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(Aplausos)
Hola, ¿qué tal? Buenas tardes.
Es un placer enorme estar acá.
Ayer cuando estaba hablando con Estani, la verdad que se
me complicaba mucho ponerle título a la charla.
Tenía unos títulos horribles y justo, casi al unísono,
los dos pensamos en eso de:
"No sé lo que quiero, pero lo quiero ya".
Pero no quiero hablar ya del ya, primero me quiero ir
a cuarenta años atrás.
Cuarenta años atrás se hizo un experimento en la
Universidad de Stanford, un psicólogo aprovechó que la
Universidad de Stanford tenía una guardería, a la que
también iba su hija, e hizo lo siguiente:
tomó los niños, uno por uno, los llevó a un cuarto y les
ofrecía un malvavisco —un marshmallow— un dulce, algo muy
apetecible para un niño, le decía "te lo podés comer, pero
si yo salgo de la habitación y me esperás a que vuelva
—y vuelvo en un ratito— te voy a dar otro".
Es fantástico poner niños de cuatro años, a esa edad
los niños recién están saliendo de las restricciones
externas para posponer la gratificación instantánea y
están empezando a incorporar el autocontrol.
Si quieren pueden buscar en Internet las caras y las cosas
que hacen los niños para no comerse el malvavisco.
Se empiezan a retorcer, lo huelen, se tapan los ojos,
se tapan los oídos —que no tiene nada que ver—
empiezan a comer de a poquito, para ver si pueden
lograr comer un poco sin que el adulto se de vuelta,
pero finalmente solo el 30 por ciento de los niños logra
posponer su deseo inmediato y llegar a los 15 minutos.
Y a los 15 minutos viene el adulto y le da otro malvavisco.
Y lo que dice Mischel es muy sencillo,
dice: "estos niños se obsesionan con el objeto y si en lugar
de hacer eso se pudieran distraer, si pudieran pensar
en otra cosa, atravesarían los 15 minutos sin absolutamente
ningún problema. Y después como eran compañeros de
la hija empezó a seguirlos, a todos los niños. Y empezó a
ver diferencias entre los que podían posponer
la gratificación instantánea y los que sucumbían ante
el deseo más inmediato. Y vio que aquellos que eran
capaces de autocontrolarse después tenían menos
problemas de conducta, les iba mucho mejor en
los exámenes de ingreso a los colegios, a la universidad.
Tenían menos inconvenientes para lidiar con situaciones
estresantes, menos problemas de atención y menos
dificultad para generar vínculos estables.
Así que parece que la paciencia contra el ansia tiene
beneficios, por lo menos beneficios a nivel personal.
El ansia es definida como el anhelo extremo,
el anhelo muy intenso. Y tiene una raíz que es "anxi" que
está relacionada con otras palabras que conocemos
en castellano.
Anxi quiere decir "apretar con fuerza o sofocar" ese es
el origen de la palabra. Y cuando ustedes hablan de
angustia, cuando hablan de anginas, cuando hablan
de ansiolíticos, cuando hablan de enojo,
todas esas palabras tienen la misma raíz y, por supuesto,
también tiene la misma raíz la palabra ansiedad.
La ansiedad o los trastornos de ansiedad son el fenómeno
o el problema mental más grande que enfrenta el mundo
y más allá de las problemáticas personales que genera
la ansiedad, desde el punto de vista social, la mayor
fuente de ansiedad es la incertidumbre económica.
Cuando la economía es mala, nos ponemos ansiosos
y para nosotros, los economistas, la economía mala
la economía en mala salud se llama "recesión" y está claro por qué la
recesión genera ansiedad.
Este es el promedio de lo que ha ocurrido en
Argentina cada vez que hay una recesión.
Hay trescientos treinta mil desempleados nuevos,
hay más de dos millones de pobres nuevos y
la desigualdad aumenta diez por ciento.
Entonces, está clarísimo que es cuando la economía
no funciona como corresponde nos volvemos un
poquito más ansiosos.
