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3. LA VENGANZA DEL ABORTO
Esta lógica aparece en una proclama de la la Segunda Epístola a los Corintios (12,
Segunda Epístola a los Corintios (12, 2-10), en la que afirma:
«Me complazco en las debilidades, en los oprobios, en las necesidades, en las
persecuciones y en las angustias por Cristo.
Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.»
Reconocimiento de la lógica de compensación en que se encuentra
inmerso el histérico abatido en el camino de Damasco.
A partir del deterioro de su fisiología, Pablo milita por un mundo que se le parece.
El odio a sí mismo se transformó en un intenso odio al mundo y a lo que
constituía su interés: la vida, el amor, el deseo, el placer, las sensaciones, el
cuerpo, la carne, la alegría, la libertad, la independencia y la autonomía.
El masoquismo de Pablo no es ningún misterio.
Sometió su vida entera a las penurias. Iba al encuentro de las dificultades, le
gustaban los problemas, los gozaba, deseaba, aspiraba a ellos y los creaba.
En la epístola donde confirma su complacencia por la humillación, hace el
balance de lo que ha soportado y resistido para evangelizar a las masas:
cinco flagelaciones -treinta y nueve latigazos cada vez-, tres azotainas, una
lapidación en Listra, Anatolia - por poco le cuesta la vida, pues lo dieron por
muerto y lo dejaron tirado en el suelo... —, tres naufragios —en uno de ellos pasó
un día y una noche sumergido en el agua helada—, sin hablar de los peligros
relacionados con los viajes por rutas infestadas de bandoleros, el cruce
peligroso de ríos, la fatiga de las caminatas bajo el sol ardiente, los
frecuentes desvelos, los ayunos forzados, la falta de agua
y el frío de las noches anatolianas.
Sumemos a ello los días pasados en prisión, dos años en una fortaleza, el exilio...
¡Las delicias del masoquista!
Así le ocurrió en el ágora de Atenas, donde intentó convertir a los filósofos
estoicos y epicúreos al cristianismo, hablándoles de la resurrección de la
carne, una necedad para los helenos.
Los discípulos de Zenón y de Epicuro se le rieron en la cara.
Sufrió las pullas sin chistar... En otra oportunidad, para escapar a la venganza
popular y a la furia del enarca de Damasco, huyó oculto dentro de un cesto
que bajaron por una ventana detrás de la murallas del pueblo.
Como el ridículo no mata, Pablo sobrevivió.
Pablo transformó el odio a sí mismo en odio al mundo: para poder vivir con él y, a
la vez, quitárselo de encima, mantenerlo a distancia.
La inversión de lo que lo mortificaba terminó por atormentar lo real.
El desprecio del individuo Pablo por su carne, incapaz de estar a la altura de lo
esperado, se convirtió en la repulsa de la carne en general, de los cuerpos y de
todo el mundo. En los Corintios (1 Cor. 9, 27) confiesa: «Antes castigo a mi cuerpo
y lo esclavizo», y le pide a la humanidad que castigue al cuerpo y lo esclavice.
Hagan como yo...
Sabemos que ahí se origina el elogio al celibato, a la castidad y a la abstinencia.
Jesús nada tiene que ver con esto; se trata más bien de la venganza de un
aborto, como se nombra a sí mismo en la Primera Epístola a los Corintios (15, 8).
¿Incapaz de acercarse a las mujeres? Las detesta...
¿Impotente? Las desprecia.
Excelente oportunidad para reciclar la misoginia del monoteísmo judío,
heredado por el cristianismo y el islam.
Los primeros versículos del primer libro de la Biblia marcan la tónica: el Génesis
condena de modo radical y definitivo a la mujer, primera pecadora, y causa del mal
del mundo. Pablo adoptó esa idea nefasta, mil veces nefasta.
De ahí provienen las prohibiciones que afectan a las mujeres en la literatura
paulina, epístolas y hechos; de ahí también surgen los consejos y
advertencias que da el tarsiota sobre las mujeres: definitivamente débil, el destino
de aquel sexo es el de obedecer a los hombres en silencio y sumisión. Las
descendientes de Eva deben temer al esposo, no aleccionar ni mandar al
supuesto sexo fuerte. Tentadoras y seductoras, pueden acceder
a la salvación, por cierto, pero sólo en, con y para la maternidad. ¡Dos milenos
de castigos a las mujeres con el único fin de purgar la neurosis de un aborto!
4. ELOGIO DE LA ESCLAVITUD
Pablo, el masoquista, expone las ideas con las que triunfará el cristianismo un día.
