Tip:
Highlight text to annotate it
X
Mi Dorabella no sería capaz.
El cielo la hizo tan hermosa como fiel.
Mi Fiordiligi no sabe traicionarme.
En ella creo iguales constancia y beldad.
Mis cabellos ya son grises y hablo ex cátedra:
Esta disputa dejémosla estar.
No, que habéis dicho que podrían sernos infieles.
Y eso habréis de probarlo si sois hombre de honor.
- Dejémonos de pruebas. - No, no, las exigimos;
o fuera la espada,
o fuera la espada y rompamos la amistad.
- Insensato afán - En lo más vivo me hiere
- intentar descubrir un mal - quien osa decir una sola palabra
- que, probado, nos hará daño. - que pueda ofenderla.
¡Desenvainad! ¡Escoged al que prefiráis de los dos!
Soy hombre de paz
y no acepto más duelos que los de la buena mesa.
Batíos o decidnos
por qué de infidelidad a nuestras prometidas creéis capaces.
¡Bendita ingenuidad, cómo te adoro!
¡Dejaos de bromas, o juro al cielo...!
¡Y yo juro
por la tierra
que es burla, amigos míos!
Sólo deseo saber
a qué raza de animales pertenecen vuestras amadas.
Si tienen como nosotros carne, huesos y piel;
si como nosotros comen; si llevan faldas;
y, en fin si son diosas, o mujeres.
Son mujeres,
pero de tal clase...
¿Y pretendéis en las mujeres encontrar fidelidad?
¡Ay, cuánto me gustas, simplicidad!
Es la fidelidad de las mujeres como el fénix de Arabia:
que existe todos lo dicen,
pero nadie sabe
dónde está.
- ¡El fénix es Dorabella! - ¡El fénix es Fiordiligi!
- ¡Dorabella! - ¡Fiordiligi!
Ni la una, ni la otra
nunca ha existido, ni existirá.
¡Tonterías de poetas!
¡Necedad de viejos!
Pues bien, escuchadme, pero sin enfadaros.
¿Qué pruebas tenéis de que son fieles vuestras amantes?
¿Quién os asegura que no son mudables sus corazones?
Larga experiencia.
Noble educación.
- Pensamientos sublimes. - Afinidad de carácter.
- Desinterés. - Inmutable carácter.
- ¡Promesas! - ¡Protestas! - ¡Juramentos!
Llantos, suspiros, caricias, desmayos...
¡Dejadme reír un poco!
¡Maldición! ¡Basta ya de burlas!
¡Poco a poco!
¿Y si yo mismo os demostrase hoy que son como las demás?
- ¡Eso es imposible! - ¡Imposible!
- ¡Apostemos! - ¡Apostemos!
- ¡100 cequíes! - ¡Y 1000, si os place!
- ¡Convenido! - ¡Convenido!
¡Pero jurad que nada diréis
de todo esto a vuestras Penélopes!
Lo juramos.
- ¿Por vuestro honor de soldados? - Por nuestro honor de soldados.
¿Y que haréis todo cuanto os ordene?
- ¡Todo! - ¡Absolutamente!
¡Bravo!
¡Más que bravo, señor Don Alfonsito!
A vuestras expensas nos divertiremos.
¿Y qué haremos con los 100 cequíes?
Una hermosa serenata
quiero darle yo a mi diosa.
En honor de Citerea yo un convite quiero dar.
¿Y estaré entre los convidados?
Lo estaréis, sí, señor.
¡Cuántos brindis se harán al dios del amor!
Ah, dime, hermana,...
si una boca más hermosa, un aspecto más noble
se puede encontrar.
Observa tú ahora,
mira qué ardor se despliega en su mirada,
si no son llamas y dardos lo que parece arrojar.
He aquí un semblante guerrero
y amante.
He aquí unas facciones que hechizan
y amenazan.
¡Qué feliz soy!
¡Si mi corazón mudase de deseo,
que Amor...
me traiga un constante penar!
Creo que esta mañana podría hacer muchas tonterías.
¡Siento un fuego, una picazón que me corre por las venas!
¡Si Guglielmo supiera la broma que voy a gastarle!
Para serte sincera también yo siento algo extraño dentro de mí.