Y es fácil, creo, entender la raíz de este problema,
por qué nos ponemos impacientes cuando las cosas no
funcionan, si apelamos a lógica del malvavisco.
Supongamos que vamos por una ruta y podemos tomar
cien pesos ahora, nos detenemos y tomamos
los cien pesos, pero hay algo mucho más importante,
algo que vale diez veces más un poquitito más adelante.
Si seguimos caminando despacio, podemos llegar
a esos mil. No hace falta mucho.
Pero realmente la capacidad de ver esos mil, de percibir
que están cerca, de que los podemos alcanzar,
depende mucho del estado del camino.
Si el estado del camino es como esta ruta,
que está ahí nomás, decimos sí, hacemos el esfuerzo,
posponemos la gratificación instantánea y vamos a llegar
a los mil. Pero si la ruta empieza a ser así,
ya es mucho más complicado, no vemos bien qué hay
después de atravesar todos los obstáculos,
después de sufrir todos los accidentes y por ahí
en lugar de seguir por esta ruta, tan pero tan complicada,
preferimos los cien ya.
Esas grietas que ven ahí son las recesiones de
una economía. Y cuando caemos en la grieta ni
siquiera vemos un signo de interrogación allá atrás,
sino que vemos esto, todo ***.
Entonces es fácil entender, cuando la economía no
funciona bien, por qué todos nos ponemos un poquito más
impacientes. Cuando la economía tiene recesión
por qué nos ponemos impacientes.
Y la verdad que los argentinos en esto de las recesiones
somos una suerte de campeones del mundo.
Nosotros hemos tenido desde 1885, que hay datos,
una recesión cada cuatro años, en promedio.
Solo cuatro veces a lo largo de toda nuestra historia hemos
podido crecer cuatro años consecutivos al 4 por ciento,
que tampoco es una tasa tan importante.
Solamente cuatro veces en aproximadamente 135 años,
perdón 115 años hemos logrado esto,
125 años hemos logrado esto.
Solamente cuatro veces, no es la norma para otros países.
Desde 1975, en los últimos 35 años,
Argentina tuvo catorce recesiones.
Y además de catorce recesiones tuvimos una crisis
con nombre y apellido cada cinco años.
Una crisis con nombre y apellido, para mí,
es una crisis "machaza", es una crisis como son
los huracanes en Estados Unidos cuando les ponen
nombre de mujer.
Nosotros les ponemos otros nombres que
ustedes tienen ahí
pero son crisis muy fuertes y esto no es la norma
de otros países pero sí hace que nosotros nos
volvamos un poquito más impacientes.
Que nos cueste mucho más ver qué es lo que hay
si hacemos un esfuerzo, si perseveramos un poquito más
y si llegamos un poquito más adelante.
Cuando alguien dice que pasamos catorce años
—de los últimos treinta y cinco— en recesión,
quiere decir que una persona que empezó a trabajar
a los veinte, hoy tiene cincuenta y cinco,
pasó el cuarenta por ciento de su vida laboral
sumergido en una grieta.
Cuatro de cada diez años metido ahí abajo.
Cuatro de cada diez años están en ***.
Y somos particularmente campeones del mundo
en esto de la recesión, de tener tantas.
Tanto que a los economistas en la Argentina,
debe ser el único país en que se les pregunta,
¿cómo la ves? ¿Bien o mal?
Es una pregunta como demasiado sencilla para un economista.
¿Cómo, bien o mal?
Entonces uno dice, ¿qué querés decir con bien o mal?
Eh, ¿sigo haciendo esto, tiro un poco más
o compro dólares?
Y eso es un poco nuestro patrón,
lo que pasa es que esto, la recesión es como que
estamos creciendo, empezamos a crecer en
altura, de golpe —como diría Maradona—
viene alguien y nos corta las piernas.
Fíjense lo siguiente, imaginemos que en 1975,
es decir treinta y cinco años atrás, había
—va a parecer un chiste, pero no lo es—
un argentino, un chileno y un brasileño
y que la altura de cada uno de ellos, ¿sí?, era igual,
y esa altura es el ingreso por habitante.
