Tip:
Highlight text to annotate it
X
- ¿Qué desea? - Quisiera ver a la persona al mando.
Por aquí.
- Quiero denunciar un asesinato. - Siéntese.
- ¿Dónde se cometió? - En San Francisco, anoche.
¿A quién asesinaron?
A mí.
Capitán, ¿quiere escucharme o no? No me queda mucho tiempo.
¿Se llama Frank Bigelow?
Eso es.
Manden esto a San Francisco, al inspector Banner de homicidios,
díganle que hemos encontrado a Frank Bigelow.
Adelante, Sr. Bigelow.
Esto implica a otra gente, capitán,
- a bastante más gente. - Cuéntelo como prefiera.
Vivo en Banning, un pueblo en el desierto,
está de camino a Palm Springs.
Allí tengo un pequeño negocio...
Paula.
- ¿Sí, Sr. Bigelow? - Deme una copia del lRPF de 1948
de la Srta. Hollis, también una del 4 /.
- Sí, Sr. Bigelow. - Creo que no dedujimos
- la adquisición de nuevo material. - No,
dijiste que podría incluirse todo este año.
- Claro que sí. - Hola, Frank.
Peterson quiere un informe financiero para darme el préstamo.
- Hola, Kitty. - ¿Qué tal?
Me voy a San Francisco una semana, me ocuparé cuando vuelva.
- ¡Qué día de calor! - Los he visto peores.
- Bueno, pásatelo bien. - Gracias, Will.
Paula, ¿por qué no vienes a que te haga otra permanente?
Así llevarás mejor el pelo para este calor.
Ahora no puedo, quizá el mes que viene.
Aquí está, no lo dedujimos.
- Bueno, podemos hacerlo este año. - Hazlo como creas que es mejor.
- Buen viaje, Frank. - Nos veremos cuando vuelva.
¡"Bon voyage" !
Paula, ¿por qué no te pasas de todas formas?
Podemos llegar a un acuerdo sobre esa permanente.
Gracias, puede que me pase.
¿Diga? Hola, Sr. Hawkins, un momento.
¿Quieres que te envíe el billete?
- No, lo recogeré yo mismo. - Déjelo, irá a por él a la estación.
Adiós.
Quiero ir contigo, Frank.
Ya sabes que son unas pequeñas vacaciones.
- No quieres que vaya, ¿verdad? - Sólo es una semana.
Y habrás decidido tomarte estas vacaciones
- hoy a las 9:00, ¿no? - Quise decírtelo antes,
- supongo que me olvidé. - ¡Cómo no!
- No seas así, Paula. - ¿Que no sea cómo?
Dejas caer que te marchas y ya está.
No mañana, ni la semana
o el mes que viene, sino hoy. Sin más explicación.
Y tengo que tragarme que necesitas unas vacaciones.
Sólo quiero huir del pueblo por unos días.
¿Huir del pueblo o de mí?
- lntenta comprenderlo, Paula. - ¿Cómo quieres que lo comprenda?
Lo siento pero no puedo.
Vete a San Francisco, pero no creas que voy a esperar a que vuelvas.
Paula, por favor.
Vamos, date la vuelta. Mírame.
Ven aquí.
¿Por qué me haces esto, Frank?
¿Por qué no puedes ser tan sincero como yo contigo?
- ¿Tienes que irte? - Tengo que irme, sé lo que hago.
¡Pues vete adonde quieras! ¡Por mí puedes irte al infierno!
¡Paula!
Paula.
Sí, ya lo sé.
Estoy portándome como una tonta.
Venga, lávate la cara, iremos a Eddie's a tomar algo.
Bien, por qué no.
- Hola, jefe. - Hola, Eddie.
- Ponnos unas cervezas, ¿quieres? - Marchando.
¡Qué alivio! Se está a gusto con aire acondicionado.
Ojalá hubiera en la oficina, trabajar sería un placer.
Bueno, si sigue este calor no vayas esta semana.
- Hoy he ganado en dos carreras. - ¿En cuántas has perdido?
Tenías que preguntarlo.
- ¿No salís muy pronto? - Demasiado calor para trabajar.
Me encanta oír eso.
Frank...
Me llevarás contigo, ¿verdad?
Lo harás, ¿no?
¿O estoy acosándote?
¿Qué quieres decir con eso?
Tal vez sí necesites esta semana solo.
Tal vez la necesitemos los dos.
Sé qué te está pasando.
Te pasa lo que a cualquier hombre, sólo que un poco más.
Te sientes atrapado, encerrado, y no sabes si te gusta.
Mira, Paula, voy a ser sincero contigo.
Me importas demasiado para no serlo.
Tu felicidad me importa tanto como la mía.
Sé que has tenido una mala experiencia.
Pero no sabes qué puede hacerle a dos personas.
La mujer siempre sufre más que el hombre.
No quiero que sufras, cariño.
Por nada del mundo quiero que sufras.
- ¿Quieres escuchar algo de música? - Muy bien, Frank.
- ¿Tienes un par de monedas, Eddie? - Sí.
- ¿Te molesta? - No, el próximo resultado tardará.
Pensé que a estas alturas ya estaríamos casados.
No voy a acosarte más.
Vete a San Francisco. No me gusta,
pero estoy convencida de que debes ir.
Quiero que estés bien seguro.
Si es cierto, yo así lo creo,
habrá algo maravilloso entre nosotros.
Si no lo es, deberíamos saberlo cuanto antes.
Aunque pudiera detenerte ahora, no lo haría.
Me llamo Bigelow, tengo una reserva.
Enseguida.
- Aquí está. - Me llamo Bigelow, tengo reserva.
La tengo. Una preciosa habitación en el sexto piso,
frente a la bahía. ¡Botones!
Esto puede que le ayude a disfrutar de su estancia.
Una guía del ocio de San Francisco.
- Gracias. - No hay de qué.
- ¿Esto está siempre así? - No, hay feria, el último día.
¡Botones!
Siempre andan por aquí, hasta que se las necesita.
Hay un mensaje para usted, Sr. Bigelow.
Hace una hora recibimos una llamada desde Banning,
- de Paula Gibson. - Gracias.
