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Hace años era fácil ir al cine cada fin de semana. Todos los abuelos lo dicen "Con
un duro iba al cine y aún me sobraba para el café con las amigas...". Dicen que antes
la vida era más barata y claramente esto es cierto. La inflación y la relación sueldos-precios
eran más realistas. Nadie había tenido problemas para comprar o construirse a sí mismo un
hogar hasta hace bien poco. Pero la vida cambia y a cada uno le tocan diferentes problemas
que afrontar. Hoy en día la mayoría de actividades que
usamos para relajarnos conllevan un gran desembolso económico. Ir al cine, a un concierto, salir
de copas, las entradas a parques temáticos, el parking de las playas, las tasas que son
necesarias para practicar la pesca y la caza... Ocio en la actualidad significa gasto.
Claramente la sociedad en conjunto se beneficia del negocio. Miles de empleos son creados
solamente gracias al turismo, sobre todo ahora en verano. De alguna manera gracias al ocio
los españoles pueden pagarse más ocio. En cierta manera es lo mismo que pasa con cualquier
cosa, es una cuestión de oferta y demanda. Y en este caso España es la reina de la oferta
con su sol, sus playas, sus ruinas, sus museos y su riqueza cultural e histórica.
El ocio para muchos es considerado un bien de primera necesidad. Si es cierto que muchas
personas renuncian a un ocio activo por necesidades económicas, también es cierto que todos
necesitamos un buen descanso de vez en cuanto. Para contrarrestar el gasto que el ocio supone
los españoles seguimos el ejemplo que nos dan desde arriba: tomárnoslo con austeridad.
Si no podemos ir al cine, quizás desarrollemos algún que otro hobby en el que los gastos
son menores. Si podemos quedar en casa replanteando cómo mejorar nuestro jardín tomándolo como
un pasatiempo más no vamos a ir al teatro y pagar una cantidad desorbitada.
Pero por supuesto, cada vez más, las familias deben hacer sus propios recortes. Como el
ser humano sin comer no puede pasar, el ocio es una de las primeras cosas en las que se
intenta ahorrar. Ahora muchos se quedan en casa viendo la televisión, leyendo un libro,
navegando en la red o volviendo a los clásicos pasatiempos. Algún tipo de ocio ya está
solo al alcance de las clases más altas. Por ejemplo una entrada al teatro ya no está
a disposición de cualquiera. De hecho el último subidón de los impuestos prácticamente
impide el acceso a este tipo de ocio. ¿Quién va a ir al teatro si por el mismo dinero se
pueden pagar medio carro de la compra? De esta forma no es de extrañar que las clases
más bajas veamos ciertos actos culturales con malos ojos o incluso los despreciemos.
Este recorte no solamente influye en un sector muy determinado de la sociedad si no que tiene
sus repercusiones en la totalidad de la cultura española. Aparte de la clara separación
cultural que el negocio del ocio está provocando en las clases bajas y altas la "Marca España"
se resiente. Si bien España podría ser un exportador de cultura, podríamos compartir
con todo el mundo todos los monumentos que tenemos en el país, porque España no es
solo sol y playa. Tenemos mucho que dar, mucho que aprender de nosotros mismos y mucho que
disfrutar de nuestro país. Muchos monumentos y restos arqueológicos se pierden porque
no hay interés en ellos, pero no porque no sean importantes sino porque se desconocen
completamente. El negocio del ocio no solamente se está dirigiendo hacia un público minoritario,
sino que está ofreciendo una parte muy pequeña de todo lo que se puede ofertar.
Podríamos resolver muchos problemas que tenemos fijándonos en todos esos lugares de ocio
que se han escapado a la mano del negocio. Es gratis hacer un poco de senderismo y observar
la fauna local que nunca logramos ver cuando estamos centrados en nuestros problemas diarios.
Haz una búsqueda sobre tu paraje más cercano. Seguro que tienes un paraíso a tu lado que
ni siquiera ves porque nadie lo explota. Ocio no tiene por qué significar gasto.