Tip:
Highlight text to annotate it
X
Esta mañana, Joaquín tiene un paso muy rápido.
Casi parece como si quisiera huir de algo.
La última conversación telefónica con su esposa no era muy armoniosa,
lo que podría significar que tendrá que volver a casa muy pronto.
Yo no tengo tanta prisa como él, y me gusta el camino que nos lleva por un bosque de pinos hoy.
Los bosques de pinos son típicos de la provincia de Madrid, y, de hecho, nuestro destino de hoy,
San Martín de Valdeiglesias, se encuentra en el extremo suroeste de la provincia de Madrid.
Sin embargo es un poco extraño que Joaquín no me esté esperando en ninguna parte.
Saliendo del bosque y llegando a una carretera, todavía no hay rastro ninguno de Joaquín.
Sólo dos peregrinos desconocidos aparecen de repente delante de mí.
¿Habrá seguido caminando sin haberme esperado?
Después de haberlo llamado en su teléfono móvil lo veo saliendo del bosque.
En vez de seguir las flechas amarillas, sólo tenía a la vista su GPS y se perdió!
Me duele un poco la pierna de la derecha.
Oh.
No sé si esto es el principio de algo más...
Obviamente tiene las primeras síntomas de una tendinitis.
Seguimos caminando, pero afortunadamente Joaquín ya no corre tan rápidamente como lo hizo por la mañana.
¡Ánimo, peregrino!
Hasta espárragos salvaje crece al lado de la ruta.
Son ésas más verdes que esto, ¿eh?
Sí.
Pero vamos, así también.
En San Martín de Valdeiglesias hay una pensión muy acogedora con habitaciones de estilo rústico
y una bodega del siglo XVIII a la cual echamos una mirada inmediatamente.
Luego descansamos de los esfuerzos de la caminata de hoy.
Casi no habríamos conseguido ninguna comida ya que es un día festivo
y la proximidad de Madrid es notable en el tráfico de fin de semana:
las mesas de los restaurantes están todas ocupadas.
Por fin encontramos una mesa libre en una pizzería y nos refrescamos
antes de explorar este pueblo bonito.
Pronto saldremos de la provincia de Madrid y cruzaremos la frontera de Castilla y León.
En esta región se pueden ver muchos rabilargos.
Sin embargo son mucho más tímidos que las urracas de Alemania y se escapan cuando los apunte con mi cámara.
Mientras en Castilla-La Mancha se cultivan cereales sobre todo,
aquí el ganado salta directamente a la vista.
El terreno montañoso no puede ser utilizado para la agricultura tan intensamente como en las llanuras de la Meseta.
Delante de nosotros está una pareja de Austria con que comimos el día anterior en la pizzería.
No alcanzaremos a la pareja porque queremos echar un vistazo a los Toros de Guisando primero,
monumentos creados en piedra en el siglo II antes de Cristo y testigos silenciosos del asentamiento por la tribu celta de los Vetones.
Probablemente ya no veremos a los dos peregrinos austríacos
porque quieren quedarse en Cebreros mientras nosotros continuaremos probablemente
hasta San Bartolomé de Pinares donde queremos reunirnos con Alfonso.
Por supuesto sólo si la tendinitis de Joaquín no se está empeorando.
Desde ayer toma analgésicos.
Joaquín está entusiasmado por la etapa de hoy en que seguimos las huellas de la historia.
Estamos en una ruta que tomó la reina Isabel la Católica
que unió a través de su matrimonio con Fernando de Aragón la corona de Castilla
con la de Aragón en el siglo XV, y por lo tanto sentó las bases para la España de hoy.
Su hermanastro Enrique IV, que no sentía exactamente lo que llama un amor íntima hacia su hermana,
le había otorgado el título de "Princesa de Asturias" en el sitio de los Toros de Guisando
y así la había declarado oficialmente princesa heredera y su sucesor designado.
Hola. Por fin tenemos un sendero. Desde que hemos salido de Valencia.
¡Ahora hacemos senderismo!
¿Qué tal? No te pasa nada.
Dice éste: Al destino total nos quedan...
espérate... Veinte con siete. Hasta San Bartolomé.
Uff!
Ahora el clásico: Peregrino pasando un puente medieval.
Espérate.
Poco antes de llegar a Cebreros donde habíamos quedado Iván y yo hace tres años
nos perdemos de una flecha amarilla y de repente nos encontramos en una carretera.
En la ciudad hacemos un descanso largo en un bar antes de seguir marchando.
Mira, si me puedes sacar una foto.
La subida siguiente es una de la más pronunciadas en todo el camino,
y sin duda es más fácil subirla por la mañana que ahora
después de 18 km y en el calor de la tarde.
¡Qué calor!
Como tantas veces ya, los aparatos técnicos modernos revelan ciertas discrepancias.
Ya no se puede confiar en nada, ni siquiera en las señales!
Mil sesenta y dos, según éste, el GPS.
Pero no sé qué decir.
Eso me pasa a mí.
Lo hemos hecho.
Joaquín me da coraje.
Un peregrino. Y la calabaza se la ha cogido Lorenzo como recuerdo.
¿Acaso ya son buitres esos pájaros que están circulando por encima de nosotros?
¡Ya no puede estar tan lejos el destino de la etapa de hoy!
Otro peregrino.
Aquí, en la montaña, el Camino de Levante es de lo más hermoso, y me alegro de estar aquí.
Hola, guapito.
Por la tarde llegamos finalmente a San Bartolomé de Pinares
donde un Alfonso bien descansado nos saluda.
Ya nos está esperando por horas. Dice que habría seguido andando si no nos hubieramos quedado de reunirnos aquí
porque este pueblo le ha parecido bastante aburrido ya.
Pero ahora estamos aquí y nos contamos los acontecimientos de los últimos días.
Hace un poco de frío.
Es que... saca un poco a Alfonso.
Pa' nada, eh, pa' nada.