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Desde el 1944 numerosas publicaciones han tratado
el argumento relativo a las decisiones tomadas el 7, 8
y 9 de Septiembre 1943 del Almirante Carlo Bergamini
que a la época del armisticio era el Comandante en Jefe
de las Fuerzas Navales de Batalla.
A menudo tales trabajos contienen
todavía imprecisiones.
Para este trabajo ha sido de gran ayuda
el comandante Pier Paolo Bergamini que nos ha puesto
a disposición con particular cortesía y fiel asistencia
la documentación en sus manos.
Desde luego han sido consultadas las más cualificadas
publicaciones sobre este tema.
De esta investigación han nacido elementos de significativa
relevancia, algunos ya conocidos y otros menos, que han
permitido reconstruir con la máxima exactitud posible
lo que sucedió aquel día.
Algunos hombres en manera particular fueron
protagonistas de esta parte de historia Italiana.
Entre estos uno de lo mas competente y patriótico fue
el almirante Carlo Bergamini cuya historia nos ha sido
contada por su hijo el comandante Pier Paolo Bergamini.
Mi padre nació a San Felice sul Panaro
Dista 15 Km de Modena y era uno de los puntos
más distantes del mar que podía existir en Italia.
Yo le pregunté a mi padre un día, como fue que el
viniendo de un lugar tan lejos del mar había entrado en la Marina,
y me contestó que cuando era ya estudiante en el liceo
mi abuelo fue trasladado a Bari como intendente de Hacienda.
Fue allí donde se apasionó al mar y a los barcos.
En 1905, Carlo Bergamini entró en la Academia Naval
de Livorno y salió guardiamarina el 10 de Diciembre del 1908.
Mi padre dedicó toda su vida a la Marina,
pero nosotros, nos sentimos siempre muy cerca de el,
aunque estaba permanentemente embarcado, porque
nos rodeaba siempre, aunque de lejos, con su afecto
y comprensión para mi hermana que hoy ya no esta,
que hoy ya no esta, para mi y mi madre.
La viva inteligencia, la particular disposición para
las matemáticas, una vasta cultura, sus cualidades
excepcionales de organizador y planificador, las dotes
de mando en el mar, la capacidad de asumir rápidamente
decisiones especialmente en situaciones difíciles
y graves y la completa dedicación a la Marina,
le permitieron recorrer una brillante carrera.
Entre las cosas más importantes hechas por mi padre en la Marina,
se debe reseñar las centrales de tiro. En 1925 Marinarmi,
que era la dirección general de las armas y armamentos navales
situada en el Ministerio de Marina, decidió realizar
una central de tiro totalmente italiana.
Mi padre en aquel momento estaba destinado en Marinarmi,
entonces el comandante Cambardella confió el encargo
a mi padre.
Después de seis meses mi padre presentó una memoria en
la cual estaban detallados los mecanismos que
deberían ser construidos para que funcionara la central.
Marinarmi aprobó este proyecto inmediatamente,
porqué estaba bien planteado, claro y preciso
y dio disposición a la sociedad Galileo de Florencia
para construir el prototipo de la central.
Encargó a mi padre de seguir costantemente,
la construcción de esta.
Cuando fue acabado el prototipo, mi padre fue encargado
del mando del torpedero Carini. Los resultados
conseguidos en las pruebas en el Carini fueron excepcionales
y las primeras centrales se llamaron propiamente
Galileo Bergamini, para apropiar el nombre de Galileo
al de mi padre que había proyectado las centrales.
Una de las cosas por las cuales se le recuerda en la Marina,
es por su trato con el personal. El trataba su
tripulación y sus marineros como si fueran sus hijos
y mi hermana y yo nunca estuvimos celosos,
muy al contrario, estábamos felices de este tipo de trato entre mi padre
y su tripulación, ya que en aquel momento estaba fuera
de los principios ya que cuando mi padre manifestó
esta característica, siendo el, joven oficial, la vida de abordo
era regulada de una disciplina férrea.
En vez de esto, mi padre sustituyo la disciplina férrea
con su carisma para su tripulación.
Todo el mundo le reconoció esta característica
y la importancia, por la vida a bordo, de tener un oficial
con estas características. Superiores en grado,
colegas e inferiores en grado, todos reconocieron este
particular modo de ser de mi padre en la Marina.