- Lleve al Sr. Bigelow a la 618. - Por aquí.
Es por aquí, Sr. Bigelow.
- ¿Desea algo más, Sr. Bigelow? - Sí.
Un Manhattan seco y cuchillas de afeitar.
- Cómo no. - Gracias.
Deje la puerta abierta.
¿Operadora? Quiero hablar con la Srta. Paula Gibson,
en Banning, California. Eso es. No, esperaré.
- ¿Diga? - Hola, Paula.
- Hola, Frank, ¿qué tal el viaje? - Bien.
- Espero que te lo estés pasando mal. - Pues no sé,
acabo de llegar.
- ¿Qué ha sido eso? - Hay feria, hay muchos vendedores.
Charlie Anderson se ha enterado de tu marcha
- y me ha pedido que salga con él. - ¿De veras? ¿Y cómo le ha ido?
- Estoy considerándolo. - ¿Me has llamado para decírmelo?
Esta llamada es estrictamente de negocios, Sr. Bigelow.
¿Te ha llamado un tal Eugene Phillips, de Los Angeles?
- No. - Lo hará, ha llamado tres veces.
Quería hablar contigo inmediatamente,
Ha dicho que era urgente e imprescindible dar contigo.
- ¿Qué quería? - No lo sé.
Parecía misterioso y alterado por algo.
¿Phillips? ¿Hemos tratado con él alguna vez?
No, a menos que me lo hayas ocultado.
He mirado en todos los archivos.
¿Por qué le has dicho dónde estoy? Sabes que estoy de vacaciones.
Eso le he dicho, cielo.
Pero no parecía dispuesto a respetar tus cambios de humor como yo.
lnsistió en verte antes de que fuera demasiado tarde.
Dile que he cambiado de planes y que no has dado conmigo.
A mí no me dirá nada, le dije que era tu secretaria de confianza,
pero creo que a él no le inspiré demasiada.
Le dije que podría dar contigo ahí esta noche.
Llámale, y si es tan importante, que hable contigo.
De otro modo tendrá que esperar a mi regreso.
¡Qué categóricos estamos esta noche!
Muy bien, lo haré.
- Frank. - ¿Sí?
No sé cómo decirlo.
¿Decir qué?
No te sientas culpable por nada de lo que hagas.
Claro.
Gracias, Paula.
Te llamo mañana.
De acuerdo.
Déjelo ahí, gracias.
- Quédese el cambio. - Muchas gracias.
- ¿Cuánto tiempo lleva esto así? - Una semana de locura.
Pero se van mañana. Creí que era uno de ellos.
No, yo estoy de vacaciones.
¿Por qué vendrán todos a San Francisco para perderse?
Usted perdone.
Siento molestarle, ¿le importa que haga una llamada?
- No, adelante. - Estoy justo en frente.
Uno de los chicos lleva media hora con mi teléfono.
Sólo quiero llamar al servicio de habitaciones.
Servicio de habitaciones, por favor.
Todo ha ido muy bien estos últimos días.
- ¿Ha hecho mucho negocio? - No estoy aquí por trabajo.
¿Servicio de habitaciones? Soy Haskell, de la 61/.
¿Podría subirme tres botellas más de bourbon
y dos de whisky? Sí.
Y un poco más de hielo.
Gracias. ¿Está usted solo?
- Sí, acabo de llegar. - ¿Por qué no viene a tomar una copa?
- ¿Y entrometerme en su fiesta? - Bobadas, no es una fiesta.
Estamos entreteniendo a unos compradores. Ya sabe,
lo de siempre, unas copas y unas risas.
No es una fiesta. ¡Vamos, hombre!
Sé lo que es estar solo en una ciudad desconocida.
- Me llamo Sam Haskell. - Soy Frank...
Frank Bigelow.
Se diría que no han salido nunca de casa.
¡Sí!
¡Escuchad todos!
- Os presento a Frank Bigelow. - ¡Hola!
- Estos son Jean Carlyle y Lou Welsh. - Encantado, Bigelow.
Jean es la compradora más guapa de San Francisco.
- Eso no lo admito. - No pienses que le creo, Elaine.
Va con eso de costa a costa.
- Pero me anima. - Soy George Cadwell,
- encantado, señor... - Bigelow.
- ¿Muchos negocios? - No está aquí por negocios.
- ¡Vaya! - ¿Por qué no le dais una copa
- antes de que muera de sed? - ¿Qué tal un bourbon?
- Muy bien. - Un bourbon pues.
Por supuesto, Sr. Wallace. Sí, Sr. Wallace.
Necesito una semana en Cleveland para ver a los clientes.
No llegaré a Philadelphia hasta el 1/.
¿Quieres colgar, Eddie? Te presento a Frank Bigelow.
- ¿Qué tal? - Es su jefe. Lleva una hora
- intentado aumentar sus dietas. - Se agarra tanto al dólar
que parece que no vayan a acuñar más.
¡Sí, Sr. Wallace! lré a primera hora.
Sí, señor.
Suelta las caderas, Harry, así.
¡Pues sí!
¿Qué tal lo hace?
Un par de años más en Murray's y fenomenal.
No lo hago mal.
Estos son Sue y Harry Bedford.
- ¿Qué tal? - Encantado.
¿Dónde la conociste, Sam? ¿En un maratón de baile?
- Seguro que baila la rumba. - Pero la tengo olvidada.
Después de Harry cualquier cosa será una mejoría.
- ¿Qué os parece eso? - Allá vamos.
Es usted bueno.
Mi mujer baila bien, ¿verdad, Bigelow?
Sí.
Pensé que ibais a llevarnos a pasarlo bien.
¡Cierto! Casi arruinamos a nuestros almacenes
comprándoos de todo y nos tenéis aquí encerradas.
Estoy de acuerdo. Es mi última noche de juerga
antes de volver a ser una hacendosa ama de casa.
Estamos en un aprieto, chicos.
Ahora es cuando nos pulimos las comisiones en una noche.
- Y usted se viene. - No,
vayan ustedes. Tengo que instalarme y cenar.
Nada de eso, usted no se libra de mí.
Ahora que he encontrado a alguien que sabe bailar, no se me escapa.
¡Tú no vas a ninguna parte!