Entonces pasan treinta y cinco años,
el argentino pasa de medir uno setenta y cinco
a dos con cuarenta y cinco. Creció, ¿sí?,
pero también le pasó que cada vez que crecía,
de vez en cuando le cortaban un poquito las piernas.
Y uno dice bueno, ¿y cómo le fue al brasileño?
El brasileño mide bastante más, en lugar de
dos cuarenta y cinco, mide tres con quince.
Dice, ¿y el chileno?
El chileno los mira desde arriba
y mide cinco con sesenta.
Pero más allá de lo que perdimos en el camino,
más allá de si pudimos crecer y ser un poco más
altos, si ese es nuestro ingreso por habitante.
Lo problemático es lo otro.
Lo problemático es como es nuestro camino.
El camino de un chileno, para crecer, es más o menos como
ese garabato que ven ahí. Va en una línea no recta
hacia arriba. Se pierde de vez en cuando
en algunas recesiones, ¿sí?, da algunas vueltas
ocurre alguna crisis, el dólar sube, el dólar baja
pero va avanzando.
Esos datos que ven ahí son reales.
Ese es el ingreso por habitante en dólares de Chile,
la evolución en el último tiempo.
Y el de Brasil fue más o menos así:
se perdió mucho al principio, ¿sí?,
pero después siguió caminando y caminando
y caminando, y tiene algunos vaivenes pero los
últimos años fueron bastante en línea recta.
Y uno dice, bueno, ¿y el nuestro?
El nuestro es así.
(Risas)
Y son datos reales, ¿sí?,
esto no es un dibujo que me hizo un amigo
Le dije agarrá el PBI por habitante en dólares
de la Argentina y haceme un gráfico a través del tiempo.
Y eso es lo que ocurre, ¿sí?
Entonces la verdad es que si uno dice
el camino que tengo para recolectar los cien dólares
es extremadamente sinuoso,
tiene un montón de baches,
tiene un montón de caídas,
la verdad que no sé si quiero esos mil dólares de allá.
Denme algo urgente,
algo con lo que me pueda sentir bien ahora.
Y así es como los argentinos nos volvemos
extremadamente cortoplacistas.
Extremadamente cortoplacistas.
Tanto que yo diría que lo deberíamos incorporar
como una de las características nacionales.
Es decir, soy argentino,
me gusta el fútbol,
me gusta el dulce de leche,
me encanta la Patagonia,
soy fanático de Maradona,
tomo Malbec, como asado,
y soy muy cortoplacista.
(Risas)
El resto, el futuro... realmente,
no me importa demasiado.
Entonces es fácil entender con la lógica del malvavisco,
con la lógica del dulce,
por qué una economía que tiene tantos saltos,
que es tan volátil,
se transforma en una economía,
o transforma a las gentes en extremadamente impacientes
en ansiosas y empiezan a padecer más ansiedad,
no solo ansia de que esto ocurra ya
sino que nos volvemos un poquito más
complicados en nuestro quehacer cotidiano.
Hace poco vino una amiga mía que hace mucho
vive en Estados Unidos
y cuando llegó su hijo acá dijo:
"Mami, ¿por qué acá la gente no tiene cara de felicidad?"
¿Sí? Tenemos cara de preocupados.
Ahora les podemos devolver y decir a Estados Unidos:
"Ahora también tienen cara de preocupados".
Pero es fácil entender entonces por qué una
economía así no se genera este comportamiento
impaciente y cortoplacista.
Pero yo creo que postular acá otra cosa
que es: cada vez que nosotros somos cortoplacistas
afectamos la economía.
Y cada vez que afectamos la economía
también afectamos la sociedad.
Entonces quiero postular no solo las relación que
va de un lugar al otro
sino también la inversa.
Eh... ustedes saben que los economistas
nos enseñan las cosas demasiado simplificadas.