Juraría que no han de tardar mucho nuestros esponsales.
Dame la mano; quiero decirte la buenaventura.
¡Veo una ''M''! ¡Y aquí una ''P''!
Está claro: ''Matrimonio próximo''.
- ¡A fe mía que me encantaría! - ¡Y a mí también!
¿Pero, por qué demonios nuestros prometidos se retrasan tanto?
- ¡Son ya las seis! - ¡Aquí están!
No son ellos. Es Don Alfonso, su amigo.
Sed bienvenido, Don Alfonso.
Os saludo.
¿Qué ocurre? ¿Por qué venís solo?
¿Lloráis? ¡Hablad, os lo ruego! ¿Qué ha pasado?
- ¿Mi prometido...? - ¿Mi amado...?
¡Oh qué cruel destino!
Quisiera deciros, pero me falta valor.
Balbucean mis labios.
No me sale la voz, que se me queda aquí, entrecortada.
¿Qué haréis? ¿Qué haré? ¡Oh, qué gran fatalidad!
Nada peor podía suceder.
¡Por vosotras, por ellos, siento piedad!
¡Cielos! Por caridad, señor Alfonso, no nos hagáis morir.
Hijas mías, conviene que os arméis de valor.
¡Oh, Dios! ¿Qué desgracia les ha sucedido?
¿Acaso ha muerto mi amor?
¿Ha muerto el mío?
Muertos... no están muertos, aunque poco les falta.
- ¿Están heridos? - No. - ¿Enfermos? - Tampoco.
¿Pues qué tienen?
Al campo de batalla una orden real los llama.
¡Ay de mí! ¿Qué decís?
- ¿Y partirán? - Inmediatamente.
- ¿Y no hay modo de impedirlo? - Ninguno.
¿Sin un adiós?
A los infelices les falta incluso el valor para veros.
Pero si así lo deseáis están dispuestos.
¿Dónde están?
Amigos,
entrad.
¡Oh, Dios! Siento
que mis pies
hacia ellas se resisten a avanzar.
Mis labios
palpitantes
ni una palabra osan pronunciar.
En los momentos más terribles
es cuando el héroe muestra su virtud.
Ya conocemos la triste nueva,
sólo os queda hacer lo menos difícil.
¡Valor!
¡Atravesad nuestro seno con vuestras espadas!
¡Ídolo mío,
culpa al azar
de este abandono!
¡Ah, no, no te irás!
¡No, cruel, no me dejarás!
¡Antes me arrancaré el corazón!
¡Antes prefiero morir a tus pies!
¿Qué decís a esto?
¿Os dais cuenta?
Calma, amigos: ¡el que ríe el último...!
El destino así defrauda
las esperanzas de los mortales.
¡Ah!, ¿Quién, entre tantos males
puede desear la vida ya?
¿Quién puede desear la vida ya?
¡Ah, no, no te irás!
¡No, cruel, no me dejarás!
¡Antes me arrancaré el corazón!
¡Antes prefiero morir a tus pies!
¿Qué decís a esto?
¿Os dais cuenta?
Calma, amigos: ¡el que ríe el último...!
El destino así defrauda
las esperanzas de los mortales.
¡Ah!, ¿Quién, entre tantos males,
puede desear la vida ya?
¿Quién puede desear la vida ya?
¡Oh, cielos!
¡Funesto tambor que vienes
a separarme de mi tesoro!
He aquí, amigos, la barca.
¡Desfallezco!
¡Muero!
¡Hermosa vida la del militar!
A diario cambiar de lugar,
hoy mucho, mañana poco,
ora en tierra, ora en la mar.
El fragor de cornetas y pífanos,
el estallido de fusiles y bombas
acrecienta la fuerza del brazo y la eterna aspiración de prosperar.
¡Hermosa vida la del militar!
El tiempo apremia, amigos.
Conviene partir hacia donde el destino, o más bien el deber, os invita.
- ¡Corazón mío! - ¡Amado mío!
- ¡Mi bien! - ¡Mi vida!
¡Ah! ¡Tan sólo un instante...!
Ya ha zarpado la barca de vuestro regimiento.
Conviene que la alcancéis con estos amigos
que en este ligero bote os están esperando.
