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Buenos días a todos.
Es un gran placer para mí estar hoy aquí
y me gustaría hablarles sobre resiliencia.
Esta es una foto de mi abuela, mi abuela materna,
Nancy Staples, apoyada en el portal
de nuestras tierras y jardines
que trabajamos dos generaciones atrás.
Mis primeros recuerdos infantiles son de ella
de mi bisabuela y de mi abuelo
especialmente en esta época del año
intentando conseguir cada pizca de valor nutricional
y de valor económico de nuestros jardines y tierras.
Era el momento de cosechar, pero era el momento de
conservar, embotellar, encurtir de cualquier manera o modo,
ese valor nutricional para poder obtener la recompensa del
verano y extenderlo para nosotros, nuestra familia
pero también para los miembros más pobres
de nuestra comunidad durante los meses de invierno.
Ella nació al comienzo de la primera Guerra Mundial
vivió durante la segunda y sobrevivió la polio.
Era fuerte, y al pensar sobre resiliencia
pienso en ella, en su generosidad,
su fortaleza y la de otros como ella en su generación.
Pero hablemos sobre resiliencia hoy.
Esta es una fotografía del Hotel Montana
tomada en Puerto Príncipe, Haití
justo después del devastador terremoto de 2010.
Como pueden ver, se desplomó
matando a 200 personas o más.
Simplemente no estaba construido para resistir la sacudida.
Hoy tenemos que preocuparnos
más que nunca por las catástrofes naturales.
En los últimos 30 años las pérdidas económicas
por catástrofes naturales se han triplicado.
El número de catástrofes naturales de hecho se ha duplicado.
Veamos los números.
En los últimos 30 años,
solo en los países de bajos y medios ingresos
las pérdidas a causa de los daños ascienden a 1,2 billones de dólares.
Esto es el equivalente al PIB anual de México.
Otra forma de verlo es que esto representa el equivalente
a un tercio de toda la ayuda oficial para el desarrollo
que hemos dado en el mismo periodo de tiempo.
Así que piensen que por cada tres dólares de
ayuda entregada al desarrollo en el extranjero,
uno lo hemos tirado a la basura.
En el mismo periodo, los mismos 30 años
2,3 millones de personas han muerto.
Esta es la población de Namibia.
Esto es algo a lo que debemos prestar atención.
Y se está volviendo más complicado.
El cambio climático devasta especialmente los países pobres.
Este ya no es un fenómeno futuro
sino actual para nosotros.
Los países intentan abrirse camino en el complejo nexo
entre una crisis alimentaria, una crisis de agua y una crisis energética
Y el cambio climático lo hace aún más difícil
aumentando la incertidumbre.
Al mismo tiempo, en los próximos 40 años
sumaremos 2 600 millones de personas a las ciudades del mundo
la mayoría de ellas en países en vías de desarrollo.
De hecho, el 90% de este crecimiento tendrá lugar en el sur de Asia y África.
Y, entre ahora y 2050, doblaremos el número de
personas expuestas a ciclones, derrumbes
y desplomes como resultado de catástrofes naturales
en entornos urbanos a más de 1 500 millones de personas.
La falta de códigos de edificación, la falta de
códigos de edificación regulados castigará a estas personas.
Y serán los pobres, porque siempre son los pobres,
los más vulnerables, quienes más lo sufrirán.
Así que piensen en la historia que estamos empezando a comprender.
Tenemos más y más catástrofes.
Su intensidad está aumentando a causa del cambio climático.
El cambio climático está añadiendo incertidumbre
y tenemos una trayectoria de urbanización
que nunca antes esta civilización había visto.
¿Cómo invertimos en nuestra resiliencia?
Bien, hay dos formas principales.
En primer lugar, realmente tenemos que cambiar nuestra forma de crecer.
Tenemos que pasar ya a un crecimiento más verde e inclusivo.
Cada país puede empezar hoy mismo
Debemos mitigar y adaptarnos al cambio climático.
Al mismo tiempo, necesitamos invertir en gestión del riesgo de catástrofe.
La gestión del riesgo de catástrofe debe ser parte del desarrollo.
Pero también debe ser considerada como una primera línea de defensa
contra la incertidumbre que va a llegar mañana.
Necesitamos que el sector público actúe
necesitamos marcos en las políticas públicas
necesitamos conciencia e inversión en el sector privado
y necesitamos comprometer a la sociedad civil y a las comunidades.
Antes les hablé acerca del hotel en Haití
el Hotel Montana, que se había desplomado...
Aquí es donde estamos hoy, en el Westin en Sendai
un magnífico hotel de 37 plantas que sobrevivió
al catastrófico terremoto del 11 de marzo de 2011
el gran terremoto de ***ón,
que casi no sufrió daño alguno.
De hecho, sirvió como centro de respuesta en la catástrofe.
La gestión de riesgo de catástrofe está en el código de edificación en ***ón
En ***ón se legisla la gestión de riesgo de catástrofe.
La gestión de riesgo de catástrofe es parte del currículo en los colegios en ***ón
y la gestión de riesgo de catástrofe, no la catástrofe
es parte del discurso público aquí, en ***ón.
