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(Aplausos)
Hola, muy buenas tardes.
Me siento muy contento de estar el día de hoy aquí con todos Uds.
Sé que no pueden verme, así como yo tampoco los puedo ver a Uds.
Por eso, le voy a pedir a mis amigos de TED que enciendan la luz,
por favor, para que me conozcan.
Ahora que Uds. pueden verme,
me presento: mi nombre es José de Jesús Loera López.
Mis amigos me llaman Pepe.
Lo que Uds. escuchan es el sonido de mis manos
a través de la voz de mi intérprete.
Yo soy una persona sorda.
Tengo 48 años de edad.
Estoy casado. Mi esposa se llama Adriana y también es una persona sorda.
Tenemos 3 hijos.
Sé que en este lugar aproximadamente hay 200 personas
y que estamos en la Universidad del Tec de Monterrey.
Lo que no saben es que yo no puedo verlos
así como Uds. me ven a mí,
porque a los 33 años, yo ahora tengo 48,
pero a los 33 años quedé ciego.
Al mundo lo conozco, a través de mis manos y gracias a mi familia, a mis amigos,
que me ayudan a interpretar las cosas que suceden a mi alrededor.
Quiero presentarles a mis amigos Zaira y Jorge,
que me han ayudado a estar aquí,
a tener una oportunidad de trabajo nuevamente,
para empezar a trabajar e involucrarme en la asociación de "Una segunda mirada".
(Aplausos) Gracias.
Agradecemos mucho a Pepe
por ser parte de esa semilla que dio inicio a "Una segunda mirada".
Jorge y yo formamos parte de una comunidad de personas sordas
desde hace más de 10 años.
Antes de involucrarnos directamente con las personas
nosotros veíamos como llegaban ellos a la comunidad
pues, muy alegres, muy contentos, muy bien vestidos
con sus familias unidas; y, poco a poco, pues
los veíamos como hablaban en señas, ¿no?
Y nos llamaba la atención la lengua de señas
entonces decidimos aprenderla
y una vez que la aprendimos fue el medio que nos ayudo
a formar parte activa de esa comunidad.
Entonces, pudimos ver a las personas desde esa segunda mirada.
Cuando ya estuvimos dentro de esta comunidad,
nos dimos cuenta de que las cosas no eran tan fáciles como parecían para ellos.
Nos dimos cuenta de la gran necesidad que tenían en el ámbito educativo
y en el ámbito laboral.
Muchos de ellos no sabían ni leer ni escribir.
Muy pocos lograban terminar la primaria y la secundaria.
Y los que lograban terminar preparatoria era porque tenían los recursos
para pagar a un intérprete en su escuela, o porque eran oralizados,
o porque hablaban algo y podían entender los labios y se ayudaban así en la escuela.
Entonces comienza a nacer esa inquietud por hacer algo.
Un proyecto que ayudara a las personas sordas
en el ámbito educativo y en el laboral.
Pensando en esto, fui a visitar a la esposa de Pepe, Adriana.
Llegando a la casa de Pepe, me doy cuenta...
Bueno, la persona que me abre es Pepe que me dice:
"Adriana no está, pero pasa que te voy a mostrar lo que estoy haciendo
y quiero que veas".
Entro a su casa, estaba un poco oscura,
entonces me siento en una sillita y saca una regleta y un punzón braille y empieza a escribir.
Me dice: "Esta es la A, esta es la B, C y así se dice Zaira en braille".
En ese momento, comienzo a ver a Pepe como una persona con capacidad,
como una persona que está en el mundo;
no importa que no hable, que no vea, que no escuche.
Una persona que con el tacto recibe lo que hay en el mundo,
se comunica con él y quiere aprender y quiere ser algo más.
Yo le pregunto: "Oye, Pepe, ¿qué haces tú aquí todo el día?"
Él me dice: "Yo hago la limpieza de la casa,
preparo la comida"... y el solito, ¿no?
Porque sus hijos se van a la escuela y su esposa al trabajo.
Y... "Oye, ¿cómo haces la comida?"
Me dice: "Mira, ven",
me acerca a su estufa y me dice: "¿Ves que está esa perilla que tiene como una ranura pequeñita?
Yo sé que cuando esa ranura está hacia arriba, el fuego está apagado.
Sé que cuando esa ranura está en esta posición hay más o menos fuego,
y sé que cuando está aquí, pues hay muchísimo fuego.
