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Noche mágica y dulce, envuelta en luces azuladas.
Fragancias primaverales surcan el aire.
La enferma asoma su cabeza por la ventana
y escucha el silencio nocturno.
El sueño no llega a sus ojos brillantes y febriles,
la vida reclama su dicha.
Pero bajo su ventana, en medio del silencio,
la muerte le canta una extraña serenata.
"Doncella cautiva y doliente,
ya pasaron belleza y juventud.
Yo seré tu paladín, aunque no me conozcas.
Te liberaré con mi poder mágico.
Ven, hermosa, mírate.
Contempla tus mejillas sonrosadas, tus labios rojos,
hermoso tu semblante, dorado y sedoso tu cabello,
delicado tu talle.
Resplandecen tus ojos, celestes y tiernos,
tan brillantes como las estrellas del cielo.
Tu aliento es cálido como la brisa del mediodía.
¡Ah, me has hechizado, amor mío!
Mi serenata también te ha cautivado.
Tus susurros me llaman a tu lado.
Tu caballero obedece y te trae el don supremo:
¡Ha llegado la hora de tu éxtasis!
Tu cuerpo frágil y tus besos, me arrebatan.
Oh, abrazo tu alma con mis fuertes brazos.
Escucha mi canción de amor...
Calla...
¡Ya eres mía!"