Tip:
Highlight text to annotate it
X
Nadie baila con la gracia que yo.
Sí, así queda bien.
No, quizás mejor aquí.
Me hace destacar más.
Todos se rendirán ante este arte y esta belleza.
Había una vez un rey
que se cansó de estar solo.
Y buscando, encontró,
pero había tres que querían casarse con él.
¿Qué podía hacer?
Despreció el fasto y la belleza,
y finalmente escogió
la inocencia,
la inocencia y la bondad.
Cenicienta, deja ya de cantar esa canción.
En un rincón junto al fuego
déjame cantar mi canción.
Había una vez un rey...
- Había una vez... - Y dos, y tres.
¿Vas a parar o no?
Te daré si no te callas...
Había una vez...
¿Quién será?
¿Quién será?
Un poco de caridad.
Es un mendigo. Largo de aquí.
Tomad esto.
Desayunad algo.
Quizás el cielo os recompense
antes de que acabe el día.
Nadie puede inspirar amor como nosotras.
No resisto la pasión. ¡Qué cruel fatalidad!
¿Todavía él aquí?
¿También pan y café?
Toma, toma, esto para ti.
- ¡Ayudadme! - Deteneos, por piedad.
Amables hijas de Don Magnifico, el Príncipe Ramiro ya va a llegar.
Os llevará a su palacio.
Se cantará, se bailará.
La mujer más guapa de todas
será su querida esposa.
¿Entonces el Príncipe?
Ya va a llegar.
¿Y la invitada más guapa?
La escogerá.
Cenicienta, ven aquí.
Mis zapatos, mi sombrero.
Cenicienta, ven aquí.
Mis plumas, mi collar.
Cenicienta, ven aquí, Cenicienta, ve allí.
Cenicienta, sube, Cenicienta, baja.
Menudo trajín. ¿Me queréis reventar?
Don Ramiro me elegirá a mí.
Seguramente me cogerá a mí.
Ya se acerca el desastre. Voy a reírme sin parar.
Cenicienta, corre y prepara las cintas y las capas.
- Los ungüentos, las pomadas. - Mis diamantes.
Escuchadme, hermanas...
¿Qué es eso de hermanas? No nos deshonres con esa palabra.
¡Ay de ti si la dices otra vez!
Siempre he de soportar nuevas locuras.
No hay momento que perder.
Hay que avisar a nuestro padre.
Quiero ser la primera en darle la noticia.
Perdona, yo soy la mayor.
- No, quiero decírselo yo. - Es mi deber.
Lo despertaré y tú vienes conmigo.
No lo conseguirás.
Aquí lo tenemos.
Mis retoños femeninos,
os repudio, me abochorno.
Un sueño maravilloso
me acabáis de fastidiar.
Cómo se acobardan.
¡Son dignas hijas de un barón!
Callad y prestad atención.
Pensad en mi sueño.
Era mitad de día y mitad de noche. Soñaba con un burro
precioso y solemne.
De repente sucedió algo milagroso.
En su lomo nacían cientos de plumas
y echó a volar.
Y se paró en un campanario como si fuera un trono.
Y abajo se oían
repicar las campanas.
Y de golpe y porrazo me habéis despertado.
El significado de un sueño tan embrollado
os explicaré.
¿Las campanas tocan a fiesta? Alegría en esta casa.
Las plumas sois vosotras.
Y el vuelo significa adiós a la plebe.
Y en cuanto al burro, ése soy yo.
Quien os mire tiene claro que el burro es el padre.
Seréis reinas fertilísimas.
El abuelo abrazará a una docena de nietos.
Un reyecito aquí, vuestro criado.
Un rey chiquito allí, vuestro criado.
Y obtendré la gloria.
- Sabed que dentro de poco... - El Príncipe Ramiro...
...que hace tres días...
...se vino a vivir a media milla de aquí...
...escogerá una esposa.
Nos envió una invitación.
- Y dentro de poco... - ...vendrá a recogernos.
Y elegirá a la más hermosa.
El Príncipe, aunque no lo conozco...
Elegirá... Os ha invitado... Una esposa... ¡Más hermosa!
Voy a desmayarme.
Cenicienta, tráeme mi café.
