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Ronald Shakespear Nunca pidas permiso
Hago diseño hace medio siglo,
y he dedicado esta charla al futuro porque es ahí donde voy a pasar el resto de lo que me queda.
Y como dice *** Allen, "sólo aquel que ha comido ajo me puede dar un poco de aliento."
Hace 50 años lo visité a Orson Welles en Madrid, que vivía frente a la casa de Juan Perón.
No tenía una cita previa, por lo cual llegué, toqué el timbre y entré.
Y le dije: "disculpas por venir sin una cita." Y me dijo: "nunca pidas permiso, nunca."
Por eso he venido esta tarde a contarles estos mitos del diseño sin pedirles permiso.
Yo no estoy seguro, como se ha dicho, de que el diseño puede salvar al mundo.
Lo que sí es seguro es que el mundo no se va a salvar si no se diseña.
He estado pensando en esto, no he podido menos,
y como algunos diccionarios dicen: "diseño, plan mental." Nada que ver con dibujar, es posible que así sea.
Diseña un maestro, diseña un músico, diseña un cocinero, diseña un estadista, nada que ver con dibujar.
Los ingenieros de la NASA le encargaron a Raymond Loewy el diseño de interior de la plataforma Skylab.
Él les dijo que podían mandar sencillamente la plataforma al espacio, ahora si tenían que meter a un hombre adentro, mejor que hablaron con él.
Ellos le encargaron entonces rediseñar el ojo de buey,
con precisión ergonómica, y cuando los astronautas volvieron a la Tierra le agradecieron desde el Salón Oval de la Casa Blanca.
Fue esa pequeña ventanita lo que les permitió observar su hogar terrestre y evitar así el stress del espacio.
El diseño llegó a la Luna.
Yo no terminé la escuela secundaria, me aplazaron en Matemáticas (medio burro el muchacho).
Pero tuve en compensación a cinco maestros ejemplares: Juan Carlos Distéfano, Rómulo Macció,
Armin Hofmann, Jorge Frascara y Alan Fletcher.
Los pobres hicieron lo que pudieron, todo lo demás se debe a mis carencias y a mi falta de rigor.
Yo entré en una biblioteca cuando tenía 13 años, ahí me encontré con Thomas Mann, Albert Camus,
con Masedonio y con Rodolfo Walsh, años más tarde llegaron a mí Borges, por supuesto, y el gran Alan Fletcher,
quien me llevó de la mano a descubrir a este profeta del diseño George Dockiner, que dijo:
"el hombre habla en minúsculas, grita en mayúsculas."
La mayoría de los jóvenes de hoy lee poco y nada,
y la chatarra visual que vemos en nuestras ciudades se debe fundamentalmente a que la mayoría piensa que
la computadora reemplaza al libro y que diseña sola.
Se han olvidado de que la luz en Rembrandt, la palabra en García Márquez y el montaje de Orson Welles
son infinitamente más importantes que la tecnología digital.
O el diseño sirve para que la gente viva mejor, o no sirve para un carajo.
Mi nieto me cuenta un secreto: "dime abuelo, ¿tú sabes cómo se esconde un elefante?"
Le digo: "es imposible." Me dice: "sí, abuelo, en una manada de otros elefantes."
Eso es lo que hacen los mercenarios que hablan del verde, escurren sus corrupciones en una manada de otras corrupciones.
El premio Nobel Desmond Tutu dijo al recibir el premio:
"Cuando los misioneros llegaron a África, ellos tenían la Biblia y nosotros teníamos la tierra,
ellos vinieron y me dijeron: rezad. Nosotros cerramos los ojos y rezamos.
Cuando los abrimos nosotros teníamos la Biblia, y ellos tenían la tierra."
"Sólo se vive una sola vez, pero si hiciste las cosas bien, una vez es suficiente" dijo Mae West.
Tuve por largo tiempo una muy grande amistad con el padre Duncan. Él era irlandés,
y creo que lo que nos unía principalmente eran los gin-tonic jugando al truco en el patio trasero de la parroquia.
Él sabía que yo era un hereje, por supuesto. Creo que nunca le importó.
Un cierto día Duncan me dijo: "mira, esa cruz que está arriba de la cúpula no se ve de noche, creo que tengo que instalar una cruz de neón."
Yo le dije, con todo respeto: "cura estás mamado."
