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- ¿Cómo lo sabe? - Lo veo en el monitor.
Muy interesante. Lo que me llama la atención es que
a pesar de que el sueño termina de forma amistosa, amigable,
porque los dos protagonistas se ponen de acuerdo,
usted sigue atormentado, preocupado, ¿no?
Lo que pasa es que ayer yo tuve un día muy difícil.
A un amigo mío se le incendió el comercio, a mi cuñado le chocaron el coche...
Y seguramente tiene que ver con la tesis que no puede escribir sobre Mastropiero,
que es lo que lo mantiene de esta manera, así, preocupado...
Lo que pasa es que ayer yo tuve un día muy difícil.
A un amigo mío se le incendió el comercio, a mi cuñado le chocaron el coche...
Y ahora me doy cuenta de otra cosa.
Me estoy dando cuenta de que en realidad usted no hace como yo precisaba antes.
Usted invierte el proceso. Usted no es que tome la hostilidad del entorno
y la introyecte bajo la forma de una pulsión depresiva superyoica.
Es al revés, usted la pulsión depresiva ya la tiene.
Incluso, me atrevería a decirle que la tiene de nacimiento.
Entonces, ¿qué hace? Toma la pulsión depresiva superyoica interna
y la "ex-troyecta".
La "ex-troyecta" bajo la forma de hostilidad del entorno.
Soy un genio.
Lo que pasa es que ayer yo tuve un día muy difícil.
A un amigo mío se le incendió el comercio, a mi cuñado le chocaron el coche...
¿Y sabe lo que más me llama la atención, en realidad?
Y hasta, un poco, perdóneme, me molesta,
es esa fantasía suya, esa paranoia persecutoria suya de sentir que siempre lo interrumpen.
Estaré somatizando...
Lo que pasa es que ayer yo tuve un día muy difícil.
A un amigo mío se le incendió el comercio, a mi cuñado le chocaron el coche
y yo me deprimí y me emborraché.
Bueno, usted se deprime por cosas que suceden a su alrededor.
- En este caso, usted no tiene la culpa. - Sí tuve la culpa.
Primero me emborraché.
Después le saqué el coche a mi cuñado y lo choqué contra el comercio de mi amigo.
Por eso se incendió.
¡Tenía el tanque lleno!
Eh... Ramírez, discúlpeme, ehm...
¿Usted se emborracha muy seguido?
No, tengo que dejar pasar un par de horas.
No, no me entendió, me refiero...
Que se ve que el alcohol le cae mal.
- A veces me cae mal, tengo alucinaciones. - Sí, no, me refiero a que tiene mala bebida.
¿Mala bebida, yo? Tengo un whisky buenísimo:
"Scottish Hooligan".
Digo que el alcohol le hace mal.
A veces. A veces me hace mal, sí, es verdad.
- Le provoca cosas, usted me estaba diciendo. - Alucinaciones.
Aluxinaciones.
Sí, veo insectos, arañas, mosquitos, monstruos, una cosa horrible.
Delirium Tremens.
"Scottish Hooligan".
Scottish Hooligan de doce.
¿Doce años?
Doce pesos,
la caja de seis botellas.
¡Con razón ve insectos!
¿Y por doce pesos qué quería ver?
¿Pollo al horno?
Veo cada cosa... Veo elefantes con trompita
y jirafas con el cuello largo y colita,
y las orejas espantosas, así como las suyas.
Bueno, no, orejas...
¡Orejas lindas tienen! Muy lindas orejas.
Y veo hienas. A donde yo veo está lleno de hienas.
Hieno. Hienas. Hieno. Hiena.
Hieno de hienas.
He tartrado de ver hiena...
Hien... está hieno de hienas.
"Hienas".
Y las hienas no se ríen.
¡No, no se ríen! Lloran.
"Introyectan su pulsión depresiva".
Pero lo que más veo son ratas.
Ratas, ratas y ratas.
Y un cuis.
El otro día aluciné por completo el cuento de "El flautista y las ratas".
Pero la verdadera historia, no la que le cuentan a los niños.
La verdadera historia de "El flautista y las ratas".