Hijas, la mitad de mi palacio está arruinada y la otra agoniza.
Vamos a apuntalarlo.
Utilizad vuestro ingenio.
Hablad con corrección.
Poneos las mejores ropas.
Está en juego un principado.
Todo está desierto.
¿Hay alguien por ahí?
Nadie responde.
Así disfrazado observaré a las damas.
¿No viene nadie?
Pero el sabio Alidoro me dijo
que hallaría aquí una mujer hermosa, digna de ser mi esposa.
¡Casarse sin amar!
Esta ley tirana me condena a una elección difícil.
Buscaré.
Veamos.
Había una vez un rey...
¡Ah! Ha pasado.
¿El qué?
¡Cómo palpita mi corazón!
¿Acaso soy un monstruo?
Sí.
No, señor.
Un suave no sé qué relució en esos ojos.
¿Por qué palpita tanto mi corazón?
Se lo diría, pero no me atrevo.
Quiero hablar y, sin embargo, estoy callada.
Hay algo encantador en esa cara.
Hay algo encantador en esa cara.
¡Qué sonrisa tan deliciosa!
Penetra en mi corazón y me da esperanza.
Estoy buscando a las hijas del Barón.
¿Dónde están?
No las veo por aquí.
Están en las otras habitaciones.
Ahora vienen.
Adiós, esperanzas.
Pero, ¿vos quién sois?
¿Quién soy yo? No lo sé.
- ¿No lo sabéis? - La verdad es que no.
Mi padre no es mi padre, así que mis hermanas...
Mi madre era viuda, pero era también la madre de ellas...
Este padre, lleno de orgullo...
No es mi padre, así que mis hermanas...
Mi madre era viuda...
Me estoy haciendo un lío.
Por favor, perdonadme por mi simplicidad.
Me ha cautivado, adoro su simplicidad.
Cenicienta,
ven aquí.
¿Qué voz es esa?
De dondequiera que sople el viento,
no tengo un minuto de reposo, todo me toca a mí.
Su voz y su semblante son celestiales.
Desde ahora estoy perdido, ya no me encuentro.
Adiós, señor.
- ¡Cenicienta! - Ya voy.
- Aquí dejo mi corazón. - ¡Qué inocencia! ¡Qué candor!
Mi corazón está volando, ya ha dejado de ser mío.
Qué extraño encontrar un rostro tan bello en ropas tan humildes.
Y Don Magnifico sin aparecer.
Me gustaría anunciar la llegada del fingido príncipe.
¡Qué buen consejo!
Vestido como un criado desvelaré mejor el corazón de las féminas.
Y así Dandini hace de Príncipe...
Un millón de perdones.
¿Es su alteza el Príncipe?
- Enseguida vendrá. - ¿Cuándo?
En tres minutos.
¡Daos prisa, hijas!
Voy para que se den prisa.
Un siglo es un momento en sus tocadores.
¡Qué majadero!
Muy bien, aquí está Dandini.
Elige la esposa, date prisa.
El tiempo pasa volando.
Si no, la estirpe principesca se extinguirá.
Igual que la abeja en abril vuela juguetona
del lirio a la rosa buscando una flor para ella,
yo voy de una belleza a otra.
He visto ya tantas,
pero no encuentro juicio, una cara bonita,
un bocado exquisito para mí.
Príncipe...
Señor...
¡Cómo nos honra!
¡Qué diluvio de honores!
No es nada.
¡Qué linda, qué graciosa!
¿Digo bien?
Son clavaditas a papá.
¡Ten cuidado, idiota!
Por piedad, bajad la vista.
Me hacen perder la razón,
y con el disparo de un doble cañón
desencajado tengo el corazón.
El final de esta comedia será una tragedia.
Me mira y suspira. No hay duda, es ya mi esclavo.
- ¡Idiota! - Gracias.
¡Qué alegría!
¡Qué boca y qué ojos deliciosos!
Sois la octava
y la novena maravillas del mundo.
De tal padre, tales hijas.
¡Gracias!
Su alteza, ¿qué decís? Estoy confundido.
Auténticas tallas etruscas.
- ¿Digo bien? - Vas demasiado lejos.
Alardeo de grandeza, mi estilo ha de ser grandioso.