Yo calculo mi tiempo con mi reloj braille". Lo abre, ¿no?
Puede sentir el tiempo.
Abre la alacena y me dice: "Yo sé que aquí está la sal, pimienta". Todos los condimentos los tenía perfectamente ordenados.
Entonces, en realidad, "Una segunda mirada" nace ese día.
Porque fue en el momento en que reconocemos a Pepe como una persona independiente
y con capacidad para aprender.
Y el proyecto que queríamos hacer para personas sordas se convirtió
en una creación de un proyecto que uniera a personas sordas,
pero también a personas con sordo-ceguera para apoyarlas en el ámbito educativo y laboral.
Aprovechando esta experiencia de Pepe que nos enseñó
como él podía desenvolverse en la cocina y ser productivo,
utilizamos nosotros eso de pretexto: vamos a hacer algo para facilitarles las cosas,
para que ellos puedan nuevamente acoplarse en una vida laboral.
En base a esto, diseñamos un modelo gastronómico en el cual los educábamos
para que ellos aprendieran a hacer más cosas de cocina
y tenían que aprender y desenvolverse en ese ambiente.
Los primeros retos que tuvimos que resolver es el que se adaptaran a un espacio,
el dominar su entorno sin poder ver, escuchar o hablar.
Entonces era ir, que conocieran, que tocaran, que se sintieran a gusto
que supieran lo que hay a su alrededor para liberar esos miedos.
Después de eso, el hecho de aprender a prender la estufa,
el tener que extender su sentido en el encendedor para tocar el borde
justamente donde sale el gas para manipular y a la vez con la otra mano poder sentir el fuego.
Recuerdo una experiencia muy curiosa que nos pasó con Pepe.
La primera vez que le dimos un cuchillo, para que empezara a picar las verduritas, todo eso.
Estábamos con un grupo de chefs que vinieron del servicio social,
No dominaban la lengua de seña, no la conocían;
era con mímica como se daban a entender.
Lo primero que hacen es darle el cuchillo y todos hacen...
A ver qué le pasa a Pepe, no vaya a ser que se corte un dedo.
Porque todos los chefs ya nos habíamos cortado un dedo.
Pues, le da el cuchillo y le da un tomate.
Lo primero que hace Pepe es agarrar el cuchillo, cuchillo a dedo y... ¡Ay, espérame Pepe!
Le quitaron el cuchillo.
Y Pepe dice: "¿Qué pasó? Por qué le habían quitado el cuchillo.
Otra vez, déjenlo. Otra oportunidad, vamos viendo que no se corte el dedo.
Agarra el cuchillo, dedo... y otra vez, el cuchillo hacia el dedo.
Imagínense la preocupación de los muchachos que no querían que le pasara nada a Pepe
después de ellos tener la mano llena de cortaduras, entonces otra vez a separarle.
A quitarle el cuchillo, y Pepe: "¿Qué paso, qué paso?"
Entonces nos acercamos a Pepe. Él dice: ¿Por qué me quitan el cuchillo? ¿Qué está pasando?
Pues es que tienen la preocupación de que te vayas a cortar,
porque el filo del cuchillo para chefs es muy filoso.
Entonces Pepe nos dice: "Yo necesito medir mi espacio entre el dedo y el filo, la hoja del cuchillo,
por eso necesito tocarlo para poder dimensionar mi espacio.
¡Qué curioso!, ¿no? Nosotros queriéndole enseñar a Pepe
y resulta que los que estábamos aprendiendo de él éramos nosotros.
Parte de eso es lo que nosotros manejamos con este tipo de personas
que son personas que nos enseñan mucho de todas las capacidades que tienen.
Bien, para terminar, queremos dejarles 3 reflexiones muy sencillas:
La primera: los prejuicios son una barrera que nos impiden ver la capacidad de las personas.
La segunda: el día que aprendamos a vivir en una sociedad que vea a las personas con un enfoque
centrado en la capacidad, ese día vamos a poder vivir
en una sociedad más incluyente y en una sociedad que da oportunidades para todos.
porque el problema está en la forma en que miramos a los demás.
Tercera: ellos tienen la capacidad. Si ellos tienen la capacidad, cada uno de nosotros puede elegir
si nos convertimos en una barrera o si nos convertimos en esa oportunidad que ellos necesitan
para lograr sus sueños, involucrarse en la sociedad y tener las mismas oportunidades que todos.
Muchísimas gracias.
(Aplausos)