A saber, el elogio del goce de la sumisión, la obediencia, la pasividad, la
esclavitud bajo los poderosos con el pretexto falaz de que el poder viene de
Dios y que la situación social del pobre, el modesto y el humilde emerge de la
voluntad celestial o de la decisión divina.
Dios bueno, misericordioso, etc., desea las enfermedades de los enfermos, la
pobreza de los pobres, la tortura de los torturados, la sumisión de la
servidumbre. A los romanos que adula les enseña muy oportunamente, en el
corazón del imperio, la obediencia a los magistrados, a los funcionarios y al
emperador. Exhorta a cada uno a dar lo que debe: los impuestos y los
gravámenes, a los recaudadores; el temor, al ejército, a la policía y a los
dignatarios; el honor, a los senadores, a los ministros, al príncipe...
Pues el poder viene de Dios y emana de él.
Desobedecer a esos hombres es equivalente a rebelarse contra Dios.
De ahí el elogio a la sumisión al orden y a la autoridad.
Al seducir a los poderosos, al legitimar y justificar la indigencia de los miserables y
al adular a las personas que blanden la espada, la Iglesia estableció desde sus
orígenes una relación de complicidad con el Estado, lo que le permitió ubicarse al
lado de los tiranos, dictadores y autócratas...
La impotencia *** transfigurada en poder sobre el mundo, la incapacidad de
acercarse a las mujeres, incapacidad convertida en motor del odio a lo
femenino, el desprecio de sí mismo transformado en amor a los verdugos y la
histeria sublimada en la creación de la neurosis social, todo ello constituye un
soberbio cuadro psiquiátrico.
Jesús adquiere consistencia cuando se convierte en el rehén de Pablo.
Insustancial, ignorante de los temas sociales, de la sexualidad, de la política, y
con razón -un ectoplasma no se encarna en ocho días...-, el nativo de Nazaret se
concreta. La construcción del mito se hace cada vez más evidente.
Pablo no leyó nunca ninguno de los evangelios. Tampoco conoció a Jesús.
Marcos escribió el primer evangelio durante los últimos años de la vida de
Pablo o después de su muerte.
Desde la primera mitad del siglo I de nuestra era, el tarsiota propagó el mito,
visitó a multitudes de hombres y contó fábulas a miles de individuos en una
decena de países: en el Asia Menor de los filósofos presocráticos, en la Atenas de
Platón y Epicuro, en el Corinto de Diógenes, y en la Italia de los epicúreos
de la Campania o de los estoicos de Roma y la Sicilia de Empédocles.
Visitó Cirene, la ciudad donde nació el hedonismo con Arístipo, y pasó también
por Alejandría, la ciudad de Filón. Contaminó todos los lugares que visitó.
Al poco tiempo, la enfermedad de Pablo afectó el cuerpo entero del imperio...
5. POR ODIO A LA INTELIGENCIA
Odio a sí mismo, al mundo, a las mujeres y a la libertad;
Pablo de Tarso agrega a ese cuadro desolador el odio a la inteligencia. El
Génesis ya enseña el desprecio por el saber; pues no lo olvidemos, el pecado
original, la culpa imperdonable transmitida de generación en generación,
se debe a haber probado la fruta del árbol del conocimiento. Lo imperdonable
consiste en haber querido saber y en no contentarse con la obediencia y la fe que
Dios exige para acceder a la felicidad. Igualar a Dios en la ciencia, preferir la
cultura y la inteligencia a la imbecilidad de los obedientes son
otros tantos pecados mortales...
¿La cultura de Pablo? Ninguna, o muy poca:
el Antiguo Testamento y la certeza de que Dios hablaba a través de él...
¿Su formación intelectual? No se sabe que se haya lucido en escuelas o
realizado estudios minuciosos...
Probablemente, tuvo formación rabínica...
¿Su oficio? Fabricante y vendedor de tiendas para nómadas...
¿Su estilo? Pesado, artificioso, complicado, oral, de hecho, en un griego
torpe, quizá dictado mientras realizaba su trabajo manual:
algunos aseguran que no sabía escribir...
Lo contrario de Filón de Alejandría, filósofo y contemporáneo.
Ese hombre inculto, que provoca la risa de los estoicos y de los epicúreos en la
plaza pública de Atenas, fiel a su técnica de hacer de la necesidad virtud,
transforma su incultura en odio a la cultura.