Que no se os escape.
Prosiguiendo el discurso que aún no he empezado,
he vuelto de mis viajes
a casa de mi padre,
que como está agonizando
me ha ordenado
que me case, o me deshereda,
así que invité a todo el vecindario
confiando encontrar un delicado bocadito para mí.
He dicho, y ahora me tomaré un respiro.
¡Qué elocuencia!
¡Qué hermosas ropas!
Y aquel otro me mira.
¡Aquí la tenemos! Se me desboca el corazón.
Hermosas muchachas, si os dignáis a tomar del brazo a un caballero
el carruaje está listo.
Vamos.
Padre...
Excelencia, no ***éis en venir.
¿Qué haces tú aquí? Mi sombrero y mi bastón.
¡Eh! Sí, señor.
Avanzad con andar baronil a mis soberbias estancias reales.
Os seguiré.
Ella es a quien quiero volver a ver.
Déjame solo.
¿Le está gritando?
- El tiempo vuela. - ¿Qué querrá?
¿Quieres dejarme?
Una palabra.
Señor, sólo una palabra.
Llevadme a casa del Príncipe
y sólo una hora dejadme bailar.
¿Qué pasa?
¡La hermosa Venus!
Está inmóvil como una estatua.
¡Magnífica, encantadora!
- ¡Soberbia, descarada! - Silencio, observemos.
Déjame, debo irme.
¿Nos vamos o no?
Se me parte el corazón.
Sólo media hora, un cuarto.
- Déjame, o te hago trizas. - ¡Deteneos!
¡Señoría!
Márchate.
¡Su Excelencia! ¡Criada ignorantísima!
¿Criada?
- ¿Criada? - Bueno...
De orígenes bajísimos.
Se da ínfulas de superior
esta chiquilla, pero no hay nada que haga bien.
Vete a tu habitación y limpia el polvo.
No puedo contener mi ira.
Vamos, no la maltratéis.
¿Siempre tendré que estar entre cenizas?
Señores, convénzanlo de que me lleve a bailar.
¿Siempre entre cenizas?
Mi códice dice que tres hermanas
viven con Don Magnifico.
Como el Príncipe se dispone a elegir a su prometida,
os pido ver a la tercera.
¿Me hacéis padre de otra hija?
La tercera hermana.
Ella... murió.
Mi códice no dice eso.
Están hablando de mí.
No, no murió.
Tú cállate.
Mirad aquí.
Si abres el pico te degüello.
¿Entonces murió?
Su alteza,
murió.
En sus expresiones de asombro
puede verse cómo da vueltas su cerebro.
Están llenos de dudas e incertidumbres.
En sus expresiones de asombro
puede verse cómo da vueltas su cerebro.
Están llenos de dudas e incertidumbres.
Si dices una sílaba más esto será un cementerio.
Ayudadme, no me dejéis. Ah, ¿qué será de mí?
Mi ira va en aumento.
Todo cambiará.
Ese orgullo será como polvo que se lleva el viento.
Tras el llanto vendrán las risas.
Hija, hija...
¿Hija me llamáis?
Mi padrastro no quiere ser mi padre,
mientras que vos...
Pero mirando vuestros guiñapos y los míos,
sería digna hija de un padre así.
Calla, hija, y ven conmigo.
¿Contigo? ¿Adónde?
A la fiesta del Príncipe.
¿Venís a burlaros de mí?
¡No! ¡Eleva tus pensamientos!
¡Todo ha cambiado para ti!
Caminarás sobre tesoros como si fueran barro, robarás los corazones de todos.
Ven conmigo y no tengas miedo.
Un dios me inspira desde lo alto
cuyo trono nunca se derrumbará.
Si sigues dudando,
¡mira quién soy!
En el cielo,
en el arcano profundo del cielo,
en el alto trono del poder,
el Señor del mundo nos observa
y el trueno resuena suavemente a sus pies.
Todo lo sabe, todo lo ve.
No deja que muera la bondad.
Ve tu llanto y tu aflicción cuando te sientas junto al fuego.
Envía una centella inocente para cambiar tu vida cruel.
La escena ha cambiado.
Tu sufrimiento se va a terminar.
¿No escuchas qué murmullo?
