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A los luxemburgueses les gusta que las cosas sean predecibles.
Entonces, como cualquiera que haya nacido
y crecido en Luxemburgo,
se esperaba que yo sea profesor o banquero,
o funcionario.
Cuando tenía 5 años,
mis padres me preguntaron: "David, --ese es mi nombre--
¿qué quieres ser cuando seas adulto?"
Yo orgulloso les dije:
Quiero ser el próximo Gran Duque.
Y ellos gentilmente me explicaron que era imposible,
y me animaron a reconsiderar mi futuro.
Como chico obediente, lo hice.
Y como muy buen luxemburgués,
fui al instituto y a la universidad.
Estudié inglés y psicología.
Ahora se preguntarán: "¿Por qué psicología?"
Pensaba que podría ayudar a personas como yo,
que tiene sueños locos,
como querer ser el próximo Gran Duque.
Ahora había reconsiderado mi futuro.
Recibí educación formal.
Seguí todas las reglas.
El camino hacia una vida feliz y predecible estaba asegurado.
Me hice mago.
Sí, lo sé. Ese era el otro sueño.
Y pensaba que la gente que me rodeaba
se alegraría por mí
pero, como se vio después,
todos pensaron de forma diferente a mí.
La mayoría no dijo nada.
Para hacer más corta la historia,
le había fallado a todos los que me rodeaban.
A este respecto,
entiendo sus miedos y reacciones.
Como profesor, tendría una vida ordenada.
Como mago, estaría deambulando todo el tiempo.
Como profesor, tendría ingresos regulares.
Como mago, nunca sabré qué me espera mañana.
Como profesor, tendría tiempo de sobra
para estar con mis amigos.
Como mago,
me costará mucho cultivar mis amistades.
Lo bueno de ser mago
era, y sigues siendo,
que constantemente uno está cuestionando la realidad
y mira las cosas desde diferentes perspectivas.
Así que pensé:
¿Y si el fracaso de todos los demás, o sea yo,
se convierte en su mayor éxito?
Con esa premisa en mente,
también pensé que quizá fracaso y éxito,
al igual que la belleza, depende del gusto de cada uno,
así que reconsideré todas las advertencias
de la gente que tenía intención de ayudarme.
Y estaban en lo cierto.
He estado en la carretera todo el tiempo.
He visitado más de 20 países,
y vi lugares de ensueño.
Muchas veces me he preguntado sobre mi futuro financiero,
y si me alcanzará para ganarme la vida con ello.
Hoy en día, esta incertidumbre no ha cambiado.
La diferencia es que hoy
pienso si
a mi próximo espectáculo vendrán 10 000 o 25 000.
Y si el mes siguiente haré 10 o 20 espectáculos.
En cuanto a los amigos, sí,
he tenido dificultades para cultivar mis amistades.
Pero, por suerte, en los últimos 4 años
eso ha cambiado.
¡Gracias Facebook! (Risas)
Me di cuenta de inmediato que durante gran parte de mi vida,
me había visto a través de la mirada de los demás.
Dependía de su percepción
de éxito y fracaso
y necesitaba asumir responsabilidad
para crear mi propia definición personal
de éxito y fracaso,
y estar dispuesto a dejar ir al que debería ser
para convertirme en el que realmente era.
Ahora, pleno de propósito y determinación,
seguí adelante.
Envié kits promocionales.
Llamé a agentes. Encontré un manager.
Empecé a tener conciertos internacionales serios.
Y trabajé con los mejores de la industria.
Sin embargo, antes de cada avance importante,
algo salió mal.
Analicé las causas del percance
y finalmente lo encontré.
Solo había una causa.
Era yo.
Había trabajado arduamente
para liberarme de las percepciones de los demás,
de su influencia.
Solo para descubrir que ahora
me estaba saboteando a mí mismo,
en lugar de progresar.
Acabé en una depresión.
Así que tuve que encontrar una terapeuta.
Y me propuse averiguar
por qué constantemente me estaba interponiendo en mi camino.
Después de varias sesiones me preguntó
si había oído hablar del miedo al éxito.
Bueno, ¿cómo se supone,
cómo podría tener miedo
de las cosas que quería lograr?
Y luego ella siguió enumerando los síntomas.
Postergación.
Puras palabras, ninguna acción.
Miedo a perder el control.
Comportamiento negativo.
Sentimiento de culpa.
Me declaro culpable de todos los cargos.
Ella explicó que cada miedo tiene una función protectora,
y que el miedo al éxito puede ser tan paralizador
como el miedo al fracaso.
Eso sí que fue una gran noticia.
Si la terapia funcionaba,
sería un éxito.
Aparentemente, tenía miedo al éxito.
Así que tuve que aprender que
lidiar con el miedo al éxito
sería similar a lidiar con otros miedos.
No cambia cuando huyes de ellos.
No muere cuando le matas.
En vez de eso, se sumerge en
una capa más profunda de tu alma,
para regresar y volver a aparecer cada vez que necesita volver.
También descubrí que si te enfrentas a tu miedo,
dejas de huir del mismo,
se vuelve menos amenazante
e incluso cambia para mejor,
dependiendo de la seriedad
con que lo aceptes.
Ya sé que es más fácil de decir que de hacer
pero pensé en aquel momento
que si no hacía nada,
me sentiría fracasado el resto de mi vida.
Así que con el tiempo, empecé a aceptar esos fracasos.
Y me di cuenta de que, efectivamente,
eran mucho menos amenazantes
de lo que parecían inicialmente.
Pude escucharlos,
alcanzar mayor fortaleza mental
y equilibrio psicológico.
Me sentí más fuerte,
y pude usar esa energía
que había usado previamente para luchar contra esos miedos
para trabajar en mis metas.
Y creo que, para alcanzar cualquier meta digna,
tenemos que asumir riesgos.
Debemos aceptar la vulnerabilidad y la posibilidad de fracaso.
Tenemos que aceptarnos a nosotros mismos
con todas nuestras fortalezas y debilidades
y, al hacerlo,
nos damos permiso para convertirnos
en lo que queremos ser de verdad.
Y somos los únicos que sabemos qué es eso.
En ese momento
nada volverá a interponerse en nuestro camino,
todo es posible
y creo que quizás
yo podría seguir siendo un Gran Duque, después de todo.
Gracias.
(Aplausos)