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Dios, en su infinita misericordia, nos dejó el Sacramento de la Confesión.
Dejó los siete Sacramentos que son, como decía nuestro Padre,
como las huellas de sus pisadas sobre la tierra.
Y, entre ellos, la Confesión.
Y ahora, por desgracia, hay mucha gente que no se acerca a la Confesión
y que comulga sin estar preparada, sin haber recibido la absolución,
y, por tanto, estando con el alma mal dispuesta.
Esto es un dolor muy grande, es falta de fe, es falta de formación.
Hijos míos, os pido por amor de Dios que hagáis mucho apostolado de la Confesión.
Que os confeséis vosotros mismos
y que llevéis a mucha gente a confesar, a vuestros amigos,
a vuestros parientes, a vuestros vecinos,
¡a confesar!, ¡a confesar!.