Tip:
Highlight text to annotate it
X
(Inicio Video)
Esto es más que una camiseta.
Esta es la familia. Este es el club.
Estos son los amigos. Esta es nuestra historia. Esto es nuestro.
Lo que hicimos durante el último mes, los últimos tres meses,
los últimos ocho años o diez años.
Es la que vivimos, la que sudamos, la que lloramos, la que nos cagamos de risa.
Es esta. Entonces, 80 minutos para que no nos quede nada. No nos quede nada.
Porque ahora sí vamos a jugar por nuestra historia y por el que tenemos al lado.
Y disfrutémoslo. Que por ahí, es casi seguro, para muchos será el último.
Vamos. Dale, dale, dale.
(Fin Video)
(Música) (Aplausos)
Buenas noches. Qué difícil que es hablar, ¿eh?
Es mucho más fácil jugar con 80 mil personas y que nadie te diga nada
y hacer lo que vos querés, y no tener que estar mirándolos
y [ver] qué caras me ponen.
La verdad que es mucho más fácil jugar al rugby. Pero bueno acá está el desafío.
Acá estamos. ¿Cómo explicarles lo que es un sueño?
¿Cómo explicarles lo que es llegar a conseguir un sueño?
No sé cuándo empezó. Mi viejo cuando tenía cuatro años
con mis padres me tiraron en una cancha de rugby.
Y ahí empecé. Nunca imaginé, jamás, que iba a pasar o a transitar
las cosas que transité ni alcanzar lo que alcancé.
O lo que alcanzamos. Empecé jugando, me divertía.
Deporte, chicos, jugaba. Pasaba mi vida. Empecé en el CASI, un club, ¿sí?
Amigos, de toda la vida. Los mismos de hoy.
Y, nada, fuimos transitando eso. Y un día soñé con jugar en la primera del CASI.
Para mí era... lo más. Soñaba todos los días. Le pedía a mi viejo:
"Por favor llevame el sábado porque yo quiero jugar para la primera del CASI".
Y, bueno, así fue. Todos los sábados de mi vida
hasta que jugué en la primera del CASI.
Enseguida me eligen para jugar para mi provincia: campeones argentinos.
De golpe, sin darme cuenta, estaba cantando el himno en Camberra...
en Brisbane, perdón, no en Camberra... con la camiseta de Argentina.
Éxtasis total. Imagínense lo que es para un chico, tenía 20 años ahí,
estar en Australia, del otro lado del mundo, representando a mi país.
Representando a mis amigos. Representando a mi familia.
Y representándolos a todos Uds. que eran argentinos. ¿Saben lo que es eso?
¿Saben cómo se siente? Pero yo no me daba cuenta.
Yo jugaba, me divertía, era como un hámster arriba de una rueda.
Iba plin, plin, plin. Yo quería ser mejor. Yo quería ser mejor.
Yo quería ser mejor. Yo quería ser mejor. Me fui a Europa, ¿sí?
Donde juegan los mejores jugadores del mundo.
Digo: yo quiero ser mejor que ellos.
Y me fui a Europa. No me alcanzaba. Jugué un mundial. Jugué otro mundial.
Me eligieron el mejor medio scrum del mundo. Seguía en la rueda. No importaba.
Yo quería ser mejor. No sé de qué. Nunca supe, ¿eh? Yo quería ser mejor.
Y, de golpe, el mundial de 2003. Capitán del equipo.
Porque justo Lisandro Arbizu, que era el capitán histórico
del equipo, se lastima a último momento.
Caigo yo capitán, líder. Nunca supe bien lo que era ser líder hasta ese momento.
Fuimos al mundial. No clasificamos.
Toda la expectativa fantástica de Los Pumas... no, afuera.
Tal es así que llego acá a Buenos Aires,
me tomo un taxi, le hablo al taxista, no me contesta.
Bien. Dije, bueno, está en la suya , qué se yo.
