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Mi encuentro con la Pieta se hizo a través de la música.
Me habían encargado la música para el Pabellón del Vaticano en la Exposición Universal de Nueva York.
En esta ocasión, realizé un disco-recuerdo,
y quise para la cubierta la fotografía más bella que jamás se haya tomado de la Pieta.
Estudié otras fotografías, y me di cuenta que la única manera inteligente era situarse en la altura,
de tal modo que se vea el rostro del Cristo.
Tomé así 89 clichés desde este ángulo de vista ideal, y ya tenemos aquí “la” fotografía.
A partir de aquel momento, no pude detenerme,
y realizé 5000 fotografías a lo largo de dos años.
Nadie ha visto jamás la estatua como yo he tenido el privilegio de hacerlo.
Y fue una experiencia muy interesante notar como iluminándola con una sola lámpara
- pues utilizé una sola lámpara -
cambia completamente de aspecto;
parece como si se miraran dos esculturas distintas.
Cuando tomé estas fotografías en la Exposición Universal,
nunca hubiera soñado encontrarme aquí en París en la Universidad de la Sorbona.
Tomé cantidades de fotografías de los detalles,
para poner en relieve todo el trabajo de Miguel-Angel.
Pues la verdad es que actualmente la estatua la presentan de una manera que no permite verlo.
En los Evangelios, cuando el primer milagro de Cristo en las bodas de Cana,
María le dijo: “ya no tienen vino”.
Entoncés El dijo a los servidores : “Llenen con agua estas jarras,
y llévenlas al amo de la cena…”. Y el agua se convirtió en vino.
Así cuando estoy mirando mis fotografías,
me parece que cada una de ella es una jarra de agua,
que la gracia de Dios convierte en vino.
Cuanto más miraba la Pieta, tanto más la amaba.
Y cuanto más la fotografíaba, más iba descubriendo la belleza y el misterio.
No era piedra, no era mármol, era Cristo y Nuestra-Señora…
Era una experiencia única: la experiencia de estar en presencia del misterio de la genuina grandiosidad.