¡Abrázame, querida mía!
¡Muero de angustia!
Júrame, vida mía...
Dos veces, mejor aún...
- ¡No lo dudes, mi bien! - ¡Puedes estar segura de ello, querida!
- ...que me escribirás cada día. - ...escríbeme si puedes.
¡Reviento si no me río!
¡Séme siempre fiel!
¡Siempre fiel!
¡Adiós!
¡Adiós!
¡Adiós!
¡Se me parte el corazón,
amor mío!
¡Reviento si no me río!
¡Adiós!
¡Hermosa vida la del militar!
A diario cambiar de lugar,
hoy mucho, mañana poco,
ora en tierra, ora en la mar.
El fragor de cornetas y pífanos,
el estallido de fusiles y bombas
acrecienta la fuerza del brazo y la eterna aspiración de prosperar.
¡Hermosa vida la del militar!
¿Dónde están?
Ya se fueron.
¡Oh separación amarga y cruel!
¡Valor, mis queridas pequeñas!
Mirad: desde lo lejos os saludan con la mano vuestros prometidos.
¡Buen viaje, vida mía!
¡Buen viaje!
¡Oh, dioses! ¡Cuán velozmente desaparece esa barca!
¡Ya no se ve!
¡Ni rastro de ella!
¡Ay, permita el cielo que su travesía sea feliz!
¡Permita que llegue con favorables auspicios al campo de batalla!
¡Y que proteja a vuestros amados
y amigos míos!
Suave sea el viento,
tranquila la mar,
que cada elemento
benigno responda
a nuestros deseos.
No soy mal cómico.
En el lugar convenido
los dos campeones de Afrodita y Marte estarán ya esperándome.
Sin tardanza debo reunirme con ellos.
¡Cuánto melindre! ¡Cuánta tontería!
Tanto mejor para mí: más fácilmente caerán.
Este tipo de personas es la más propicia a los cambios de humor.
¡Pobrecillos! ¡Jugarse por una mujer 100 cequíes!
''En el mar labra, en la arena siembra,''
''y el cambiante viento espera recoger con redes''
''quien fía sus esperanzas''
''al corazón de una mujer.''
¡Qué arrastrada vida llevamos las sirvientas!
De la mañana a la noche todo el día sudando y trabajando
para que luego lo que hacemos a nosotras de nada nos sirva.
Media hora hace que bato el chocolate, y ya está hecho,
¿y ahora me toca quedarme aquí oliéndolo sin probar gota?
¿Acaso mi boca es distinta de la vuestra, queridas señoras mías?
¿Para vosotras debe ser la sustancia y para mí el aroma?
¡Por Baco que voy a catarlo!
¡Qué rico!
¡Alguien viene! ¡Oh, cielos, son las señoras!
Señoras, aquí está el desayuno.
¡Diantre! ¿Qué hacéis?
¿Qué ha sucedido?
¿Dónde hay una espada? ¿O un veneno?
¡Señoras!
¡Señoras!
¡Ah! ¡Aparta!
¡Teme las consecuencias de la desesperación!
¡Cierra esas ventanas!
¡Odio la luz! ¡Odio el aire que respiro!
¡Me odio a mí misma!
¿Quién se burla de mi dolor?
¿Quién me consolará?
¡Ah, vete! ¡Te lo ruego,
vete!
¡Vete! ¡Te lo ruego,
déjame sola!
Implacable congoja que me atormentas
no tengas piedad de mi pobre corazón
mientras la angustia me haga morir.
Un triste ejemplo
de funesto amor
daré a las Euménides, si aún sigo viva
con el horrible son de mis suspiros.
Señora Dorabella,
señora Fiordiligi,
decidme: ¿qué ha pasado?
¡Oh terrible desgracia!
¡Explicaos ya!
Han partido de Nápoles nuestros amantes.
¿Sólo es eso? Ya volverán.
¡Quién sabe!
¿Cómo? ¿Adónde han ido?
¡Al campo de batalla!
Tanto mejor para ellos: los veréis regresar cargados de laureles.
¡Pero también pueden morir!
En ese caso, tanto mejor para vosotras.
- ¡Loca! ¿Qué dices? - La pura verdad:
perderéis dos, pero os quedan todos los demás.