El mismo almirante Iachino, que por muchos años ha sido
comandante de la Escuadra Naval, reconocía estas
mismas características de mi padre y en una nota
comunicaba que prácticamente se podía contar con su
fidelidad y en las capacidades de mi padre, sea en tiempos de paz
que en guerra y definía que el único oficial almirante
que hubiera podido sustituirlo, en el momento que
el almirante Iachino hubiese dejado el mando
de la escuadra, era mi padre.
El 5 de Abril 1943 el almirante Carlo Bergamini
fue nombrado Comandante en Jefe de las Fuerzas Navales
de Batalla, trasladándose según las necesidades
operativas en los acorazados Littorio, Vittorio Veneto y Roma.
La caída del fascismo el 25 de Julio 1943 fue la lógica
consecuencia de la imposibilidad por parte del gobierno Italiano
de continuar sosteniendo una guerra que estaba
llegando a su triste epílogo.
En el entretiempo, Italia se encontraba cogida entre dos fuegos.
Las fuerzas aliadas desembarcaban en Sicilia y desde el Brennero
entraban en Italia ingentes fuerzas alemanas.
El nuevo jefe del gobierno, el mariscal Badoglio,
aunque hubiese declarado “la guerra continua”,
habría hecho tomar contactos secretamente con los aliados,
desde los primeros días de agosto de 1943, para llegar
a la firma de un honorable armisticio.
Los días importantes del armisticio que involucraron a mi padre,
son el 7, 8 y 9 de septiembre del 43
El 7 de septiembre mi padre fue convocado en el Ministerio
de Roma con los almirantes comandantes
de las unidades navales y terrestres de la Marina.
La convocación que había hecho el almirante De Courten
era para las 16 horas del 7 de septiembre.
Pero mi padre fue convocado para las 9 h. del 7 de septiembre,
para examinar el grado de eficiencia de las Fuerzas Navales
de Batalla que habrían tenido que afrontar al enemig
en la última batalla, dado que había una superioridad
elevada de fuerzas aéreo navales en campo.
El almirante Bergamini afirmó la plena y explicita
aseguración que la flota estaba lista para salir
a combatir, en las aguas del Tirreno meridional,
su ultima batalla.
Dijo que, comandantes y oficiales eran perfectamente
conscientes de la realidad a la cual habrían ido en contra,
que en todos, era firmisima la decisión
de combatir hasta el extremo de las posibilidades.
La tripulación estaba llena de fee.
Para hacer que las fuerzas navales pudiesen obtener un cierto
resultado, con su ataque, era necesario de intervenir el la madrugada del 9,
en el momento en el cual los anglo-americanos hubieran iniciado
el desembarco en la bahía se Salerno, porque era una fase crítica
dado que habían sido avistados grandes convoyes
que se dirigían, saliendo de Argelia, Gibraltar y Malta,
con rumbo a Italia central.
Lo cual hacía prever que en unos días, hubiera habido
un ataque de las fuerzas de desembarco aliadas en la zona
de la Bahía de Salerno.
Fue entonces decidido que mi padre debía partir
a las 14 h. del día 8 para estar la madrugada del 9 en Salerno.
A las 10 h. al termino de esta entrevista con
el almirante De Courten, mi padre se fue
al almirante Máximo Girosi, que había estado muchas
veces en sus dependencias, por tanto había un particular
reporto de estima y también afectivo, el cual era el jefe
del departamento de operaciones de Maristat que era
el que disponía las ordenes de operaciones.
Ordenes de operaciones que eran bastante complejas.
Sin embargo, las ordenes de operación por la salida a las
14 h. del 8 de septiembre de las fuerzas navales desde La Spezia
fueron examinadas por mi padre con Girosi.
Fueron entregados luego a la atención del almirante
De Courten y del almirante Sansonetti segundo jefe
del Estado Mayor y tuvieron su aprobación.
En una carta fechada los primeros de agosto
a Maristat, a Supermarina y por conocimiento
a Marina La Spezia, el almirante Bergamini hacia
el punto de la situación, acerca de los trabajos de reparación,
a causa de un bombardeo del 6 de junio
a La Spezia, que había golpeado en manera particular
el “Roma”. Se preveía en aquel momento che
los trabajos de reparación se hubieran acabado el primero de septiembre.
El Comando en Jefe se habría trasladado
en el Roma, dado que su puente
de mando de los almirantes, era el mas
apropiado para un choque
con una flota anglo-americana.
La fecha del primero de septiembre no fue respetada, porque
los trabajos no estaban terminados, en particular, los relacionados
a los camarotes de los oficiales del Comando en Jefe
de la Escuadra Naval.
