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DIES IRAE
El día de la ira, como noche oscura,
agarra los bordes de la tierra,
el sol se queda en tinieblas.
El día de la ira, azufre y llamas
se nos echarán encima,
el hermoso castillo del mundo se derrumbará.
El día de la ira nos despertará
del liviano descanso con boca de hierro
anunciando la hora de nuestras hieles.
El día de la ira, sones de trombón
llamarán a vivos y muertos,
el seno hueco de la tumba se abrirá.
El día de la ira que Dios señala,
el horrible ábaco de Satanás
se mostrará delante de su tribunal.
El día de la ira, día del juicio,
los rayos cerrarán el paso
al vil pecador.
El día de la ira, ¡mirad!
cómo empequeñece ante su trono
cubierto por su vergüenza.
El día de la ira, el lazo de Satán
levantará al cielo
el alma quebrantada.
"Y puesto que a Marta la de Herlof
se la acusa de bruja
por tres hombres honrados y respetables
hacemos saber que debe ser apresada y llevada al tribunal."
12 de Mayo de 1623 Jens Uhlen
Ojalá que sirva.
Servirá. Son hierbas del cerro de la horca.
Es extraño que puedan tener tanto poder.
Es la fuerza del mal.
¿A quién estarán buscando ahora?
Será empalizada,
será empalizada,
y quemada. ¡Quemada!
Con la carne crepitante.
¡Tiene que ir,
tiene que ir a la hoguera!
¡Al escozor de la muerte!
¡Su carne abrasada!
¡Abre! ¡Abre, Marta de Herlof!
- Pon esto en su sitio. - Sí.
Absalon, Martin llegará enseguida.
El barco acaba de llegar.
Ahora iré hacia allí.
- ¿Tienes la llave del desván? - Sí.
Dámela.
En casa del párroco
guardo yo las llaves.
Yo soy su esposa.
Y yo soy su madre.
Silla nueva no se acostumbra a espalda vieja.
Tampoco es fácil para una esposa joven,
entrar en una casa vieja.
Eres muy dura con ella.
Quiero hacerla una buena esposa.
Y ya lo es.
Cuando vivía tu primera esposa...
Ya no vive. No insistas.
No. No vive, pero vuestro hijo sí vive.
- ¿Y qué? - Y ahora vuelve a casa-
Encontrará a una nueva madre,
unos años más joven que él.
Sí, ¿y qué importa?
¿Qué importa?
Lo encuentro vergonzoso.
Voy a recibir a Martin.
¿Está el Pastor Absalon?
Acaba de salir a recibir a su hijo.
El hijo soy yo.
¿Sois su hijo?
¿Y vos? ¿Sois su esposa?
Me parece haber visto ya vuestro rostro.
¿Dónde?
Quizá, tan sólo en mis pensamientos.
He pensado en vos muchas veces.
En lo que diría a una madre tan joven.
Prometo ser un buen hijo.
Sí, ahora sois mi hijo.
Mi joven madre.
Mi gran hijo.
¿Cuándo vendrá padre?
¡Ahí está!
Ana, ¿le damos una sorpresa? Me esconderé ahí.
¿No traes a Martin?
- ¿No ha venido? - No.
Vendrá pronto.
Seguramente.
¿Qué es esto? El libro de canciones de Martin.
Aquí está "El canto de la Virgen en el manzano".
Un joven mozo pasó por allí,
intentaba alcanzar el enorme manzano.
se estiró, se estiró,
y en sus brazos cayó."
Aquí tienes a Ana. ¿No besas a tu madre?
Vamos a mi despacho, hijo.
Sí, padre.
¡Estás sangrando!
No es nada.
Ana, me tienes que ayudar, me tienes que esconder.
Me quemarán si me cogen.
- ¿Te acusan de brujería? - Sí.
Antaño ayudé a tu madre.
También la acusaron de bruja.
¿Mi madre...? No es verdad.
¡Es verdad! Y sólo se salvó por ti,
gracias a que eras su hija.
Ana, no puedes mandarme a la muerte, ¿verdad?
- Busca leña para el horno. - ¡Ven!
Bente, ¡limpia el pescado!
¿Adónde vas?