Pero no le hablaba de rugby, le estaba hablando de no sé...
bien, quería ver si nos habían puteado mucho o poco.
Pago. "Sí, sí, Pichot te voy a cobrar. Fuiste un desastre". (Risas)
Y ahí, por primera vez, creo que toqué fondo como deportista.
Antes de mirar lo que era el grupo, en el equipo.
Ahí dije: a ver, ¿qué hice mal? Hay algo que hice mal. No puede ser.
Soy esto, lo otro. Soy un genio. Algo estoy haciendo mal. No soy tan genio.
Y me empecé a dar cuenta de esa palabra "líder" de la que
todo el mundo habla, de la motivación que está tan de moda, ¿no?
Y me di cuenta de que para ser un buen líder y para llegar a conseguir
las cosas que uno quiere es mucho mejor convencer al que está al lado.
Y ayudar al que está al lado. Una palabra que es muy importante:
darle al que está al lado.
Empecé a pensar así. Dije, a ver, ¿cómo puedo dar? ¿Qué puedo hacer para dar?
Y empezamos a pensar como un equipo. Llamé a los más grandes,
a los que ya habíamos vivido varios años, y les empecé a hablar. A escucharlos.
Y empecé a escuchar cosas que no me gustaban.
Que era un egoísta, que habíamos hecho cosas muy egoístas, que no habíamos...
empecé a ver otro mundo. Lo que era así...
ese hámster, empezó a mirar y dijo "no, no es tan así".
Y empecé a ver que, en realidad, es mucho más importante
saber cómo actúa el que tenemos al lado que cómo actúa uno.
Porque uno está seguro de lo que hace. Uno sabe cómo va a actuar siempre.
Por lo menos cree que va a saber cómo actuar.
Después tiene que convencer a los demás.
Y no sólo convencerlos, sino que tiene que tratar
que los demás lo hagan bien, o mejor.
Y mi búsqueda fue empezar a ver cómo lo hacíamos.
Con el Tano Loffreda, una persona --para mí una de las personas
más importantes en mi carrera-- empezamos a hablar.
A decir, bueno, cómo se lidera. ¿Cómo llego a este lugar?
Y empezamos a buscar cosas.
En especial con los jugadores. Primero la autocrítica, muy importante.
A ver, ¿cómo se hace para conseguir eso?
Y los chicos me decían, bueno, ¿pero qué Agustín?
Y yo veía Francia 2007. ¿Sí?
Quedaba un tiempo para jugar el mundial de Francia 2007.
Decía, bueno para ir a jugar el mundial de Francia 2007 y hacer algo especial.
No sé qué, pero vamos a ir y hagámoslo bien.
Y empezamos a buscar pequeñas cosas.
Buscamos nuestros imposibles. Que seguro todos Uds. acá tienen un imposible.
No es tan difícil. No es porque yo juegue en Los Pumas...
todos tenemos algo difícil que llevar adelante. Todos.
Y buscamos imposibles. Primero, lo más importante era ver
qué cosas nunca habían pasado, para tener como referencia.
El equipo nunca había ganado en Europa.
Nunca le había ganado a Gales ni a Escocia, en Europa.
El equipo nunca había clasificado entre los seis primeros del mundo.
El equipo nunca le había ganado a Inglaterra
en la catedral del rugby que era Twickenham.
Entonces, ¿qué hicimos? Empezamos a convencernos entre nosotros
y darnos seguridad de que se podía. Que se podía ganar.
Que se podía ir y lograr que de a poquito...
Y no ganar como veníamos que, esporádicamente, Los Pumas hacían una hazaña.
No, las hazañas no son buenas para el éxito.
Los argentinos somos muy, muy exitistas, ¿eh?
Queremos ganar ya. Nosotros lo que estábamos
planteando era: no queremos la palabra ganar ya.
Queremos, de a poquito, construir una psicología ganadora
que es muy diferente a ganar ya, para llegar a una escena
como es un mundial --donde, la verdad, que es lo mejor
de lo mejor de lo mejor-- y ahí, con todo.
