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El Presidente: Esta semana, nominé a la jueza Sonia Sotomayor
de la Corte de Apelaciones de Estados Unidos para remplazar al juez David Souter,
quien se está jubilando después de casi dos décadas en la Corte Suprema.
Tras considerar a muchos candidatos excelentes,
estoy seguro de que es la persona correcta.
De hecho, en varias generaciones no ha habido un candidato
que haya aportado a este cargo la vasta experiencia judicial
que ella ofrece.
La carrera de la jueza Sotomayor se inició cuando trabajó
como fiscal adjunta del distrito de Nueva York, donde procesó crímenes violentos
en la ciudad más populosa de Estados Unidos.
Tras dejar la fiscalía, trabajó como abogada litigante
y representó a sus clientes en complejos litigios internacionales.
Fue nombrada a la Corte Federal de Distrito,
donde trabajó seis años como jueza de primera instancia
y emitió fallos en cientos de casos.
Y en su cargo más reciente, pasó once años
en la Corte de Apelaciones de Estados Unidos, el segundo tribunal de mayor jerarquía del país,
donde trató algunos de los más complejos asuntos
constitucionales y jurídicos que enfrentamos como nación.
Cuenta con más experiencia en un tribunal federal
que ningún otro nuevo juez de la Corte Suprema en los últimos 100 años.
En pocas palabras, la jueza Sotomayor conoce a fondo
nuestro sistema judicial desde casi todos los ángulos.
Y sus logros son incluso más impresionantes
cuando se considera lo que tuvo que superar para alcanzarlos.
La jueza Sotomayor creció en un vecindario de viviendas subsidiadas
en el South Bronx; sus padres vinieron a Nueva York de Puerto Rico
durante la Segunda Guerra Mundial.
Su padre, obrero de fábrica que estudió hasta el tercer grado,
falleció cuando ella tenía apenas nueve años.
Su mamá trabajaba seis días a la semana como enfermera
para mantenerla a ella y a su hermano, compró la única enciclopedia del vecindario
y envió a sus hijos a una escuela católica.
Eso hizo posible que la jueza Sotomayor
fuera a dos de las más importantes universidades de Estados Unidos.
Se graduó entre los primeros de su clase en la Universidad de Princeton
y estudió en la Facultad de Derecho de Yale, donde se hizo merecedora de un prestigioso cargo
como una de los editores de la Revista de Derecho de dicha facultad.
Muchos años más tarde, fue difícil no conmoverse al ver
a la madre de la jueza Sotomayor,
sentada en primera fila en la Casa Blanca con los ojos llorosos,
mientras su hija, que había llegado tan lejos
y por quien se había sacrificado tanto, era nominada
al más alto tribunal del país.
Y esto es lo que hace que la jueza Sotomayor sea una persona extraordinaria.
Incluso al alcanzar la cima de su profesión,
no se ha olvidado de sus inicios.
Venció obstáculos, logró lo que se propuso a pesar de tener
las probabilidades en su contra y vivió el Sueño Americano.
Como jueza de la Corte Suprema,
no sólo aportará la experiencia adquirida durante el curso
de una brillante carrera legal, sino también la sabiduría
acumulada durante el curso de una trayectoria impresionante,
una vida definida por trabajo arduo, excepcional inteligencia
y la firme convicción de que en Estados Unidos,
todo es posible.
Las experiencias que ha vivido y los logros en su carrera jurídica
han hecho a la jueza Sotomayor merecedora del respeto
de miembros de ambos partidos y diferentes tendencias ideológicas.
Originalmente fue nombrada a la Corte Federal de Distrito
por el primer Presidente Bush, un republicano.
Fue nombrada a la Corte Federal de Apelaciones
por el Presidente Clinton, un demócrata.
Ha sido confirmada abrumadoramente
por el Senado de Estados Unidos dos veces.
Y agradezco el apoyo a su nombramiento que han expresado
miembros de la comunidad jurídica que representan puntos de vista
de todo el espectro ideológico.
Por supuesto que hay personas en Washington que están tratando
de trazar las viejas líneas de combate y recurrir a la politiquería de siempre,
al sacar unos cuantos comentarios fuera de contexto para pintar
una imagen distorsionada de la trayectoria de la jueza Sotomayor.
Pero estoy seguro de que dichos esfuerzos fracasarán;
porque los 17 años que la jueza Sotomayor ha sido parte de un tribunal
–los cientos de fallos judiciales que todo estadounidense puede leer–
dicen mucho más de ella que cualquier ataque;
su trayectoria deja en claro que es justa e imparcial,
y está dedicada al imperio de la ley.
Como dijo recientemente otro juez de su tribunal
nombrado por Ronald Reagan, “No creo que me atrevería a clasificarla
como de una facción u otra.
Considero que la clasificación que merece es la de una jueza sobresaliente”.
El Congreso reanuda sus funciones esta semana, y espero
que el proceso de confirmación se inicie sin retraso.
Ningún candidato debe ser confirmado
sin una rigurosa evaluación y audiencia; no espero menos.
Pero tengo la esperanza de que podamos evitar las poses políticas
y el extremismo ideológico que han retrasado este proceso
–y las labores del Congreso– en el pasado.
La jueza Sotomayor debe ocupar un escaño en la Corte Suprema
cuando ésta decida los casos que irán a audiencia este año,
y hago un llamado a los demócratas y republicanos para que
al tratar con esta nominación sean meticulosos, y terminen a tiempo.
Como Presidente, hay pocas responsabilidades más serias o trascendentales
que designar a un juez de la Corte Suprema.
El nombramiento de los miembros de nuestro más alto tribunal es de carácter vitalicio.
Se les da la responsabilidad de aplicar principios redactados
hace más de dos siglos a algunas de las cuestiones más difíciles
de nuestros tiempos.
Y el impacto de sus decisiones va más allá
de un periodo presidencial: afecta a generaciones futuras.
Ésta es una decisión que no he tomado a la ligera
y me enorgullezco de ella.
Sé que la jueza Sotomayor se distinguirá en su servicio a esta nación.
Y cuando suba los escalones de mármol para tomar su escaño
en la Corte Suprema, aportando las experiencias de toda una vida,
ganadas dentro y fuera de los tribunales, Estados Unidos tomará otro paso importante
para hacer realidad el ideal que está grabado en la entrada:
Justicia para todos por igual conforme a las leyes.
Gracias.