Invita a los corintios o a Timoteo a rechazar las «búsquedas tontas y locas»
y los «engaños fútiles» de la filosofía. La correspondencia entre Pablo y Séneca
es, sin duda, una falsificación de la mejor factura: el inculto no les habla a los
filósofos, sino a sus semejantes. Su público, en todos los lugares de sus
peregrinaciones por la cuenca mediterránea, no está conformado por
intelectuales, filósofos o literatos, sino por gente humilde: los obreros,
tintoreros, artesanos y carpinteros que menciona Celso en Contra los cristianos.
Por lo tanto, no tiene ninguna necesidad de cultura, y le basta con la demagogia y
su eterno aliado: el odio a la inteligencia.
III. EL ESTADO TOTALITARIO CRISTIANO
1. HISTÉRICOS, CONTINUACIÓN...
Del mismo modo en que el racionalismo francés se constituye a partir de tres
sueños de Descartes (!), el cristianismo ingresa en la historia con bombos y
platillos por medio de sucesos provenientes de la más pura tradición
pagana: los signos astrológicos...
Estamos en el año 312. Constantino avanza hacia Roma. Lucha contra su rival
Majencio y se propone arrebatarle Italia. Su conquista del norte de la península es
fulminante: Turín, Milán y Verona caen fácilmente.
El emperador está acostumbrado a entrar en contacto directo con lo absoluto: en el
templo de Grand, en los Vosgos, se le aparece Apolo en persona para
prometerle un reinado de treinta años.
En ese tiempo el paganismo no le incomodaba. Por otra parte, ofrece
sacrificios al Sol invictus, el sol invicto...
Esta vez, la señal se transforma. Del mismo modo que Pablo, postrado en
tierra en el camino de Damasco, Constantino descubre en el cielo una
señal que le anuncia que con ella vencerá. Y, detalle importante, sus tropas
son testigo del suceso: ¡todos ven la misma señal sagrada!
Ensebio de Cesárea, el intelectual corporativo del príncipe, obispo, por
añadidura, falsificador sin igual, especialista de la apologética cristiana
como ninguno, describe los detalles: esa señal era el triunfo de una cruz iluminada
encima del sol. Además -añade Eusebio...- un texto afirmaba que el
emperador ganaría la batalla contra Majencio al invocar dicha señal.
Dos precauciones valen más que una: Jesús se aparece en sueños, la noche
siguiente, y le enseña a su protegido la señal de la cruz que le servirá para
triunfar en cada una de sus batallas, con tal que lleve consigo el talismán.
Se entiende que, convertido en emperador, muy cristiano, censura la
astrología, la magia y el paganismo, pues en Constantino
tanta racionalidad filosófica asombra...
Días después, obtiene la victoria. Por supuesto...
Majencio muere ahogado en el puente Silvio.
Constantino, ayudado por el fantasma del Nazareno, se convierte en el soberano de
Italia. Entra en Roma, disuelve la guardia pretoriana, y ofrece al papa Milcíades
el palacio de Latrán.
El reino de los cristianos no es de este mundo, por cierto, pero no hay razón
para desatenderlo cuando, por añadidura, permite el lujo, el oro, la púrpura, el
dinero, el poder y la fuerza, virtudes tomadas, evidentemente,
del mensaje del hijo del carpintero...
Bueno, ¿y esa señal?
¿Un texto crístico o una alucinación colectiva?
¿Un mensaje de Jesús, fijado en la eternidad celeste, pero con la mirada
puesta en el mundo hasta en sus mínimos detalles?
¿O una prueba adicional de que esos tiempos aciagos, ese mundo
resquebrajado, propiciaba las neurosis colectivas y los histéricos controlados
por los dioses? ¿Una demostración de regeneración
o un testimonio de decadencia? o un testimonio de decadencia?
¿El primer paso del cristianismo o uno de los últimos del paganismo?
Hombres miserables sin dios, y con Dios, peor aún...
En la actualidad, esa señal puede leerse de manera racional, incluso, de modo
ultrarracionalista: fin de la astrología, comienzo de la astronomía.
Los científicos de hoy plantean la hipótesis de que se llevó a cabo una
lectura histérica y religiosa de un hecho reductible a una causalidad simple. El 10
de octubre del año 312, o sea, dieciocho días antes de la famosa victoria sobre
Majencio, el 28, Marte, Júpiter y Venus se encontraban configurados de tal modo en
el cielo romano, que una proyección hacía posible la lectura de un presagio
fabuloso. Bastaba el delirio para la continuación de la obra...