¡Vamos, que reviente!
¡Síguele, venga!
- Bebe un poco de mi copa, Frank. - No, gracias.
- Con permiso. - ¿Adónde vas?
Ya está bien, Susan.
- ¿Qué tomará? - Bourbon con agua, sin hielo.
¡Qué remanso de paz y tranquilidad!
Pues espere una hora y verá cómo acaban de perder la cabeza.
¿Quién es la rubia?
Es una de las que vienen por aquí, está loca por el "jive" .
- ¿Cómo? - No está en la onda, amigo.
Va buscando el "jive" . Entre nosotros, no la entiendo,
pero tengo que oír esta música.
Ellos son entendidos, melómanos. A mí me gusta...
Guy Lombardo.
- ¿Qué le pasa a ése? - Está ido, la música le enloquece.
¡Calma, Jack!
¡No molestes, tío! ¡Me estoy controlando!
- ¿Está sola? - Seguro. Alta sociedad.
Siempre viene sola. Lleva un gran descapotable, un abrigo de visón,
conoce a todo el mundo, pero siempre viene sola.
Gracias.
Otro pelotazo, Leo.
- Cuéntame tu vida, Jeannie. - Tranquilo.
- Hola. - ¿Le gusta Fisherman?
- Es como la seda, ¿verdad? - ¿Puedo invitarla?
Cómo no, gracias. Leo, un pelotazo.
Leo, me he dejado mi " pelotazo" al otro lado de la barra.
Me llamo Jeannie, ¿y tú?
- Frank. - Nunca te había visto antes, Frank.
Nunca había estado aquí.
- Esto no es mío, tenía bourbon. - Es el suyo, me vio servírselo.
- Póngame otro. - Como quiera.
Escucha el piano, siente sus vibraciones.
- No te vuelve loco, ¿verdad? - Puedo vivir sin ello.
- ¿Y por qué sigues aquí? - No lo sé.
Yo sí, estás solo en una gran ciudad.
No tienes por qué venirme con lo de siempre.
A mí también me gusta la buena compañía.
Oye, hay unas personas a las que quiero evitar.
¿No podríamos salir de aquí?
- Me lo pensaré. - Venga, vayamos a otro lugar.
¿Por qué no nos vemos más tarde?
Bien. ¿Dónde?
Llámame más tarde a este número, es mi próxima parada.
Allí hay una banda que te emocionará del todo.
- Hasta entonces, Jeannie. - Tranquilo.
Déjelo, operadora.
"He dejado una vela encendida en la ventana.
Dulces sueños. Paula."
Servicio de habitaciones, por favor.
Adelante.
- Salgo enseguida, camarero. - Bien, señor.
- Lo primero, señor. - Sí, claro.
- ¿Me permite? - Adelante.
- Dentro va todo. - Gracias.
- ¿Desea algo más el señor? - Nada más, gracias.
- ¡Camarero! - ¿Sí?
Lléveselo.
- ¿Ocurre algo, señor? - No, pero lléveselo de aquí.
No quiero ni mirarlo.
- ¿Se encuentra bien, señor? - Sí.
Estoy bien, supongo que anoche me pasé.
- Necesito aire fresco. - Por supuesto.
Gracias, señor.
CENTRO DE SALUD
Pulmones en buena forma, tensión normal,
corazón bien. Es bueno que no todos estén como usted, Sr. Bigelow,
- nos quedaríamos sin trabajo. - Me alegro, estaba preocupado.
No se preocupe por un pequeño dolor de estómago, será el clima.
No es un dolor exactamente, es difícil describir la sensación.
Serán las copas de anoche, mezclaría demasiado.
Echémosle otro vistazo a la garganta.
Acabe de vestirse, quiero ver los resultados de los análisis.
Gracias, doctor.
Sr. Bigelow, éste es el Dr. Sheaffer.
- Hola, ¿qué tal? - Siéntese, Sr. Bigelow.
Según los datos que ha dado a la Srta. Wilson, no está casado.
- Así es. - ¿Tiene parientes en San Francisco?
No, no conozco a nadie aquí.
- ¿Dónde vive? - ¿Cómo? ¿Por qué tanta pregunta?
- Está usted muy enfermo. - ¿Enfermo?
¡Pero si ha dicho que estaba en buena forma!
Sí, pero mi primer examen no reveló su verdadero estado.
- Habla como si fuera grave. - Extremadamente grave.
Quiero que sepa que no le diríamos algo así de no estar bien seguros.
- Por supuesto. - La impresión va a ser fuerte.
¡Venga ya! ¿Qué intentan decirme?
Sus análisis muestran la presencia de una sustancia tóxica luminosa.
- ¿Qué es exactamente? - Un veneno mortal.
- ¿Veneno? - Sólo podemos decirle esto.
Su organismo ha absorbido lo suficiente para ser fatal.
Ojalá pudiéramos hacer algo.
- ¿Cómo que ojalá? ¿No hay...? - No hay nada que pueda hacerse.
Éste es uno de los pocos venenos de su tipo que no tiene antídoto.
¡Esto es increíble! ¡Ridículo!
Sr. Bigelow, no le queda mucho tiempo.
- ¿Qué quiere decir? - Un día, tal vez una semana,
a lo sumo dos semanas. Es difícil de determinar.
¡Es imposible, no me lo creo!
Se equivocan. Podría ser un error, ¿no?
¡Han cometido un error! ¡Respondan!
El Dr. Sheaffer es un reputado toxicólogo.
No hay ningún error, Sr. Bigelow.
¿Saben lo que están diciendo? Están diciéndome que estoy muerto.
¿Creen que pueden despachar mi vida en cuatro palabras?
¡Ni sé quiénes son! ¿Por qué tengo que creerles?
Tiene que calmarse. Queremos ofrecerle toda la asistencia que...
¡Asistencia! ¿Quién la quiere? ¡Son unos farsantes!
¡Están los dos locos! ¡Eso es! ¡Locos!
HOSPlTAL DEL PACÍFlCO SUR
- ¿Dónde está el médico? - ¡No puede pasar!
¡Díganmelo!
¿Qué pasa aquí? ¿Qué le ocurre?