Con mi carruaje te encaminas a triunfar.
¿Estás confundida?
¿No tienes nada que decir?
Tu cabeza da vueltas
como un barco en la tormenta,
subiendo y bajando.
Pero el chaparrón ha pasado y ha llegado la calma.
Tu destino ha cambiado.
Tu inocencia brillará.
Bravo, Don Magnifico.
Nos ha dado una disertación sobre vinos y vendimias.
Alabo vuestro talento.
Se ve que ha estudiado.
Bajad a nuestra bodega.
Si os mantenéis en pie
después de treinta catas os promoveré al honor de bodeguero.
Distingo el talento, y premio al sabio.
Su alteza es un pozo de bondad.
Cuanto más se saca, más queda por sacar.
Hijas, estáis a salvo. Mi promoción es un signo seguro.
Clorindita,
Tisbita,
tened feliz al Príncipe.
Voy a la bodega.
Examina cómo son e infórmame de todo.
Ve y cumple mis órdenes.
¿Has oído?
He oído.
Adiós, fiel vasallo.
Ahora estaré con vos. Las imagino bien esculpidas
y que Cupido
fue el escultor.
Yo soy la mayor, así que ruego preferencia.
Yo soy la pequeña y envejeceré más tarde.
Es una chiquilla y no sabe nada de nada.
Es como agua sin sal, no sienta ni bien ni mal.
Por favor, considere mis méritos.
Mire, yo no tengo colorete.
Pero su aspecto pálido es gracias a los polvos.
Favorézcame a mí.
Hermosas damas, ¿quieren partirme en dos?
Tengo dos regios ojos y no llevo gafas.
Fíate de mí, tesoro mío.
Mi corazón late sólo por ti.
Me inclino ante vuestra alteza.
Ante la alteza vuestra.
Le traeré una nota con mis asuntos.
Lectum.
Volveremos a vernos.
Puede que sí, puede que no.
¡Poder del mundo!
¡Le hago reverencia!
¡Y yo me desplomo!
Dado que ya ha probado treinta botellas,
que ya ha bebido por tres
y que hasta ahora no se tambalea,
su majestad tiene el placer de nombrarlo bodeguero,
intendente de los vasos, con amplia autoridad,
presidente de la vendimia.
Por eso todos a su alrededor nos disponemos a bailar.
¿Intendente? ¿Director?
¿Presidente? ¿Bodeguero?
¡Gracias, gracias!
Mi corazón brinca de alegría.
Que se escriba lo que voy a decir.
Quiero que se hagan seis mil copias.
Estamos listos para escribir.
Nosotros, Don Magnifico,
en mayúsculas.
¡Idiotas, en mayúsculas!
¡Bravo! Eso es.
Nosotros, DON MAGNIFICO, Duque y Barón
del antiguo Montefiascone,
intendente, presidente,
con veinte etcéteras.
En el esplendor de su autoridad,
dicta la siguiente orden:
que durante quince años ningún vino se mezcle
con una sola gotita de agua.
La pena será el estrangulamiento,
para que, etcétera, luego, etcétera, en el año, etcétera, Barón, etcétera.
Barón, etcétera, ya está listo.
Ahora pegadlo por la ciudad.
Vamos a preparar la cena.
El vino correrá como un diluvio.
Un premio de dieciséis piastras para quien beba más vino de Málaga.
Silencio, bajito, sin estrépito.
Dime sinceramente, ¿cómo son las dos?
Suavemente, a media voz, con la mayor confidencia,
son una mezcla de insolencia, de capricho y vanidad.
Alidoro me dijo que una hija del Barón...
Menudo cabezón que tiene el maestro, ¡no hay otro bobo igual!
Que se case con ellas quien quiera, seguiremos actuando.
Son un par de vanidosas, me conviene disimular.
Principito, ¿dónde estáis?
Principito, ¿dónde estáis?
Ah, ¿por qué me abandonáis? Me hacéis desesperar.
- Yo os quiero. - No, yo os quiero.
Dejémonos de tonterías.
No puedo casarme con dos hermanas.
Me caso con una.
¿Y la otra?
¿Y la otra?
La otra,
se la daré a mi amigo.
¡Puah! ¡Un criado!
Seré dócil, amoroso.
