Tip:
Highlight text to annotate it
X
¡Cuando leo a Plutarco,
me aburre, me asquea esta época de cobardes !
¡Oh, si en las frías cenizas de mis padres viviese aún
una chispa del espíritu de Arminio!
Como él, querría liberar a toda Alemania,
de modo que, comparadas, Esparta y Atenas serían esclavas encadenadas.
Una banda, una banda; héroes callejeros.
¡Con el puñal y con la copa, nadie iguala al bandido !
¡Son mis borrachos, desvergonzados compañeros de pecados!
¡Cuánto, padre, tarda en llegarme tu perdón
para dejar abandonados a estos depravados!
¡Oh, mi castillo paterno,
colinas de un verde eterno,
cómo se regocijará entre vosotros esta alma redimida!
¡Amalia ! Hacia ti me encamino,
¡ábreme tu casto abrazo!
Hazme vivir de nuevo las dichas de mi primerajuventud.
Aquí hay una nota dirigida a ti.
¿Te estremeces?
¡Me siento dichoso!
Esto, amigos, es mi perdón.
¡Cómo palidece y cambia de aspecto !
¡Pobre de mí! ¡De mi hermano!
¡ Afe mía, el escrito es hermoso!
“Por mi boca, tu padre te anuncia que no abrigues pensamiento de volver,”
"si no quieres, solitario y prisionero, a estar a pan y agua en un calabozo”.
¡A pan y agua ! ¡La comida es copiosa!
¡Fieras humanas, hombres feroces, más duros que ásperas rocas !
¿Plegarias tan cálidas y piadosas no lo han conmovido o ablandado?
¡Ah, ojalá pudiese sublevar al mar y la Tierra con un bramido,
y unirlos en guerra contra el hombre!
¡Escucha, Moor !
¿Dónde está la espada que da muerte a semejantes serpientes?
Nosotros la tenemos. Cálmate y oye. Vamos a formar una banda.
¿Nosotros, ladrones? ¿Quién os ha metido en la cabeza una idea así, malvados?
Y tú, jefe y capitán.
¡No digo que no, diantres !
¿Nuestro?
¡Vuestro!
Aquí está mi mano.
¡Viva, viva el capitán!
¡Que mi ira hunda estos hierros en la arcilla maldita !
Quiero dejar la masacre a mis espaldas, el terror por delante de mí.
Vosotros, furias de la venganza, unidos conmigo en un mismo destino,
debéisjurarvuestra fidelidad aquí, ante mi fuerte mano.
Juramos ante esta fuerte mano nuestra fidelidad.
¡Viejo! ¡Arranqué de tu lado a ese odiado primogénito tuyo !
Yo he destruido la quejumbrosa carta que él te escribió.
Leíste una mía, en la que yo le pinté con colores tan favorables...
Al final, castigué en el hermano
la culpa de la naturaleza, que me hizo el pequeño.
Ahora debo castigarla en el padre.
¡El derecho! ¡La conciencia!
Magníficas palabras para los espíritus débiles.
¡Sé audaz, Francesco! Deshazte del viejo.
Esos huesos raídos están vivos a duras penas.
Un soplido...
Y se acabó.
Su llama vital languidece, es cierto, pero dura demasiado.
Si la naturaleza va lenta, lo juro al Cielo, la precipitaré.
Mente mía, encuentra un puñal
que traspase el corazón humano
y no pueda desvelar la mano que lo empuñó y lo clavó.
¡Triunfo, triunfo ! He dado en el clavo.
¡ Arminio, acércate !
Señor, ¿qué queréis?
¿Me eres fiel?
¿ Acaso tenéis alguna duda?
¡Bien entonces! Debes secundarme en un plan.
Disfrázate, de modo que nadie te reconozca.
Luego, ve a ver a mi padre.
Cuéntale que, muerto, en el campo de batalla de Praga,
entre una montaña de cadáveres, dejaste a su Carlo.
Pero si yo acepto, ¿me creerá luego él?
Se tragará tu noticia, créeme.
Quiero darte una prueba tal,
que hasta el hombre más sagaz caería en el engaño.
¡Dentro de poco, Francesco, serás aquí el señor !
Temblad, miserables, vais a verme
con mi auténtico y terrible aspecto.
Ya no os dará órdenes la mano cansada
de un viejo débil al que no teméis.