Doctor, quiero que me examine por envenenamiento luminoso.
Pase.
En efecto, lo tiene.
Su organismo lo ha absorbido ya.
¿Está completamente seguro, doctor?
¿No cabe ningún error?
Aquí está. La toxina es luminosa en la oscuridad.
No, no cabe ninguna duda, Sr. Bigelow.
No me noto enfermo. Sólo tengo el estómago algo alterado.
Tal vez no sea tan grave como cree, doctor.
Es sintomático. Una dosis fuerte actúa en cuestión de horas,
pero si es menor se aguanta un poco más,
y entonces...
¿Y entonces?
- ¡Vaya al grano, doctor! - Depende de varias cosas,
- la forma del individuo, la dosis. - ¿Y?
De momento no sé sentirá muy mal,
ocurrirá de pronto, en un día, dos,
una semana como mucho.
¡Un día!
- ¡Dos días! - Ya no se puede hacer nada.
Cogido a tiempo habríamos hecho un lavado.
Pero ya lo lleva dentro por lo menos 12 horas, ¿no es así?
¡No lo sé!
¿No lo sabe?
¿No sabe cómo lo tomó? No es un accidente,
alguien sabía cómo emplearlo. Es inodoro e insípido.
Por su tasa de alcohol debe de haberlo ingerido con licor.
- Anoche estuve bebiendo. - Prepararé su ingreso ahora mismo.
Tendré que avisar a la policía, claro está.
- Esto es un caso de homicidio. - ¿Homicidio?
Creo que no acaba de entenderlo, Bigelow.
Le han asesinado.
Póngame con la comisaría central, por favor.
Departamento de homicidios.
"Un día, dos, una semana como mucho."
"Le han asesinado."
"No es un accidente. Alguien sabía cómo emplearlo."
"Por su tasa de alcohol debe de haberlo ingerido con licor."
"Ya no se puede hacer nada."
"Le han asesinado."
"Le han asesinado."
CERRADO APERTURA A LAS 18:00
¡Abran!
¡He dicho que abran!
¡Abran o echo la puerta abajo!
¿Dónde están los que estaban aquí anoche?
No lo sé, no hay nadie. Por favor, váyase.
- ¡No mienta! ¿Dónde están? - Oiga, esta señora acaba de llegar.
Esos hombres se fueron esta mañana temprano.
- ¿Se han ido? - Por favor, váyase.
Lo siento.
Lo siento muchísimo.
- ¿Diga? - ¡Mis tímpanos, Sr. Bigelow!
- Hola, Paula. - Tu entusiasmo me conmueve.
¿Por qué no me has llamado? ¿Hay sobrecarga en las líneas?
Perdona, he estado muy ocupado.
Seguro que sí, visitando museos, sin duda.
¿Qué hay por ahí tan emocionante?
- Nada de nada. - Seguro que me echas de menos,
pero eres demasiado cabezota para reconocerlo.
Si quieres, cojo el cepillo de dientes y salgo ahora mismo.
- ¡No! - ¡No me grites!
Al menos podrías haber fingido que me echas de menos.
Lo siento, Paula.
Claro que te echo de menos.
Escucha, Paula...
Es que ahora no me apetece hablar,
- te llamo más tarde. - No te agobies.
Llámame cuando te apetezca hablar.
- Por cierto, llamé al Sr. Phillips. - ¿Phillips?
Sí, el que quiso ponerse en contacto contigo.
Me temo que nunca sabrás qué era eso tan importante.
Su oficina me ha dicho que murió ayer.
¿Sigues ahí, Frank?
¿Me has oído?
¿Muerto?
- ¿Cuándo? - Ayer. Así que no le des más vueltas
en tu cabecita y pásatelo bien.
Paula, ¿sabes de qué murió?
Supongo que de lo que muere todo el mundo.
¿No te lo han dicho? ¿No lo sabes?
¿Por qué te pones así? Dijiste que ni le conocías.
- ¿Dónde está su oficina? - ¿Qué más da? Está muerto.
¿Quieres dejar de hablar tanto y decirme dónde está la oficina?
De acuerdo.
lmportaciones y exportaciones Phillips,
edificio Bradbury, Los Ángeles.
- Edificio Bradbury en Los Ángeles. - Eso es.
Vaya cambio, oye.
Si quieres dar conmigo estaré en Los Ángeles.
- ¿Estás loco? - Perdona, tengo prisa.
Espera, ¿dónde estarás?
En el hotel Allison. Adiós, Paula.
lMPORTAClONES Y EXPORTAClONES PHlLLlPS
- Deseo ver a la dirección. - ¿Asunto?
- Personal, es urgente. - El Sr. Halliday podría ayudarle.
- ¿Quién es? - El director.
- ¿Su nombre? - Bigelow.
- El Sr. Bigelow desea verle. - Hágale pasar.
Pase, por favor. Por esa puerta.
- Sr. Bigelow. - ¿Qué tal, Sr. Halliday?
- Usted dirá. - Phillips llamó ayer
a mi oficina varias veces.
- Quisiera saber de qué se trata. - ¿Sabía que Phillips murió ayer?
- Sí. - No lo entiendo.
¿Le llamó y no le dijo con qué propósito?
No habló conmigo, no estaba en la oficina,
- y no se lo dijo a mi secretaria. - Temo no serle de mucha ayuda.
No tengo ni idea de por qué quiso hablar con usted.
Siento que haya viajado en balde.
¿Cómo sabe que he viajado? No he mencionado tal extremo,
sólo que llamó a mi oficina. Podría estar aquí, en Los Ángeles.
¡Srta. Foster!
- ¿Sí? - ¿Ayer no dijo usted algo
de una llamada del Sr. Phillips al Sr. Bigelow en San Francisco?
Dije que le llamó a su oficina en Banning,
pero que él estaba en el hotel St. Francis de San Francisco.
- Siento el malentendido. - ¿Sabe por qué llamó?
- No. - Bien. Gracias, Srta. Foster.
Supongo que se hará cargo de que estamos un tanto afectados,
así que si no le importa...
¿Tenía Phillips mujer, familia, alguien que pueda ayudarme?
No puede entrometerse en un momento así
- sólo por curiosidad. - ¡No es por curiosidad!
