Tip:
Highlight text to annotate it
X
Hernán Charosky: Asuntos públicos, transparencia y corrupción
Van a hacer casi 30 años,
29 de que tuvimos las primeras elecciones,
de lo que es este período democrático.
Yo tenía 12 años.
30 de octubre de 1983.
Muchos que tienen la edad suficiente para recordarlo,
se van a acordar la sensación de ese momento.
Y los que son jóvenes,
digamos, los envidio por ser más jóvenes,
pero me envidian a mí
y nos envidian a los que somos más grandes por haber vivido aquel momento,
esa emoción, esa expectativa,
esa esperanza de 1983.
De que todo lo bueno que podíamos esperar,
podía llegar a ocurrir.
La esperanza con la que llegó la democracia
era la esperanza de que después de casi ocho años
de dictadura militar, de violaciones masivas a los derechos humanos,
volvía a funcionar la Constitución Nacional
que yo había estudiado 2 años antes,
en plena dictadura, en quinto grado.
Y le preguntaba a mi señorita Francisca:
"¿Para qué nos está enseñando esto si esto no sirve para nada?"
Dos años después empezaba a ver
que ese conjunto de reglas que me habían enseñado que habían organizado al país,
que habían separado los Poderes,
que habían garantizado derechos para los individuos,
empezaban a funcionar nuevamente.
Y quizá por primera vez en plenitud,
porque iba a ser
el período - y gracias a Dios, y gracias a ustedes
y a cada uno de los que estamos acá -
sigue siendo el período más largo de la democracia que hallamos vivido.
Y esa sensación que teníamos en 1983
en buena medida también tenía que ver con
que por primera vez iba a haber, después de tanto tiempo,
la posibilidad de que quien fuera elegido
fuera alguien en quién ponían los ciudadanos su confianza.
Alguien a quién la autoridad,
los recursos, la capacidad de decidir,
le venían de la decisión de sus conciudadanos.
Eso fue
unos de los - para mí en lo personal,
pero creo que para muchos en mi generación,
y sobre todo en las anteriores
en los que habían vivido como adultos el siglo XX,
algo que cambió profundamente las cosas.
Siguieron ocurriendo en los primeros años de democracia
cosas muy importantes que nos reafirmaron la idea
de que la Ley estaba por encima del Poder,
de que la Ley regulaba al Poder,
y eso nos garantizaba nuestros derechos.
Uno de los momento más emocionantes y fundantes de eso
es la imagen que también de nuevo, los más grandes recordaremos,
del Juicio de las Juntas.
Ese fue otro poderoso mensaje.
Luego la investigación de la CONADEP,
de tratar de entender y de documentar lo que había ocurrido,
que la ley nuevamente
más allá del significado importante que tenía en términos de derechos humanos,
en términos institucionales,
nos garantizaba a todos
que no importa qué tan poderosos
o dueños de la vida y de la muerte habían sido
los ex comandantes en aquel momento,
iban a ser juzgados bajo la Ley Civil.
Sin embargo, a los pocos años
la democracia fue encontrando limitaciones,
debilidades,
y un poco después, sobre todo cuando hubo una transición en el paradigma económico,
cuando comenzaron masivamente privatizaciones,
la corrupción empezó a ser la limitación más grande.
Y surgida desde adentro del sistema político democrático,
que amenazaba esa confianza que los ciudadanos habían comenzado a depositar
en sus autoridades.
La corrupción empezó a ser progresivamente un tema más común
que ocupaba más centimetraje en los diarios,
en el debate político, en el debate parlamentario.
Escándalos en privatizaciones, en licitaciones,
en la distribución de bienes y servicios públicos.
El género policial entró
en el género político.
Y... en aquel momento yo sentí personalmente
que aquella promesa inicial de la democracia
en buena medida estaba siendo traicionada.
Porque si tomamos... hay una definición clásica, muy común
de corrupción, que es que la corrupción es
el uso de los recursos y de la autoridad pública
en beneficio privado
o en beneficio particular.
Si la confianza que depositamos los ciudadanos en las autoridades
se utiliza para beneficiar personalmente a un funcionario que se enriquece
o que beneficia a una empresa
o que beneficia a un grupo político,
que con esos recursos se fortalece en el poder,
en cualquiera de los casos está traicionando
esa confianza que originalmente se le había confiado democráticamente.
Por eso les voy a pedir que en este ratito que vamos a conversar,
pensemos en la corrupción - que es un tema ético y es un tema de decisiones personales -
no tanto desde ese punto de vista,
sino desde el punto de vista político, democrático, institucional.
Desde el punto de vista de qué es lo que están haciendo los que mandan
con el poder que nosotros les damos.