A la sonrisa, al júbilo, sucederán
llanto y lágrimas, temor, sospecha.
lnedia, cárcel, vergüenza y angustia os causarán un tormento indecible.
Venerable es tu semblante, padre,
como el rostro de un santo.
¡Oh, sea tranquilo tu sueño !
Que te aparte del dolor de la vida, y te consuele.
Me has desterrado a mi Carlo;
por culpa tuya, perdí a toda mi dicha,
pero no podría enfadarme contigo.
Tenía la mirada de los ángeles que Dios creó a partir de una sonrisa.
Sus besos destilaban las dichas del paraíso.
En sus brazos, nos envolvía un remolino de ebriedad;
como dos voces al unísono, latía su corazón sobre el mío.
Un alma se unía a la otra, fundidas por un mismo fuego.
Y la Tierra y el cielo parecían disolverse en ese abrazo.
Disfruté dulzuras desconocidas a los éxtasis de un inmortal.
¡Sueño divino ! Pero se desvanecieron, ya no volverán jamás.
Mi Carlo...
Está soñando.
¡Oh, qué desdichado eres !
Despiértate, amado padre, y tus fantasmas desaparecerán.
¡Francesco ! ¿También en el sueño me lo arrebatas?
Soy yo, mírame; soy tu hi ja.
¿Tú, aquí?
Justo ahora, estaba soñando con nuestro Carlo.
¡Oh, pobre muchacha !
Yo desfloré el abril de tus dichas.
No me maldigas.
¿Maldecirte? ¡Oh, jamás!
Carlo, me muero...
Y, ¡ay! , tú estás lejos de mí en las últimas horas.
Una mano fría e ingrata
me depositará en la tumba.
Caro es el llanto al hombre que muere,
pero, ¿quién llorará por mí?
¡Oh, yo también querría dejarte, dolorosa vida humana,
ahora que lo he perdido aquí todo y la Tierra no me da ninguna flor!
¡Y, unida para siempre a Carlo, recorrer la eternidad !
¡Un mensajero con una triste nueva! ¿Queréis oírla?
¿Qué traes? ¡Habla!
Os traigo noticias de vuestro Carlo.
- ¿Dónde está? - ¿Está vivo?
Fue compañero mío entre las columnas del Rey Federico,
que lo acogió fugitivo y mendigo.
¡Pobre!
En Praga, luchó ese valiente,
hasta que fue herido en todo el cuerpo.
¡Calla, cruel!
A duras penas, me dijo:
“Lleva a mi padre esta espada ensangrentada,"
"y dile: El hi jo al que repudiasteis”
“murió desesperado entre armas y matanzas”.
¡Yo soy ese padre maldecido por el Cielo!
Y fue "Amalia” su última palabra.
¡Yo soy la desdichada que ha sobrevivido al llanto!
¡Lee!
Lo escribió tu Carlo con su sangre:
“Del juramento, Amalia, nos libera la muerte".
“Sé tú, Francesco, el marido de Amalia".
¡Carlo, Carlo, nunca me amaste !
¡Tigre feroz, qué sangre has derramado!
¡Carlo, Carlo, nunca me amaste !
¡Descienda sobre mi cabeza culpable
la ira del Cielo !
Pero tú, que me has causado, malvado,
este ultraje horrendo,
¡devuélveme a mi hijo muerto !
Padre, el Dios de los afligidos lo acogió entre los mártires,
para que aquí abajo no fuésemos tan dichosos como en el Cielo.
Pero consuélate, lo veremos allí entre las estrellas y el sol.
Pero tú, que me has causado, malvado, este ultraje horrendo...
¡Gracias, demonio! Lo asaltan dolor, remordimiento e ira.
Padre, el Dios de los afligidos lo acogió entre los mártires.
¡No puedo, no puedo seguir soportando su dolor paterno !
¡Devuélveme a mi hijo muerto !
Pero consuélate, lo veremos allí entre las estrellas y el sol.
¡Gracias, demonio! Lo asaltan dolor, remordimiento e ira.
Que esta mentira horrible me cause remordimiento eterno.
Que esa última y poderosa maldición lo suma en la desesperación.
¡Devuélveme a mi hijo muerto !
¡Se muere!
Está muerto.
¡Dios santo!
¿Muerto?
¡Yo soy el señor !
Me escapé del infame banquete
y aquí me re fugio, padre,
en tu sepulcro olvidado,
que, en mi soledad, consuela mis furtivas lágrimas.