- Le sugiero esperar una semana. - No puedo.
- ¡Tendrá que hacerlo! - Siempre está la guía telefónica.
Es usted un tipo bastante agresivo, Bigelow.
¿Seguro que es tan importante como lo pinta?
Lo es.
La Sra. Phillips vive en los apartamentos Sunset Arms.
- Gracias. - Excuso decirle que está desolada.
Espero que muestre un poco más de tacto que conmigo.
Lo haré. Por cierto, ¿cuál fue la causa de la muerte?
Suicidio, se tiró del balcón de su casa.
Gracias.
Pase, Sr. Bigelow.
Soy Stanley Phillips, hermano de Eugene.
Halliday nos ha avisado de que venía.
Mi cuñada, la Sra. Phillips.
lntentaré ser breve, Sra. Phillips.
Siento no poder serle de gran ayuda, Sr. Bigelow.
No tengo la menor idea de por qué quería mi marido hablar con usted.
lmagino que Halliday les ha puesto bien al día.
¿No mencionó su marido nada referente a mí?
No recuerdo que mencionara nunca su nombre.
Odio tener que preguntarle esto, pero es vital para mí.
¿Sabe por qué se suicidó su marido?
Desde luego no es usted el más diplomático bajo el sol.
- ¿Era amigo de mi hermano? - Jamás le conocí.
Mi hermano estaba metido en un buen lío.
Hace dos días le detuvieron.
Le vendió iridio a un tal Majack.
Es un metal muy raro, y muy costoso.
En fin, alguien robó el iridio.
Le soltaron ayer bajo fianza, pero con cargos muy graves.
- Se han suicidado por menos. - Lo sé, eso pensó la policía.
Lo que no entiendo es este chanchullo.
Eugene no era de los que se meten en cosas así, ¿no?
- Ya le he dicho que no le conocía. - Eso ha dicho, sí.
- ¿Y usted qué pinta en esto? - No lo sé.
Seamos francos, debe de figurarse por qué quería hablar con usted.
- No tengo ni idea. - Eso no cuadra.
¿Por qué es pues tan vital para usted?
Parece tener todas las respuestas,
a lo mejor esa también.
Tiene un mensaje, llamar a la operadora 82 de Banning.
- Gracias. - Lleve al Sr. Bigelow a la 821.
¿Podrían pasarme la llamada ahora mismo?
Subo enseguida.
¿Operadora?
- Tenga. Le llamaré si necesito algo. - Gracias.
- ¿Paula? - Vaya, Sinbad.
Ya te daba por perdido.
¿Te importaría decirme por qué te has ido corriendo a Los Angeles?
Ahora mismo no puedo explicártelo.
- No puedo. - ¿Qué ocurre, Frank?
No pareces tú.
Sólo estoy un poco cansado, eso es todo.
Pero te echo de menos.
No sabes cómo me gusta oír eso.
Ya pensaba haber perdido mi encanto.
¿Cuándo vuelves a casa, Frank?
Pronto, Paula, muy pronto.
Voy a hacerme una permanente para estar guapa cuando vengas.
¿Sabes qué? He encontrado a ese Phillips en tu libro notarial.
- ¿En el libro notarial? - Sí.
Ahora lo recuerdo, yo misma hice la entrada.
Autenticaste un documento antes de que yo llegara al trabajo.
- ¿Qué tipo de documento? - Una compraventa de George Reynolds
a Eugene Phillips, de Los Ángeles.
Tenía yo razón, sólo tratamos con él indirectamente.
- ¿De qué era la compraventa? - Un cargamento de iridio.
- ¿lridio? - Entonces comentaste
que Reynolds tenía un trato en Palm Springs
y que paró en tu oficina para autentificarlo.
¡Espera! George Reynolds. Eso fue hace seis meses, ¿no?
- Eso es, seis meses. - Gracias.
Adiós.
Adiós.
¿Operadora? Vuelva a llamar a ese número.
ALQUlLER DE COCHES SlN CONDUCTOR
Tengo que hablar con usted, Sra. Phillips.
Váyase, por favor. Quiero que me dejen tranquila.
He descubierto por qué me buscaba su marido, por una compraventa.
- Pase. - Gracias.
¿Qué sabe de un tal George Reynolds?
- ¿George Reynolds? - Sí.
Es a quien mi marido decía haberle comprado el iridio.
- ¿Y qué decía Reynolds? - Desapareció.
Hace dos meses mi marido comenzó a sospechar que algo iba mal,
desde entonces intentó localizar a Reynolds,
- y no encontró ni rastro de él. - No lo entiendo.
Su marido podía demostrar que tenía un trato legal
- con la escritura de Reynolds. - ¿Entonces había escritura?
- Claro que sí. - Mi marido juraba que existía,
pero cuando le detuvieron no pudo encontrarla.
- Desapareció misteriosamente. - Y si su marido la hubiera mostrado,
habrían acusado a Reynolds.
Eugene estaba seguro de que Reynolds se la había robado.
Era el único con motivos para destruir las pruebas de la venta.
Muchas gracias, me ha sido usted de gran ayuda.
Ojalá hubiera venido antes, Sr. Bigelow,
mi marido seguiría vivo.
Lo sé.
Una cosa me confunde, Sra. Phillips,
y es que no haya preguntado cómo sé que había una escritura de compra.
El Sr. Halliday no está, no puede tardar.
Es usted quien puede ayudarme. Antes de llamarme,
Phillips intentó contactar con otra persona, ¿no?
- Pregúnteselo al Sr. Halliday. - Él no estaba aquí ayer,
o no le habría preguntado sobre la llamada de Phillips.
Es lógico que sepa usted a quién más llamó Phillips.
- No creo que sea asunto suyo. - Esto no es ningún secreto,
sé que buscó a otra persona, me lo dijo la Sra. Phillips.
No farolee. No sé qué busca, intenta confundirme.
La Sra. Phillips no le ha dicho nada.
- ¿Cómo lo sabe? - Ella no sabe nada.
¿Nada? ¿Y entonces por qué...?
Un momento. Hablaba de Reynolds, ¿a quién pensaba que me refería?
¿De quién no sabe nada ella?
