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Cuenta la leyenda que hace mucho tiempo existió una región enorme en la que vivían unos
seres muy, pero que muy pequeños. Algunos eran del tamaño de un tapón de tetra
brick y otros llegaban a ser tan altos como el tapón de un pote de suavizante.
Es por ello que decidieron llamar a aquel lugar Región Tapón.
Vivían al pie de una gran montaña, en una zona repleta de árboles tan altos que parecían
rozar el cielo, a poca distancia de un gran mar plagado de distintos tipos de ballenas
y otros muchos peces. En los libros de la zona se narra como estos
seres convivían con algunas especies de dinosaurios y gran variedad de seres de gran tamaño.
Bueno, en realidad, la ciudad en la que vivían se encontraba al pie de una pequeña colina,
plagada de algunos árboles y muchos arbustos. Cerca de allí discurría un pequeño arroyo
y los animales eran los normales en cualquier bosque, aunque ellos tenían cierta tendencia
natural a maximizarlo todo.
La vida allí era tranquila, se habían adaptado muy bien al entorno y eran felices en su pequeño
gran rincón del mundo. Solo les afectaban los problemas cotidianos
del día a día. Aunque, bueno, no hay que olvidar un problema
bastante grave que afectaba a todos los habitantes de la Región Tapón: la meteorología.
Al ser tan diminutos, tenían muy poco peso, por lo que en las épocas invernales debían
andar con pies de plomo. Literalmente. Lo peor de todo era el viento. Si les pillaba
sin contrapeso en los zapatos, podía echarlos a volar y llevarlos a muchos kilómetros de
allí. Y no os imagináis lo fastidioso que es tener
que andar de vuelta a casa después de dar cientos de vueltas en el aire.
Un día, la pequeña Sara salió de casa a dar un paseo. Se le había ocurrido una idea
genial y en casa era incapaz de concentrarse. La música era lo único que le ayudaba a
evadirse, de modo que cogió su flauta y salió a la calle entusiasmadísima.
Estaba decidida a rodar la primera película de animación de la Región Tapón.
Lo tenía todo pensado. La historia sería intrigante, con toques de terror y un final
inesperado. Seguro que engancharía a todo el mundo desde el principio.
Realizaría los dibujos en una pila de hojas y después los pasaría a mucha velocidad
para que pareciese que cobraban vida. Era una idea genial.
Tanto, que empezó a bailar y cantar al son de la música que ella misma producía. De
repente se sintió como si estuviese volando.
Y, bueno, realmente ¡estaba volando!
La había pillado una ventisca y no había cogido sus pies de plomo. El viento la llevó
hasta lo alto de un gran árbol y no sabía cómo podría bajar de allí.
Estaba bastante asustada. Jamás se habían enfrentado a un problema de este calibre.
Cuando los demás vecinos la encontraron, Sara no paraba de llorar. Estaba asustadísima.
Cada uno de ellos intentó cosas diferentes para intentar calmarla o para aportar soluciones
sin lograr ningún resultado.
Así siguieron hasta que uno de los más ancianos de la Región Tapón llamó la atención de
todos. Les hizo ver que por separado, jamás lograrían nada.
De nada servía que tejiesen una larga cuerda o que confeccionaran un ala delta si se dejaban
llevar por la urgencia de la situación. De modo que reunió
a toda la comunidad al pie del árbol y, por orden, buscaron soluciones viables para poder
ayudar a la pobre Sara.
Finalmente decidieron tallar en el tronco del árbol una escalera en espiral que llegara
hasta lo más alto. Así que se pusieron manos a la obra.
Todo el mundo contribuyó, incluidos los pequeños habitantes de los pueblos vecinos.
Cada vez eran más y más los seres del tamaño de un tapón que colaboraban en el rescate.
Cuando la rescataron, Sara era la más feliz del mundo y para celebrarlo hicieron una fiesta
tan grande y divertida que se ha hablado de ella durante cientos
de años. Aunque, lo más recordado realmente fueron
otras dos cosas: por un lado, la película de animación que realizó Sara
en la que narra la gran hazaña de la que ella había sido protagonista involuntaria;
y, por otro lado, la gran lección que les enseñó aquel día.
Una lección que quedó plasmada en un refrán que, hoy en día, nadie ha olvidado: un tapón
ayuda, pero cientos de ellos pueden lograr lo que quieran.
Empezando por salvar vidas.