Disfrutemos, que fugaces son las horas de reír.
El placer nos guía de las copas a los besos.
La tumba y una cruz nos envían un mensaje:
- La vida pasa rápido, apre súrate a di sfrutar. - ¡lmpío!
Dejemos los lamentos del estúpido rito. Llorar por los muertos es dolor insensato.
¡lmpío!
No turben la fiesta los negros colores.
Alégrennos y refuljan aquí las copas y el amor.
¡Alborózate, regocíjate sobre los huesos de tu padre!
El terrore s la suerte futura de los débiles,
pero una palabra desconocida en el pensamiento de los fuertes.
Disfrutemos, que el reíres fugaz. El placer nos guía de las copas a los besos.
¡Ah, pero la paz que en vida le arrebataste,
en la muerte, no puedes perturbársela !
Tu voz aborrecida no penetra en esa piedra.
Tú volaste al seno de mi Carlo, alma dichosa,
y tu sufrimiento en la Tierra
ahora se hace dicha en el Cielo.
Sólo yo vivo aquí entre llantos,
abandonada y desconsolada.
¡Oh, cuánto envidio tu feliz tumba!
- ¡Ah, señora! - ¿Qué quieres?
Pido perdón por un gran crimen.
- ¡Déjame ! - Oídme. - ¡No insistas !
¡Vuestro Carlo vive !
- ¿Qué dices? - La verdad.
Y vuestro tío sigue también vivo.
¡Detente!
¡Dios santo!
¿Carlo vive? ¡Oh, dulce palabra, melodía del paraíso!
Dios ha acogido mi lamento, fue misericordioso con mi dolor.
¿Carlo vive? Ahora Tierra y cielo se revisten de una sonrisa.
Los astros y el sol ya no tienen velo, el universo es todo amor.
¿Por qué huiste de los cánticos del banquete festivo?
Otra voz me sonaba en el corazón:
la pía plegaria
que acompañó a tu padre a esa tumba.
¿Quieres llorarlo eternamente?
Ah, deja porfin ese pesar que me irrita,
y estas oscuras ropas que me ocultan tus encantos.
¡Te amo, Amalia, te amo con un amor inmenso y ardiente !
Te llamo para que reines conmigo,
te ofrezco la mano y el corazón.
Tu dueño y soberano
cae esclavo a tus pies.
Tú, que hace poco enviaste a la muerte a mi amado,
¿me invitas ahora como tu cónyuge a un banquete nupcial?
¡Malvado! ¡Al infame lecho nupcial no acudirás conmigo !
¡Arrogante ! Cuatro paredes sabrán bien cómo hacerte doblar la cerviz.
Oh, vil tirano, me siento feliz lejos de ti.
¿Lo esperas? ¡Oh, no, soberbia!
Aquí estarás,
mi amante y sierva.
¡No!
¡Sí, mi amante !
Con sólo tu nombre quiero que se sonroje todo el mundo.
Voy a tirarte del pelo.
Te ofendí. ¡Perdóname !
¡ Aléjate, malnacido, si es que no deseas
sentir este acero clavado en el corazón!
Me sostiene y me guía el arma homicida,
el espíritu indignado de tu padre.
Oh, vil mu jerzuela, no sabes a quién desafías.
Habrás de expiar este ultraje con sangre.
Cadenas, azotes, nuevos tormentos
debe enseñarme para ti la venganza.
Hemos estado todo el día mano sobre mano.
- ¡Oh! ¿No os habéis enterado? - ¿Qué ha pasado de extraño?
- ¡Rolla está en prisión ! - ¿En prisión? ¿Qué oigo?
Os digo que será colgado.
¿Qué ha dicho el jefe?
Que quiere dejar Praga como una ruina.
Si lo hajurado, lo cumplirá.
- ¡Pobre Praga! - ¿Tienes piedad de ella?
Pobre Rolla, que dentro de poco...
¡Oh ! ¿No veis ese enorme fuego?
¡Es un incendio ! No es ningún cuento,
el capitán ha cumplido su palabra.
¡Qué fuego horrendo! ¿Qué habrá pasado?
Eso es el fin del mundo, seguro.
¡Socorro ! ¡Ayuda !
¡Muerte y demonio! ¿Quién se acerca?
¿El espectro de Rolla?
¡Por Dios, es él en persona!
¿De dónde vienes con tanta prisa?
¿Yo?
Directo de la horca a toda velocidad.