A ninguna parte.
- ¿Lo cierras? - Sí.
- ¡Martin! - ¡Abuela! - ¿Dónde está Ana?
Ana, ¿por qué estás tan callada?
Buscamos a Marta la de Herlof.
- ¿Aquí? - Sí.
¿En casa del Pastor?
Sí, unos niños la han visto entrar aquí.
Pero...es imposible. En ese caso...
- ¿Has visto tú a Marta la de Herlof? - No.
Si está aquí, se habrá colado. Búsquenla, si quieren.
¡Gotas de sangre! Venga aquí.
Dígame, ¿hay otro acceso?
Sí, por la otra escalera.
- Hans y Henrik que suban por allí. - Sí.
Dios se apiade de nosotros.
¡Y este día que debía ser un día alegre!
"Ordeno que el muy honorable pastor
Absalon Pedersson
confiese a Marta la de Herlof
y la amoneste para que reconozca la verdad
y muera arrepintiéndose y salve su alma".
Ayudadme, Absalon. ¡Liberadme de la hoguera!
Nadie salvo Dios te puede ayudar.
Sí, vos podéis, si queréis.
Sólo os pido hacer por mí lo que por la madre de Ana.
¿Qué quieres decir?
A ella la perdonasteis.
No hables de lo que no sabes.
Sólo digo que lo sé.
Vos sabíais que era bruja, pero callasteis.
¡Mientes!
Callasteis por Ana.
¡Ven aquí!
¡Arrodíllate!
Sálvame la vida.
No debes suplicar por tu vida, sino por tu alma.
Anda, confiesa la verdad.
¿Qué he de confesar?
Que eres bruja.
¿Bruja? Yo sé de una que sí lo era
y a ella la perdonasteis. Era la madre de Ana.
¡Calla!
Tengo un miedo atroz a la muerte.
Venga conmigo.
Día de la ira, como una noche oscura.
Veremos cumplidas las advertencias del profeta.
¿Vos aquí?
Sí, vine para escuchar el coro.
El día de la ira como...
El día de la ira...
¿Por qué esa canción?
- Ensayan para cuando quemen a Marta. - ¡No!
¡No paro de oír sus gritos!
Marchémonos.
¡Oh, cómo tiembla el alma de los hombres
cuando el Señor de los cielos administra justicia!
Ya cede, la vieja.
¿Vas a confesar?
Sí.
¡Por fin!
Suéltala.
El verdugo estiró sus miembros... prometió confesar.
Dinos ahora cómo entraste a servir al Diablo.
¡Vamos, contesta!
Osea, no quieres...
No le hemos dado suficiente.
Sí.
Pues contesta.
¿Dónde encontraste al Diablo?
- ¿Fue en el cerro de la horca? - Sí.
- ¿Debías pisar el crucifijo? - Sí.
- ¿Te prohibió comulgar? - Sí.
- ¿Debiste abjurar de Dios
y vender tu alma al Diablo? - Sí.
¿Algo más que confesar?
No.
Una confesión preciosa.
- Una mujer curtida. - Sí.
Escucha, Laurentius, ¿podría delatar a alguien?
No hemos terminado aún. ¿Conoces a otras brujas?
No.
¿Has conocido a alguna?
¿Alguien que puedas denunciar?
Ya ha muerto.
¿Quién era?
Quién era...quién era.
Vamos...¿quién era? ¿Cómo se llamaba?
Ya no me acuerdo.
¡Pero de vos sí me acordaré!
¿Cómo?
Si me mandáis a la muerte,
¡allí me seguiréis!
No me amenaces.
Prefiero que digas quién era esa bruja.
No diré nada.
He hablado de más.
¡Más vale que sueltes la lengua!
Es suficiente. Le hablaré a solas.
¡Sálvame de la hoguera!
Sé que no me abandonaréis.
Te ruego, Dios,
que esta mujer se arrepienta sinceramente
y retorne hacia nosotros
para la salvación de su alma. Amén.
¡Ánimo! ¡Sé fuerte!
Lleváosla.
¡Vamos!
- ¿No denunció a nadie? - No.
Torturándola, tal vez...
Todo se revelará cuando Dios lo crea propicio.