Un criado, no señor.
Tengo un corazón muy tierno.
Un criado, no señor.
- Plebeyo. - Vulgar.
Me pongo mala sólo de imaginarlo.
Esta escena es para contarla.
Me pongo mala sólo de imaginarlo.
Venga, entra, acércate.
No hay antecámara.
Sabio Alidoro,
¿qué es este estrépito?
Viene una dama desconocida,
con su rostro oculto por un velo.
¡Una dama!
Sí señor.
¿Quién es?
No lo ha dicho.
¿Es hermosa?
Sí y no.
¿Quién será?
No se sabe.
¿No ha dicho nada?
No, señora.
- ¿Y viene aquí? - ¿Quién sabe por qué?
Ya me consumo de celos.
- ¿Por qué estoy sintiendo - Me he vuelto de azúcar.
- esta misteriosa agitación? - ¡Cuántas moscas a mi alrededor!
A pesar de tu velo has robado nuestros corazones.
Si te quitas el velo, ¿qué pasará?
Desprecio los dones que nos brinda
la voluble fortuna.
Quien quiera casarse conmigo debe ofrecerme
respeto, amor y bondad.
Su voz penetra en mi corazón.
Aunque ya la he oído antes.
Me trae esperanza y me hace un hombre nuevo.
Hermosos ojos velados,
enviad una mirada penetrante,
revelaos un minuto,
aunque sea por cortesía.
Ahora veremos este gran milagro.
No sé qué pensar o qué decir.
Esto es algún engaño, ese rostro me deslumbró.
No sé qué pensar o qué decir.
Esto es algún engaño, ese rostro me deslumbró.
Alteza, la mesa está...
¡Qué bestia!
¡El parecido!
¿No se parece a Cenicienta?
- Eso es lo que nos parecía. - Pero luego volvimos a mirarla.
- La nuestra es apocada y torpe. - Esta es más refinada.
Pero no es una Venus como para asustarnos.
La otra se sienta entre cenizas con sus guiñapos.
El viejo mira y duda.
Ella me mira y tiembla.
Basta de hacer las estatuas, se sufre de hambre.
Vamos a cenar.
Luego bailaremos,
y la más hermosa conmigo se casará.
Hoy que hago de príncipe voy a comer por cuatro.
Me parece estar soñando entre arbustos y jardines.
Los arroyos susurran, los pájaros cantan.
Nado en un mar de delicias.
Pero bajo tierra
muy suavemente
empieza a arder un cierto fuego.
De repente, estallará un terremoto.
Todo empezará a temblar y me despertará.
Y tengo miedo de que mi sueño se desvanezca en humo.
Me parece que esos bribones se ríen de nosotros a nuestra espalda.
Por el nuevo vino, los mataré.
No os enfadéis, padre.
Miles de ideas tengo en la cabeza.
Sólo nos faltaba esa mujer anónima.
¿Y puede competir con nosotras por el corazón del Príncipe?
Lo único es que se parece a Cenicienta.
Se parecen tanto que son como dos gotas de agua.
El parecido con nuestra hermanastra es fatal para nosotras.
¿Tú sabes qué tormenta estallará
si alguien descubre cómo he dilapidado su herencia?
Lo he gastado todo para vestiros a vosotras.
La he reducido a un saco de huesos.
Ay, si se descubriera todo estaría acabado.
¿Asustaros estando a nuestro lado?
¿Hay buenas perspectivas?
Seguro, seguro. Pero es muy posible.
Yo casi puedo otorgar privilegios.
En secreto me dijo ''alma mía'', suspiró muy fuerte
y se fue.
¿Qué es eso de suspirar?
Cuando me ve se echa a reír.
Con una suspira, con la otra ríe.
Vos que sois una lumbrera, papá,
¿decidnos, qué pensáis?
He jugado dos números y ganaré con uno.
De vosotras no se escapa. Entre nosotros nos entenderemos.
Me encomiendo a vosotras.
Quienquiera de mis hijas que ascienda al trono,
no abandones,
no abandones a un magnífico papá.
Ya puedo ver a la gente cogiéndome en un aparte.
Dirán sacándose el sombrero:
''Barón, ¿podría llevar una solicitud a su regia hija?''