¡Licor! Ya no me tengo en pie.
Bebe, y, después, cuenta.
Cuéntalo tú.
Los ciudadanos corrían hacia la fiesta,
y nosotros, lanzando antorchas ardiendo,
gritábamos: “¡ Al fuego! ”, portodas partes.
Y había gentío, tumulto, lamentos.
El polvorín estalló violentamente,
y el miedo se apoderó de los guardias.
Entonces, el caudillo se abalanzó sobre la multitud
y soltó el nudo de la cabeza de Rolla.
¡Viva! Victoria del brazo y del pensamiento.
No hay quien supere al bandido.
¡Sí ! Me ha sacado de la tumba.
¡ Aquí está ! ¡Tiene aspecto triste y agitado !
Capitán, ¿cuáles son tus intenciones?
Partiremos al alba.
¡Viva, viva el bandido!
¡Qué espléndido y grande se esconde el sol!
¡Es muy digno de que se le adore!
¡Así es como cae un héroe !
¡Naturaleza ! ¡Oh, cuán hermosa eres!
Eres realmente hermosa y magnífica.
¡Y yo, así de deforme y horrible !
Todo aquí son risas.
¡Sólo yo encuentro el infierno en el paraíso !
Rodeado de ladrones,
encadenado al delito,
soy repudiado por la Tierra,
maldecido soy por el Cielo.
¡Querida virgen inocente !
Si mi mente se dirige a ti,
más me duele mi cadena,
mi sufrimiento es más cruel.
Capitán, estamos cercados.
- ¿Por cuántas armas? - Por mil soldados.
Vamos, hermanos, reuníos.
¡No tengáis miedo de gente que teme !
¡Vamos, hermanos, corramos a la lucha como los lobos de estos montes!
Para vencer a esta canalla servil, hace falta un valor desesperado.
Ataca un ejército que cree empuñar en la diestra una espada que es libre.
Basta uno solo de nuestra banda para infligir la derrota a todos ellos.
¡Dios, te doy las gracias!
En esta soledad ignota, me libré de las garras del malvado.
¿Dónde estoy?
¿Qué desierto me rodea?
No veo huellas de un camino transitado,
sino ramas secas y rocas
que ponen trabas a mis cansados pasos.
Rapiña, violaciones, incendios, muertes
son para nosotros pasatiempos, son mera diversión.
¿Qué voces? ¡Ay de mí!
He caído en manos de ladrones. ¡Oh, Cielo, ayúdame !
- Se acercan. - ¡Dios santo !
¡Piedad, crueles, de una infeliz !
¡Amalia !
- Ah, ¿quién me llama? - Mírame. - ¿Quién eres?
¿Ya no reconoces en mi rostro bronceado...
- No me resulta nuevo. - ...a Carlo?
Espíritus del Cielo, al fin te encuentro.
¡Te abrazo ! ¡Oh, Carlo/Amalia, abrázame!
¡Estrecha tu corazón contra el mío!
¡Nunca jamás ni hombre ni Dios podrá dividirnos !
Carlo, Carlo, ¡huyamos!
Ahora mismo, me llegan voces horrendas.
¿Qué has de temer si yo estoy contigo?
¡No ha de saber jamás a qué monstruos del abismo estoy ligado!
¿Qué mar, qué Tierra te ha apartado de mí?
¡Ay ! ¡Deja, infeliz, de hacer preguntas crueles !
Noticias mendaces di jeron que habías muerto.
¡Dichoso sería si me hubiese acogido la tumba!
Entonces tú, mi Carlo, ¿probaste los padecimientos?
¡Que tu corazón pueda siempre ignorarlos!
También yo, desamparada, te lloré muchos años.
¿Y un ángel osaba llorar por mí?
Pero un iris de paz disipó las tormentas.
Acabaron los suplicios, acabaron las angustias.
Y el éxtasis, oh querida/querido, de una hora celestial
borra los recuerdos de tanto sufrimiento.
¿ Aquí, en el bosque? ¿Solitaria? ¿Perdida?
¿Por qué huiste del castillo?
Escucha, Carlo: con tu padre sepultado...
¡De qué llanto y qué vergüenza se ha librado!
...Francesco, el nuevo señor,
¡me ha amenazado la vida y el honor!
¡Ah, bellaco!
¡Pero Dios me ha guiado hasta ti !
Confía en tu Carlo, corazón mío.