"...lo que negaba. Marta la de Herlof.
Fue sometida a un doloroso interrogatorio y acabó confesando libremente
ante los allí reunidos".
14 de junio de 1623 Absalon Pedersson - Jorgen Ravn
¿Leña para el invierno?
- No, para la hoguera. - ¡Oh, no!
He venido a prepararte para la muerte, Marta.
¡Me habéis abandonado!
No, no te he abandonado.
He pensado mucho en ti estos días pasados.
Cómo asegurar la salvación de tu alma.
¡Deja de sermonear!
No me espantan ni el cielo ni el infierno. Sólo me da miedo morir.
Salvé a Ana.
Y ahora me habéis traicionado.
No, Marta, no.
Pero aún hay tiempo.
Ana sufrirá como yo ahora sufro.
Si vos me quemáis, también la quemarán a ella.
No, no...
Si me queman... Si me queman...
No quiero que me quemen. No quiero.
¡No quiero!
¡Iros!
¡Váyase! ¡Fuera!
¡Será empalizada,
será empalizada,
conducida a la hoguera,
arrojada a las llamas!
¡Será empalizada,
será empalizada,
conducida a la hoguera,
arrojada a las llamas!
¿Te vas?
No lo puedo soportar.
Quédate aquí conmigo.
Laurentius, ¡quiero hablar con Absalon!
¿Qué le quieres decir?
¡Quiero hablar con él!
¿Quieres delatar a alguien?
Quiero hablar con Absolon.
La condenada pide hablar con vos.
Sálvame de la hoguera, si no...
No tengas miedo. El Señor es misericordioso.
Hará ver tus ojos y tu alma. Te apartará del pecado.
Voy a delatar a Ana. ¿Me oís?
¡Acabaré con vos!
¡Esto os caerá encima! ¡Iréis con el Diablo, hipócrita!
¡Mentiroso!
El día de la ira como noche oscura
agarra los bordes de la tierra
el sol se queda en tinieblas,
¡Oh, cómo tiembla el alma de los hombres
cuando el Señor de los cielos administra justicia!
Su sentencia se anuncia
a través de asombrosos sones de trombón.
Este día tan hermoso, fue Marta la de Herlof felizmente quemada.
In majorem gloriam Dei.
Dios mío, te ruego de todo corazón,
ven a mi amparo en mi miseria extrema.
He sido un siervo fiel, cumpliendo tus mandamientos,
pero ahora una duda profunda roe en lo más profundo de mi alma
y la hace temblar. Señor, alúmbrame el camino.
Haz que salga de esta oscuridad. ¡Atiende a mi ruego, oh, mi Dios!
¿Quieres hablarme?
Sí.
Algo te aflige.
¿Qué te pasa? Puedes hablar a tu madre.
Madre, he pecado.
He pecado contra Dios.
Le he mentido.
¿Cómo? Dímelo a mí, después de todo soy tu madre, ¿no?
Sí,
pero esta contienda la he de enfrentar a solas.
No has sido tú mismo desde que detuvieron a Marta.
y ahora que la han quemado estás tan perturbado.
¿Delató
a alguien
y tú estás guardándolo en secreto?
No, no delató a ningún vivo.
¿Ningún vivo? ¿Ningún vivo?
¿Alguna vez has mirado los ojos de Ana?
¿Has notado cómo arden?
Recuerdo a su madre.
Sus ojos ardían del mismo modo.
¿Por qué me lo dices?
Puede que algún día tengas que elegir...
¿Entre qué?
Entre Dios y Ana.
Dices esto porque odias a Ana.
No, por amor a ti.
Buenas noches, abuela.
Buenas noches, Martin.
Buenas noches.
Buenas noches, padre.
Buenas noches, hijo mío.
Ana, hay algo que debemos hablar.
Es respecto a tu madre.
¿Mi madre?
¿Es lo de...?
¿Lo sabes?
Sí, pero ¿es verdad?
Ella lo confesó.
¿Qué confesó?
Que tenía el poder de conjurar.
Conjurar a los vivos y a los muertos.
Y no se podían negar.
Si quería la muerte de alguien
lo conseguía.
¿Y la salvaste para tenerme a mí?