''Aquí tiene algo para usted'', y me entregan un doblón.
Yo respondo: ''Ya veremos''.
''Lo estudiaremos''.
''Su petición llegará a palacio''.
Me doy la vuelta y un sombrerito se inclina ante mí,
todo suspiros y cumplidos:
''Baroncito, ¿se acuerda de aquel asunto...?''
Ya sabe, sin dinero se habla a los sordos.
Ella extiende su mano y me da una piastra.
Entonces me vuelvo galante: ''¡Vaya ojos!'', le digo.
''¿Qué no haría yo por vos?''
''¡Quiero que quedéis contenta!''
Me despierto a mediodía.
En cuanto toco la campanita,
y una legión de suplicantes rodea mi cama.
Buscan protección, justicia.
Otro un trabajucho, y una cátedra pide un memo.
La concesión de alfileres o de la pesca de anguilas.
Estoy rodeado de peticiones
y de botellas, de brocados, velas y todo tipo de alimentos.
¡Basta! ¡Ya está bien!
¡Marchaos ya!
Cierro la puerta con cadenas.
Oportunistas, incordiantes, largaos, dejadme en paz.
Esta bella desconocida que tanto se parece a la pobre muchacha
está haciendo nacer en mi pecho una ansiedad desconocida.
También Dandini parece enamorado.
Allí llegan. Aquí podré oírlos sin que me vean.
¡No huyas! Ya me has hecho medir cuatro veces la terraza.
O cambiáis vuestro tono, o me voy.
¡Hablar de amor es una estocada!
¡Pero estoy enamorada de otro!
¿Y me lo dices a la cara?
No os enojéis por mi sinceridad.
- ¿Y a quién amas? - Perdón...
- ¿A quién amas? - A su criado.
¡Qué alegría, amada mía!
Todo va de maravilla.
¿No te seducen el rango y la riqueza?
Virtud, riqueza y amor es lo que aprecio.
Entonces, ¿serías mía?
Primero debes encontrarme, conocerme,
examinar mi fortuna.
Contigo, querida, iré volando.
No me sigas, te lo ordeno.
¿Y entonces?
Toma esto, y búscame.
En mi brazo derecho verás a su pareja,
luego, si no te disgusto, seré tuya.
Dandini, ¿tú qué dices?
Creo que he pasado de ser Príncipe a testigo.
Luego, si no te disgusto, seré tuya.
¿Qué misterios son éstos?
Mi sabio y venerado maestro.
El amor me llena el corazón.
¿Qué debo hacer?
Que el corazón te aconseje.
Ya no eres el Príncipe.
Saca de mi palacio a todas esas memas.
¡Aquí mis fieles!
Que preparen mi carruaje.
Volaré sobre las alas del viento.
Juro que la encontraré.
Me empuja el amor.
Aunque se encuentre en brazos de Júpiter,
la encontraré.
Prenda querida y adorada,
cómo te estrecharé contra mi pecho.
Volaremos y preguntaremos,
buscaremos y encontraremos.
Dulce esperanza y un frío temor luchan dentro de mi corazón.
¿Así que soy un ex-príncipe?
¿Del todo a la nada en un momento?
La verdad es que lo hice muy bien.
Perdone mis prisas, pero las dos chicas tienen un frenesí.
¿Podríais elegir ya?
- La elección está hecha. - ¡Está hecha!
Decidme entonces.
¡Está hecha!
¿Vendrán mis retoños a vivir a estas estancias?
Ya lo sabrán luego. De momento
- es un secreto. - ¿Cuál es?
¿Clorindita
o Tisbita?
- No os apresuréis. - Decídselo a su papá.
Pero
- guardad silencio. - Por supuesto, decídmelo enseguida.
¿No nos oye nadie?
No se ve ni una mosca.
Hay un misterio que os dejará aturdido.
Estoy en ascuas.
Vamos a sentarnos.
Deprisa, por caridad.
Es un caso muy extraño.
¿Quiere casarse conmigo?
- Os lo ruego. - A vuestro servicio.
Sed sigiloso con lo que oiréis de mis labios.
Llevo conmigo una caja de documentos.
Un importante secreto, un misterio intrigante,
eso es lo que debo revelaros.
