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La trágica noticia del fusilamiento
del emperador Maximiliano, fue leída de forma
muy diferente por Manet, con total desapasionamiento
y con la creencia de haber encontrado por fin
la ocasión idónea para interpretar con sentimiento moderno
un tema clásico: el de un fusilamiento.
Supondría además un desafío personal
encarnado en el precedente genial
de su admirado Francisco de Goya.
Manet, que había sido excluido
de la exposición universal de ese mismo año,
organizo por su cuenta una gran muestra individual
con más de 50 obras,
ocasión en la que tenía pensado presentar este cuadro
que interpretaría en términos exclusivamente pictóricos
y en el que el tema solo sería un punto de partida.
Sin embargo, y como era de esperar,
la policía no entendió estas intenciones
y comunico al pintor que por razones de seguridad
y orden público no se le iba a permitir
exponer una obra como esa que les parecía subversiva
en un momento tan delicado para el gobierno napoleónico.
Indignado, Manet dejaba inacabada esa primera version
y se marchaba a Trouville,
allí, pasado un tiempo, retomó la idea de realizar el cuadro
que sería modificado después de leer un artículo de prensa
en donde se informaba que el pelotón de fusilamiento
había vestido uniformes franceses,
seguramente para humillar aún más a las víctimas.
Para retratar a las víctimas se sirvió
de una fotografía de prensa en el caso del emperador
y de su amigo el violinista Damourette,
y de un modelo profesional para dar rostro
a los generales Mejia y Miramón,
situados en el cuadro a izquierda y derecha
del emperador respectivamente.
A diferencia de la obra de Goya,
Manet elimina todo dramatismo en la escena
utilizando recursos como las marcadas
líneas verticales que forman los cuerpos de los soldados
y horizontales que señalan con fuerza los fusiles.
También la escasa distancia entre víctimas y verdugos
que resta credibilidad al hecho
y por último la sorprendente actitud distraída del soldado
que en el lado derecho del cuadro carga su fusil.
Desprovisto así de todo apasionamiento
o toma de postura personal, el cuadro se ha convertido
en un paradigma de pintura pura, de contraste de líneas,
de juego de volúmenes y de masas de color.