- ¡Ven conmigo! - ¡Contigo en la vida; luego, en el Cielo!
¡Hermosa alma traicionada !
Allí arriba, veremos resplandecer más dichosa y bella
la estrella de nuestro amor.
Allí arriba, entre las almas bienaventuradas en Dios,
beberemos el olvido de todo dolor.
Allí arriba, veremos resplandecer más dichosa y bella
la estrella de nuestro amor.
Allí arriba, entre las almas bienaventuradas en Dios,
beberemos el olvido de todo dolor.
Rapiña, violaciones, incendios, muertes
son para nosotros pasatiempos, son mera diversión.
Hermanos, ahuyentemos hoy toda preocupación,
porque quizá mañana nos colgará el verdugo.
¡Alegraos ! Ahuyentemos hoy toda preocupación,
porque quizá mañana nos colgará el verdugo.
Llevamos una vida libre, una vida llena de placer.
Una cueva nos ofrece refugio, un bosque nos sirve de cuartel.
Aquí, nos da de comer alguien piadoso; allí, nos atiborra un gran jero.
Mercurio es nuestro protector, nuestro sol es la luna.
Los últimos suspiros de padres asesinados,
los gritos y lamentos de esposas y madres
son una música, son una distracción
para nuestro áspero corazón de piedra.
Pero cuando, de repente, resuena esa hora
que el verdugo nos reserva para el día de las fiestas,
limpiados de barro jubones y botas,
cogemos la recompensa de las ilustres gestas.
Luego, toca el fin del corto camino, mojando el gaznate con el último vino...
nos iremos de un brinco al otro mundo.
¡Bienvenido, capitán !
¿Cuánta noche ha pasado?
Mediado está su curso.
Dormid, yo velaré.
¡Te he decepcionado, Amalia!
Me creíste tuyo para siempre,
y estoy separado de ti para siempre.
Incluso los malvados encuentran el sueño.
¡Y yo no lo encuentro !
¡Oh, vida, tenebroso misterio!
Y vosotras, muerte y eternidad,
secretos no menos profundos, ¿quién sabe desentrañaros?
Esta arma miserable podría romper para mí el gran sello.
¡Rómpase!
¿Y voy a hacerlo por el abatimiento de un vivir angustioso?
¡No ! Voy a padecerlo.
El orgullo debe triunfar sobre el dolor.
Todo es oscuridad y silencio.
Sal a la reja, morador miserable de este calabozo.
Aquí está tu cena.
¿Qué oigo?
¡ Arminio! ¿Eres tú?
Soy yo; come.
Ahora, el hambre me devoraba.
¡ Adiós!
Baja a tu agu jero.
¡Es mal consejo quedarse aquí contigo !
¡Malvado hijo!
¡Detente!
- ¡Ay de mí! ¡Me han cogido! - ¿Quién eres? - ¡Piedad, señor !
Soy culpable, no tuve el coraje.
- ¡ Arminio! Escucho a otro. - ¿Quién habla en esa torre?
- ¡Señor ! - ¡Aléjate ! Si no, yo...
¿Quién eres? ¿Quién me socorre?
¿Qué voz? ¡Mi padre!
¡Fantasma de Moor !
¿Qué pena de los muertos te trae hasta nosotros?
No soy fantasma, ni estoy aún desprovisto de vida.
¿No te han puesto bajo tierra?
¡Sí, vivo allí dentro!
¡Oh, Cielo y Tierra ! ¿Qué alma del infierno te arrojó allí?
Mi hijo Francesco.
¡Oh, caos eterno !
¡Oye, y asómbrate!
¡Oh, caos eterno !
Un desconocido, hará ahora tres lunas,
me contó que mi Carlo había muerto.
Desfallecí, oprimido por súbita angustia,
y el sopor se tomó por muerte.
Al recobrar los sentidos, me encuentro encerrado entre cuatro tablas.
Me agito, me lamento.
Cae la tela.
Tengo a Francesco al lado.
“¿Cómo?", exclama, “¿estás resucitando?”
El féretro volvió a cerrarse y se trajo hasta aquí,
luego volvieron a quitarle la tapa.
"Volcad ahí abajo a ese espectro”.
“¡Ya vivió demasiado !", gritó mi hi jo.
Plegarias y llantos sonaron en vano.
Me han arrojado a esa horrenda cueva.
Y fue él, mi hijo inhumano,
quien cerró las puertas de la caverna.
¡Despertaos, piedras !