Así, cada país, cada gobierno, puede dar pasos ahora
no importa en qué lugar esté en la trayectoria de desarrollo
para intentar empezar a invertir en su propia resiliencia.
Pero hay mucho más que podemos hacer
por la comunidad internacional también.
A menudo, ofrecemos demasiado poco, demasiado tarde.
Entre 1980 y 2009, la comunidad internacional
gastó 90 000 millones de dólares en ayuda relacionada con la catástrofe.
Pero de esos 90 000 millones, solo el 3,6%
se invirtió en prevención y preparación.
El otro 96% fue invertido en respuesta
a la emergencia y reconstrucción.
Tenemos que cambiar esos números.
Tenemos que invertir el gráfico.
De hecho, tenemos que trasladar una tradición de respuesta
a una cultura de prevención, una cultura de resiliencia.
Pero permítanme darles un ejemplo de lo que parece que empieza a funcionar.
Esta es la isla de Santa Lucía, en el Caribe
un pequeño estado insular en desarrollo golpeado por tormentas
y huracanes, en donde los corrimientos de tierra son
por desgracia demasiado a menudo, parte del ritmo de vida allí.
En 2008, el Banco Mundial, trabajando con 5 comunidades en la isla
empezó a intentar invertir en la resiliencia de estas comunidades
y su capacidad para resistir y evitar corrimientos de tierra.
Y construimos estos drenajes en la ladera.
En 2010, cuando el huracán Tomás golpeó la isla
por desgracia muchas comunidades sufrieron los corrimientos de tierra
que son tan frecuentemente parte del ritmo de vida allí
pero las cinco comunidades donde se habían construido
estos drenajes en la ladera, no sufrieron ninguna pérdida.
Es importante entender los aspectos económicos de este proyecto también.
Por cada dólar que la comunidad invirtió en estos drenajes
se ahorraron otros tres dólares que se deberían haber
gastado en respuesta y reconstrucción
si no hubieran seguido los pasos hacia la preparación.
Así pues, si la resiliencia de riesgo de catástrofe parece tener
tal sentido económico y empresarial
¿está interesado el sector privado?
¿Está invirtiendo el sector privado?
Bien, la buena noticia es que los líderes lo hacen.
Esta es una foto del Puerto de Cartagena, en Colombia
en el que opera una firma privada, Muelles del Bosque
con una concesión del gobierno a largo plazo.
Recientemente comenzaron un estudio junto con
la Corporación Financiera Internacional, la institución
encargada del sector privado del Banco Mundial, en el que estudiaron
los riesgos en el entorno de las operaciones portuarias por
los cambios en el clima y los cambios en el patrón del tiempo.
Lo que resultó interesante es que
para obtener los datos para el informe
tuvieron que ir a 30 fuentes diferentes, públicas y privadas
lo que demuestra que hay mucho que hacer para que
los datos y la conciencia de estos problemas estén
más al alcance de los sectores público y privado por igual.
Pero el informe tuvo como resultado recomendaciones
de cambiar el sistema de drenado
por la forma en que los barcos se acercan al puerto
para drenar en maniobras terrestres reglamentarias.
Así, por ejemplo, cambiando algunas alturas de carreteras
y cosas similares.
Y como resultado de esas recomendaciones
Muelles del Bosque invirtió 30 millones de dólares
en nuevas e importantes construcciones
para hacerlas más resistentes
para mejorar sus operaciones en el futuro.
Así, esta compañía portuaria podía ver el beneficio
de su inversión en su capacidad para ser resistente en el futuro
y que esto fuera una ventaja comercial para ellos.
He hablado acerca del sector público
y he hablado acerca del sector privado
y ahora necesitamos hablar sobre la comunidad.
Sabemos empíricamente que las comunidades que tienen
vínculos sociales más fuertes aguantan mejor la catástrofe.
Sabemos que, de hecho, esos fuertes vínculos sociales
son uno de los mayores determinantes
de la resiliencia en la comunidad.
Quiero decir que es instintivo
los vecinos saben qué vecino necesita ayuda
qué vecino es vulnerable
qué vecino es el más débil.
También sabemos que las familias, vecinos y amigos
son los que ayudan primero en la reconstrucción tras golpear la catástrofe.
Y de este modo, cuando pensamos en resiliencia
no es una construcción de adaptación
no es solo una palabra
que se baraja en círculos de desarrollo.
Resiliencia es ambos, la necesidad de políticas públicas
y la necesidad de inversión privada.
Trata también de una respuesta diferente desde la comunidad internacional
y trata de los líderes locales municipales
los alcaldes que elegimos
para llevarnos a través de estos momentos inciertos.
Pero resiliencia, en gran medida, trata de la comunidad.
Creo que la gente de ***ón sabe esto
Creo que mi abuela
sus amigos y otros en nuestra comunidad
en la que yo crecí sabían esto también.
Por esto, para mí personalmente, cuando pienso en resiliencia
pienso en políticas descendentes y flujos de inversión
pero pienso en la construcción ascendente de la comunidad.
Para mí, resiliencia es sobre ti y sobre mí
y los vínculos que nos unen.
Gracias.
(Aplausos)