Y, de a poquito, con muchísimo trabajo, muchísimo sacrificio,
dejando muchísimas cosas de lado.
Porque, en realidad, cuando a Uds. les preguntan, no sé,
tienen que dar un final de la facultad.
O tienen que hacer un trabajo para el trabajo, lo que sea.
Dejan de dormir, dejan de ver a su novia, dejan de ver a sus hijos.
Hay sacrificio. La vida sin sacrificio, no lleva a nada.
Y ni hablar en un deporte de grupo.
Hay que trabajar en conjunto, que eso ya lo hablamos, y con mucho sacrificio.
Y fueron días de mucho sacrificio. Sacrificio. Sacrificio. Sacrificio.
Lo de dar. Escucharnos. Los más chicos nos decían:
Agustín mirá, me parece que esto no.
A ver, vení Legui, vení Juan. ¿Qué sienten?
No, por ahí no va. No nos sentimos cómodos.
Nos juntamos. Bueno, cambiamos. Vamos por acá.
Y así, de a poquito nos fuimos conociendo de memoria.
Yo estaba seguro de que en cada partido si yo me abría el pecho
y sacaba el corazón, cualquiera de los que estaban ahí me lo iba a cuidar.
Estaba convencido. Y los que estaban jugando conmigo sentían lo mismo.
Y eso es algo muy difícil de explicar. Pero pasaba. ¿Por qué?
Porque se había generado la confianza. Mediante el sacrificio todos juntos, ¿sí?
Porque cuando ves vos a alguien al lado tuyo que dejó a su familia,
que llora porque extraña, que tiene que entrenar y no llega porque le cuesta
y porque hace 40 grados de calor y porque estamos jugando...
Bueno, nosotros íbamos para adelante.
Y así eran nuestros imposibles. De hecho, imagínense.
Un día jugamos contra Nueva Zelanda, ¿sí?
Estábamos todos que nos colgábamos de las paredes.
Nueva Zelanda es complicado. En todo sentido.
Son todos grandotes, no aflojan nunca. Van siempre para adelante,
te pasan por arriba. Te golpean. Un metro setenta y cuatro, mido.
Lo que ven acá... no hay más nada, ¿eh? Y yo convenciendo a los más grandotes:
"Muchachos, no pasa nada". No pasa nada. Bueno. Y de golpe nos encontramos, ¿sí?
Algunos de Uds. conocen, otros no. Los neozelandeses no tienen mejor idea
que hacer una danza de la guerra antes de jugar.
Buenísimo. Agarrado, yo primero como capitán. Todos enfrente.
Y vos tenés que enfrentar, por un tema de respeto
-ahí lo ven- a los neozelandeses.
Que no son ningún tipo de modelo de agencia publicitaria, se los aseguro, ¿eh?
Y todos con rasgos muy maoríes. Y el que hace de capitán espiritual del equipo,
que te canta en la cara mientras viene, te hace así que te va a matar.
Bien, yo así agarrado, las piernas me hacían así, pero siempre quieto.
Entonces, al lado mío me dicen: "Agustín, nos matan".
Yo los miro y les digo: "Están nerviosos".
Y me doy vuelta y los veo y por dentro decía: "No, no están nerviosos. (Risas)
Está clarísimo que no están nerviosos".
Pero de eso se trataba un equipo, de dar seguridad para lo que iba a venir.
Y estar convencidos de que se puede.
Y así fueron pasando los días hasta que llegamos al "máximo no se puede".
Llegábamos a París, Francia. ¿Contra quién jugábamos en siete días?
Contra los franceses. Otra cosa buenísima: mucha suerte.
La gente nos saludaba dándonos el pésame.
Qué bien los argentinos, ¡suerte el viernes! OK.
Y así nos recibían, igual de verdad con una caballerosidad increíble,
con una educación increíble porque éramos un equipo
que al final del día iba a jugar contra Francia.
