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El más grande maestro de la filosofía política, según mi criterio, es David Hume. Y si lees
de cerca a Hume, descubrirás que él creía, no solo en la capacidad, sino en la inclinación
del hombre a formar convenciones -que son puramente voluntarias, puramente espontáneas-,
a formar estas convenciones sin que un legislador como el estado intervenga e imponga
las reglas que las convenciones representan.
Por ejemplo, él diría, si me es permitido interpretarlo, que en una sociedad donde todos
roban a todos, hay un gran esfuerzo ejercido por todos para tratar de proteger su propiedad
del vecino que es un ladrón, y el vecino ejerce un gran esfuerzo para proteger su propiedad
de ti, porque tú también eres un ladrón. Ustedes tratan de robarse entre sí, y este
es un sistema muy despilfarrador. Y entonces, de alguna manera, tal vez por accidente, uno
de ellos no roba el domingo; roba seis días de la semana, pero no roba el domingo, y entonces
tampoco roba al siguiente domingo. Y sus vecinos dicen "Ah, este hombre no ha robado
por dos semanas, y fue tan, tan agradable estar libre, tener bastante de noche libre en mi domingo.
Ahora tengo tiempo para robarle a él, y también (inaudible) mis hijos, porque ahora no tengo que cuidar mi propiedad."
Pero esta situación no es seguro que continúe, porque este hombre, su vecino,
descubrirá que no le está robando a él, y él no le está robando a él, así que
empieza también a dejar de robarle a la gente el domingo. Y para prevenir esto, el tercer domingo, yo
no le robo a él. Y poco a poco, por estos pequeños ajustes accidentales, o casi accidentales,
se desarrolla la convención. Nadie roba los domingos. Y entonces ellos aprenden de esta
situación y nadie robará los domingos, o un sábado.
Hasta que la convención se desarrolla plenamente, y nadie roba ningún día de la semana, y
aquellos que roban son castigados por los que no roban -y hay varios medios,
medios sociales, para castigar a estas personas. Y esta, en una filosofía humeana, esta capacidad
del hombre para formar convenciones espontáneas, establece un sistema de reglas que es perfectamente
adecuado para gobernarse a sí mismo. Y no hay necesidad de un estado, no hay necesidad
de un gobierno de la mayoría, no hay necesidad de democracia.
Excepto que Hume admite esto, y creo que desafortunadamente él tenía que admitirlo: que el sistema de convenciones,
que llamo yo en uno de mis libros "anarquía ordenada", esta anarquía ordenada
es perfectamente capaz de funcionar muy bien, y muy pacíficamente, y con una gran libertad para todos,
si no hay sociedad afuera de nuestra sociedad, que entonces vendrá y (inaudible),
y nos conquistará. Y, como es obviamente mi opinión que el origen del estado no es
interno a una sociedad, no es endógeno como dicen, sino exógeno, es un resultado de la
conquista por una etnia diferente -como los francos en la Francia gálica, o los normandos
en la Inglaterra sajona, o los troyanos en la Roma latina-, es siempre una sociedad extranjera
la que impone su mandato sobre los indígenas y forma el estado; y el personal del estado
es casi siempre la clase dominante que es de origen extranjero: los normandos en Inglaterra,
por muchos siglos, el origen normando era un origen aristocrático en Inglaterra.
De hecho, todos los gobernantes eran normandos, hasta que los ingleses fueron poco a poco
creando una nobleza que era sajona, concediéndole a familias sajonas la nobleza.
Y si fuera a responder a tu pregunta, mi respuesta sería que la democracia es extremadamente peligrosa,
porque implica inevitablemente la expansión gradual del estado, y no sabemos
si hay un límite a esto. Simplemente no lo sabemos. No vemos el límite. Esta fuerza,
esta subasta del poder político, es una fuerza permanente, porque está en la naturaleza
del gobierno de las mayorías. Y así como pienso que esta es una forma extremadamente
peligrosa de estructura política, estoy en contra de ella, pero estoy realmente en contra en el sentido
de que no quiero nada en su lugar.
Bueno, esa es mi respuesta.