Es algo extraordinario.
Quedaréis asombrado.
Estaré sin pestañear,
sin respirar,
estoy escuchando.
Seré como una estatua.
Contaré cada una de las sílabas.
Un hombre sabio y maduro da siempre el mejor consejo.
Si me casara con vuestra hija, ¿cómo habría de tratarla?
¡Yo soy ya un consejero! ¡Qué clemencia!
Su excelencia, bueno, su alteza, escuchad.
Tened siempre a punto treinta criados
y ciento dieciséis caballos.
Invitad a docenas de condes y duques.
Las comidas siempre con helados, carruajes y carrozas.
Os respondo con franqueza.
No acostumbro a cenar, como las sobras.
No me mezclo con grandes señores, me quedo con los criados
y siempre voy a pie.
- Estáis de broma. - Os lo prometo.
- ¿Entonces esto? - Esto es un cuento.
Es mentira que soy príncipe.
Me he disfrazado.
Ha venido el verdadero príncipe, me ha quitado el disfraz.
Vuelvo a mi oficio.
Soy Dandini el criado.
Hago camas y limpio ropas. Afeito al príncipe y lo peino.
¡Afeitarlo y peinarlo!
El verdadero príncipe habrá de pagar esta afrenta.
No se preocupe, no hará nada. Es mejor que se vaya enseguida.
- No me iré. - Sí se irá.
- Soy un barón. - El bastón está listo.
Volveremos a vernos. Hablaremos.
Tengo un contrabajo en el cerebro, que bajo, bajo zumbando va.
¡De la cima al fondo, poder del mundo! ¡Qué resbalón, qué gran caída!
Ahí está, dirán todos, se burlarán por la ciudad.
¡Pobre diablo! Tened prudencia, vuestra excelencia.
Sabré hacerle rizos, desbarbarla. Miradlo, el mastuerzo está ahí.
Había una vez un rey
que se cansó de estar solo.
Y buscando, encontró,
pero había tres que querían casarse con él.
¿Qué podía hacer?
Despreció el fasto y la belleza,
y finalmente escogió
la inocencia,
la inocencia y la bondad.
¡Cuánto te quiero!
Y a quien le he dado tu pareja lo quiero aún más.
¿Qué es ese ruido?
¡Qué caras! Está de vuelta.
Creía que no volvería hasta el amanecer.
Os lo había dicho.
Pero son absolutamente idénticas.
Ella era la original, ésta es el retrato.
- ¿Has hecho todo? - Todo.
¿Por qué me miráis así?
Porque hay una bruja que se parece a ti.
Me desahogaría con tus hombros.
¡Pobres hombros! ¿Qué tienen que ver con eso?
Se acerca una tormenta.
¡Más que una tormenta!
Me gustaría que un relámpago fulminara al criado.
Decidme qué ha ocurrido.
¿Tenéis alguna pena secreta?
Tonta, ve a preparar la cena.
Voy, sí, voy.
¡Vaya genio terrible!
Tengo a mi criado en el corazón.
Perdonadme, amigos.
El carruaje del Príncipe ha volcado.
- Pero, ¿qué veo? - Sois vos.
Pero, ¿dónde está el Príncipe?
Vos lo conocéis.
¡El criado!
Uh, mirad.
Perdonadme si es que...
Nada de eso, señor.
Mi señor.
No ha venido aquí sin motivo. Una de vosotras será su esposa.
Cenicienta, trae la silla noble.
No, tengo poco tiempo. Otro carruaje está de camino.
Pero, ¿cómo? ¿Tan pronto?
- Date prisa, Cenicienta. - Aquí estoy.
Dásela al Príncipe.
Es éste.
Éste. ¿Qué es lo que veo?
- ¡El Príncipe! - ¡Detente!
El brazalete. ¡Es ella!
¡Qué alegría siento!
¿Sois vos?
¿Sois vos el Príncipe?
¡Vaya sorpresa!
¡Qué maravilla!
- Pero... - Callad.
Adiós, cerebro.
- Si... - Silencio.
¿Qué pasará?
Esto es un nudo enredado, una red enmarañada.
Cuanto más se deshace, más se enreda.
Mi cabeza está dando vueltas.