¡Ah! ¡Si pierdo a Guglielmo, creo que moriré!
¡Ah! ¡Si pierdo a Ferrando
creo que correré a enterrarme viva!
¡Bravo!
Eso creéis, pero no es verdad.
Aún no ha nacido la mujer que haya de morir de amor.
¡Morir por un hombre!
¡Otros muchos nos quedan para compensar tamaña pérdida!
¿Y crees que podría amar a otro hombre quien ha tenido por amante
a alguien como Guglielmo,
a alguien como Ferrando?
Los demás tienen también iguales prendas que éstos.
Ahora amáis a un hombre, luego a otro.
Tanto valen los dos, porque ninguno vale nada.
Pero no hablemos de ello.
Puesto que aún viven, y bien vivitos retornarán.
Por muy lejos que estén.
Así que menos perder el tiempo en inútiles lamentos
y pensad en divertiros.
¿En divertirnos?
¡Claro! Y mejor aún digo: dedicaos al amor cuanto podáis
como harán en campaña vuestros queridos amantes.
No ofendas así tan nobles almas,
ejemplo de fidelidad, de puro amor.
¡Tonterías! Ya pasó el tiempo de entretener con tales cuentos a los niños.
¿De los hombres, de los soldados...
esperáis fidelidad?
¿De los hombres esperáis fidelidad?
¿De los soldados esperáis fidelidad?
¡No me digáis, por caridad!
De la misma pasta están todos hechos.
Las mudables ramas, o la brisa inconstante
son más estables que los mismos hombres.
Lágrimas mendaces,
miradas falaces,
palabras engañosas, embusteros mimos
son sus principales cualidades.
En nosotras no aman sino su deleite,
luego nos desprecian, nos niegan su afecto,
y no vale de tales bárbaros esperar piedad.
Paguemos, mujeres, con la misma moneda
a tan maléfica como indiscreta ralea.
Amemos por comodidad, o por vanidad.
¡Qué silencio!
¡Qué aspecto tan triste tienen estas estancias!
¡Pobrecillas! Ellas no tienen toda la culpa,
habría que consolarlas.
Me preocupa Despina.
Esa picarona podría reconoceros
y echar abajo mis planes.
Veamos...
¡Despinita!
¿Quién llama?
Mi querida Despina, necesito tu ayuda.
- Yo de vos no necesito nada. - Será por tu bien.
A una muchacha, un viejo como vos no puede darle nada.
Habla más bajo y observa.
- ¿Para mí? - Sí, si eres buena conmigo.
¿Y qué queréis? El oro es mi debilidad.
Y oro tendrás, pero necesito tu lealtad.
¿Sólo eso?
- Pues aquí estoy. - Toma,
y escucha.
Ya sabes que tus señoras han perdido a sus prometidos.
Lo sé.
Muy bien. Si para consolarlas un poco
y sacar, como se dice... un clavo con otro,
serías capaz de hacer que con buenos ojos
vieran a dos jóvenes garbosos que desean intentar...
¿Ya me entiendes?
Hay una recompensa para ti de 20 escudos, si les echas una manita.
No me disgusta vuestra propuesta.
Pero con esas dos bobas...
¡Por intentarlo! Decidme: ¿son jóvenes? ¿y apuestos?
Y sobre todo, ¿tienen buena bolsa vuestros pretendientes?
Poseen todo aquello que puede satisfacer a una mujer juiciosa.
¿Quieres verlos?
¿Dónde están?
Ahí fuera. ¿Los hago entrar?
Por mí sí.
A la hermosa Despinita
os presento, amigos míos.
Sólo de ella depende el consuelo de vuestro corazón.
Por esta mano
que agradecido beso,
por esos lucerillos graciosos,
haced que serenamente en mí se fijen
los lindos ojos de mi tesoro.
¡Qué pintas! ¡Qué vestidos!
¡Qué semblante! ¡Qué mostachos!
No sé yo si son valacos o son turcos estos dos.
¿Qué te parece su aspecto?
Para seros sincera,
tienen una pinta un poco extraña,
verdadero antídoto del amor.
La cosa está clara:
Si ella no nos reconoce
nada hay que temer.
