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Las diferentes etapas de una república.- La Francmasonería exterior.- La Libertad
y la Fe.- La Competencia internacional del Comercio y de la Industria.- El papel de la
especulación.- El culto del oro.
Toda República pasa por distintas etapas. La primera comprende los primeros días de
locura de un ciego que va dando tumbos a diestra y siniestra. La segunda es la de la demagogia
que da origen a la anarquía; después viene infaliblemente el despotismo; pero no un despotismo
legal y declarado, y por consiguiente, responsable; sino desconocido, invisible, que, sin embargo,
se hace sentir; un despotismo ejercido por una organización secreta que obra con tanto
menor escrúpulo cuanto que lo hace amparado y cubierto por distintos agentes, cuyo cambio,
lejos de perjudicarlo, lo sostiene más, dispensándole de gastar sus recursos, en recompensar largos
servicios.
¿Quién puede destruir una fuerza invisible? Pues tal es la nuestra. La Franc-Masonería
exterior no sirve más que para encubrir nuestros designios; el plan de acción de esta fuerza,
el punto mismo en que se apoya, quedarán siempre para el pueblo en el más absoluto
misterio. Aun la libertad podría ser inofensiva y existir en el Estado, sin dañar a la prosperidad
de los pueblos, siempre que descansara sobre el principio de la creencia de Dios, y de
la verdadera fraternidad humana, excluyendo la idea de igualdad, a la que aun las leyes
mismas de la creación son contrarias, supuesto que éstas establecen la subordinación necesaria.
Con esa fe, el pueblo se dejaría gobernar bajo la tutela de sus pastores espirituales,
y caminaría sumiso y tranquilo bajo la mano de su párroco, resignado con la distribución
que Dios ha hecho de los bienes de la tierra. He aquí por qué es necesario que nosotros
arruinemos la fe y arranquemos de los espíritus Gentiles el principio mismo de la Divinidad
sustituyéndolo por los cálculos y las necesidades materiales (!!!).
Así, pues, para que los espíritus Gentiles no tengan tiempo para pensar y reflexionar,
es necesario distraerlos por medio de la industria y del comercio. De esta suerte todos los pueblos
buscarán su provecho material, y luchando cada uno por sus propias ventajas, no darán
ninguna importancia al enemigo común.
Pero para que la libertad pueda de esa manera disolver y destruir completamente las Sociedades
Cristianas, se necesita hacer de la especulación la base de la industria, de tal manera que
toda la riqueza que la industria extraiga de la tierra, no quede en manos de los industriales,
que se emplee en especulaciones, es decir, venga a parar a nuestras cajas. La lucha encarnizada
por la supremacía, los choques de la vida económica crearán, mejor dicho, han creado
ya, sociedades sin ideales, frías y carentes de sentimientos.
Estas sociedades sentirán repugnancia por la política noble y elevada y por la Religión.
Su único culto, su única guía será el cálculo, o lo que es lo mismo, el oro, al
que se tributará una verdadera adoración, por razón de los bienes materiales que proporciona.
Entonces, las clases humildes de los Gentiles nos seguirán en nuestra lucha contra las
clases elevadas y pensantes que están en el poder y son nuestros competidores, y nos
seguirán, no ya para hacer el bien, ni aun siquiera por adquirir riquezas, sino solamente
para satisfacer su odio a los privilegiados.