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La cooperación al desarrollo es un terreno en el cual Europa y los donantes también pueden salir ganando.
Los países que cuentan con una economía desarrollada, cuyas poblaciones salen de la pobreza y se convierten
en actores económicos, son más interesantes como potenciales socios comerciales para la Unión Europea y el resto del mundo.
Aparte del componente meramente económico, también hay que contemplar la presión
del factor migratorio, la amenaza del terrorismo, de las redes de narcotraficantes....
se trata de peligros potenciales para Europa desde fuera de sus fronteras.
Por eso, también es en nuestro interés que a los países en vías de desarrollo les vaya mejor.
En los debates sobre la agenda mundial para el desarrollo post 2015, que debería revisar, ajustar y adaptar
los Objetivos del Milenio de Naciones Unidas, y en los debates del proceso Río+20 se intentan consensuar
los medios que debería poner la comunidad internacional para lograr un desarrollo sostenible para todo el planeta.
Desarrollo y sostenibilidad deberían ir de la mano.
Es claro que no existirá desarrollo sin un elemento de sostenibilidad,
de lo contrario sólo contribuiremos a agotar los recursos del planeta cada vez más rápido.
De cara a 2015 (declarado Año Europeo del Desarrollo) tenemos que responder a la pregunta:
¿qué tipo de ayuda al desarrollo queremos para reducir la pobreza
y cómo la hacemos compatible con una agenda que garantice la sostenibilidad, que proteja los recursos naturales del planeta
intentando a la vez que los más desfavorecidos tengan acceso a unas condiciones de vida mejores?
No pocos socios de la UE, así como otros países de fuera de Europa, encuentran grandes dificultades
para mantener o incluso aumentar su nivel de Ayuda Oficial al Desarrollo debido
a los fuertes recortes presupuestarios que han tenido que aplicar.
La buena noticia es que en las nuevas Perspectivas Financieras (el marco presupuestario 2014-2020) para la UE,
el gasto en ayuda al desarrollo no se ha recortado, como sí ha sucedido en otras partidas.
Esto es una clara señal de que los países miembro de la UE siguen apostando por la cooperación al desarrollo.
Es importante para la UE y, por tanto, se ha decidido no recortar las partidas como ha pasado con otras políticas.
Se trata de un mensaje a los responsables políticos de la UE para que garanticen que
por cada euro del contribuyente que se gasta en ayuda al desarrollo, tendremos un impacto directo
en los países donde prestamos nuestra ayuda. Tenemos que ser más eficaces
y orientarnos a una política de resultados tangibles sobre el terreno. Con la misma dotación presupuestaria
que antes queremos lograr más resultados. Este es el reto para los próximos 6 o 7 años.
Ya nos hemos puesto manos a la obra y, por ejemplo, estamos elaborando un calendario de programación
de ayuda al desarrollo junto con los Estados miembro. Lo llamamos programación conjunta, y resultará
en una mejor división de tareas a escala nacional, una más clara distribución de responsabilidades
entre los países donantes, que podrán reorientar sus prioridades en menos áreas,
pero con mayor intensidad.
pero con mayor intensidad.