Entonces, si lo miramos desde ese punto de vista,
vamos a ver que la capacidad de los ciudadanos
de recordar que el poder está en sus manos
y que pueden hacer algo para limitar el abuso
de ese poder,
es la clave
para recuperar la capacidad democrática
latente que teníamos hace casi 30 años.
Hay muchos ejemplos en Argentina y en otros países del mundo
en los cuales los ciudadanos se despiertan a su capacidad
de controlar quién tiene el poder
Y básicamente hay 3 elementos que son comunes en estas experiencias.
El primero es el uso del conocimiento común.
El conocimiento común, lo que quiero decirles es
aquello que compartimos como conocimiento
que en parte es la información pública,
la información que tienen los gobiernos, el estado, la administración pública;
pero también es el conocimiento común de lo que vemos todos los días.
O sea, si vemos un bache en la calle todos los días
o los precios suben de determinada manera todos los días
hay un conocimiento común más allá de cual sea la información pública que recibimos al respecto.
Entonces, el conocimiento común más la información pública
o lo que percibimos comúnmente más la información pública,
es este conocimiento común que
sumado a la coordinación colectiva,
a la capacidad de actuar en función de ese conocimiento común,
puede producir cambios.
Conocimiento común, coordinación colectiva y cambios.
Esos 3 elementos pueden producir,
en determinados momentos,
la capacidad de los ciudadanos de recuperar su poder,
de controlar los abusos
y de marcar límites.
Un ejemplo que para mi fue muy impresionante por el contexto en el que ocurrió
fue el atentado de 2004, 11 de marzo, Madrid, Atocha.
Para los que lo recuerdan
sabrán que la primera versión que dió el Gobierno español
es que los responsables del atentado había sido el grupo ETA.
Sin embargo, al poco tiempo empezaron a surgir sospechas de que eso no era así.
Y había una gran cerrazón sobre la información que recorría.
Por SMS, por mensajes de texto, por foros
de Internet, en los diarios
los ciudadanos empezaron a sospechar de esa versión y empezaron a pasarse mensajes que decían:
"Necesitamos saber la verdad. Pásalo."
Y eso derivó en una serie de manifestaciones callejeras
en donde se le exigió al Gobierno
que dijera la verdad acerca de lo que estaba ocurriendo.
Y a los pocos días tuvieron que admitir que en realidad esa hipótesis era falsa,
no equivocada, sino en algún punto distorsionada.
Y que el atentado respondía a Al Qaeda.
Era a pocos días de las elecciones y estos hechos cambiaron el rumbo de las elecciones.
Con los años fueron ocurriendo, y con el desarrollo de las tecnologías,
nuevas maneras de coordinación colectiva y de compartir información.
Por ejemplo en Kenia, en el año 2008
hubo una terrible violencia política
que derivó en abusos y violaciones de derechos humanos
en la población civil,
por todo el país, especialmente en lugares alejados y rurales.
Un activista keniata,
salió a través de las redes sociales a pedir
que algún desarrollador digital le ayudara a generar
un sistema que permitiera en tiempo real y a través de mensajes de texto,
documentar las violaciones de derechos humanos.
Tanto para fortalecer a las víctimas, porque el anonimato las debilitaba,
como para documentar el proceso para lo que ocurriera después.
Y así surgió USHAJIDI
que es una de las principales plataformas que existen para mapear todo tipo de eventos.
Empezó para mapear este tipo de eventos violentos, pero hoy en día por ejemplo,
se usa en nuestro país o en Perú
para documentar irregularidades en elecciones,
o para documentar, por ejemplo, en otro caso en Kenia
faltantes de medicamentos en centros de salud.
Va un paciente a un centro de salud,
se supone que tiene que recibir el medicamento X.
No recibe el medicamento X, manda un mensaje de texto a una dirección en particular,
eso aparece en una página web,
y en esa página se ve si ese medicamento debería estar en el stock, o no debería estar en el stock.
Y si debería estar en el stock
queda en evidencia que hay alguien desviando los medicamentos.
Es decir, hay muchas posibilidades de recuperar estas capacidades.
Cuando yo trabajaba en la Oficina Anticorrupción
vi como en el área de salud, por ejemplo,
muchos desvíos de fondos se realizaban por supuestos pagos que en realidad nunca ocurrían.
En famosos casos de corrupción, como el caso famoso de las coimas en el Senado
vimos cómo fondos de inteligencia se utilizaban
para pagar la voluntad de senadores.
Esos mismos fondos reservados se han utilizado, por ejemplo, para comprar voluntades, para comprar testimonios,
en una causa tan dolorosa para nosotros como la causa AMIA.