Simplificadas es cuando empezamos a estudiar
economía hace mucho tiempo,
lo que nos decían es:
"Bueno la economía se trata de lo siguiente:
vos tenés que maximizar algo.
¿Qué? No sé... tus beneficios.
Sujeto a que, todo lo demás se queda igual.
Todo lo demás es exactamente
como lo viste en el momento.
No hay reacción de nadie.
Y ese supuesto que es muy fuerte en la economía
se llama: "ceteris paribus" que quiere decir precisamente,
"todo lo demás constante".
Entonces, por ejemplo, para mí sería sencillísimo
hacerme de mucho dinero ahora,
ustedes están congelados,
absolutamente congelados, no pueden hacer nada.
Todos los demás que son ustedes, es constante
y voy uno por uno y les saco la billetera.
Y me hago rico de la noche a la mañana.
El único problema que tiene eso es que
el supuesto es un poco irrealista
y me van a cagar a trompadas,
y voy a salir de acá sin dinero y golpeado.
Y esto es un problema que tenía la economía
para lidiar con problemas reales hasta que
llegó una persona que es John Nash.
Es distinto de como ustedes lo conocieron
por ahí en la película "Una mente brillante"
con Russell Crowe, ¿sí?, un poquito menos...
era más joven que Russell Crowe cuando hizo la película
cuando Nash estudió.
Hizo una tesis doctoral en Princeton en matemática
a los veintiún años que tenía treinta páginas nomás.
Sigue vivo Nash y es un genio, de hecho,
esa fue la frase con la que lo recomendaron para
ingresar a Princeton.
La frase de su tutor para entrar a la universidad
a hacer su doctorado decía:
"Este hombre es un genio".
Y descubrió un concepto muy pero muy sencillo
que ayudó a un montón de ciencias:
la biología, la economía, la sociología.
Y que es un concepto matemático de cómo encontrar
un equilibrio cuando en realidad lo que ocurre
es una interacción.
Y lo que dice Nash es muy pero muy intuitivo,
que es lo siguiente:
"Algo es un equilibrio cuando dado lo que ustedes hicieron
yo no quiero cambiar lo que yo hice.
Y dado lo que yo hice ustedes no quieren cambiar
lo que ustedes eligieron".
El ejemplo más claro que se me ocurre es
cuando uno se va a saludar.
Si yo, ahora que los hombres también nos damos besos
para saludarnos, si yo voy a saludar a alguien y
le voy a dar un beso y me extiende la mano
no puede ser un equilibrio.
Alguien tiene que modificar alguna de las dos cosas
para llegar al equilibrio.
O él cambia, dado lo que yo hice, y me da la mano
y los dos nos damos la mano.
O yo cambio, dado lo que el hizo, y nos damos un beso.
Y cualquiera que tenga contacto con mujeres
del mundo anglosajón saben de lo que hablo.
O cualquiera que tenga que ir a saludar a su suegro
que es muy conservador, seguramente también
sabe de lo que hablo.
Entonces esto es un concepto muy, pero muy, sencillo
y es aplicable a un montón de cosas.
Entonces yo les voy a proponer ahora a jugar un juego,
casi igual de sencillo que consiste en lo siguiente:
les voy a repartir mazo virtuales, ¿sí?,
y esos mazos virtuales, de esos mazos virtuales,
ustedes van a tener que extraer una carta.
No vale comunicarse, no vale hablar absolutamente
con nadie. Tienen que sacar una carta.
El truco está en que va a haber un premio
y el premio depende de cuánta gente
elija la misma carta, ¿sí?
Entonces voy a dar diez pesos elevados a la cantidad de
gente que eligió la carta menos uno, ¿sí?
Eso quiere decir que si una persona elige esa carta
voy a dar diez a la cero es uno
se va a quedar con peso.
Si dos personas eligen la misma carta
les voy a dar diez pesos para repartir entre dos.