Entonces mi padre a las 11h. considerando que el día 8
a las 14 h. debería partir con las Fuerzas Navales
para afrontar los anglos americanos, telefoneó
al almirante Caraciotti dándole ordenes de transferir
el mando en jefe de las Fuerzas Navales desde la nave Italia
a la nave Roma. El problema de los camarotes, fue resuelto
trasladado los oficiales desde la nave Roma a la nave Italia.
El día 8 a las 12 h. prácticamente el Mando en Jefe
de las Fuerzas Navales ya había sido trasladado en la nave Roma.
Mi padre después del coloquio con el almirante Caraciotti
a las 16 h. participó a la reunión ordenada del almirante
De Courten para ilustrar el pro memoria
numero uno del Mando Supremo.
El almirante De Courten, leyó y comento el pro memoria
numero uno del comando supremo y dio órdenes
a los presentes, sobre las acciones a ejecutar.
No consideró oportuno dar a los presentes noticias
sobre los tratados en curso para el armisticio, dado que había recibido
sobre este tratado, solo noticias generales bajo el vínculo
del secreto. Dada la incertidumbre de la situación, considero
necesario establecer, con los mandos de las Fuerzas Navales,
una señal convencional, con la cual habría
debido proceder al auto hundimiento de los barcos,
posiblemente, en mar abierto y en alta mar.
El almirante De Courten, metió a los presentes al corriente
de los reconocimientos de los días 6 y 7, relacionados a los convoy
de los aliados constituidos con unidades de desembarco
escoltadas con unidades de guerra.
Esta reunión termino alrededor de las 20 h. y mi padre se fue
hacer una visita de cortesía al almirante Iachino
que había sido su predecesor como Comandante en Jefe
de las Fuerzas Navales de Batalla.
Del conjunto de las reuniones, que había tenido el almirante
Bergamini durante el día 7 emergió de una parte,
la posibilidad de partir el día 8 a las 14 h. para afrontar
en la bahía de Salermo las Fuerzas Navales de Batalla
anglo americanas, pero con una alta probabilidad de grandes
perdidas, también humanas. De otro lado, que la situación
pudiera precipitar, dado que De Courten había hablado
de auto hundimiento y de acciones de parte alemana
contra nuestras fuerzas armadas.
El almirante Bergamini partió a las 6 h. en coche para
La Spezia, después de haber dormido en casa y haber
aconsejado a la familia de mantenerse en contacto
con el almirante De Courten, el cual habría ciertamente
la mejor línea de acción a la cual atenerse
en caso de eventuales acciones de represalia alemana
en contra de ellos. Mientras tanto.
en la noche del día 8 y a las primeras luces de la madrugada
ulteriores reconocimientos de convoy dirigidos a la bahía
de Salerno, dieron certeza al almirante De Courten que
era de esperarse, en breve, una operación de desembarco
de los aliados a las costas italianas centro meridionales.
Mientras tanto, después de haber consultado al Mando Supremo,
que dio su aprobación, a las 8 h. fue transmitido a la flota
la orden de estar preparados a moverse a las 14 h. del día 8.
Saliendo a tal hora, la flota, se habría encontrado, en las aguas
del tirreno meridional, en las primeras horas del día 9,
pudiendo por consiguiente intervenir en la fase crítica
del inicio del desembarco, así como concertado
con el almirante Bergamini.
Entretanto, había regresado a Roma, al Ministerio de la Guerra,
Entretanto, había regresado a Roma, al Ministerio de la Guerra
a el, para hacerle ver unos pro memoria
relacionados a un documento que le había entregado
el Jefe del Estado Mayor y también, por haber ordenes
relacionadas a la salida de las Fuerzas Navales.
En cualquier caso
de enviarlas al ancla.
listos a moverse en dos horas.
El almirante De Courten, hizo presente que el orden
de salida, tenia que llegar absolutamente al mediodía,
más dos horas, porque los barcos pudieran partir
a las 14 h. Mi padre, llegó a bordo del Roma a las 13 h.
El almirante Caraciotti lo puso al corriente de la situación.
Mi padre se dio cuenta que la orden de zarpar,
que tenia que llegar a las 12 horas, no había llegado
y por lo tanto, había algo que no cuadraba.
El almirante Bergamini a las 13,30 h. llamó Supermarina
para tener explicaciones al respecto.