Y lo que comprobé en esas investigaciones es que
cuando los ciudadanos participan activamente y se organizan,
y cuando las víctimas o los afectados
se organizan,
tienen mayor capacidad de generar conocimiento, de coordinarse,
y de producir cambios.
Cuando estaba en Poder Ciudadano intentamos una de estas iniciativas de coordinación colectiva.
Y usando información que durante muchos años esta organización
que es miembro de Transparencia Internacional,
una red mundial contra la corrupción,
lo que había logrado fue documentar
durante muchos años
los gastos de publicidad oficial.
Y usando la información de la Justicia Electoral,
las donaciones financieras de campaña.
Dos bases de datos: publicidad oficial, donaciones de campaña.
Esa información la reintrodujimos en una plataforma aún más grande
que se acompañó con una acción en redes sociales,
principalmente en Twitter donde le pedíamos a la gente
que documentara qué era lo que veía
en las calles sobre la campaña,
como para poder comparar
los gastos que íbamos documentando sobre publicidad oficial,
gasto gubernamental en publicidad,
gastos de campaña, y aquello que
los ciudadanos veían en la calle.
Esto juntaba conocimiento común
información pública y capacidad de acción colectiva,
porque les pedíamos a los políticos que en tiempo real nos dijeran
quiénes le bancaban
su campaña.
Algo que de todas maneras tenían que hacer por ley,
pero al final de la campaña
y lo que queríamos era que dijeran
cuáles eran sus sponsors,
para ver cuál era la influencia del dinero en la política,
y para ver hasta qué punto los candidatos de un oficialismo
se estaban beneficiando con el dinero de la publicidad oficial de la administración pública a la que correspondieran.
Todos estos ejemplos, lo que nos muestran es que
hay capacidades que están latentes para generar control.
Para actividades llamémoslas cívicas
y que básicamente consisten,
y muchas veces sin salir de la comodidad de nuestras computadoras,
en informarnos acerca de las políticas públicas que nos afectan.
Si somos usuarios del Sistema de Seguro de Salud,
PAMI, Obras Sociales,
preguntarnos dónde está la información acerca de los contratos
con los cuales se pagan los servicios
y qué es lo que se supone que deberíamos estar recibiendo.
O si somos usuarios del transporte público,
saber qué es lo que pasa con los subsidios que, con dinero de nuestros impuestos,
se les dan a los concesionarios.
El reciente procesamiento de funcionarios y empresarios en el caso de Once
nos muestra dolorosamente que la corrupción mata.
Que cuando se desvían fondos masivamente,
se pone en riesgo la correcta prestación de un servicio.
Y que eso puede terminar en consecuencias fatales
y que son controlables previamente.
Si nosotros intervenimos publicamente como ciudadanos
desarrollamos nuestra capacidad de leer información pública,
de compartirla y de generar acción.
Y allí donde no hay información pública,
porque tenemos muchas limitaciones en nuestro país,
tenemos un vaso medio lleno:
Más de la mitad de las provincias tienen leyes de acceso de la información.
Tenemos un vaso medio vacío:
Menos de la mitad y a nivel Nacional no tenemos una ley de acceso a la información.
Tenemos un vaso medio lleno:
Tenemos un decreto a nivel nacional que nos permite pedir información pública.
Tenemos un vaso medio vacío, gravemente medio vacío:
No tenemos estadísticas confiables.
Pero en conjunto tenemos la capacidad de usar la información que está disponible.
Por ejemplo, las declaraciones juradas de los funcionarios del Poder Ejecutivo
se pueden conseguir 48 horas si le escriben a la Oficina Anticorrupción.
Los informes de auditoría de la Auditoría General de la Nación
que permanentemente monitorea las políticas públicas de transporte, de salud, de infraestructura,
están on line: ustedes se pueden informar acerca de lo que está diciendo la Auditoría
acerca de cómo funcionan las políticas públicas.
Las ONGs
producen información permanentemente sobre
financiamiento político, publicidad oficial, acceso a la información, designación de los jueces
nacionales, de los jueces de la Ciudad.
Toda esa información habla de políticas que nos afectan.
Si - independientemente de cuál sea nuestra simpatía política -
captamos esa información, la compartimos,
y generamos demandas, demandas de mejoras de políticas
demanda de información confiable que está faltando,
muy posiblemente podamos recuperar
esa promesa y esa capacidad democrática
que en 1983 estaba prometida.
Y que solamente depende de nosotros,
quizá de ese 1% de nuestro tiempo que le dediquemos,
que eso otra vez vuelva a ocurrir.
Muchísimas gracias.
(Aplausos)