Si once personas eligen la misma carta,
les voy a dar diez mil millones entre diez,
perdón entre once, se van a ir con novecientos
millones cada uno, ¿sí?
Si todos los que estamos acá elegimos la misma carta,
resolvemos con nuestros propios fondos,
y les aseguro que nos va a quedar plata,
la crisis financiera internacional.
(Risas)
Entonces tenemos que ver quince segundos, nada más, quince segundos
para elegir una carta.
Recuerden: no es la carta, no es el número favorito,
no es el color de sus amores,
no es el que le trae el mejor recuerdo,
es la carta, que ustedes creen,
que van a elegir todos los demás.
Porque si logran elegir la carta que eligen todos
los demás, vamos a resolver muchísimos
pero muchísimos problemas.
Entonces yo les voy a dar nada más que
quince de mis preciados tres minutos,
quince segundos de mis preciados tres minutos
para que elijan una carta y les pido,
por favor, que lo hagan a conciencia.
(Silencio)
¿Todos eligieron la carta?
Levante la mano el que eligió un as.
¿Y el que eligió el as de corazones?
Acá hay un montón de posibles equilibrios de Nash,
un montón.
¿Quién eligió el cuatro de pica?
¿El tres de trébol?
¿El dos de diamantes?
Acá hay un montón de posibles equilibrios de Nash
y sin embargo hay algo que nos lleva a todos a
elegir una carta similar, ¿sí?
Es una convención, es un elemento cultural.
El problema es que, en la Argentina,
ese elemento cultural que nos une a todos
se llama crisis, ¿sí?
Y cuando nosotros pensamos que va a haber una crisis,
perdón que vaya para atrás,
ocurre lo siguiente:
generalmente se define al vicio como
la inclinación moral del alma hacia las acciones
no conformes a la ley moral.
Y yo tengo un montón de problemas con esa definición.
Una es, que como soy economista, no tengo alma.
(Risas y algunos aplausos)
Y la segunda es que no puedo matematizar,
no le puedo poner un número a eso
y necesito ponerle algún número.
Entonces digo, voy a pensar una definición
de vicio que es distinta.
El vicio es la gratificación instantánea, ¿sí?,
a costa de algo que me genera un problema
mucho más grande en el futuro.
Imaginemos el vicio más sencillo: el cigarrillo.
Es una calada hoy y soy feliz
a costa de las probabilidades de enfermedades
muy graves más adelante, ¿sí?
Yo les digo a ustedes:
"Bueno si más adelante es importante,
no van a fumarse el cigarrillo."
Pero si hoy ustedes están sentados al lado de Kadafi
y Kadafi dice "si desertás, te mato"
y mientras tanto los están buscando todos los rebeldes,
y les agarran ganas de fumar.
La pregunta es ¿qué van a hacer?
Y lo que uno hace es prender el maldito cigarrillo.
Y uno paga los vicios personales con un costo personal
y finalmente con la muerte.
Pero las sociedades no desaparecen así,
solo se transforman en más y más viciosas.
Una sociedad entonces que se enfoca en el corto plazo,
le cuesta mucho mejorar la calidad de lo que da.
Una sociedad que lo único que hace, por ejemplo,
una sociedad que no hace esfuerzo por educarse
no puede prosperar.
Una sociedad que consume pero ni ahorra ni invierte
no puede mejorar.
Una sociedad que solo piensa en políticas de corto plazo
no tiene políticas de Estado.
Y ahí está la definición que a mí más de gusta de "populismo"
El populismo es la supeditación del
largo plazo al corto plazo.
Entonces si nosotros nos volvemos cada vez
más cortoplacistas lo que hacemos es tener
una sociedad más viciosa y una sociedad peor.
Y lo que tenemos que lograr, en algún momento,
es salir del as de corazones
de que el as de corazones es esto:
crisis, crisis, crisis.
Un solo malvavisco y empezar a entender
que lo que tenemos que pensar para lograr
el segundo malvavisco es pensar en el progreso.