Y así fue, el equipo llega y se empiezan a sembrar dudas.
Como le puede pasar a cualquiera de Uds. Uy, ¿cómo me va a ir?
Ya empiezan, viste, me puede pasar algo malo.
Y yo veía que estábamos todos a la pared de nuevo.
Y dije,no...nos quedan tres días. Entonces agarro... lo que solía hacer a la noche,
porque creo que de esto se trata el liderazgo,
voy por todos los cuartos del hotel. De cada uno de los jugadores.
A ver cómo estaban. Fiebre, se había peleado con la novia, nada,
lo que les pasa a todos. El otro que lloraba que no me ponen, que no juego.
El otro que sí juego pero en verdad el que juega en frente...
Bueno, entonces voy al cuarto, cierro la puerta así, y digo "Uyy".
Entonces le digo al Tano: "Tano mirá, pasa esto."
Y el Tano siempre: "Tranquilo, tranquilo, tranquilo".
Teléfono. Lo voy a llamar a Christophe Dominici.
Christophe Dominici era como que les diga, no sé,
el emblema del rugby francés, con quien jugábamos a los dos días.
Es muy amigo mío. -- Christophe, ¿cómo están?
El único que me puede llamar a la una de la mañana sos vos, me dice.
-- Estás despierto, ¿viste? Sabía que ibas a estar despierto.
¿Qué pasa?, me dice. -- ¿Cómo están?
Te llamo para ver cómo estás. Para desearte suerte, para ver cómo estás.
¿Y vos cómo estás?
-- Bien, ¿vos?
-- Bien. Ah, ¿quién juega?
-- No sé, ¿y Uds.?
-- Ya viste el equipo.
Juan juega de 10, y ¿cómo se para?
No, no sé, ¿y Uds.?
Fue una conversación de locos, les prometo.
Fueron diez minutos de locura. Pero cometió un error mi amigo Christophe:
"Andá a dormir tranquilo que pasado mañana se comen 40".
Corté. No me causó tanta gracia. Me quedé toda la noche cla-cla-cla-cla.
A la otra mañana, "Todos al lobby". Nos juntamos y les dije: "¿Saben qué?
La IRB no nos tiene en cuenta", que es como la FIFA, no nos tiene en cuenta.
Nosotros dudamos. Estamos dudando en esta parte
cuando venimos construyendo un camino espectacular.
Me acaban de decir ayer a la noche que nos comemos 40. ¿A qué vinimos?
Agarremos las valijas y nos vamos. No dicen nada. Desaparecieron.
Como quería desaparecer recién antes de entrar". No saben la cara de los chicos.
Transformación total. Me fui a mi cuarto de nuevo. Llamé por teléfono a mi mujer
y le dije: "Hoy ganamos". O la otra noche, ganamos. Porque de eso se trataba,
de generar confianza y haber construido toda una confianza para,
en el momento justo, [decir] ¡Ahora!
Pero faltaba algo más. Y es qué pasa después de esos "triunfos".
Y vino el triunfo, increíblemente. 50 a 1. Los que habían apostado nos decían:
"Gané, ¡me llené de guita!". Nos decían en las calles de Francia.
Y los franceses mudos pero, la verdad, felicitándonos:
"Brillante, la Argentina, brillante".
Pero apenas termino el partido, había una euforia increíble. Increíble.
Y yo ahí enseguida me acordé del cartel que decía: argentinos, tranquilos.
Dije, esto no es nada, esto recién empieza. Esto recién empieza.
Nosotros vinimos acá a construir un camino igual que construimos
con tanto tiempo, a construir hasta que se termine.
Esa era la final del mundo para nosotros.
Nos habíamos comprometido un mes antes, a ser campeones del mundo.
¿Saben por qué? Porque yo exigía, les demandaba, que sueñen lo imposible.
Que se imaginen algo increíble. ¿Qué más increíble que salir
campeón del mundo cuando jugás al rugby? No hay nada.
