión de la empresa
es ampliar las posibilidades
de descubrir fármacos,
a través de un cribado tecnológico
que realizamos dentro de la biodiversidad brasileña.
Para ello, recolectamos muestras
que seleccionamos de entre algunos entornos específicos,
después, usamos una técnica de secuenciamiento de ADN a gran escala,
que nos permite generar un gran volumen de datos,
que analizamos con base en algoritmos que desarrollamos
y, que a su vez, nos darán
indicios sobre qué moléculas
pueden estar presentes en la muestra
y si podemos usarlas
en el desarrollo de medicamentos
o en otras áreas técnicas.
Luego, mediante diferentes procesos de ingeniería,
se trabaja con este tipo de moléculas
para prepararlas y poder desarrollar en otras fases
nuevos productos y servicios
en el área farmacéutica y en otras áreas.
Estas moléculas presentes
en nuestra biodiversidad pueden usarse
no solo para los medicamentos,
sino también, para el desarrollo de productos químicos de valor añadido,
como biocombustibles o cosméticos.
Brasil cuenta con un potencial enorme en estos campos,
que, en lo personal, comparo
al potencial económico y de cambio social
que tiene hoy, por ejemplo, el Presal.
Pero con un menor costo social
porque este tipo de actividad,
al generar activos de gran valor a partir de nuestra biodiversidad,
no produce subproductos nocivos como
la quema de combustibles fósiles.
Producimos moléculas
que pueden ser sustentables.
Así que creamos un equipo
y nos trasladamos de Porto Alegre a Florianópolis,
donde la empresa empezó su actividad.
Allí encontramos el apoyo
del profesor Ronaldo Mota,
figura conocida aquí en Santa María también,
y presidente del consejo de administración;
y nuestro ángel inversor, Erich Muschellack,
la persona que creyó en Neoprospecta.
Por el momento, hemos recogido ya muestras en la Amazonia
y estamos en por analizar esas moléculas.
Estuvimos algún tiempo en la selva
recolectando esas muestras
y hay indicios de que podremos desarrollar
nuevos antibióticos y biocombustibles
a partir de este primer ensayo,
de esta primera exploración.
Pero nuestro objetivo no acaba aquí.
Queremos hacer un gran cribado en el país
para permitir el desarrollo de otros proyectos o ayudar a personas
que estén vinculadas también
con la conservación de la biodiversidad,
que generen capital,
y principios que tengan un valor añadido,
y que pueda contribuir también
a una distribución correcta de los recursos,
entre los que ostentan esta biodiversidad.
Al mismo tiempo, con este tipo de actividades
protegemos nuestra soberanía,
puesto que cuando identifiquemos
los principios que forman parte de esa biodiversidad,
ya no puedan ser biopirateados;
una vez que los identifiquemos,
se auditarán y quedarán registrados.
Sin embargo, como les comenté
Neoprospecta tenía en mente
replicar lo que hizo Fleming,
aumentar las posibilidades de serendipia.
Pero ¿es la serendipia
solo una cuestión de azar,
derivada de procesos aleatorios,
o realmente existe algún otro componente?
Creo que lo que sucedió
con Fleming no fue accidental.
Las oportunidades y las posibilidades
se presentan todo el tiempo,
en la vida de todos.
Pero para que se conviertan en algo diferente de verdad
y podamos obtener un resultado positivo,
como ocurrió con la penicilina,
es necesario contar con el factor humano,
capaz de razonar sobre
esa oportunidad que se ha producido
y actuar sobre ella.
No existen efectos aleatorios
que puedan regir nuestra vida,
sin que antes pasen por nuestra criba personal,
que actúa sobre los mismos.
Entonces, en verdad, en mi opinión,
y por muy fascinado que esté
con estos descubrimientos aleatorios,
la verdad es que no existen
factores aleatorios aislados.
Dependen siempre de la visión de alguien,
de la visión inspirada, sagaz,
de alguna persona que actúa sobre ese acontecimiento.
Imagínense a Fleming
cuando tomó esa placa contaminada
y vio el hongo.
Podría haber pensado: "Maldita sea",
y haberlo tirado a la basura.
Ahora no tendríamos la penicilina
y muchas personas habrían muerto.
Entonces, los efectos aleatorios de nuestra vida,
o las oportunidades que, aparentemente, son solo por azar,
dependen de cómo actuamos sobre ellas.
Es necesario reflexionar y tener
la sagacidad de pensar en las oportunidades,
y con ambas, oportunidades y reflexión,
construir un camino de reconstrucción,
un camino inicial que finalmente
nos conducirá a resultados positivos.
Gracias.
(Aplausos)