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Uno de los aspectos básicos que vamos a ver ahora
es comprender que el simbolismo
enfocándolo desde el deseo de aprender más,
de querer saber constantemente más y más,
hay que cuestionarlo en este momento.
La razón de que sea cuestionable consiste en
que produce mucha agresión.
Agresión, no en el sentido de que uno esté enfadado,
o que siga enfureciéndose,
sino agresión en el sentido de obstáculo fundamental.
Cuando uno está realmente enfurecido, los ojos se llenan de sangre,
no se puede ver de forma adecuada, la voz se entrecorta,
no se puede hablar de forma adecuada,
y uno se empeiza a convertir en un vegetal inferior.
Nos referimos a ese tipo de agresión.
Es el obstáculo más grande para ver a nivel perceptivo,
para percibir el simbolismo del que hablamos ayer, o más bien el otro día,
cuando hablamos de eso, respecto a si uno ve realmente la ciudad de Boulder,
si uno ve realmente las montañas de Boulder y si uno ve realmente los cielos de Boulder,
no hay agresión. Pero tengo cierta duda sobre si realmente lo habéis visto.
Lo dudo mucho.
Esta frase concreta no implica necesariamente superioridad
ni rebajar vuestra existencia honorable.
Sino que es un recordatorio: dudo que realmente hayáis visto todo eso.
Quizás os hayáis distraído desde la charla del otro día.
Os habéis distraido y estaréis distraídos todo el tiempo.
Y quizás carezcais de lo necesario para experimentar
lo que debéis experiemntar, lo que, se supone, tenéis que experimentar.
Eso es muy posible.
Es posible porque hay agresión, es muy poderosa.
Esa agresión es una sensación de proyectarse
hacia el objeto que se desea, un gran deseo de agarrarlo,
de recordar ciertas experiencias concretas.
Y cuando se ha capturado esa experiencia adecuadamente,
como una araña que atrapa a la mosca,
entonces uno puede realmente sujetarla y chuparle la sangre.
Luego se nota una relajación y de renovación.
Es algo importante, tenemos un gran problema.
La definición de arte dharma, tanto por arte como por (inaudible)...
El arte dharma se comtempla como la experiencia personal de la no agresión.
La agresión actúa como un gran velo para ver la precisión
y la capacidad de precisión de las funciones
del simbolismo absoluto al que nos referimos el otro día.
Igual que las del simbolismo relativo.
El único remedio práctico que se puede pensar, según el enfoque tradicional,
consiste en rendirse como única forma de vencer la agresión.
Según este punto de vista, rendirse
no consiste en convertirse en un niño,
saltando a los brazos de alguien
ni preguntando a los padres, concretamente.
Sino que rendirse, en este aspecto, es una sensación
de querer dar en vez de querer dar a alguien concreto.
¡Sino que uno quiere dar! ¡Uno quiere soltar!
Aquí entra todo tipo de fantasías, individual, espiritual y económicamente.
Económicamente porque uno puede ser consciente de lo económico.
Y espiritualmente porque se puede querer trabajar sobre algo,
y no se quiere ceder.
Etcétera.
Sujetamos muchas cosas que nos hacen más ciegos
cuando se relaciona con algo que sujetamos. Eso es agresión.
Y ceder, abrirse, rendirse, desde ese punto de vista
realmente juega un papel muy importante
porque uno empieza realmente a soltar la agresión.
y uno empieza a decir: "Vete al infierno".
Hay que permitir esa entrega, abrirse.
Tomarse un respiro, saltar.
Eso puede implicar ceder ante la propia agresión
de modo que la agresión me afecte. Pero no importa.
O uno tiene alguna fe y confianza en alguna verdad básica
que procede del linaje.
Que se refiere realmente a la verdad de la no agresión, al mismo tiempo.
Depende de cómo se entienda todo.
Y resulta un alivio empezar a dar, a dar, a dar.
Se trata de dar desde el punto de vista
libre de la idea convencional de dar.
La idea convencional consiste en cuánto hay que dar.
Si tengo diez monedas en la cuenta bancaria, podría dar cinco si soy tan generoso.
Podría guardar las otras cinco para mantenerme.
Ésa es la forma de dar. Depende de cuánto se pueda sujetar la agresión
y cuánto se dé. Eso no significa que voy a
conseguir dinero para vosotros, concretamente.
Sino que se me ocurre sólo la idea
de que gastéis la mitad de la agresión en dar
y luego queráis reservar la otra mitad para manteneros,
para guardar la propia fantasía, como si dijéramos.
Eso no parece ser suficiente, no basta en absoluto.
Hay que darlo todo. Cederlo todo.
Y cada vez que se da, la visión se empieza a aclarar más,
el sistema autiditivo se empieza a volver más claro,
hay menos cerumen en los oídos, menos filtros en las pupilas,
y se empieza a oir mucho mejor y a ver mucho mejor.
Cuando más se rinde la tensión de sujetar y del resentimiento,
se empieza a dar mucho más y a abrirse mucho más, mucho más.
Uno no le hace un favor a nadie concreto.
Y no hay nadie a quien dar las gracias, me habéis dado tanto.
Si uno se parece a alguien, sería como
a un campesino, dando las gracias por haber dado dinero a mi parroquia.
Eso parece falso.
Pero no uno no entrega bnada a nadie, sino que lo entrega de todos modos,
sin esperar nada a cambio.
Sólo hay que dar, dar, dar, soltar. Se produce más claridad cuanto más se da,
uno es capaz de ver el significado real del simbolismo
al que nos referimos la otra noche igual que la anterior,
relacionado con las realidades bipartitas, respecto al simbolismo relativo y absoluto,
que se pueden ver muy claramente.
Dar y abrirse no es especialmente doloroso
cuando se empieza a hacer.
Pero es muy doloroso, la idea es muy dolorosa.
Cuando se le pide a uno que dé y salte, hay un sentimiento tan terrible,
uno se siente mal porque no quiere pero nos lo han pedido.
A algunos les puede interesar la idea de que yo lo hiciera, qué me pasaría a mí.
Quizás llegara a algún tipo de ruptura,
quizás lo perdiera todo en este mundo.
Es una indea muy excitante y podemos seguir con esa mente curiosa
y dar y abrirnos más, mucho más, ¡abrirnos muchísimo, completamente!