- Le he dicho que no le importa. - Seré claro, Phillips fue asesinado.
- ¿Cómo? No le creo, miente. - Me llamó para probar su inocencia.
Era inocente, y los inocentes no se tiran por la ventana.
- ¡Asesinado! - ¿A quién protege?
- ¿Por qué teme decir la verdad? - ¡No protejo a nadie!
- No tengo nada que añadir. - Esto va a explotar, jovencita.
Si no tiene nada que ocultar será mejor que hable ya.
- O tal vez esté implicada. - ¡No!
- ¡Pues va! - Phillips llamó a Marla Rakubian,
- fue a verla ayer por la mañana. - ¿Quién es Marla Rakubian?
Una modelo. Eran muy amigos,
pero hacía tiempo que no se veían. lntentó localizarla
los dos últimos meses. Ayer lo consiguió.
Cuando regresó estaba visiblemente alterado,
y entonces me pidió que le llamara a usted.
Al no encontrarle, se fue a casa. Fue la última vez que le vi.
Deme la dirección de Marla Rakubian.
Creo que el Sr. Phillips ignoraba
que yo supiera lo suyo con Marla Rakubian.
Por respeto hacia él nunca se lo conté a nadie.
No tenía ni idea de que estuviera implicada en ese lío.
Admiro su discreción, Srta. Foster.
Debe de ser muy amiga de Stanley, Srta. Foster,
sabía lo desesperadamente que me buscó su hermano
y ni siquiera estaba aquí en ese momento.
Y ahora parece usted saber todo lo que pasó en casa de los Phillips.
- ¿La Srta. Rakubian? - Sí.
¿Qué quiere? Váyase o llamo a la policía.
Adelante, llame. ¡Vamos!
Se va de viaje, ¿eh?
- Sí, de fin de semana. - A Buenos Aires en barco,
- vaya fin de semana. - Le mandaré una postal. ¡Largo!
¿Con quién se va? ¿Con George Reynolds?
- No le conozco. - Y a Eugene Phillips tampoco, ¿no?
- ¿Quién es usted y qué quiere? - Eso no importa.
- ¿Dónde está Reynolds? - He dicho que no le conozco.
Ahora váyase y déjeme en paz, ¿quiere?
No conoce a Reynolds, ¿verdad?
No me diga que no es él, porque le he visto.
- Está loco si cree que me asusta. - Sé que Phillips estuvo ayer aquí.
Y después de irse le empujaron desde un sexto piso.
- ¿Empujado? Phillips se suicidó. - Su amigo Reynolds le asesinó
y luego vino por mí a San Francisco
porque sabía de cierta escritura de venta.
- No sé de qué habla. - Está metida hasta su bonito cuello.
No estoy metida en nada. ¡Arriba las manos!
Deje la foto en el sofá.
¡Dese la vuelta!
No intente nada, no me asusta usar esto.
Deme su cartera.
Frank Bigelow, hotel...
- Muy bien, ¿dónde está Reynolds? - No lo sé.
- ¿Eso le dijo ayer a Phillips? - Lo mismo que a usted.
Hace meses que no le veo.
Cuida mucho la foto de alguien que no ha visto en meses.
- ¿Y esto de Ray? - Un apodo. ¿Le importa?
Qué encantador, Srta. Rakubian,
Reynolds y usted con cariñitos mientras se la pegan a Phillips.
¡Phillips hizo el trato porque quiso!
Y usted no haría nada para hacer que lo quisiera, claro.
- ¿Quién paga este viaje? - ¡Yo!
¿De veras? En primera a Buenos Aires
con el sueldo de una modelo. ¡No me haga reír!
Como ya no se ve con Reynolds, no le importará que me la lleve.
Si fuera un hombre le partiría la cara.
¿Sabe una cosa? La creo.
Casi me olvido.
Sus billetes.
No se sorprenda si voy a despedirla.
ESTUDlO FOTOGRÁFlCO
¡Angelo!
¡Angelo!
¿Recuerdas haber hecho esta foto de George Reynolds?
Hago tantas que no me acuerdo de todas.
Este caballero es amigo suyo y busca su dirección.
- No tenemos ningún dato suyo. - No deberíamos hacer esto.
Está dispuesto a pagar veinte dólares.
Este papel es del año pasado.
Comprenda que no damos información de los clientes.
- Sé que son unos profesionales. - Gracias.
Revelar algo confidencial va contra nuestra ética.
- La honradez es la mejor política. - Por supuesto.
Pero dado que es usted amigo íntimo del Sr. Reynolds...
- Sabía que podía contar con usted. - Aquí está.
Pero no hay dirección, vendría él a por la foto.
Pero no puede ser tan amigo suyo,
porque no se llama George Reynolds.
¿No? ¿Y cómo se llama?
- Tome. - Se llama Raymond Rakubian.
¿Rakubian?
¿Qué tiene de raro? Está firmada por él, ¿no?
¡Claro!
¡Claro!
¡Gracias!
¡Bigelow! ¿Se encuentra bien?
- ¿Necesita algo? - No, gracias.
- ¿Conoce a este hombre? - No. Creo que no
- ¿Seguro que nunca le ha visto? - Seguro que no.
¿Le suena el nombre de Raymond Rakubian?
- No, ¿por qué? - También usa el de George Reynolds.
¿Es éste Reynolds? ¿Dónde podemos encontrarle?
Eso quisiera saber. Dígame una cosa, Halliday.
Siendo el director, ¿cómo no sabía nada de la escritura?
- Aún no trabajaba aquí. - Ya, ¿y los archivos qué?
Por alguna razón, Phillips guardaba eso entre sus archivos privados.
¿Contesta eso a su pregunta?
Ha venido pidiendo información y le he ayudado cuanto he podido,
pero está empezando a irritarme.
¡Así que váyase antes de que le eche yo!
Mire cómo tiemblo.
Ya era hora de que apareciera, Bigelow.
Adelante, Dave.
Muy listo, Bigelow, muy listo.
Marla no ha tardado en llamaros, ¿verdad?
¡Cállese! ¡En marcha, Bigelow!
Miradle, no lo soporta.
Estómago frágil.
Vuelve a hacerlo y te pateo la cara.