Si bien Constantino no se lucía por su cultura literaria, era considerado, no
obstante, un buen estratega y un político astuto.
¿Creía de veras en el poder de la señal crística?
¿O la utilizaba con gran habilidad y la escenificaba con fines oportunistas?
Como pagano inmerso en la magia, creyente en la astrología al igual que
todos en ese período de la Antigüedad, el emperador hubiese podido aprovechar el
beneficio que podía obtener de sus filas con tropas cristianas obedientes,
sometidas al poder, sin rebelarse contra el orden y la autoridad, siempre fieles...
Su padre, Constancio Cloro, en la Galia, ejerció una política de tolerancia con los
sectarios de Cristo, lo cual fue un acierto.
¿La restablecía con esa hábil política de politicastro, aconsejado
por cristianos intrigantes y activos?
¿Como visionario percibía la conveniencia de utilizar esa fuerza digna
de interés, incorporándola por sus obvias ventajas a su proyecto -digamos
gramsciano- de unificación del imperio?
Lo cierto es que en ese período de comienzos del siglo IV, el improbable
Jesús, pregonado por Pablo en todos los tonos, se volvió el instrumento
emblemático de la fanfarria del nuevo imperio...
2. EL GOLPE DE ESTADO DE CONSTANTINO
Constantino da un golpe de Estado magistral. Aún vivimos esa herencia
siniestra. Sin duda alguna, sabe bien lo que puede llegar a obtener de un pueblo
sometido el mandato paulino de doblegarse ante las autoridades
temporales, de aceptar sin quejas la miseria y la pobreza, de obedecer a los
magistrados y funcionarios del imperio, de prohibir la desobediencia temporal
como injurias e insultos contra Dios y de tolerar la esclavitud, la alienación
y las desigualdades sociales.
Las escenas de martirio y las persecuciones esporádicas muestran al
poder la conveniencia de esa gentuza para los impunes en la cúspide
del Estado. A partir de entonces, Constantino les
paga sueldos. Digámoslo de otro modo: los compra.
Y la transacción funciona...
Incluye en la ley romana nuevos artículos que satisfacen a los cristianos y
oficializan el ideal ascético. Contra la corrupción de las costumbres del Bajo
Imperio, el sexo libre, el triunfo de los juegos circenses o las prácticas
orgiásticas de algunos cultos paganos, legisla con severidad, y crea obstáculos
para el divorcio, prohíbe el concubinato, convierte la prostitución en delito y
condena el libertinaje ***. Al mismo tiempo, deroga la ley que impide heredar
a los célibes. De modo que los miembros de la Iglesia pueden, legalmente, a partir
de entonces, llenarse los bolsillos después de algunos decesos oportunos.
No se prohíbe la esclavitud, contra lo que sostienen los sectarios de Cristo, aunque
se flexibiliza un poco... En cambio, se prohíbe la magia y también la lucha de
gladiadores. A la vez, Constantino da la orden de construir San Pedro y otras
basílicas, menos importantes. Los cristianos muestran gran júbilo, pues su
reino de ahí en adelante será de este mundo...
Durante ese tiempo. Fausta, la segunda esposa del nuevo cristiano, lo convence
de que su hijo político ha tratado de seducirla. Sin verificarlo, manda a sus
sicarios a torturar y luego decapitar a su propio hijo y a su sobrino, también
involucrado en la conspiración. Cuando se da cuenta de que la emperatriz lo ha
engañado, le envía los mismos esbirros, quienes aprovechan uno de sus baños
para llenarlo con agua hirviendo... Comete infanticidio, homicidio,
uxoricidio, pero el emperador cristiano compra su salvación y el silencio de la
Iglesia - que no condena los asesinatos...- con nuevas dádivas: exención de
impuestos, subvenciones generosas, construcción de nuevas iglesias: San
Pablo y San Lorenzo. Variaciones sobre el tema del amor al prójimo...
Así, bien dispuesto, el clero, colmado de beneficios, generosamente provisto y
enriquecido con las remuneraciones del Príncipe, le otorga plenos poderes en el
Concilio de Nicea en el año 325. El Papa no asiste, por razones de salud, diríamos
hoy en día. Constantino se autoproclama el «decimotercer apóstol». A partir de
entonces, Pablo de Tarso cuenta con un fiel de brazo armado.
¡Y qué brazo armado!