¡Eh, Despina! ¡Oye, Despina!
- ¡Las señoras! - ¡Ésta es la ocasión!
A ver qué haces; yo me escondo aquí.
¡Imprudente muchachuela!
¿Qué haces aquí con esta gente?
Échalos al instante,
o haré que te arrepientas.
¡Ah, señoras, perdonad!
Ved cómo a vuestros pies
languidecen dos infelices
atraídos por vuestros méritos.
¡Cielo santo! ¿Qué oigo?
¿Quién es el vil responsable de tan enorme traición?
- ¡Ah, calmad - ¿Quién?
- vuestra ira! - ¿Quién es el vil responsable?
¡Ah, calmad vuestra ira!
¡Ah, no sé cómo me contengo! ¡Siento el alma en el pecho
llena de enojo y terror!
- Ya me da a mí que sospechar - Cómo agrada a mi pecho
- tanta rabia y tanto furor. - tanta rabia y tanto furor.
Ah, perdona, amado mío,
inocente es mi corazón.
¡Siento el alma en el pecho llena de enojo y terror!
¡Qué escándalo! ¡Qué estrépito! ¿Qué significa todo esto?
¿Estáis locas, queridas muchachas?
¿Queréis despertar a la vecindad?
¿Qué os ocurre? ¿Qué ha pasado?
¡Oh, cielos! ¡Mirad,
hombres en nuestra casa!
¿Y qué mal hay en ello?
¿Qué mal?
¿En un día como hoy? ¿Tras un hecho tan funesto?
¡Rayos! ¿Estoy soñando, despierto?
¡Amigos, mis queridísimos amigos!
¿Vosotros aquí? ¿Pero cómo?
¿Por qué? ¿Cuándo?
¿De qué forma?
¡Dioses! ¡Cuánto me alegro!
Seguidme la corriente.
¡Amigo Don Alfonso!
¡Mi querido amigo!
¡Oh, qué sorpresa!
- ¿Acaso los conocéis? - ¡Si los conozco!
Éstos son los mejores amigos que tengo en este mundo,
y también lo serán vuestros.
¿Y qué hacen en mi casa?
Contemplad, señoras,
a vuestros pies
a dos reos, dos delincuentes.
- Amor... - ¡Dioses! ¿Qué decís?
Amor, ese dios tan poderoso, hasta aquí nos ha traído, por vosotras.
Apenas vimos la luz de vuestras fúlgidas pupilas
- que cual brillantes centellas, - amorosas mariposillas agonizantes,
- revoloteamos por delante - a los lados y por detrás de vosotras
para implorar vuestra piedad
con flébiles palabras.
¡Cielos! ¡Qué osadía!
¿Hermana, qué hacemos?
¡Temerarios! ¡Salid ahora mismo de este lugar!
¡No profanéis con el hálito infausto de tan infame verbo
nuestro corazón, nuestros oídos y nuestros sentimientos!
¡En vano, para vos y los demás,
intentáis seducir nuestras almas!
¡La intacta fe
que juramos
a nuestros queridos amantes
sabremos conservar
hasta la muerte
a despecho del mundo
y de la suerte!
Como inmóvil
escollo
contra el viento
y la tempestad,
siempre esta alma sigue fuerte
en la fe y en el amor.
Con nosotras nació esa llama
que nos agrada y consuela,
y sólo la muerte
podrá cambiar nuestro corazón.
Como inmóvil
escollo
contra el viento
y la tempestad,
siempre esta alma sigue fuerte
en la fe y en el amor.
Respetad, ingratos,
este ejemplo de constancia,
¡que una bárbara esperanza no os convierta en audaces!
¡Por caridad, muchachas! ¡No me dejéis en tan mal lugar!
- ¿Y qué pretendéis? - ¡Oh, nada!
Pero me parece que un poquito de dulzura...
Al fin y al cabo son unos caballeros, y además amigos míos.
¿Cómo? ¿Y tendré que oír...?
¡Nuestras penas y sentir piedad!
La beldad de vuestros ojos ha llagado los nuestros
que sólo sanarán con el bálsamo del amor.
Abrid un solo instante el corazón, oh, hermosas, a su dulce reclamo,
y ante vosotras rendidos veréis
a los más fieles amantes.