¿Me lo reprochas?
¿Tu bondad hacia ella? No.
¿No?
¿También fuiste bueno conmigo?
¿No he sido un buen esposo?
¿Me preguntaste si te amaba?
Eras tan joven...una niña.
Sí, pero ¿te amaba?
Curioso...
Nunca pensé en ello.
No, no se te ocurrió.
¡Absalon! ¡Por Dios! Abrázame, tómame y hazme feliz.
No, Ana. Voy a mi cuarto. Tengo mucho que decir a Dios.
Buenas noches, Ana.
Mírame a los ojos.
Tus maravillosos, inocentes ojos,
limpios y claros
como los ojos de un niño.
Buenas noches.
Absalon, ¿cómo era lo de mi madre?
Podía conjurar a vivos y muertos
y no se podían negar. ¿Era así?
¿Por qué preguntas?
Pienso en el extraño poder que tenía mi madre.
Que un humano pueda tener tanto poder.
¡Puedo! ¡Puedo!
¡Pero, Ana! ¡Lloras!
Te veo a través de las lágrimas.
Lágrimas que yo seco.
Nadie tiene ojos como los tuyos.
¿Cómo son?
¿Inocentes?
¿Limpios y claros?
No, profundos y enigmáticos.
Pero adivino su fondo.
- ¿Qué ves? - Una llama que vibra y tiembla.
¡Que tú has encendido!
Ven, vamos donde los abedules.
¡Qué feliz soy!
Con sólo poder decir "te amo".
Y saber que tú,
tú y yo...
Siempre pensé en ti.
Y yo soñaba contigo.
Aquí está la fuente.
¡Ven!
¿Más?
Agua no.
¿Qué entonces?
Bebe.
Escucha cómo susurra...
Es la hierba. Tararea.
¿Qué tararea?
Una canción sobre nosotros.
La canción de tu amor.
Y el tuyo.
Abrázame fuerte. Tómame y hazme feliz.
"Sálvanos del mal y de todo peligro en este día
para poder caminar honradamente y sin miedo ante ti.
Bendito sea eternamente tu nombre. Amen".
¿Puedo seguir leyendo el salmo?
Con mucho gusto.
"Así habló la Rosa de Sarón a su amigo:
Eres hermoso, tú el amado de mi alma.
Eres como un manzano entre los árboles del bosque.
En tu sombra me...
¡Basta de lectura por hoy, creo!
¿Te vas a callar?
¡Maldita hembra!
¡Pero, abuela!
Digo lo que pienso.
Martin, ¿qué te pasa?
Te has distanciado tanto de nosostros,
tanto de mí como de tu padre.
Prométeme que pensarás en él
y que no le causarás pena.
Martin, ¿puedes ayudarme?
Sí.
La abuela te trata mal.
¿Qué importa si tú eres bueno conmigo,
si tú me amas?
Ana, ¿qué será de nosotros?
Bésame.
Bueno. Pues te besaré yo.
- Aquí tienes. - Gracias.
Cierra la puerta.
Es la primera vez que oigo a Ana reírse así.
¡Cómo ha cambiado!
Hasta su voz es diferente.
Sí, desde luego no es la misma.
Cuando veo a los dos juntos,
me doy cuenta de lo viejo que soy y de lo joven que es ella.
Es bueno que haya vuelto Martin.
Me uniré a ellos para sentirme más joven.
¡Qué bonito es escucharte reír!
Nos vamos.
¿Adónde?
Al arroyo.
Me hubiera gustado que leyeras mi sermón.
Lo leeré con gusto.
¿No puedes esperar? Estoy tan ilusionada.
Yo sería el último en quitarte una ilusión.
Podéis iros.
Ha llegado el sacristán.
Me envía Maese Laurentius.
Se está muriendo.
Os ruega que le preparéis.
Traigo los Santos Oleos.
¡Vayámonos!
¡Qué vivas son tus manos,
tus dedos,
tus muñecas!
Siento latir tu pulso.
Late por ti.
Y el sol colorea tus mejillas.
No es el sol. Es la dicha.
¿La dicha? ¿Cuánto durará?
¡Siempre!
Ana, ¿dónde iremos a parar?