La Iglesia y el Estado conforman entonces lo que Henri-Irénée Marrou, un
historiador cristiano, lejos del anticlericalismo, ateísmo o izquierdismo,
denomina un «Estado totalitario». El primer Estado cristiano. En ese tiempo,
un tanto preocupada por la salvación de su hijo, alterado por el hacha y el agua
hirviente, Helena viaja a Palestina. Cristiana y muy inspirada, descubre en el
lugar tres cruces de madera, y, en una de ellas, el famoso titulus, sin duda la cruz
de Cristo. Muy oportunamente, el sitio del Calvario está situado bajo el templo de
Afrodita, que por cierto habrá que destruir...
Helena, de ochenta años, gasta sumas considerables -dinero asignado por
Constantino a esa empresa- en la construcción de tres iglesias: el Santo
Sepulcro, el Huerto de los Olivos y la Natividad, en las que guarda las reliquias.
A pesar de que esos lugares fueron creados por conveniencia sin que la
historia legitimara o justificara sus fundamentos topográficos, el culto aún
continúa... En retribución por ofrenda tan importante, la Iglesia llegó a la
conclusión de que Dios había perdonado los crímenes del hijo e hizo de su madre
una heroína de su mitología. Por consiguiente, Helena fue canonizada y se
convirtió en la primera emperatriz romana en formar parte
del panteón tanatofílico cristiano.
En Pentecostés del año 337, en su lecho de muerte, Constantino recibió el
bautismo de un obispo arriano, de credo hereje con respecto a los decretos del
emperador en Nicea..., decisión que pone en evidencia las habilidades políticas del
emperador. Así pues, por medio de ese gesto reunió a ortodoxos y herejes, y
luego impuso la unidad de la Iglesia, señalando una fecha en el futuro,
mucho después de su reinado.
Aun post mortem, siguió trabajando en pro de la unidad del imperio. Como todos
los tiranos incapaces de establecer su sucesión, su muerte dejó vacante el
poder y desestabilizó a los altos funcionarios del clero y del Estado. Así,
durante más de tres meses -desde el 22 de mayo hasta el 9 de septiembre,
en pleno verano...
-, todos los días, los ministros civiles, militares y religiosos rindieron cuentas
de sus decisiones ante el cadáver expuesto. Consecuencias de la neurosis,
comienzo del culto y la fascinación cristiana
por los muertos, cadáveres y reliquias.
3. EL DEVENIR PERSECUTORIO DE LOS PERSEGUIDOS
El cristianismo fue objeto de persecuciones, es cierto. Pero no
siempre tanto como lo pretende la Vulgata. Los historiadores, deseosos de
apartarse del ámbito apologético católico y llevar a cabo su trabajo a conciencia,
han presentado cifras bastante más bajas de los que cayeron en garras de los
leones en la arena. Decenas de miles de muertos, escribe Eusebio, el pensador
oficial de Constantino. Las cifras actuales giran alrededor de tres mil; a modo de
comparación, diez mil gladiadores lucharon en los juegos de Trajano sólo
para celebrar el fin de la guerra contra los dacios en el año 107 de nuestra era...
Lo que hoy en día define a los regímenes totalitarios corresponde punto por punto
al Estado cristiano tal como lo concibieron los sucesores de
Constantino: el uso de la coerción, persecuciones, torturas, actos de
vandalismo, destrucción de bibliotecas y de lugares simbólicos, asesinatos
impunes, omnipresencia de la propaganda, poder absoluto del jefe,
reforma de la sociedad según los principios ideológicos del gobierno,
exterminio de los opositores, monopolio de la violencia legal y de los medios de
comunicación, abolición del límite entre la vida privada y el espacio público,
politización general de la sociedad, destrucción del pluralismo, organización
burocrática, expansionismo otras características del totalitarismo de
siempre y el del imperio' cristiano.
En el año 380, el emperador Teodosio impuso el catolicismo como religión de
Estado. Doce años después prohibió formalmente el culto pagano. El Concilio
de Nicea ya había marcado la tónica. Teodosio II y Valentiniano III, en el año
449 ordenaron la destrucción de todo lo que podía provocar la ira de Dios o herir
las almas cristianas. La lista es demasiado larga para incluir la cantidad
de abusos en todos los campos. La tolerancia, el amor al prójimo y el perdón
de los pecados tenían sus límites...
Constantino inició la cacería en el año 330, al romper con los filósofos
Nicágoras, Hermógenes y Sopatros, ejecutados por brujería mientras los
escritos del neoplatónico Porfirio eran lanzados a la hoguera. Se sucedieron los
autos de fe parecidos: en una oportunidad fueron quemadas las obras
de Nestorio; en otra, las de los eumonistas y los montañistas,
las de Arrio, desde luego.