Ícono precioso si los hay, la cruz se ha construido en la historia en madera dura, mármol, hierro, bronce,
pero jamás, jamás, en neón que es la gramática del pecado, de la noche, del vicio, de la vida ligera.
Un cierto día, sin embargo, apareció una cruz celestita de neón.
Años más tarde volviendo de mi conferencia en Mendoza, me encontré con un amigo que manejaba, y le dije:
"Puedo ir en la cabina, me gustaría ver el atardecer. Cómo no, sentate."
Cuando llega a Márquez, el avión de tumba, está 14 kilómetros, entonces le pregunté:
"decime, vos ¿cómo sabés que es acá que tenés que bajar?"
Me dijo: "sencillo, ves, mirá:
allá está la mano de Dios." Y allí estaba efectivamente la cruz celeste del padre Duncan.
La herramienta de tortura tradicional de la época en que fue ajusticiado un señor, primero por ser judío,
y luego por fomentar la rebelión de la época.
La cruz está anclada en la memoria colectiva y admite todo, hasta el neón.
Mi amigo Duncan tenía razón.
Un jesuita me dijo en México: "bajate de la cruz que necesito la madera."
Yo no creo en el pánico de la hoja en blanco, pero parece ser que existe, no es una fantasía.
Pero las ideas son como un frasco de aceitunas, vos sacás la primera y las demás salen solas.
Finalmente se trata de aprender a aprender.
Mi mamá Dorita, que murió a los 99 me lo decía siempre.
También me decía que cuando se encendía la luna yo prendía la pipa, y entre el humo, aparecía la creatividad
y las hadas, desnudas, por cierto.
Yo les confieso que jamás vi un hada y menos desnuda.
Además, yo no sé muy bien qué quiere decir esto de creatividad, por lo menos en el territorio del diseño.
Siempre he pensado que es un eufemismo dialéctico para expresar una cierta capacidad de carácter mágico,
que tienen algunos individuos para generar situaciones de valor innovativo.
Un término anti-democrático y discriminatorio que privilegia a ciertas personas por sobre las demás.
Las veces que he dicho esto noté cierta inquietud en el público.
Hace 20 años, en Cartagena de Indias, noté que la gente se levantaba de las butacas y se iban a sus casas.
La gente acuña ciertas muletillas que le permite explicar lo inexplicable.
Unos alumnos canadienses de post grado recibieron una encomienda del gobierno de su país para averiguar
el porqué del ancho de la traza ferroviaria de Canadá.
Ustedes saben, en Canadá la madera es política de Estado.
Y ellos empezaron la investigación y descubrieron que
los trenes canadienses tienen una trocha de 4 pies y 8 pulgadas, estaríamos hablando de 1,6 metros aproximadamente.
Y luego descubrieron que esa medida era la misma que tenían los trenes norteamericanos, 4 pies, 8 pulgadas,
y que habían sido gerenciados por ingenieros ingleses que habían traído los planes originales de su país.
Investigaron entonces en Inglaterra, y descubrieron que los viejos carromatos ingleses
del siglo XIX transitaban por unas rutas que medían 4 pies, 8 pulgadas.
Luego descubrieron que esas rutas en realidad habían sido diseñadas por los romanos hace 2000 años atrás,
para que transitaran por ahí sus legiones.
Y por qué los romanos habían establecido 4 pies, 8 pulgadas para todas las rutas del imperio.
Sencillamente porque los romanos habían descubierto que 4 pies, 8 pulgadas, es el ancho del culo de dos caballos.
(Aplausos)
Los estudiantes hicieron una investigación posterior y descubrieron que el cohete que viene de Utah a Cabo Cañaberal
mide 4 pies, 8 pulgadas.
Y pasa con unos túneles ferroviarios que miden 4 pies, 8 pulgadas.
Por lo cual terminan diciendo en el informe, la tecnología de punta, más avanzada de la historia de la humanidad
está basada en el culo de dos caballos.
(Aplausos)
Y ahora en valor innovativo las burocracias son eternas.
La cultura de los instrumentos de información y persuasión en los grandes espacios públicos
demandó muchos años, y no pocos desvelos hasta instalarse en términos profesionales.
Pero sin embargo hay todavía algunos estúpidos que ponen una señal de teléfono público arriba de un teléfono público.