¿Qué ha pasado? ¿Quién nos ataca?
¿Veis a ese viejo?
¡Las garras de un hi jo infernal lo han encerrado vivo bajo tierra !
- ¡Y él es mi padre ! - ¿Ese viejo decrépito?
¡Venganza!
¡La grito a tus Cielos, Divino Castigador de todos los perversos!
Que la tiniebla eterna me vele la mirada
si antes del alba no derramo esa sangre.
¡Y vosotros, bandidos, hoy seréis ministros de la alta justicia divina !
Bajad la frente, caed al barro
delante del Poderoso que os concede tal destino.
¡Luego, levantaos todos excelsos, terribles como ángeles de ira !
¿Qué quieres? Háznoslo saber.
¡Juren todos vengar estos santos cabellos blancos !
¡Te juramos vengar estos santos cabellos blancos !
¡Jurad traerme aquí al parricida del banquete o del altar!
¡Juramos traerte aquí al parricida del banquete o del altar!
¡Jurad guardarlo para mi hierro vivo, intacto!
¡Lojuramos!
lra abrasadora de Dios,
ahora somos tu espada.
¡Traición! ¿Resucitan los muertos!
Me gritan: ¡Asesino!
¡Eh!
- ¡Señor ! - ¿No has oído un ruido?
- No, mi señor. - ¿No? ¡Vete !
Corre a ver al sacerdote y tráelo hasta aquí.
¡Quédate aquí !
Envía a otro.
¿Qué? ¿Estáis temblando?
¿Yo? No.
No tiemblo.
Arminio, di: ¿resucitan los muertos?
¿O en los sueños no hay nada de cierto?
Acabo de tener uno terrible justo ahora.
¡Oh, qué pálido tenéis el rostro!
¡Escúchame !
Os escucho.
Me parecía que, salido de un opulento banquete,
dormía entre las sombras de un jardín risueño.
Cuando he aquí que, golpeado por un ruido sordo, me despierto
y la tierra me parece estar en llamas.
Y dentro de ese fuego, las moradas humanas estaban derretidas, consumidas.
Luego, surgió un grito:
"¡Oh, Tierra, haz que salgan los muertos de tu vientre !"
“¡Oh, mar, haz que salgan los muertos del abismo !"
Y huesos infinitos cubrieron las llanuras.
En ese momento, fui transportado a las cimas del Sinaí,
y tres figuras resplandecientes me deslumbraron.
¡Esta es la imagen del Día del Juicio !
Armada, la primera, con un misterioso códice, exclamaba:
"¡lnfeliz aquél que no tenga fe !"
Y la otra, llevando un espejo en la mano, decía:
"Aquí se con funde la mentira”.
La tercera llevaba, en lo alto, una balanza, gritando:
"Venid, hi jos de Adán”.
Y mi nombre resonaba el primero entre las nubes,
que cubrían el Sinaí con un horrible velo.
Con el paso de cada hora, con un nuevo pecado
se cargaba un plato que crecía como una montaña.
Pero en el otro, la sangre de nuestra redención
mantenía la gran mole suspendida en el cielo.
Cuando he aquí que un viejo, destruido por el hambre,
se arrancó un mechón de blancos cabellos,
y, dentro de la copa de los pecados y las penas,
ese viejo que me resultaba conocido arrojó el mechón.
Entonces, chirriando, el platillo cayó,
mientras que el otro brincó excelso hasta las nubes,
y, al momento, se oyó una voz atronadora:
“Porti, maldito, el Hombre Dios no penó".
¿Me has llamado en esta hora
para mofarte de la fe, como sueles?
¿O ya te acosa la eternidad?
Quimeras.
A mí, me lo revela tu palidez.
¡Estás temblando!
¿De qué?
Del Dios que niegas
y que te ruge en el alma confusa.
Ya lo oyes pedirte cuentas de tus delitos.
¿Qué puede hacerme?
Si el alma no es mortal,
voy a provocartanto a ese Dios tuyo que la destruirá.
¿Qué pecado es, pues, el que más lo enfurece?
Dos son los crímenes:
el parricidio y el fratricidio.
¡Calla,
espíritu mentiroso !
Pero no puede concebirlas el pensamiento humano.
Una multitud furibunda de caballeros se precipita desde la montaña.
¡Todos al templo! ¡Recen todos por mí!
¡La fortaleza destrozada!
¡Dame la absolución !
