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Al Obispo Uriarte le ha concedido el premio Sabino Arana la fundación que con ese nombre
tiene el PNV. Al recibir el premio el obispo aprovechó para pedir a ETA su disolución
y la entrega de las armas. Esta petición está llena de sentido común y la podemos
suscribir todos los que queremos que en el País Vasco se empiece a vivir en libertad
después de las muchas décadas que los ciudadanos vascos llevan viviendo con miedo a hablar
y a actuar en libertad.
A continuación el obispo reclamó del Gobierno una nueva política penitenciaria para según
dijo salir del inmovilismo actual. No se da cuenta el obispo de que el cambio en la política
penitenciaria está absolutamente en manos de los etarras presos. Si piden perdón, reconocen
el daño causado, entregan las armas y si colaboran con la Justicia ya existen los mecanismos
legales necesarios y suficientes para cambiar la situación de todos los presos, que están
presos por haber asesinado a algunos de sus semejantes, no se olvide.
Para terminar el obispo Uriarte invitó a las víctimas a que perdonen a los asesinos
dentro de la más pura ortodoxia cristiana. Al mismo tiempo debería haber invitado a
los verdugos a que pidieran perdón que es lo mínimo que pueden exigir las víctimas
para perdonar, un olvido imperdonable en el prelado.
El obispo Uriarte tiene todo el derecho del mundo a ser nacionalista pero no tiene ningún
derecho a ser equidistante entre las víctimas y sus verdugos. No sólo por ser obispo, nadie
puede ser equidistante en estos casos.