- Déjalo, Chester. - ¿A ti quién te ha dicho nada?
Será mejor que conteste, en recepción sabrán que está aquí.
Adelante, Bigelow.
- ¿Diga? - ¡Frank!
¿Por qué me colgaste? Llevo horas llamándote.
Perdona, Paula, tenía prisa.
Pues no tengas prisa ahora, no me dejaste terminar.
- Es una mujer. - McGowen está desesperado
- porque no has mirado sus libros. - Dile que se busque otro auditor.
Sí, claro. Se lo digo, perdemos a nuestro mejor cliente y ya está.
Haz lo que te digo, Paula.
¿Estás borracho, Frank?
Paula, ¿cuánto tenemos en el banco?
Unos 2.200 dólares.
Sácalos mañana.
Claro, ¿y qué? ¿Nos vamos del pueblo sin pagar las facturas?
Olvídalas. ¿Te acuerdas del abrigo que tanto querías?
Cómpratelo.
Estás borracho. ¿Por qué? Si no fuera tan buena
sería una tentación aprovecharme de tu estado etílico, Sr. Bigelow.
No estoy borracho.
No me digas que un día sin mí te ha afectado tanto.
Sea breve.
- Paula. - ¿Sí?
Siento...
haberme ido.
No sabía cuánto te quería,
pero ahora lo sé.
Frank, cariño,
yo también te quiero mucho.
Vuelve a casa, por favor.
Te echo mucho de menos.
Le dije que abreviara.
Me encantaría liquidarle, Bigelow.
Vámonos, Chester. Ya nos ha retrasado bastante.
Camine delante, Bigelow.
La boca cerrada.
Y si mira a alguien, aunque sea de reojo, le vuelo los sesos.
El Sr. Bigelow es un listo,
quiso hacerse el duro con Chester. No conoce a Chester.
¿Tienes la foto?
¿No consigo siempre lo que desea el Sr. Majack?
¿Majack?
Así es.
Soy el que le compró el iridio a Phillips.
Usted hacía que Rakubian le colocara material robado a Phillips
para ayudar a Marla, y volvía a comprárselo.
Le tomaron el pelo de verdad.
A ver, Sr. Bigelow. ¿Qué quiere exactamente?
- Busco a Raymond Rakubian. - ¿Por qué?
Marla se lo ha contado todo, seguro que eso también.
No espere que me crea esa conversación.
¿Qué quiere en el fondo?
Se ha inmiscuido en mis asuntos y quiero saber por qué.
Ya se lo he dicho, busco a Raymond Rakubian.
No se haga el listo. Estoy deseando molerlo a palos.
Tiene el estómago frágil, no lo aguanta.
¿Lo ve? ¿Qué le decía?
Eso no se le hace a Chester. Le voy a reventar las tripas.
Déjalo, ahora no.
Miradle, le tiene tanto miedo a Chester que hablará.
No tiene miedo, Chester.
Los ojos de un hombre te indican si está asustado.
Mira los suyos.
Majack, que no se me acerque o tendrá que usar esa pistola.
Vete, Chester, por favor.
Haz lo que te digo, anda.
Y ayuda a Dave.
Levántese.
Es un muchacho desgraciado.
Un psicópata.
No es feliz si no inflige dolor.
Le gusta ver sangre.
Venga conmigo.
Raymond Rakubian era sobrino mío.
No ha podido intentar matarle.
Lleva muerto cinco meses.
AQUÍ YACEN LOS RESTOS DE NUESTRO QUERlDO R. RAKUBlAN
Creo que se ha despistado,
siempre que sea cierto que hayan atentado contra su vida.
Alguien lo ha hecho hoy de nuevo.
No tengo ningún motivo para matarle, créame.
¿Cómo que no? Yo autentiqué cierta escritura de compraventa.
Sí, pero a Reynolds, no a Rakubian.
Lo que le he dicho es cierto, no tengo motivos para matarle.
Eso es un armario, Sr. Bigelow.
En otras circunstancias
podría irse a casa,
pero ahora me plantea un problema.
Sabe demasiado y estoy en peligro. ¡Chester!
Suponga que le demuestro que sólo quiero encontrar
a quien intentó matarme y que no le daré problemas.
¿Sabe que podrían caerme diez años por este asuntillo?
¡Diez años!
A mi edad eso es toda la vida.
Eso es mucho arriesgarme. Créame que lo lamento.
¿Quieres que te acompañe Joe?
No, sólo Bigelow y yo,
- que con mi nena hacen tres. - Oiga, Majack...
Adiós, Sr. Bigelow, y perdóneme.
Vámonos.
Supongo que ya no vendrá a despedirme.
Ha querido ridiculizarme delante de Majack, Bigelow.
No debería haberlo hecho, no me gusta.
Voy a disfrutar esto, Bigelow.
Ya he hecho trabajos así.
Me he cargado a tíos que me caían bien.
Pero usted me cae mal.
No me ha gustado su jeta desde el principio.
Sí.
Voy a disfrutarlo.
¿Aún sin miedo, Bigelow? Ya le vendrá, y a base de bien.
Le dispararé en el estómago. Ahí no le gusta.
Adelante, inténtelo.
Nada me gustaría más.
¿Por qué no lo intenta? Venga.
No ha tenido agallas, ¿eh, Bigelow?
Sí, le dispararé en toda la barriga.
Tardan más cuando les das en la barriga,
va muy despacito.
Así quiero verle morir, Bigelow,
bien despacito.
¡Frank!
- ¿Estás bien, Frank? - Sí, ¿pero qué haces aquí?
- ¿Cómo has venido? - Con Eddie Rust.
Tenía que venir, tenía que verte.
- No tendrías que haberlo hecho. - ¿Qué te pasa?
Estás en un lío, lo sé.
¡Mira cómo vas! Parece que hayas dormido vestido.
¿Estás enfermo? Sí, tienes fiebre.
Estoy bien, Paula. No hay ningún lío, créeme.
Mientes. Después de hablar contigo llamó la policía de San Francisco,
- querían saber dónde estabas. - No dijiste nada, ¿verdad?
Claro que no. Llamó un detective de homicidios.