En las calles de Alejandría, Hipatia, la neoplatonista, experimentó en carne
propia el amor al prójimo de los cristianos: fue perseguida, asesinada y
descuartizada por los monjes, arrastraron su cadáver por la calle
y calcinaron sus restos...
4. EN NOMBRE DE LA LEY
Siempre listos para legitimar la infamia y otorgarle fuerza de ley bajo la protección
del derecho, los juristas legalizaron todos esos abusos, crímenes y delitos,
persecuciones y asesinatos. Basta con leer el Código teodosiano, ejemplo
cumbre que demuestra que el derecho está siempre al servicio de la dominación
de la casta en el poder en la mayoría de los casos. (El código perverso y las leyes
de Vichy, ambos rebosantes de cristianismo [!],
son prueba suficiente para los dubitativos...)
Veámoslo en detalle: a partir del año 380 la ley condenaba a la infamia a los no
cristianos, lo cual equivale a decir que justificaba la anulación de sus derechos
cívicos y, por lo tanto, la posibilidad de participar en la vida de la ciudad, en la
enseñanza y en la magistratura, por ejemplo. Decretaba la pena de muerte
para todo individuo que atentara contra la persona o los bienes de los ministros del
catolicismo y de los lugares de culto. Durante ese tiempo, los cristianos
destruyeron los templos paganos, confiscaron, saquearon y destruyeron los
templos y su mobiliario amparados por la ley, puesto que
los códigos legales lo permitían...
La interdicción a practicar los cultos paganos se complementaba con la lucha
sin cuartel contra las herejías definidas como todo aquello que no coincidía con
los decretos imperiales. Prohibieron las reuniones y, desde luego, también el
maniqueísmo; los judíos sufrieron persecuciones, del mismo modo que la
magia o el libertinaje en las costumbres. La ley alentaba la delación...
Prohibía el matrimonio entre judíos y cristianos...Autorizaba la
confiscación de los bienes no cristianos. Muy pronto Pablo de Tarso dio el
ejemplo, puesto que fue testigo de un auto de fe de libros supuestamente de
magia. Los Hechos de los Apóstoles lo confirman (19, 1).
Fieles al método de la madre de Constantino, los templos arrasados se
convirtieron en iglesias católicas. En todos lados, desaparecieron sinagogas y
santuarios gnósticos devorados por las llamas. Las estatuas, a veces valiosas,
fueron destruidas, hechas pedazos, y sus fragmentos fueron utilizados en las
edificaciones cristianas. Los lugares de culto sufrieron saqueos de tal magnitud
que los escombros se emplearon durante un tiempo para empedrar caminos y
construir rutas y puentes. Muestra de la amplitud de los estragos...
En Constantinopla, el templo de Afrodita pasó a ser la cochera de los carros de
caballos. Arrancaron de raíz los árboles sagrados. Un texto del año 356 (19 de
febrero) castigaba con la pena de muerte a toda persona
que adorara ídolos o realizara sacrificios.
¿Cómo sorprenderse, por lo tanto, de los casos de muertes de seres humanos?
Escenas de tortura se repetían en Dídima Antioquía, donde los cristianos apresaron
a un profeta de Apolo para someterlo al martirio. En Escitópolis, Palestina,
Domiciano Modesto presidía los interrogatorios de los más altos
funcionarios de los medios políticos e intelectuales de Antioquía v Alejandría.
El cristiano, carnicero sanguinario, se propuso eliminar a todos los hombres
cultivados. Muchos filósofos neo-platónicos murieron durante la feroz
represión. En su Homilía a las estatuas. San Juan Crisóstomo justifica la violencia
física y escribe de modo explícto que «los cristianos son
los depositarios del orden público»...
En Alejandría, en el año 389, los cristianos atacaron el templo de Serapis y
un mitraeo. Exhibían y se burlaban en público de los ídolos paganos. Los fieles
se sublevaron, «sobre todo los filósofos», dicen los textos. Sobrevino un motín, y
hubo, a ambos lados, gran cantidad de muertos. En Sufetula, en el norte de
África, a comienzos del siglo V, los monjes hicieron lo mismo con la estatua
de Hércules, el dios de la ciudad: hubo más de sesenta muertos. Bandas de
monjes saquearon los santuarios de la montaña fenicia azuzados por el ya citado
Juan Crisóstomo. La exhortación paulina a menospreciar la cultura, el saber, los
libros y la inteligencia, y contentarse con la fe, tuvo aquí su desenlace...