Le respondió el almirante Sansonetti, presente
el almirante De Courten, que precisó al almirante
Bergamini que la misión a Salermo había sido anulada
y le comunicó la señal convencional
a la cual atenerse, en caso de que fuese impartido
la orden del auto hundimiento de los barcos.
Fue una noticia muy dolorosa para mi padre, aunque
teóricamente estaba preparado a un acontecimiento de este tipo.
El almirante Bergamini dio la orden de
convocar a las 15 h. en el Roma una reunión de los
almirantes a sus órdenes y de los comandantes de los barcos
de el dependientes, presentes a La Spezia. Llamó enseguida a presencia,
su Estado Mayor, al cual les refirió las noticias recibidas
del almirante Sansonetti. Sus oficiales aprendieron
con tristeza el cambio de los acontecimientos.
Los acorazados Roma e Italia habrían dejado el muelle
y habrían ido a la boya en roda.
Mi padre dejó conectado telefónicamente solo
el acorazado Vittorio Veneto porque hubiera sido el último
acorazado en zarpar. Mi padre entonces a las 16 horas
estaba al ancla con el Roma, privado de cualquier conexión
telefónica con tierra. A las 18,30 h. mediante
las comunicaciones de radio Algeria del general Eisenhower,
que era el Comandante en Jefe de las Fuerzas Aliadas
en el Mediterráneo, supo que había sido firmado
el armisticio entre Italia y los aliados.
El almirante Bergamini reunió inmediatamente
a el almirante Caraciotti y su Estado Mayor
para examinar la situación y para tomar las relativas
decisiones, que fueron orientadas hasta el auto hundimiento.
A las 19,45 h. fue leído el proclama all’EIAR, la RAI de aquel tiempo,
por el Mariscal Badoglio. Mi padre llamó
el almirante Caraciotti y le dijo de convocar en el
Vittorio Veneto almirantes y comandantes y el también
e traslado al Vittorio Veneto para hablar al teléfono con De Courten.
LEl inicio fue muy tormentoso, ya que nadie, ni
el almirante De Courten, ni el almirante Sansonetti
habían avisado mi padre que estaban tratando
para llegar a un armisticio.
El almirante DeCorten se esperaba esta reacción
de mi padre, porque el armisticio afectaba
directamente a mi padre, dado que los documentos
del armisticio eran dos: el armisticio corto y el documento
de Québec. El armisticio corto pero, al artículo 4 preveía
el traslado de los barcos en puertos situados bajo control
aliado. Especificaba que, la bandera no hubiera tenido
que ser amainada y por consiguiente los barcos debían
solamente trasladarse. No debían consignarse. Los barcos
habrían sido siempre armados de dotaciones italianas, al mando
de oficiales italianos y dependientes del Ministerio
de la Regia Marina Italiana.
El almirante De Courten le señaló acerca del encuentro
con el Jefe de Estado Mayor General y de la existencia
de un documento, el documento de Québec, de lo cual
resultaba ser esto el camino para dar en el porvenir
posibilidades de vida y de reanudación al Pueblo Italiano.
El almirante Bergamini, después de una profunda reflexión
acerca de los contenidos y de las argumentaciones expuestas
de los almirantes De Courten y Sansonetti, decidió
e obedecer al más amargo de las órdenes.
A las 22 h. se hizo la reunión con sus almirantes y sus
comandantes. Y también a ellos, mi padre les ilustró
la situación. Les hice presente que no se trataba
de consignar los barcos, si no de trasladarlos. Pero todavía
no conocía con exactitud cual hubiera sido el Puerto hasta
el cual tenían que dirigirse, dado que, las ordenes,
recibidas siempre des De Courten, preveían de salir
inmediatamente desde La Spezia para ir a La Magdalena
porqué el Puerto de La Spezia tenia una configuración
tal que resultaba peligroso dejar los barcos italianos a la
boya, dado que había montañas que rodeaban
totalmente el Puerto y estaban llenas
de artillerías pesadas alemanas.
El almirante Bergamini, de vuelta en el Roma, hice reunir
nuevamente el personal dependiente del Mando en Jefe
para informarlos acerca de los últimos acontecimientos y de la decisión
que había tomado de obedecer a las órdenes y de atenerse
a las disposiciones del armisticio. Comunicó que dentro de poco tiempo
las Fuerzas Navales habrían zarpado desde La Spezia en dirección
temporalmente a La Magdalena, donde le hubiera sido
precisado el Puerto de destino final.