Donde la corriente nos lleve.
Llegará un día...
No lo pienses. La vida tiene su curso.
Sigo viendo el rostro de mi padre.
Yo sólo te veo a ti.
Ya ves... Aquí estoy postrado.
Calentito y mullido como en brazos de una madre.
Marta de Herlof no se olvidó de mí.
¿Qué queréis decir?
Me prometió la muerte.
Recibió el castigo merecido.
Así es.
Ana, déjame partir.
¿Partir?
Sí, deberíamos separarnos durante algún tiempo.
¿Separarnos?
Separarnos...
¿Cómo podríamos separarnos?
Piensa en todo lo que nos une.
Mira el árbol.
Sí, se dobla apesadumbrado.
No, ansioso.
Apenado de nosotros.
Deseoso de su reflejo en el agua.
Ellos no se pueden separar.
Y nosotros tampoco.
Mi cuerpo viene de la tierra
y a la tierra lo devuelvo.
Ni alma viene de Dios
y a Dios la devuelvo.
¿Me dais vuestras manos?
Aquí las tenéis.
Así las podré tener
hasta que las mías se enfríen.
No tardaré en seguiros.
- ¿Me queréis consolar? - No.
A menudo siento que la muerte me acecha.
Pero me acerco a ella con valentía
y esperanza.
"¡Con la muerte empezamos la vida!"
Ana, ¡podríamos morir aquí juntos!
¿Morir? ¿Morir?
¿Por qué?
Para expiar nuestros pecados.
¿Pecados? ¿Es pecado amar?
No hablar, no pensar, salvo en estar juntos.
Vivir el uno para el otro.
"Eres como un manzano entre los árboles del bosque.
Así es mi amado.
En tu sombra descansaré."
¡Qué mal tiempo!
Esta tempestad traerá malas noticias.
¿Hay otras noticias hoy en día?
¿Pusiste la cerveza para Absolon?
Se me olvidó.
Este es el cuerpo de Cristo que se entregó por ti
y todos tus pecados,
para que te fortifique en la fe de la vida eterna.
Esta es la sangre de Cristo, derramada en la cruz para redimir tus pecados.
Que te fortifique en la fe de la vida eterna.
No, no lo mires.
¡Oh, sí, por favor!
¿Ves lo que es?
Sí, un peral.
¿Un peral? Cualquiera puede ver que es un manzano.
Y aquí hay una flor de manzano.
Sólo una.
Sí, en mi manzano sólo hay una flor.
Espero que Absolon no venga por el pantano.
Podría ir a su encuentro.
¿Y si tú no vas por su camino?
¿Y si él no va por tu camino?
¿Has comprendido? Ana quiere que te quedes en casa.
Pues tiene razón. De nada sirve dar vueltas por ahí.
Más vale esperarle aquí.
¡Esperaremos todos!
- ¿Os quedáis? - Sí.
Yo me voy a acostar.
Dios protege a los navegantes.
Sí, y a los que no lo son.
¿Te refieres a Absalon?
Sí. ¡Y a ti!
No hay nada tan quieto como un corazón que ha dejado de latir.
Martin, deberías buscarte una esposa.
No corre prisa.
No quiero a nadie en el mundo como quiero a tu padre.
Dios me dió en él al hijo que yo anhelaba.
Lo protegeré hasta que me saquen con los pies por delante.
Abuela, ¿qué tienes contra Ana?
Nuna le he hecho nada malo que yo sepa.
Pero no la mas.
No, Martin, no la amo.
¡La odio!
¿A la esposa de mi padre?
La única pena que tu padre me ha dado
es haberla metido en esta casa.
¿Cómo puedes decir eso?
Porque es la verdad.
Una joven inocente.
¿Inocente?
Bien, he dicho lo que tenía que decir.
Ahora, voy a dormir.
Buenas noches, Martin.
Que Dios te bendiga.
Mi Ana.
Sí, tuya.
¡Mía...pero la esposa de mi padre!
Su esposa, sí. Pero nunca lo amé
y él tampoco me amaba.
¿Nunca piensas en él?
Pienso muy a menudo: ¿y si estuviera muerto?
