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- Toda institución religiosa
(y esto también es cierto respecto de otras tradiciones con las que he estado en contacto)
tiene distintos niveles,
y existe una profunda tradición espiritual
(por ejemplo la tradición cristiana expresada en la iglesia
para mí en mi iglesia particular, para otras personas en sus respectivas iglesias)
pero además hay aspectos institucionales asociados a la iglesia,
y yo puedo estar de acuerdo o no con esos aspectos externos,
o puedo estar de acuerdo con unos aspectos y no con otros,
y esto por supuesto es típico de toda institución.
Toda institución tiende, o suele tender a sofocar la experiencia personal,
y se nos suele decir que hagamos lo que se nos manda, que sigamos la doctrina, etcétera.
Si somos miembros de una iglesia, seguramente nos vamos a encontrar con esto.
Sin embargo, también es cierto que en la tradición cristiana
se nos alienta a seguir el dictado de nuestra conciencia, más allá de lo que se nos diga.
Uno tiene la responsabilidad de formar la propia conciencia.
No es que vamos a pretender “inventar la rueda”,
uno debe guiarse por los mapas que otros exploradores del terreno espiritual han trazado;
pero en última instancia la propia experiencia al explorar ese terreno
es más importante que todos los mapas del mundo.
Esta es la teoría, aunque en la práctica usted tiene razón.
Cuando llegué al monasterio cuarenta años atrás,
si entonces yo hubiera dicho que tenía lo que llamamos “experiencias místicas”,
y por eso quería dedicar mi vida a la búsqueda de Dios,
habrían dicho “oh, aquí viene otro de esos locos”,
y jamás habría sido admitido en ningún monasterio.
En esos tiempos uno no podía hablar de esas cosas.
En la actualidad somos mucho más abiertos y podemos hablar libremente de esta espiritualidad.
- Bueno, por supuesto que la iglesia es una institución muy antigua,
y ha pasado por muchos ciclos.
Una de las luchas más conocidas de la iglesia, según tengo entendido,
ha sido su lucha contra el Gnosticismo, el reconocer al Gnosticismo como una herejía.
Pienso que lo dicho podría ser una afirmación arrogante,
el pretender conocer a Dios a través de la propia experiencia interior.
- Sí; ha tocado un punto importante.
Actualmente hemos descubierto los aspectos positivos del Gnosticismo.
Hasta los años cuarenta no conocíamos al Gnosticismo por su propio testimonio,
sino principalmente por lo que decían de él sus adversarios,
por esas citas cortas de autores gnósticos en los escritos de los padres de la iglesia primitiva.
Pero después se descubrió esa colección completa de autores gnósticos, el Nag Hammadi,
y así hoy podemos acceder a muchos libros gnósticos
y saber lo que los autores gnósticos pensaban.
En ellos encontramos muchas cosas buenas,
y la tradición cristiana se vio empobrecida al eliminarlas;
pero al mismo tiempo hay muchas cosas con las que hoy no quisiéramos identificarnos.
Por ejemplo, los gnósticos tenían una noción muy pobre del cuerpo;
para ellos el cuerpo era malo, sólo la mente era buena.
Esto es algo que en la actualidad no podemos aceptar, por poner sólo un ejemplo, al cual no prestamos mucha atención.
Pero además, en cuanto al conocimiento,
aquello que la iglesia, o mejor dicho la verdadera tradición combatió,
fue la idea gnóstica de que sólo el conocimiento nos salva y nos pone en el buen camino.
Todos los grandes santos y maestros espirituales nos dicen que el conocimiento es una gran ayuda,
pero luego debemos llevar ese conocimiento a la práctica.
Lo que salva no es el conocimiento sino la acción.
Por lo tanto, no se trata de rechazar al conocimiento,
sino rechazar al conocimiento separado de la acción.
Uno debe ser justo respecto de esto.
Yo personalmente estoy a favor de muchas de las ideas introducidas por los gnósticos,
y deberíamos aprovechar que tenemos acceso a esas ideas.
De todos modos debemos tener cuidado,
ya que hay cosas a las que no deberíamos adherir.
- Pienso que lo voy a poner en una situación incómoda
si le pido que defienda cada práctica en la que se ha visto envuelta históricamente la iglesia.
Obviamente aquí usted está hablando desde un nuevo punto de vista,
un punto de vista que en gran medida es suyo. Pienso que usted está hablando desde su conciencia...
- Sí, y pienso que ésta es la forma
en que uno puede distinguir una gran tradición,
ya sea budista, hindú, sufi, cristiana,
de lo que llamamos un “culto”,
la palabra “culto” actualmente tiene una connotación negativa.
Durante años he intentado descubrir qué es lo que hace que un culto sea un culto,
y he llegado a una respuesta satisfactoria, al menos para mí:
y es el hecho de que un culto sofoca a sus seguidores.
Si a uno le dicen qué está bien y qué está mal, sin alentarlo a tener un juicio propio,
entonces no se trata de una tradición sana sino de un culto.
Y algo que las grandes tradiciones (budista, hindú, cristiana) tienen en común a lo largo de la historia
y es que, mientras se mantuvieron sanas,
ellas alentaron a sus seguidores y les ayudaron a valerse por sí mismos,
a tomar sus propias decisiones y arribar a sus propias conclusiones.
Esta distinción entre culto y tradición auténtica
nos permite ver que cada tradición verdadera siempre corre el riesgo de transformarse en un culto,
y en el curso de la historia de una institución que tiene dos mil años de existencia,
no ha sido poco frecuente el sofocar a los fieles, hacerlos callar,
seguir las directivas y las reglas, hacer lo que se dice sin cuestionar, etcétera.
Esto no es el núcleo sano de una tradición;
yo estoy comprometido con el núcleo sano de la tradición cristiana,
que nos hace valernos por nosotros mismos.
Toda tradición no sana ha de ser rechazada.