No seáis desdeñosos, ojitos hermosos,
y dos rayos amorosos dirigid hacia acá.
Hacednos felices,
amadnos también;
y nosotros dichosas os podremos hacer.
Mirad, tocad; contemplad el conjunto:
somos algo locuelos, pero fuertes y graciosos,
y como pude verse, por mérito o azar,
mostramos un pisar fuerte, bellos ojos y similar nariz.
Mirad, qué lindos pies,
observad, qué bellos ojos,
tocad, cuán hermosa napia,
valorad este conjunto.
Y estos mostachos que llamarse podrían
vanagloria de los hombres,
penachos del amor.
Vanagloria, penachos, mostachos...
- ¿Os reís? - Claro, nos reímos.
- Pero, ¿por qué? - Ya lo sabíamos.
- Pues no riáis tanto. - Habláis en vano.
Si os oyen, si os descubren, al garete se iría todo el plan.
- ¡Ah, qué risas, me parto! - Esas burlas me hacen reír,
pero bien sé que en lágrimas van a terminar.
¡Ah, creo que mis tripas van a estallar!
¿Puede saberse la razón de tanta mofa?
¡Oh, caramba!
¿No os parece que tenemos motivos suficientes, mi querido señor?
¿Cuánto queréis pagar? ¿No recordáis la apuesta?
Id pagando ya la mitad.
Dejémoslo en sólo 24 cequíes.
¡Qué inocentes!
Venid aquí un momento, que os cierre la boca.
¿Y tenéis todavía ganas de echar sermones?
- Antes de la noche hablaremos de ello. - Cuando gustéis.
Mientras tanto silencio y obediencia hasta mañana por la mañana.
Somos soldados, y amamos la disciplina.
Bien está. Ahora salid y esperadme en aquel jardincillo.
Allí recibiréis mis instrucciones.
- ¿Y hoy no se come? - ¿Para qué?
Al acabar el combate, más sabrosa nos resultará la cena.
El aura amorosa de nuestro tesoro
un dulce refrigerio traerá al corazón.
A un corazón que, saciado de ansias de amores,
y que mejor refresco jamás encontrará.
El aura amorosa de nuestro tesoro
un dulce refrigerio traerá al corazón.
¡Ah! ¡Toda mi suerte
ha cambiado en un momento!
¡Ah! ¡Sólo un mar de tormentos
es ahora la vida para mí!
Hasta que el ingrato destino
no me arrebató a mi bien
no sabía lo que eran penas,
ni lo que era languidecer.
¡Ah! ¡Toda mi suerte
ha cambiado en un momento!
¡Ah! ¡Sólo un mar de tormentos
es ahora la vida para mí!
¡Muramos, sí, sí, muramos para satisfacer a las ingratas!
¡Aún hay esperanzas! ¡No lo hagáis, por Dios!
¡Cielos! ¡Qué horribles gritos!
- ¡Dejadme! - ¡Esperad!
¡Que el arsénico me libre de tanta crueldad!
¡Cielos! ¿Un veneno era eso?
¡Un veneno fulminante que deprisa la vida les quitará!
El trágico espectáculo me hiela el corazón.
¡Acercaos, crueles!
¡De un desesperado afecto contemplad el triste efecto
y, al menos, tened piedad!
El trágico espectáculo me hiela el corazón.
¡Ah! ¡Los rayos del sol
bien negros se me presentan!
¡Tiemblo! ¡El vigor y el ánimo
me empiezan a faltar,
ni lengua ni labios
palabra pueden hablar!
Ay, qué cerca de morir se encuentran ya los pobrecillos,
mostradles, al menos, un poco de piedad.
¡Gente! ¡Socorrednos, gente!
¡Nadie, oh Dios! ¿Nadie nos oye?
¡Despina! ¡Despina!
- ¿Quién me llama? - ¡Despina! ¡Despina!
¡Qué veo!
¡Están muertos, los pobres, o próximos a expirar!
¡Ah, desgraciadamente es cierto!
¡Furiosos, desesperados, se han envenenado!
¡Oh, qué amor tan singular!
Abandonar a estos infelices sería una vergüenza para vosotras.
Debéis ayudarles.