- ¿Deseas su muerte? - No.
Simplemente pienso: ¿y si estuviera muerto?
¿Estáis enfermo, Maese Absalon?
Sentí que la muerte me rozaba.
¿La muerte?
Sí, no es nada, sigamos.
Viviremos en una casita, muy cerca del mar.
Cada mañana me despierto
con mi cabeza en tu hombro.
Te despierto con un beso.
Estamos tumbados así un largo rato.
Oímos los gritos desde la cuna de un pequeño Martin.
Lo acerco
e igual que yo encontré la vida en tu seno
él ahora encuentra la suya en mi pecho.
Yo le devuelvo la ternura
que tú me diste
mientras le susurro
nuestra canción.
¿No es maravilloso imaginárselo?
Sí, pero, no es más que un sueño.
¿Qué importa?
Mientras el sueño sea bello...
¿No os habéis acostado todavía?
No, estábamos esperándote, Martin y yo.
Buenas noches, padre.
Buenas noches, Martin.
Has tardado.
¿Cómo está Maese Laurentius?
Dios le ha dado una muerte dulce.
¿Quieres un poco de cerveza? Está caliente.
Gracias, Ana. Y gracias por haberme esperado.
Padre, estás cansado. ¿No quieres acostarte?
Estoy cansado.
Pero aún no puedo reposar.
He asistido a un hombre
que tuvo una muerte piadosa.
Pero por lo demás,
cuando pienso
en los suspiros de muerte que he oído,
sólo recuerdo pecados, pecados y más pecados.
Un momento de gozo,
un pecado secreto.
Señor Jesús,
¡qué vida la del hombre!
Dices cosas extrañas.
Siento una extraña inquietud.
Ahí fuera, hace un instante,
sentí que la muerte me cogía la mano.
No oí nada.
No vi nada.
Pero en el fondo de mi alma
me sentí sentenciado.
Padre, estás cansado, estás enfermo.
No, no estoy enfermo, pero sí cansado.
¡Vamos a dormir!
Buenas noches, hijo mío. Que duermas bien.
Quisiera liberarte de tu tristeza.
Tú tendrás tus preocupaciones.
Piensas mucho en la muerte.
Tienes razón, Ana, pero no puedo dejar de pensar en ella.
Mi muerte está cerca.
¿Quién querría que te murieras?
Sí, me pregunto...
Ana, ¿no deseas mi muerte?
¿Yo? ¿Por qué iba a desearla?
Primero porque
he sido injusto contigo.
No te pregunté si querías ser mía. Te tomé.
Me quedé con tu juventud.
Esa injusticia no la podré remediar jamás.
Sí, es verdad.
Tomaste mi juventud.
Robaste mi alegría.
He anhelado a alguien a quien amar.
He soñado
con un niño que podía tener en brazos.
Tampoco esto me diste.
Preguntaste si deseaba tu muerte.
Sí, la he deseado cientos de veces.
La he deseado cuando estabas conmigo.
La he deseado cuando te marchabas.
Pero nunca la he deseado tanto como ahora, desde que Martin y yo...
¿Martin y tú?
Sí, Martin y yo.
Ahora ya lo sabes.
Por eso también ahora te querría muerto.
¡Muerto!
Padre. Padre.
¿Qué sucede?
¿Queréis que lo vele?
No. Martin vela esta noche.
Estás muy callado.
¡Háblame, te lo suplico!
¿Lo sabía?
¿Qué quieres decir?
¿Sabía que tú y yo...?
¿Se lo dijiste?
Lo sabía y por eso me llamó.
Tengo frío. Dame calor.
Sigo oyendo su voz.
¡Padre.! ¡Padre!
¿Lloras por él?
¿O por mí?
Lloro por mí mismo.
¿Por qué?¡
Ojalá estuviera muerto!
Todo, todo se acabó.
No, Martin. Todo acaba de empezar.
No para mí.
Para nosotros.
¿Por qué tenía que morir?
- Creo que murió por nosotros. - Ana, ¡me das miedo!
Tengo miedo de ti.
Tengo miedo de la que amo.
- ¿Te vas? - Sí.
¿Ya no piensas en mí?
¡Ahora sólo pienso en él!
