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10 junio. Año XVIII [de la Era Fascista]
Saludos al Duce!
Combatientes de tierra, del mar y del aire.
Camisas Negras de la Revolución y las Legiones,
hombres y mujeres de Italia,
del Imperio y del Reino de Albania.
Escuchen!
Una hora
marcada en el destino,
sacude el cielo de nuestra patria,
una hora de las decisiones irrevocables.
La declaración de guerra,
ya ha sido consignada...
...a los Embajadores de Gran Bretaña y de Francia.
Salgamos al campo contra
las democracias plutocráticas y reaccionarias de Occidente
que siempre
han obstaculizado la marcha
y a menudo han atentado contra
la existencia misma del Pueblo italiano.
Algunos lustros de la historia más reciente,
se pueden resumir en estas palabras:
frases, promesas, amenazas, chantaje,
y al final, cual coronamiento del edificio,
el infame asedio vil de 52 estados [de las Naciones Unidas].
Si hoy, nosotros estamos decididos
a afrontar los riesgos y los sacrificios de una guerra,
lo es porque el honor,
los intereses, el futuro, férreamente lo imponen,
ya que un gran pueblo es realmente tal,
si considera sagrados sus empeños y si no evade
las pruebas supremas que ha dispuesto el curso de la Historia.
Nosotros, empuñamos las armas para resolverlo,
después de solucionar el problema de nuestras fronteras continentales,
el problema de nuestras fronteras marítimas.
Queremos romper las cadenas del orden territorial y militar
que sofocan nuestro mar,
porque un pueblo de 45 millones de almas,
no es verdaderamente libre si no ha liberado el acceso al océano.
La Italia proletaria y Fascista
está por tercera vez de pie, fuerte,
orgullosa y compacta como no lo estuvo nunca.
La palabra de orden es un sola, categórica
y comprometida para todos.
Ella ya sobrevuela y enciende los corazones
desde los Alpes al Océano Índico: ¡VENCER!
[El público ovaciona al Duce]
Y venceremos
para por fin
lograr un largo período de paz, con justicia
para Italia, para Europa, para el mundo.
Pueblo italiano,
¡corre a las armas!
y demuestra tu tenacidad, tu coraje, tu valor.