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Estamos en medio de una batalla épica por el poder en el ciberespacio.
Por un lado, está el poder tradicional,
poderes institucionales organizados
como gobiernos o grandes corporaciones multinacionales.
Por otro lado, el poder distibuído,
tanto del lado positivo como del negativo:
movimientos de base, grupos de disidentes,
hackers, delincuentes...
Al principio, Internet daba poder de distribución.
Les daba coordinación y eficiencia
y los hacía parecer invencibles.
Hoy en día, los poderes tradicionales están de vuelta, y están triunfando.
Acá quiero contarles la historia de la lucha de esos dos poderes.
Quién gana y cómo nuestra sociedad sobrevive su batalla.
En los primeros tiempos de Internet
se hablaba mucho de sus leyes naturales.
La censura era imposible, el anonimato era fácil,
la policía no sabía nada sobre ciberdelitos...
Internet era fundamentalmente internacional
e iba a ser un nuevo orden mundial.
Los bloques de poder tradicionales están inclinados,
las masas tienen más poder, la libertad está distribuida por el mundo,
y todo esto será inevitable.
Era una visión utópica
pero parte de ella ocurrió en verdad:
en el mercadeo, el entretenimiento, los medios de comunicación masivos,
la organización política, el micromecenazgo y el crowdsourcing...
Los cambios fueron dramáticos.
eBay realmente normalizó los áticos en el mundo.
(Risas)
Facebook y Twitter realmente ayudaron a derrocar gobiernos.
Pero esa era solo una cara del carácter destructivo de Internet.
También hizo que el poder tradicional sea más poderoso.
En el mundo corporativo,
hay 2 tendencias en las que ahora pasa esto:
Primero, el auge de la computación en nube
significa que ya no tenemos control sobre nuestra información:
nuestro correo electrónico, fotos, calendario, agenda de direcciones, mensajes, documentos
se encuentran ahora en servidores que pertenecen a Google, Apple,
Microsoft, Facebook y otros.
Y, segundo, cada vez accedemos más a nuestra información
usando dispositivos controlados de cerca por los vendedores.
Piensen en su iPhone, su iPad, su teléfono Android,
su Kindle, su Chromebook....
E incluso los nuevos sistemas operativos de Microsoft y Apple
están tomando esta dirección, con menos control por parte del usuario.
Y estas dos tendencias aumentan el poder corporativo
al darles más control de nuestros datos y, por lo tanto, de nosotros mismos.
El poder de gobierno también aumenta en Internet.
Hay más vigilancia gubernamental que nunca antes.
Sabemos que la Agencia Nacional de Seguridad (ANS) espía en todo el planeta.
(Risas)
Hay más censura que nunca antes.
Hay más propaganda.
Más gobiernos están controlando lo que los usuarios
pueden y no pueden hacer en Internet.
Los gobiernos totalitarios están usando Internet como medio de control.
Y muchos países insisten en que la ciberguerra es una razón de control.
Tanto en el lado corporativo como en el gubernamental
el poder tradicional en Internet es enorme.
Y en muchos casos, sus intereses coinciden.
La vigilancia es el modelo de negocio en Internet,
y la vigilancia de negocios le da a los gobiernos acceso a información
que no podrían haber obtenido de otra manera.
Pero se lo puede considerar
una sociedad de vigilancia pública-privada.
¿Entonces qué pasó?
¿Cómo es que en esos primeros años de Internet nuestro futuro terminó tan mal?
La verdad es que la tecnología aumenta el poder en general,
pero las tasas de adopción son diferentes.
Los distribuidos pueden usar las nuevas tecnologías más rápidamente.
Son pequeños pero veloces, la burocracia no los entorpece,
y en algunos casos tampoco las leyes o la ética,
y pueden adaptarse más rápidamente.
Y cuando esos grupos descubrieron Internet,
de repente, tuvieron poder.
Fue un cambio importante.
Lo vimos en el comercio electrónico.
Pueden recordar que apenas se comenzó a usar
Internet para el comercio
surgió, como de la nada, una nueva especie de ciberdelincuentes
que inmediatamente pudieron tomar ventaja.
Y a la policía, que parece sacada de las novelas de Agatha Christie
(Risas)
le llevó cerca de una década ponerse al día.