Y traté de que mis economistas buscaran imágenes
del progreso pero son muy chicos y no las encontraron
entonces pusieron gente que podía pensar
en el largo plazo como Leloir,
o como Favaloro
y esa es la manera de conseguir los dos malvaviscos.
Muchas gracias.
(Aplausos)
Gracias, ¿a ver si hay equilibrio?
¿A ver si hay equilibrio?
Hubo equilibrio, hubo equilibrio. No te vayas.
(Aplausos)
No te vayas.
(Aplausos)
Me interesó mucho el tema de la ansiedad
y las recesiones.
¿Hay por ejemplo estudios o sabés algo de países
que culturalmente son menos ansiosos
o que por sus costumbres tienen menos crisis económicas?
Es decir, mirarlo de al revés, ¿se entiende?
Sí, ¿hay... hay países que por sus costumbres
tengan menos crisis económicas?
Lo que hay ahora es... algunos estudios que
te empiezan a mostrar, por ejemplo, como sube el nivel
de ansiedad de los países que están teniendo
crisis importantes, que es lo que está pasando
en Estados Unidos...
—La crisis sube la ansiedad, ¿y al revés?
¿Ser ansioso provoca crisis económica, por ejemplo?
—Eh...
—Te maté, perdón.
—No, no he encontrado— creo que nosotros
somos un muy buen ejemplo
porque muchas veces elegimos atajos
para conseguir réditos, ya sea económicos o
mayor nivel de consumo, etcétera.
y a costa de algo que finalmente hace explosión.
Eh... el atajo de la convertibilidad es uno.
El atajo del consumo extremo que tenemos ahora
es otro. Y eso va incubando problemas,
pensar siempre en el corto plazo, va incubando
problemas que finalmente tienen un impacto
económico posterior.
—Yo estoy convencido de que todas estas cosas
están muy relacionadas con la educación.
Te quiero poner en un lugar:
si mañana fueses, quizás no quieras, ¿no?,
pero si mañana fueses Ministro de Educación
cuáles serían las tres cosas que harías
en este país, en este momento? Perdón por ser...
Una tiene mucho que ver con lo que es fácil
en el corto plazo y difícil en el largo.
Es decir, entregar notebooks, o netbooks , o...
no sé como se llaman, porque no soy muy
tecnológico, como habrán visto.
Pero entregar computadoras a los chicos
no está ni por lejos probado que mejora
el rendimiento escolar.
En todos los estudios que se han hecho hay dos
grandes cosas que mejoran el rendimiento escolar.
En lugares muy pobres combatir la... o desparasitar
para que los chicos vayan al colegio y tengan
buena salud.
Y la segunda es mejores profesores.
Sin mejores educadores no se puede tener...
(Aplausos)
mejor educación.
Pero eso requiere, eso requiere el...
requiere el largo plazo.
Entregar las netbooks es fácil.
Discutir con un gremio es muy pero muy difícil.
—Esa es una... dos más.
(risas)
—Desparasitar.
(risas)
Hay un, hay un... yo tengo familia en Suecia.
Hay algo que me sorprendió mucho
—en mi familia hay un montón de docentes—
Eh.. y los que viven en Suecia también son docentes.
Y vi una vez muy claro como la solidaridad
se enseña desde el colegio.
Se enseña desde la escuela desde muy chiquitos.
Tienen en segundo grado, tienen un libro de texto
que no tiene una sola palabra pero tiene un montón
de imágenes como por ejemplo
dos perros atados por la misma correa
que tratan de comer de dos platos distintos
y se empiezan a ahorcar, a ahorcar, a ahorcar
hasta que los dos deciden ir a un lugar y
después los dos al otro.
Y es algo que me parece que se inculca,
un montón de cosas se inculcan desde la escuela
y creo que eso sería muy importante.
Volver a una escuela que inculcaba valores e integraba.
—Muchas gracias, buenísimo!
(Aplausos)
Explica lo difícil, fácil. ¡Qué bueno!
(Aplausos)
¡Qué bueno!
(Aplausos)