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Desde algún desván vimos naves espaciales,
pulsamos el botón del triple salto vital.
Ha estado muy bien el hecho de intentarlo,
hay setas buenas, hay setas malas.
Pero siempre nos matan en la misma pantalla.
Pero siempre nos matan en la misma pantalla.
Existen fontaneras que nos pueden salvar el culo
a los príncipes que sólo tenemos príncipes azules.
Y hablan de una flor que perfora caparazones,
unida a una estrella que promete vidas extra.
Pero siempre nos matan en la misma pantalla,
con una planta carnívora o moviendo la muralla.
Pero siempre nos matan en la misma pantalla.
Siempre nos matan.
Siempre nos rompemos la cabeza para que aparezcan las monedas.
Hay muchos trucos por ahí, ¿o acaso los trucos son las regras?
¿Y ahora quién va a pagar todos los ladrillos rotos?
Eso lo sabíamos ya desde Shigeru Miyamoto.
Podemos ir por la izquierda y aparecer por la derecha.
Jugar la partida solos o hacer vida de dos.
También podemos estar tres y conocer gente jugando.
Podemos estar sólo mirando, o aquí cantando,
pero... ¿quién controla el mando?
Porque siempre nos matan en la misma pantalla,
con una planta carnívora o moviendo la muralla.
Porque siempre nos matan en la misma pantalla.
Siempre nos matan.