Y otros estúpidos que ponen una señal de buzón arriba de un buzón.
Yo siempre he pensado que el buzón y el teléfono eran la señal.
El mundo está lleno de boludos, ¿no?
Sherlock Holmes y el Dr. Watson se fueron de campamento con su carpa,
una vez que llegaron tuvieron una hermosa cena,
tomaron unas copas de vino y se fueron a dormir.
Horas más tarde Sherlock se despertó, y codeó a su fiel amigo,
— "Watson, mira el cielo y dime qué ves."
Watson se despertó sobresaltado, miró el cielo y dijo: "veo millones y millones de estrellas y galaxias."
— "Y eso qué te dice, ¿Watson?"
— "Bueno, eso me dice que Dios es todopoderoso y nosotros somos pequeños e insignificantes."
— "Y ¿entonces?"
— "Bueno, además veo que Leo está en Tauro así que mañana vamos a tener una hermosa señal."
-- "Y a usted ¿qué le dice, Sherlok?"
Sherlok encendió la primera pipa de la mañana,
y lentamente le dijo:
— "Watson, sos un imbécil, nos robaron la carpa, Watson."
(Risas)
Como dice Einstein, "cada uno ve lo que sabe".
Para quien, como yo, no ha transitado el claustro en su juventud, y considerando todo lo que he recibido de mi país,
seguramente lo más importante han sido los años de la docencia en la UBA.
Me enseñaron a aprender a aprender.
He recorrido decenas y decenas de escuelas en el mundo pero jamás he encontrado
una constelación de respuestas como en la Universidad de Buenos Aires, el Pabellón 3.
La UBA fue mágica y recuerdo aquellos años con inmensa ternura.
Mis viejos alumnos me lo recuerdan siempre, naturalmente yo fui el que aprendió más.
Lo invitamos a Milton Glaser, hace 25 años estuvo en Aula Magna, y él le dijo a los alumnos:
"Aprendan todo lo que puedan ahora de sus maestros, pero cuando crucen la Lugones, por favor olvídense de todo."
En el duro trabajo de construir a Stevens, este maravilloso personaje de "Al fin del día",
Anthony Hopkins tuvo en un cierto momento problemas de carácter conceptual,
por lo cual el director, Ivory, le sugirió que tuviera una entrevista con un viejo mayordomo de Windsor que se acababa de jubilar.
El hombre y Hopkins se encontraron a tomar el té (estas cosas que hacen los ingleses, vieron).
Y tuvieron una larga y encantadora charla, pero al final de la misma Hopkins sintió que el hombre no le había aclarado absolutamente nada.
Lo acompañó hasta la puerta y ya despidiéndose entonces, le dijo:
"Dígame, por favor, qué es un sirviente."
El viejo mayordomo pensó un instante, y se dio vuelta, y le dijo:
"Un sirviente es aquel que entra a una habitación vacía y hace que esta parezca más vacía que antes."
Siempre he pensado que este tierno cuento de Hopkins expresa con absoluta claridad la naturaleza de mi oficio terrestre:
Sirvientes de la gente.
Sin embrago hay que considerar los factores culturales, cuando diseñamos la cigüeña para el Materno-Infantil.
El director vino a verme muy enojado y me dijo:
"Shakespear usted tiene que saber que a los niños no los trae la cigüeña."
(Risas)
Yo le dije:
"Yo sí lo creo. Y la gente también."
Me contó mi amigo Alan Fletcher esta bella historia sobre mi oficio
que él había escuchado a su vez de un colega:
En el Siglo LIII antes de Cristo, Marco Casio invadió Partia, la actual Iraq,
con un ejército de 40.000 hombres con el propósito de ensanchar su imperio.
El resultado fue una catástrofe.
Y se debió fundamentalmente al diseño del Arco Partiano, quienes eran maestros en el uso de esta arma de guerra.
El Arco Partiano fue un arma construida con un resorte laminado, con un poder y un alcance
que hizo que las tropas romanas quedaran totalmente indefensas.
Murieron 20.000 romanos, 10.000 quedaron prisioneros, pero lo importante para todos nosotros hoy y aquí
es que los partianos no vencieron porque tuvieron un mejor general,
vencieron porque tuvieron un mejor diseñador.
El diseño no es necesario, es inevitable.
Gracias por escuchar.
(Aplausos)