Tip:
Highlight text to annotate it
X
¿Alguna vez te has sentido insatisfecho, desanimado y vacío
después de haber logrado lo que creías que te haría feliz?
No eres el único.
Este sentimiento ha afectado a las personas más talentosas y ricas
como a las menos superadas y pobres.
El rey Salomón lo tenía todo:
un reino, riqueza incalculable, sabiduría profunda y conocimiento.
Después de reflexionar acerca de su vida, él se dio cuenta que no había nada nuevo bajo el sol.
Todo era vanidad.
Es como si algo nos obligara a buscar esa pieza evasiva.
Es probable que tengamos el deseo de ejercer una carrera exitosa,
establecer relaciones llenas de significado, tener posesiones materiales
o buscar diversión y entretenimiento.
Sin embargo, nada alivia ese sentimiento misterioso en lo profundo de nuestro ser.
¿Por qué nos sentimos así?
La Biblia nos muestra que Dios creó al hombre con tres partes.
1 Tesalonicenses 5:23 dice: Y vuestro espíritu y alma y cuerpo sean guardados perfectos.
Queda claro que no somos meramente un cuerpo físico compuesto de átomos.
También tenemos un alma para pensar, sentir y escoger.
Sin embargo, escondida en lo profundo de nuestro ser hay una tercera parte:
nuestro espíritu.
Esta tercera parte diseñada por Dios tiene una capacidad muy específica.
Nuestro espíritu puede contactar, recibir y experimentar a Dios.
Blaise Pascal, un distinguido científico y matemático francés,
señaló que dentro del ser humano hay un vacío interior que tiene la forma de Dios.
Sólo Dios puede llenar este vacío.
Mientras nuestro espíritu esté vacío y sin Dios,
no podemos obtener satisfacción plena;
sólo Él puede saciar el anhelo de nuestro espíritu.
Cuando Dios entra en nuestro espíritu como nuestro verdadero disfrute, riqueza y significado,
Él llena consigo mismo el vacío que nos causa aflicción.
Finalmente y para siempre somos satisfechos con la vida eterna y divina de Dios.
A fin de entrar en nuestro espíritu, Dios llevó a cabo varios pasos trascendentales.
Dios llegó a ser un hombre llamado Jesucristo,
quien vivió una vida humana perfecta en la tierra,
murió para quitar nuestros pecados,
fue sepultado y luego se levantó de entre los muertos.
Cuando resucitó, Él llego a ser el Espíritu
vivificante y ahora puede entrar en nuestro espíritu humano.
Jesucristo está esperando que usted abra su ser a Él.
Vuelva su corazón a Dios y haga la siguiente oración:
"Señor Jesús, creo en Ti.
Confieso que soy un pecador.
Perdona todos mis pecados.
Abro mi ser a Ti.
Entra en mi espíritu y lléname contigo mismo.
Señor Jesús, te recibo.
Gracias, Señor. Amén".