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Sobre la posmodernidad, que ya hablamos mucho,
son esos conceptos que los que trabajamos en estas áreas, filosofía, sociología, humanidades,
son categorías que nos han venido bien porque hemos pegado investigaciones,
escrito libros, dado miles de conferencias,
y en realidad, más allá de los nombres rimbombantes,
lo que sí está claro es que después de mucho tiempo
de construcción de un tipo de cultura como la nuestra,
hace unos años se viene pergeñando una forma de relacionarnos con el saber,
pensada más, no tanto desde la construcción,
si no desde la deconstrucción.
Uno de los términos que quiero recuperar de la posmodernidad,
como palabra afín o asociada, es la palabra deconstruir.
Difícil,
difícil, primero porque no hay consensos,
porque los autores que hablan de deconstrucción,
hablan desde lugares muy diferentes.
Tal vez el pensador deconstructivista más groso ha sido Jacques Derrida,
que es el que más ha escrito sobre el tema, súper recomendable.
Pero tratemos de entender de lo que hablamos,
deconstruir primero aparece como un posible opuesto a construir.
Nuestra cultura es una cultura de la construcción de conceptos,
se construyen conceptos con qué objetivo,
los conceptos se instalan como conceptos que explican
una supuesta naturaleza de las cosas.
Dicho más fácil, el saber en occidente
siempre ha sido un tipo de saber que ha tenido como objetivo supremo
el alcanzar la certeza, el alcanzar la verdad, el construir una certeza.
Aprender es alcanzar una verdad,
esto de por sí ya es discutible.
Pensar que educarnos significa el alcance sistemático de las grandes verdades que explican lo que hay,
supone por lo menos tres o cuatro problemas,
uno, que hay una verdad,
dos, que el ser humano la puede alcanzar,
tres, que las verdades no cambian con el tiempo.
Hay detrás de esta panacea, de este objetivo
de alcanzar una especie de representación real de lo que hay,
hay un espíritu de lo que ha sido el pensamiento de nuestra cultura occidental.
Hace tiempo, en especial a partir de que en el siglo XIX
surge lo que Paul Ricoeur llama la escuela de la sospecha.
Paul Ricoeur es un pensador del siglo XX que dice,
-hay tres pensadores que empezaron a romper todo,
son Freud, Nietzsche y Marx-.
Si tomamos a los tres pensadores, no en el total de su obra, sino en algunos aspectos,
los tres hacen de la sospecha frente a los saberes construidos,
el espíritu de su trabajo.
Esa sospecha frente a lo construido
tiene un nomenclador, que a mí me interesa mucho y que es muy polémico en el trabajo nuestro con nuestros alumnos,
la desnaturalización.
Porque lo que realizan estos tres autores,
es como si les dijese, para aunar en una categoría,
mostrar que nada es natural.
Que todas las categorías explicativas,
desde las ciencias sociales hasta las ciencias duras, suponen subjetividades.
Supone paradigmas de pensamiento.
El sentido que le damos a las cosas
es siempre un sentido que le damos a las cosas,
le damos a las cosas.
Los sentidos no están en las cosas.
Las cosas no tienen nada, son cosas.
Los hombres le damos, los seres humanos, perdón,
le damos sentido a las cosas.
Ese dar sentido es un acto de donación
que el ser humano realiza con la realidad.
Si queremos entender la realidad, tenemos que entendernos a nosotros mismos.
Hay una frase que a mí me gusta mucho, que dice,
"las cosas no son lo que son, sino lo que somos".
Las cosas no son lo que son, sino lo que somos.
Porque siempre que estamos hablando sobre lo real, estamos hablando.
Queremos entender lo real, entendamos el habla,
entendamos el lenguaje, entendamos el pensamiento.
Y el lenguaje, el pensamiento, el habla,
es un campo de tensiones permanentes donde no hay un significado único.
Todo el saber occidental es un saber que siempre ha sostenido
que las cosas tiene su adn,
querés entender el mundo, hay que hurgar en el interior del mundo para ver de qué se trata.
Y en definitiva lo que va a plantear el ejercicio de deconstrucción
es la posibilidad de mostrar
por qué y cómo y qué trayectorias han generado esos conceptos
para postularse y sostenerse en lo que son.
Quiero decir, propiedad privada,
libertad individual,
tomen cualquiera, son conceptos que se supone que aparecen dados, construidos,
pero impuestos como si tuviesen algún tipo de relación epistemológica con las cosas.
Como si uno dijese, -¿qué es la propiedad privada?-,
-y, la propiedad privada es la relación natural que tenemos los seres humanos con los objetos que nos rodean-.
¿Cómo la relación natural que tenemos...?
¿Qué, hay algo en la naturaleza del objeto en el que esté presente
que es potencialmente una cosa para ser apropiada
de manera privada por un individuo egoísta, único e individualista?
No.
¿Qué es la propiedad privada?
Una construcción cultural, de un momento de la historia,
sujeta a un tipo de derecho que la legisla y la sostiene.
¿Estará buena, estará mala?, lo podemos discutir.
¿Tiene consecuencias desigualitarias?, seguramente.
¿Tiene consecuencias positivas?, para muchos sí.
Es otra discusión, el problema es la naturalización de esos conceptos.
Naturalicemos la familia,
-por naturaleza, la familia-,
manual de educación cívica de mi tiempo,
-la familia: mamá, papá, papá, mamá en realidad, porque el padre es el centro
de la estructura familiar, la madre es una especie de asistente al padre
que lo que hace es acompañarlo y criar a los hijos.
Eso es la familia en su sentido natural, ¿por qué natural?,
-porque la naturaleza nos muestra que la reproducción de la especie
necesita de un macho y una hembra,
que en nuestro caso es el hombre y la mujer-.
Pregunta, ¿qué tiene que ver la familia con la reproducción de la especie?,
-vamos a reproducir la especie ahora-,
nos ponemos todos y reproducimos la especie, si queremos.
Perdón.
Salvo que estén muy aburridos, es una buena opción.
No necesitamos la familia para reproducir la especie, la familia es una institución.
Una institución sujeta a un tipo de orden.
De nuevo, positivo, negativo, cuestionado,
pero, ¿qué tiene que ver con la reproducción de la especie?, primero.
Segundo, ¿hace falta un macho y una hembra para reproducir la especie?
Ya no.
Ya no, lo lamento.
Ya no, vivimos tiempos de nuevas tecnologías.
La naturaleza cambia.
La mejor definición para hablar de naturaleza
es que la naturaleza se está todo el tiempo reinventando.
Siempre el otro tiene el carácter de lo monstruoso,
porque es algo que no podemos adaptar a nuestras categorías.
Les cuento este chisme,
durante muchos años estuvo todo este tema del otro
puesto en la figura del animal.
La idea de la animalidad como ese lugar,
de ese otro incomprensible para nosotros.
Hoy está de moda, en filosofía, si a alguno le interesa después yo les paso los libros,
la figura del zombi.
Vieron que está medio de moda culturalmente,
pero en filosofía también.
Porque es una figura que se presenta con una alteridad mucho más radical.
Ya no solo es un ser otro,
sino que es un ser que escapa a las categorías de vida o muerte.
Un ser que en realidad está muerto pero se mueve,
y lo peor, vive de nuestra carne.
Tremendo.
Uno siempre dice, -bueno, el cuerpo, lo que importa es que no me esclavicen las ideas-.
Sí, ja.
Esperá que te agarré un zombi y te empiece a comer crudo y vivo.
Lo que duele es la carne, no las ideas.
Aparte las ideas las producimos con qué, con el cerebro, y el cerebro es carne.