- ¿Qué podemos hacer? - Debéis ayudarles.
Aún dan señales de vida.
Sostenedlos un momento con vuestras piadosas manos.
Y vos acompañadme: un médico, un antídoto, debemos encontrar.
- ¡Dios, qué terrible prueba! - ¡Una comedia más linda
- ¡Dios, qué terrible prueba! - no podríamos encontrar!
¡Un hecho más funesto no podríamos encontrar!
¡Aún suspiran los pobres!
¿Qué hacemos?
¿Tú qué dices?
¿En una situación así quién los podría abandonar?
¡Qué apostura tienen!
Acerquémonos y observémoslos mejor.
Tiene la frente helada.
Éste también.
- ¿Y el pulso? - No se lo encuentro.
Éste late muy lento.
¡Ah, si esa ayuda tarda mucho,
no habrá ninguna esperanza!
Más dulces y tratables se han vuelto de repente.
- ¡Pobrecillos! ¡Pobrecillos! - Ya verás
como su piedad al fin terminará en amor.
Su muerte me haría llorar.
Aquí está el médico, hermosas damas.
¡Despina disfrazada! ¡Vaya un truco!
¡Salvete, amabiles bones puelles!
Habla en una lengua que no conocemos.
¡En la que gustéis podemos hablar!
Sé el griego y el árabe, el turco y el vándalo,
y el suabo y el tártaro también los sé hablar.
Todas esas lenguas para vos conservad.
A esos miserables por lo pronto observad.
Han tomado un tóxico: ¿qué se puede hacer?
Señor doctor, ¿qué se puede hacer?
Necesito saber antes la razón,
y también la índole de esa poción,
si estaba caliente o fría, si fue poca o mucha,
si la tomaron de una vez, o en varias tomas.
Han tomado arsénico, señor doctor,
y aquí lo bebieron. La causa es amor,
y de un solo trago se la tomaron.
No os angustiéis, ni os preocupéis.
Tengo aquí una muestra de mi buen hacer.
Un trozo de hierro lleva en sus manos.
He aquí una barra de calamita, piedra mesmérica,
originaria de la Alemania,
y que más tarde se hizo célebre en Francia.
¡Cómo se mueven, se retuercen y agitan!
Están golpeándose con la cabeza en el suelo.
Ah, sostenedles la cabeza.
¡Estamos preparadas!
Sostenedla fuerte.
Fuerte, fuerte, ¡coraje!
¡Ya os habéis librado de la muerte!
Cómo miran en torno, ya recuperan las fuerzas.
¡Ah! ¡Este médico vale un Perú!
¿Dónde estoy?
¿Qué lugar es éste?
¿Quién es éste? ¿Y ellas?
¿Estoy ya ante el trono de Júpiter?
¿Eres tú Palas
o Citerea?
¡No! ¡Tú eres mi alma y mi diosa!
Reconozco tu dulce rostro,
y esta mano también la recuerdo,
para mí el único tesoro.
Son los efectos del veneno: no tengáis ningún temor.
¡Serán! pero tantos abrazos
son una ofensa para nuestro honor.
¡Por piedad, amada mía!
¡No puedo resistirlo!
¡Volved hacia mí vuestros ojos!
Son los efectos del veneno.
Dame un beso, oh tesoro mío,
sólo un beso, o aquí me muero.
¡Cielos!
¿Un beso?
Secundadles como prueba de bondad.
¡Ah! ¡Demasiado se pide de una fiel y honesta amiga!
¡Ultrajada está mi fe, ultrajado mi corazón!
Un cuadro más divertido jamás se ha visto en el mundo,
mas no sé si es de veras o fingida esa ira y ese furor.
¡Desesperados, intoxicados, iros todos al demonio!
¡Después os arrepentiréis
si continuáis enojándome!
Un cuadro más divertido jamás se ha visto en el mundo,
mas no sé si es de veras o fingida esa ira y ese furor.
¡Dame un beso, oh tesoro mío!
¡Sólo un beso, o aquí me muero!
- ¡Sólo un beso! - ¡Cielos!
¿Un beso?
Secundadles como prueba de bondad.
Bien sé que tanto fuego ha de mudarse en amor.
No me gustaría que tanto fuego terminara en amor.