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¡Caro huésped! ¿Te enojarás conmigo por lo que voy a decirte?
Estos sólo se ocupan de cosas tales como la cítara y el canto;
y nada les cuesta, pues devoran impunemente la hacienda de otro,
la de un varón cuyos blancos huesos se pudren en el continente
por la acción de la lluvia o los revuelven las olas en el seno del mar.
Si le vieran regresar a Itaca,
todos preferirían tener los pies ligeros
a ser ricos de oro y de vestidos.
Mas aquél ya murió, a causa de su aciago destino, y ninguna esperanza no
resta, aunque alguno de los hombres terrestres afirme
que aun ha de volver: el día de su regreso no amanecerá jamás.
Pero, ¡ea! habla y responde sinceramente:
¿Quién eres y de qué país procedes? ¿Dónde se hallan tu ciudad y tus padres?
¿En qué linaje de embarcación llegaste? ¿Cómo los marineros
te trajeron a Itaca? ¿Quienes se precian de ser?
Pues no me figuro que hayas venido andando.
Dime también la verdad de esto para que me entere:
¿Vienes ahora por vez primera o has sido huésped de mi padre?
Que son muchos los que conocen nuestra casa,
porque Odiseo acostumbraba visitar a los demás hombres.