¿De qué se trata? Sabes que puedes confiar en mí.
No tengo ningún problema con la policía, créeme,
pero no puedes quedarte, tienes que volver enseguida.
No voy a hacerlo, yo me quedo aquí contigo.
Paula, es mejor que vuelvas, de verdad.
¿Por qué? ¿Qué ocurre?
¿Qué tienes que ver con Phillips y Reynolds?
A Phillips le asesinaron.
¿Y eso qué tiene que ver contigo?
Sólo autenticaste un papel, lo haces todos los días.
Lo sé, un papelito de nada. ¡Uno sólo entre cientos!
Me asustas, Frank. No pareces tú.
Sé que estás en un apuro, que algo va mal,
que es algo grave. Me asustas.
No tengas miedo, Paula.
No vuelvas a asustarte por nada. ¿Me lo prometes?
Te quiero mucho, cariño, más de lo que imaginas.
No supe qué era la felicidad hasta que me enamoré de ti.
Cuando no sabía qué sentías tú, intentaba contenerme,
pero no podía. Perderte era perderlo todo,
- quedarme sin nada. - Vamos, Paula.
Ahora tengo miedo otra vez.
Siento que voy a perderte sin remedio.
Me siento indefensa. Me has tenido apartada de algo.
¿Qué es? Dame la oportunidad de luchar, por favor.
- ¿De verdad me quieres? - Sí, Paula, te quiero.
Nunca he estado tan seguro.
Antes estaba un poco ciego, pero ahora estoy seguro, créeme.
- ¿Lo entiendes? - Sí.
Un hombre puede ser así,
tiene que pasar algo, importante o no,
para comprender qué significa alguien para él,
cuánto quiere realmente.
Y yo te quiero, Paula,
más de lo que nunca hubiera imaginado.
¿Y por qué no me lo cuentas todo?
¿Por qué no me dejas ayudarte?
- No puedes, Paula. - No quieres mi ayuda.
No puedes hacer nada, ¿quieres creerme?
¡Vuelve a casa, por favor!
No, Frank, no me voy.
Sé que estás en apuros. No puedo dejarte así.
Bien, espérame en el vestíbulo del hotel. Volveré, lo prometo.
- ¿Lo prometes? - Sí.
¿Es nuevo el vestido?
- Sí. - Te queda muy bien.
- Volverás, ¿verdad, Frank? - Sí, Paula, te lo prometo.
Date prisa, cariño. Te quiero.
Te quiero, Paula.
Adiós, Paula.
- ¿Está Stanley? - No.
¿Seguro?
Muy bien, adentro.
Llame a Stanley y dígale que venga con cualquier ex cusa.
- ¿Qué va a hacer? - Tiro al pichón, como él conmigo.
- ¿Pero qué dice? - Déjelo, ya piqué una vez.
No sé qué dice, le conté cuanto sabía esta mañana.
Sí, lo suficiente para despistarme y apartarme de Stanley.
¿Stanley?
- ¡No! - Están juntos desde el principio.
Así que coja el teléfono y llámele.
Y que no se entere de que estoy aquí.
Le han despistado bien,
pero lo ha hecho la afligida viuda.
Esta tarde la Srta. Foster encontró esta carta.
Estaba en el escritorio de mi hermano,
franqueada hace dos años.
No es de las que pueda recibir una mujer casada de un conocido.
Seguro que mi hermano desconocía este trato tan familiar
cuando contrató a Halliday.
- ¿Qué le ocurre? - Se encuentra mal desde la cena.
- ¿Dónde cenó? - En casa de la Sra. Phillips.
Halliday también estaba, y Stanley les enseñó la carta.
- ¿Ha bebido algo? - Sí, ¿por qué?
- ¿Hace cuánto? - Media hora, antes de venir aquí.
Srta. Foster, llame a una ambulancia enseguida.
Que le hagan un lavado de estómago por envenenamiento.
- ¿Envenenamiento? - Haga lo que le digo.
Aún puede salvarle la vida.
¡Vamos!
He encontrado a George Reynolds, Sra. Phillips.
Murió hace cinco meses.
- Entonces, no robó la escritura. - No, pero pudo hacerlo usted.
¿Cómo se atreve?
Sabía quién era yo cuando vine ayer,
pero le sorprendió verme vivo, ¿verdad?
No estoy vivo, Sra. Phillips,
estoy aquí hablando con usted, respirando, moviéndome,
pero no estoy vivo porque tomé el veneno
y nada puede salvarme.
- ¿Qué va a hacer? - No pierdo nada si la mato.
¡No, tiene que escucharme! Deme una oportunidad.
Yo no tuve ninguna.
Ha sido Halliday, créame, ha sido él.
Me hizo robar la escritura, lo planeó todo.
¿Y la carta? ¿Sabía su marido lo suyo con Halliday?
Lo descubrió ayer. Acusó a Halliday,
pelearon y éste le empujó.
¿Y yo qué? ¿Por qué quería matarme?
Podía probar que había una escritura.
Mi marido no tenía motivos para suicidarse.
Halliday estaba desesperado. Después de matarle
descubrió las llamadas y pensó que habló con usted,
que sabía lo suficiente para implicarle.
¿Dónde está Halliday?
En la oficina.
Esta vez no le avisará.
¡Majack!
Venga, arranque.
¡Vamos!
Vamos, circule.
No se quede parado, vamos.
Todo lo que hice fue autenticar una escritura de venta.
Pero ese pedazo de papel podía haber probado
que Phillips no se suicidó.
Le asesinaron, por eso me envenenó Halliday.
¿Podría...?
¡Paula!
Llamen al depósito de cadáveres.
Johnson, vaya a buscar a Paula Gibson al hotel Allison.
No le diga nada. Yo se lo contaré.
¿Qué pongo en el informe, capitán?
Ponga " muerto al llegar" .
lnforme sobre persona desaparecida.
MUERTO AL LLEGAR
LOS HECHOS MÉDlCOS EXPUESTOS EN LA PELÍCULA SON VERÍDlCOS.
"TOXlNA LUMlNOSA" ES EL TÉRMlNO DESCRlPTlVO
DE UN VENENO EXlSTENTE. Asesor técnico: Edward F. Dunne