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¡Es el Diablo quien empuña los hilos que nos mueven!
A los objetos repugnantes les encontramos atractivos;
Cada día hacia el Infierno descendemos un paso,
Sin horror, a través de las tinieblas que hieden.
Igual que un libertino
pobre que besa y come El seno martirizado de una vieja ramera,
Queremos al pasar un placer clandestino
Que exprimimos bien fuerte como una vieja naranja.
Oprimido,
hormigueante, como un millón de helmintos, En nuestros cerebros
bulle un pueblo de Demonios,
Y, cuando respiramos,
la Muerte a los pulmones Desciende,
río invisible, con sordas quejas.
Pero,
entre los chacales, las panteras,
los podencos, los simios, los escorpiones, los gavilanes,
las sierpes,
Los monstruos chillones, aullantes, gruñones, rampantes En la jaula
infame de nuestros vicios,
¡Hay uno
más feo, más malo, más inmundo!
Si bien no produce grandes gestos, ni grandes gritos, Haría complacido de la tierra un despojo.
Y en un bostezo se tragaría el mundo:
¡Es el Tedio!
Los ojos preñados de involuntario llanto
Sueña con patíbulos mientras fuma su pipa, Tú conoces, lector,
este monstruo delicado...
·Hipócrita lector
-mi semejante-,
¡mi hermano!
Charles Baudelaire (Au Lector, Les Fleurs Du Mal)