Ahora velaré yo.
¿Velo contigo?
No, quiero estar solo.
Me evitas.
Me evito más bien a mí mismo.
Ana, deberíamos arrodillarnos
y pedirle perdón.
No tengo por qué pedirle perdón,
pero sé que nos hubiera perdonado.
Nos está acusando
ante Dios
No, Martin. Reza por nosotros,
pues ve lo que sufrimos.
¿Te acuerdas de lo que dijiste?
"¡Si estuviera muerto!"
¡Le deseaste la muerte!
Sólo pensaba "si".
Le deseaste la muerte.
¿Se la deseaste para que muriera?
¿Tenías el poder para deseársela?
¡Contéstame!
¡Me quieres mandar a la hoguera!
¿Tenías el poder para desearle la muerte?
¡Vuelve en ti, Martin! Te amo.
Te amo. Es mi único crimen.
¡Le deseaste la muerte!
¡No me vuelvas loca, Martin! ¡Debes creerme!
Yo no soy culpable de su muerte.
Ven Dímelo aquí al lado de él.
No soy culpable de su muerte.
¿Me crees ahora?
Sí.
Ana, ¿nos volveremos a encontrar?
¿Qué lo impediría?
Su muerte.
No es a él a quien debemos temer.
- ¿Piensas en Merete? - Sí.
Te amo.
Y tú me amas.
Ya que hemos pecado juntos,
debemos estar juntos en la desgracia.
Si Merete me acusa,
¿estarás a mi lado?
Te lo prometo.
¿No me dejarás?
No, ahora estamos unidos para siempre.
Vendrán días luminosos, estoy segura,
aunque no los podemos ver todavía.
Como hijo y heredero del difunto,
estoy aquí al lado de su féretro
para daros
las gracias junto con su madre y su esposa por haber venido.
Mi corazón está lleno de dolor.
Dios me regaló un padre que era
más grande y mejor que la mayoría de los hombres.
Padre,
has sido tan bondadoso conmigo,
que cada uno de mis días
debería ser una expresión de gratitud.
Y ahora que te has ido
me atormentan las penas que te he causado.
Si vivieras ahora,
sería un hijo mejor.
Os pido perdón,
por haberme dejado arrastrar por mis sentimientos.
Una palabra más.
Una palabra en nombre de la familia.
Según es costumbre, doy fe ante Dios y los hombres
de que la muerte repentina de mi padre
no es imputable a nadie.
Su esposa estaba con él en la hora de la muerte
y su madre y yo le asistimos cuando expiró.
Demos la paz de la iglesia al que aquí descansa.
¡Esperad! Ahora quiero hablar yo.
Si su propio hijo no quiere decir la verdad, la tendrá que decir su madre.
Mi hijo, que yace en su féretro, ha sido asesinado
y la mujer que lo mató
está ahí.
¡Pido vida por vida, sangre por sangre!
¡No la creáis! Yo respondo de su esposa. No tiene culpa.
¡He dicho la verdad!
Créame. ¿Dejaría a mi padre sin vengar?
¡Sí, lo dejarías!
¡Porque tú también estás en su poder!
Te ha embrujado con la ayuda de Satanás.
Y con su ayuda mató a su esposo.
¡La denuncio por bruja!
¡A ver si se atreve a negar!
Caballeros, atendamos este asunto.
¿Con la ayuda del mal?
Has oído la acusación.
Para que se haga luz en este asunto,
ordeno
que prestes juramento con la mano
sobre el muerto.
¿Estás dispuesta a semejante prueba?
Yo testifico...
testifico...testifico...Yo...
Te has vengado.
Sí. Te asesiné
con la ayuda del Mal
y con la ayuda del Mal
he embrujado
a tu hijo y lo tengo en mi poder.
Ahora lo sabes. Ahora.
Te veo a través de mis lágrimas,
pero nadie viene
para secármelas.
El día de la ira ¡mirad! como empequeñecen
ante su trono cubierto por su vergüenza.
El día de la ira, el lazo de Satán
Levantará al cielo el alma quebrantada.
El día de la ira, escuchad la súplica, río de lágrimas tristes.
Sálvanos Jesús con tu sangre.