Y estábamos convencidos de que podíamos ser campeones del mundo. Convencidos.
Por eso cuando perdemos la semifinal para mí fue --y para todos-- fue tremendo.
Pero lo sacamos adelante y terminamos un mundial espectacular.
En ese vestuario que vieron recién... ese fue el partido en el que nos entregamos
por última vez y fue mi último partido. Yo ya sabía que era mi último partido.
Por eso digo, una cosa que digo es que para algunos va a ser el último.
Y yo lo hacía como duelo para retirarme y entregar el equipo y entregar
lo que era mi posición en el equipo.
Y la verdad es que si Uds. me preguntan por el tercer puesto.
La verdad, ¿fueron por el tercer puesto? Digo, no. ¿Tuvieron éxito? Sí.
Porque se sentía en ese momento una cosa inmensa. ¿Cómo describirlo?
Eso que les decía del corazón, se sentía eso. Yo era pleno.
Me agarraban en el vestuario. Agarrabas a cualquiera de los que estaban ahí.
Francia desbordada. La gente... pero yo me sentía pleno. ¿Por qué?
Porque habíamos conseguido algo único. Porque no éramos un equipo extraordinario.
No éramos un equipo extraordinario. Pero queríamos hacer cosas extraordinarias.
Estábamos convencidos de que podíamos hacer cosas extraordinarias.
Y así fue, pero de un día para otro, se terminó. Ahí se terminaba mi sueño, ¿sí?
O, nuestro sueño. Habíamos alcanzado algo increíble.
Único, que va a quedar en la historia del deporte, por lo menos nuestra.
Y seguramente en los libros de muchos deportes donde se decía
que el más débil podía lograr las cosas, así, soñando. Siendo románticos, ¿sí?
Y hoy a los, bueno hoy 37, pero en ese momento, o hace muy poco,
arrancar de nuevo. A los nuevos desafíos.
Y la verdad es que yo no le tengo miedo a la hoja en blanco.
Soy sincero, no le tengo miedo. Estoy para buscar un sueño
y volver a hacer algo diferente. Hoy fue un desafío enorme para mí.
No lo había hecho nunca. Es la primera vez que hablo ante tantas personas.
Pero fui igual. Por eso busquen su imposible. Piénsenlo.
Cada uno que está acá, piense su imposible. ¿Qué pueden hacer?
¿Qué van a hacer? Cierren los ojos. Piensen su imposible.
(Video) (Latidos)
Siempre, en todo momento, se escucha el corazón de uno. Es fundamental.
Porque es lo que nos da energía. Es lo que nos hace sentir.
Es lo que nos hace darnos cuenta que estamos vivos. Es la pasión.
Es la entrega. Es por lo que estamos al lado. ¿Para qué vivimos?
Para el placer. Para la felicidad. Sí, la gente afuera.
La gente afuera nos distrae. Nosotros seguimos adentro. Porque de eso se trata.
Del desafío. De sentir que se puede.
De sentir que a pesar de todo cualquier cosa que tengan, se puede.
Hoy pensaba antes de entrar: ¿De qué voy a hablar? ¿Cómo voy a hablar?
¿Qué voy a decir? Yo puedo. Yo tengo confianza.
Me mandaban todos mensajes de "Dale Agustín, suerte".
Porque los pibes de al lado son los más importantes para lograr eso.
Pero siempre es el corazón el que manda.
El corazón que manda, que se excita, el corazón que va.
Es al que tenemos que escuchar. Al que tenemos que sentir. Ustedes son iguales.
Viven a través de las personas que están. Y a través de Uds.
Y cuando encaran un desafío se ponen nerviosos y lo tienen que subir,
y lo tienen que asumir, y lo tienen que combatir,
porque en definitiva es un desafío enorme.
Un desafío que tiene que ser mucho más que lo normal.
Exíjanse lo imposible. Jueguen.
(Aplausos)