Dios puede hacerlo,
el hombre no te absuelve.
¡La fortaleza destrozada!
¡Tiembla, malvado ! El trueno y el rayo rugen por encima de ti.
¡Óyeme, Eterno !
Será la última vez que yo te imploro.
¡La fortaleza destrozada!
Dios te niega su perdón, el abismo se abre delante de ti.
Es la primera y será la última vez que yo te imploro.
El abismo se abre delante de ti.
¡Óyeme, Eterno !
¡Tiembla, tiembla !
¡Ah, no, el infierno no debe burlarse de mí!
¡Francesco ! ¡Hijo mío !
¿Qué? ¿Te apiadas de él?
¡El Cielo no me venga portus manos,
sólo me castiga!
¡Perdona a tu padre,
espíritu de mi Carlo!
Él te perdona.
¡Lo he perdido para siempre!
¡Ah, sí ! ¡Para siempre!
¡Y yo vivo desdichado?
¡El Cielo me inspira! Si pudiera sonsacarle...
¡Ahora, dame el precio de tu rescate, viejo,
y bendice a tu libertador!
¡Sea Dios contigo tan misericordioso
como lo eres tú !
Bésame, viejo piadoso.
Como el beso de un padre amoroso,
así te beso, extranjero bien amado.
Que mi pensamiento lo imagine
como el beso de un hijo misericordioso.
Toda la dulzura de los labios de un padre
pasó de tus labios a mi corazón.
Un fugaz esplendor de ese cielo
que he perdido para siempre me hizo dichoso.
¡ Aquí están!
- ¡Capitán ! ¡Capitán! - ¿Quiénes sois?
No está aquí... Se nos escapó de la mano...
¡Gracias a Ti, que todo lo puedes!
¡Estad alegres, compañeros! ¡Estupendo botín !
¡Dejadme, crueles ! Carlo mío, ¿dónde estás?
- ¡Amalia ! - ¿Tú, vivo? - ¿Quién la ha traído hasta aquí?
- ¡Tú, tú, defiéndeme! - ¡Has vencido, destino!
- ¿Deliras, esposo mío? - ¿Tu esposo?
¡Apartadla de mi cuello !
¡Matad a ese viejo!
¡Matadla también a ella, a mí mismo, a todos vosotros!
¡O jalá pudiesen todos los vivos ser destruidos de un solo golpe!
¿Delira?
¡Ese hijo maldecido porti fue golpeado y repudiado por el Señor!
Pero vosotros, que me trajisteis del Cielo al abismo,
ministros aborrecidos de la ira celeste...
¡ Amalia, escúchame !
¡Escúchame y muere, padre desdichado!
¡Estos salvadores tuyos son ladrones y asesinos!
¡Tu Carlo es su líder!
¡Desgracia, desgracia !
¿Por qué no ocultarlo?
¡El réprobo ha caído! Dios lo ha golpeado.
¡Sueños de felicidad, adiós para siempre !
Las cadenas, la cárcel, el hacha, la hoguera,
estos son los padrinos de nuestro amor.
¡Ángel o demonio, no, no te abandono!
Soy tu esposa inseparable.
Quiero compartir contigo cetro y yugo,
Cielo y averno, alegría y dolor.
¡Este ángel me ama, me ama y olvida !
- ¡Mi Carlo! ¡Mío para siempre! - ¡ Amalia! ¡Mía para siempre!
Morirán los siglos, caerán los mundos...
¿No se abrirá un abismo que me engulla?
...en nosotros, el amor vivirá con nuestras almas.
¡Perjuro, escúchanos! ¿Ya no recuerdas tus juramentos irrevocables?
¿Ya no tiene Dios más terremotos o torbellinos?
¡Es cierto! ¡Es cierto !
Estas heridas te hicieron nuestro.
Míralas, pérfido, las tenemos porti.
Si no puedes rompertu cadena,
¡vete, aléjate, pero mátame antes!
Me resta una vida insoportable.
Dame esta última prenda de amor.
¡Me arrancan el velo de los ojos!
Tenemos estas heridas porti.
¡Me despeño de mi cielo soñado !
Me engulle un torbellino, me lleva consigo.
¡Eres nuestro !
¡Oídme, demonios!
Me habéis ofrecido una cabeza horrible, cubierta de infamia.
¡Yo os ofrezco un ángel !
¿Qué haces? ¡Detente !
¡Ahora, al patíbulo ! �