Voy a tientas y a oscuras, estoy enloqueciendo
¡Tonta, descuidada!
¿Qué buscas? ¿Qué pretendes?
Es descortés estar con gente noble.
Criada descarada, ¿quién te ha enseñado a estar con personas ilustres?
Ve a la cocina y no vuelvas.
Almas miserables, en vano intentáis insultar a la mujer que adoro.
Tened cuidado, que mi ira caerá sobre vosotros.
Sabía que esta comedia cambiaría en el segundo acto.
Ya tenemos la tragedia y la disfruto de verdad.
Soy de hielo.
Soy de estuco.
Está hecho un mameluco.
- Pero una criada... - Callaos.
Ya no puedo contener mi ira.
Señor, si es cierto que en vuestro corazón albergáis algún amor por mí,
entonces perdonadlos, y que triunfe la bondad.
Mirad esas lágrimas, ¡qué candor, cuánta bondad!
Mirad a esa hipócrita.
Su alteza, ¿qué es lo que queréis?
Basta ya de palabras.
Ella será mi esposa.
Lo dice para burlarse.
¿No ves que es una broma?
Lo juro.
Lo juro: será mía.
Pero yo pensaba que una de mis hijas...
No son para mí.
Soy plebeyo, soy vulgar.
La pelota está de vuelta
y el mejor jugador la ha cogido en el aire.
Ven a reinar, lo ordeno.
Besadme la mano al menos,
abrazadme.
Lárgate.
¡Vosotros, malvados! Os haré temblar.
Gruñendo, rezongando...
Gritando, enojándose...
Temblando, estallando de ira...
Amenazando, suspirando...
Va a acabar arrastrándonos a todos como locos.
¿Qué encanto es este?
¡Yo feliz! ¡Oh, qué maravilla!
¿Es esto un sueño?
Qué cambio tan repentino.
Mi cerebro está en una tormenta, apenas puedo respirar.
Ven, amor te guiará a reinar, a triunfar.
Así que se han burlado de nosotros.
Estoy ciega de ira.
Parece un sueño.
- Cenicienta... - ...será princesa.
¿Quién sois?
Os pedí una limosna, y me despedisteis.
Pero Angiolina no fue sorda a las desgracias de otro.
La teníais como una vil criada, entre cenizas y harapos.
Ahora ascencerá al trono.
¿Qué será de nosotras?
Podéis elegir entre acabar vuestros días en la miseria,
o acudir al trono e implorar perdón.
Yo mismo he preparado la fiesta nupcial.
Este es el momento.
¿Rebajarme ante ella?
¡Qué espanto!
La píldora es un poco dura, pero deberá tragarla.
Y vos, ¿qué pensáis?
Acepto mi suerte. La humillación no va a matarme.
Gracias, cielos. Mis esperanzas se han cumplido.
El orgullo ha sido derrotado.
Mi discípulo será feliz.
Ha triunfado la bondad.
Estoy contento.
La rueda de la veleidosa fortuna
ha llegado al final y se ha detenido para ti.
El orgullo se convierte en polvo.
Ha triunfado la bondad.
Esposa...
Perdonadme, señor, que esté aún confundida.
Hace poco estaba entre cenizas.
Ahora estoy en el trono.
Alteza, me postro ante vos.
¿Nunca os oiré llamarme hija mía?
- Estas orgullosas... - Príncipe, caigo a vuestros pies.
He olvidado antiguas injurias.
Asciendo al trono, y quiero estar a la altura de él.
Mi venganza
será perdonarlos.
Nací entre llanto y sufrimiento.
Yo sufría mientras mi corazón callaba.
Pero por un dulce encanto en la flor de la edad,
como un súbito destello
mi suerte ha cambiado.
No, secad vuestros ojos.
¿Por qué tener miedo?
Venid junto a mi pecho.
Una hija, una hermana, una amiga,
todo tendréis en mí.
Nos enternece como una diosa.
Padre, esposo, amigo, ¡qué momento!
Eres digna del trono,
pero un trono es poco para ti.
Ya no me sentaré sola nunca más junto al fuego cantando tristemente.
Mis largos días de sufrimiento fueron un sueño, un juego.
Todo cambia poco a poco, deja al fin de suspirar.