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Estas secuencias secretas de Myanmar están poco elaboradas, pero las imágenes son clave
para destapar un proyecto alarmante dentro del país.
En un campo abierto en el Estado de Shan, cientos de ciudadanos se reúnen en una ceremonia
para cavar agujeros y plantar árboles.
Un grupo activista de Myanmar nos pasó estas imágenes.
En un país en el que alrededor del 10% de la población sufre por debajo de la media de pobreza,
los habitantes acogerían, en condiciones normales, nuevas iniciativas alimentarias del Gobierno.
Pero en este caso la seguridad está claramente presente.
La cosecha no es comestible y no se paga a los trabajadores,
según fuentes cercanas al proyecto.
Tras firmar el protocolo de Kioto para reducir la emisión de gases en 2003,
los generales de Myanmar han decidido subirse al carro del "biocombustible"
y han ordenado a los Estados y Divisiones de Birmania,
dedicar acerca de medio millón de acres (202.000 hectáreas) al nuevo cultivo.
La jatrofa es una planta tóxica que crece en estado salvaje en zonas tropicales
y las semillas están saturadas con aceite que puede convertirse en biocombustible.
Un informe crítico titulado "biocombustible por decreto" publicado por activistas exiliados de Shan
afirma que los generales militares iniciaron una campaña a nivel nacional, en 2006, para cultivar jatrofa
utilizando la mano de obra forzada de los habitantes.
Basado en el testimonio de los testigos, el informe cuenta que las sesiones de introducción
se impusieron a la gente, sin explicar bien dónde iría a parar el producto final.
El informe alega que los soldados cobran el sueldo de medio día por bolsas de semillas
y la junta impone multas considerables o encierra a aquellos que no cooperen con el programa.
Y como las pequeñas plantas requieren grandes rendimientos, la armada se ha ido apoderando
de las propiedades de los terratenientes como un servicio a la nación.
En la zona thai de la frontera, esta mujer está dispuesta a hablar con nosotros
con la condición de preservar su identidad.
Esta joven madre huyo del país con su bebé hace un mes alegando que la rama militar de la Junta
conocida como Consejo Estatal para la Paz y el Desarrollo, se apoderó de su tierra.
Ahora trabaja ilegalmente en una plantación thai de naranjas, en el que gana unos tres dólares al día.
No es mucho, pero es casi el doble de lo que solía ganar en Myanmar.
Los militares se adueñaron de la tierra que tenía en el pueblo para cultivar jatrofa.
Así que trabajamos en tierras de la selva, pero si los patrulleros descubren nuestras cosechas,
las destruirán. Y si encuentran a una mujer en la selva, la violarán.
Los soldados quieren plantar jatrofa por todas partes.
Nuestro trabajo es cultivarla para ellos. No tenemos idea de dónde lo venderán ni cuánto ganarán.
El creciente resentimiento por la plantación forzada ha hecho que muchos en Myanmar protesten,
según los exiliados.
Pero las repercusiones son fuertes en un país en el que decenas de miles de activistas son encarcelados
o simplemente desaparecen.
El activista e investigador internacional, San Meung,
cuenta que una reciente campaña de concienciación que organizó, tuvo un fatal desenlace para su colega.
Estaba haciendo posters con mis compañeros para protestar contra el cultivo de jatrofa.
Creé un plan en el que deberíamos colocar carteles.
Había tres pueblos donde podíamos ir.
Les di los carteles a mis dos colegas para que los colocaran en estos lugares.
Uno de mis colegas fue descubierto en el control por un soldado que encontró el póster en su moto.
Lo ataron y enviaron a prisión. No lo hemos visto desde entonces.
Los habitantes me contaron que lo mataron.
Y en el ámbito internacional, los observadores de derechos humanos condenan este plan del régimen
que saca provecho del programa de créditos de carbón.
El verdadero poder es la unidad militar local que obtiene órdenes del nuevo cuartel general de Napidaw
para lograr este plan y se lo imponen a la gente.
Hay muy poca comprensión en la base para entender lo disparatado que es este plan.
Todo el mundo está a la espera de recibir órdenes.
El plan parece disparatado y cruel para los de fuera pero significa mucho dinero para el régimen de Myanmar.
Al menos una empresa occidental se mostró optimista, al principio, para dirigir la Junta
hacia la industria comercial del carbón.
El sindicato británico del carbón, promotor de proyectos de reducción de emisión de gases
firmó un acuerdo de cooperación hace dos años con Serge Pun, natural de Myanmar
"para identificar, estudiar y desarrollar proyectos para créditos de carbón en Myanmar
bajo el "mecanismo de desarrollo limpio".
Pero tras la creciente exposición global a los abusos de los derechos humanos del país
el sindicato canceló el contrato explicando: "Hemos investigado proyectos de reducción
de la contaminación en Birmania hace algunos meses, pero decidimos no proceder con estos por muchas razones
incluida la situación política actual en Birmania".
Para muchos en el país, las perspectivas de desarrollo se perdieron por el mal manejo y corrupción del Gobierno
dejando a Myanmar muy por detrás de países vecinos, en su producción de arroz.
Entretanto, mientras compañías de ***ón, Corea del Sur, Malasia y Singapur tienen tratos para procesar
miles de toneladas de aceite de jatrofa este año,
uno de cada tres niños en Myanmar seguirá desnutrido.