(Risas)
También lo vimos en los medios sociales:
grupos marginalizados inmediatamente empezaron
a usar el poder de organización de Internet.
A las corporaciones les llevó como una década descubrir cómo hacerlo.
Pero cuando las grandes instituciones por fin lo descubrieron
tuvieron más potencia bruta que aumentar
y se volvieron mucho más poderosas.
Ahí está la diferencia.
Los distribuidos son más veloces y ágiles a la hora de usar su nuevo poder.
Los institucionales son más lentos pero usan el poder de forma más efectiva.
Los disidentes sirios usaron Facebook para organizarse.
El gobierno sirio usó Facebook para identificar y arrestar a los disidentes,
¿Quién gana?
¿El veloz o el fuerte?
¿Qué tipo de poder dominará en las próximas décadas?
Ahora mismo, parece que será el poder tradicional.
Es mucho más fácil para la ANS espiar a todos
de lo que es para cualquiera mantener su privacidad.
Es más fácil para China bloquear contenido
que para sus ciudadanos desbloquearlos.
Y aunque sigue siendo fácil evadir la protección de copias digitales,
la mayoría de los usuarios no puede hacerlo.
Y esto es porque tomar ventaja del poder de Internet requiere capacidades técnicas.
Aquellos con la habilidad suficiente siempre pueden estar a la delantera del poder institucional.
Ya sea configurar tu propio servidor de correo electrónico
o usar encriptación o quebrar la protección de copias,
las tecnologías están ahí.
Es por esto que la ciberdelincuencia sigue siendo generalizada
aunque el poder policial sea mejor,
es por esto que los soplones todavía pueden hacer tanto daño,
es por esto que organizaciones como Anonymous siguen siendo fuerzas viables,
y es por esto que los movimientos sociales siguen prosperando en Internet.
La mayoría estamos en el medio.
No tenemos la capacidad técnica de evitar
a los grandes gobiernos y corporaciones por un lado,
ni a los grupos de hackers delincuentes por el otro.
No podemos unirnos a ningún movimiento disidente.
No tenemos más opción que aceptar
las opciones de configuración estándar, los términos de uso del árbitro,
las ventanas para espiar que instaló la ANS
o la ocasional pérdida total de información por alguna razón inexplicable.
(Risas)
Y nos vamos aislando mientras que los poderes de gobierno y corporativos se unen
y somos pisoteados cuando estos poderes luchan.
Ya sea Facebook, Google, Apple y Amazon
luchando en el mercado,
o Estados Unidos, la Unión Europea, China y Rusia luchando en el mundo,
o Estados Unidos contra los terroristas o la industria de los medios contra los piratas,
o China contra sus disidentes.
Y esto solo empeorará a medida que la tecnología mejore.
En la batalla entre poder institucional y poder distribuido,
más tecnología significa más daño.
Y ya lo hemos visto:
ciberdelincuentes pueden robar a más personas, más rápidamente
que los delincuentes del mundo real;
los piratas digitales pueden hacer más copias de más películas
más rápidamente que sus ancestros de la ***ógica.
Y lo veremos en el futuro.
Las impresoras 3D significan que los debates sobre el control
pronto dejarán de ser sobre películas y serán sobre armas.
Y los lentes de Google significan que los debates sobre vigilancia
pronto abarcarán a todo el mundo en todo momento.
Realmente, esto es lo mismo al miedo a las armas de destrucción masiva:
terroristas con bombas biológicas nucleares
pueden hacer mucho más daño que terroristas con explosivos convencionales.
Y al igual que con ese miedo, hay que llegar a fondo con la tecnología en constante aumento.
De forma muy amplia, hay una tasa de delincuencia natural en la sociedad,
basada en quiénes somos como especie y como cultura.
También hay una tasa de delincuencia que la sociedad está dispuesta a tolerar.
Cuando los delincuentes son ineficientes,
estamos dispuestos a vivir con un porcentaje de ellos entre nosotros.
A medida que la tecnología efectiviza más a cada delincuente individual
el porcentaje de tolerancia se reduce.
Como resultado, el poder institucional naturalmente se fortalece
para protegernos de la parte negativa del poder distribuido.
Esto significa más medidas de seguridad opresivas
incluso si no son efectivas,
e incluso si reprimen a la parte positiva del poder distribuido.
Bien, ¿qué pasa entonces?
¿Qué pasa cuando la tecnología aumenta?
¿Es un estado policial la única forma de controlar el poder distribuido
y mantener a nuestra sociedad segura?
¿O los elementos alternativos inevitablemente destruyen a la sociedad
a medida que la tecnología aumenta el poder que tienen?
¿No queda, en efecto, lugar para la libertad y el cambio social
en el futuro tecnológico?
Darle poder a los distribuidos
es uno de los beneficios más importantes de Internet.
Es una fuerza increíble para el cambio social positivo en el mundo.
Y necesitamos conservarlo.
En esta batalla entre el veloz y el fuerte
lo que necesitamos es un punto muerto.
Y tenemos tres recomendaciones sobre cómo llegar a él.
A corto plazo, necesitamos transparencia y supervisión.
Cuanto más sabemos sobre lo que está haciendo el poder institucional,
más podemos confiar en él.
Bueno, en realidad sí sabemos que esto es cierto,
sabemos que es cierto con respecto al gobierno.
Pero como que nos olvidamos de ello
en nuestro miedo al terrorismo y otras amenazas modernas.
También es cierto para el poder corporativo.
Desafortunadamente, las dinámicas del mercado
no obligarán a las corporaciones a ser transparentes.
En realidad, necesitamos leyes para que eso pase.
Y la transparencias también nos ayuda a confiar en el poder distribuido.
La mayor parte del tiempo, este es bueno para el mundo.
Y la transparencia nos permite diferenciar los grupos sociales positivos
de las organizaciones criminales.
La supervisión es lo segundo. También es crítica.
Y otra vez, siempre se la entiende como un mecanismo para controlar el poder.
Y es una combinación de cosas.
Son tribunales que actúan como abogados de terceras partes,
son legisladores que entienden de tecnología, es prensa vibrante,
y grupos de vigilancia que analizan e informa
sobre lo que el poder está haciendo.
Esas dos cosas, transparencia y responsabilidad,
nos da la confianza para confiar en el poder institucional
y asegurar que actuará teniéndonos en cuenta.
Y sin eso, creo que la democracia simplemente fracasa.
A largo plazo,
necesitamos trabajar para reducir las diferencias de poder.
Cuanto más logremos equilibrar el poder entre varios grupos
más estable será la sociedad.
Y la clave para todo esto es el acceso a la información.
En Internet, la información es poder.
En la medida en que los que no tienen poder tengan acceso a ella, ganan en poder;
en la medida en que los que ya tienen poder tengan acceso a ella,
consolidan su poder más todavía.
Mientras intentamos reducir el desequilibrio de poder, tenemos que tener en cuenta la información.
Es privacidad de datos para individuos,
reglas de divulgación obligatorias para corporaciones,
y leyes de gobierno abiertas.
Así es cómo sobrevivir al futuro.
La Internet de hoy es realmente un accidente fortuito.
Es una combinación de intereses comerciales inicialmente sin curso,
de negligencia benigna del gobierno,
de algunos requisitos militaras de supervivencia y resiliencia,
un puñado de ingenieros electrónicos que crean sistemas abiertos
que funcionan de manera simple y fácil.
Estamos en el inicio de un debate crítico
sobre el futuro de Internet,
el cumplimiento de las leyes, la vigilancia, la recolección de información de corporaciones, la ciberguerra,
el consumismo de información, y mucho más.
El periodo mientras intentamos solucionarlo no va a ser fácil.
Históricamente, ningún cambio de poder ha sido fácil.
Las corporaciones están transformando Internet en un enorme generador de ingresos
y no van a echarse atrás.
Tampoco lo harán los gobiernos,
que han empleado Internet para el control.
Y todas estas son cuestiones políticas y tecnológicas muy complicadas.
Pero todos tenemos el deber de hacer frente a este problema.
No sé cuál será el resultado
pero espero que, en generaciones futuras,
la sociedad nos recuerde en estas primeras décadas de Internet
no esté decepcionada.
Y esto solo ocurrirá si cada uno de nosotros se compromete,
prioriza esto y participa en el debate.
Necesitamos decidir el equilibrio adecuado
entre poder institucional y distribuido
y cómo crear herramientas que amplifiquen lo positivo de cada uno
o eliminen lo negativo.
Gracias.
(Aplausos)