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Monogamia-- La práctica de aparearse con un solo individuo durante un largo periodo de tiempo no es
tan popular en el reino animal. Sólo alrededor de un 3% de mamíferos son monógamos y, aunque
un 95% de las aves se emparejan (al menos durante un solo periodo de apareamiento), pruebas de paternidad han revelado
que el mundo aviar está lleno de tramposos.
La especie de ave menos leal podría ser la ratona autraliana azul: crean lazos de por vida
y si vigilaras una pareja desde la mañana hasta la noche durante toda la época de apareamiento
pensaría que son completamente fieles. Pero eso es solo porque las hembras
engañan en la oscuridad de la noche. Usando trasmisores de radio para rastrear sus movimientos los investigadores
han descubierto que las hembras fértiles hacen vuelos antes del alba diariamente. Estos
viajes no duran más de 15 minutos, pero, aparentemente, es más que suficiente --los test de ADN muestran
que solo un 25% de las crias de ratona australiana azul son hijos biólgicos del padre.
Quizá la genética moderna pueda haber chafado nuestra romántica idea de los tortolitos, pero desde un
punto de vista biológico, la monogamia social sin monogamia *** --es decir, emparejarse con
un individuo y luego copular con otros por otro lado-- tiene más sentido que una absoluta
lealtad ***. Para los pájaros emparejarse es una buena estrategia, porque sus crias requieren
un monton de cuidados, así los machos aumentan las posibilidades de que la reproducción sea un éxito si se quedan por ahí
y echan un "pico". Por otro lado, jugarse todos los huevos a una sola cesta es
arriesgado. Así que también tiene sentido que los machos intenten colar algo de material
genético en otros cuantos nidos más si pueden. Las hembras, por supuesto, no pueden tener más
de un nido, pero por su parte pueden intentar introducir algo de variedad.
La infidelidad también explicaría las, de otra forma, inesperadas diferencias físicas entre machos
y hembras en, aparentemente, especies monógamas.Hace tiempo que tenemos una explicación sólida para el dimorfismo
macho/hembra en especies explicitamente no monógamas: si un macho pretende aparearse con muchas hembras
necesita ganarse su afecto y ahuyentar a los pretendientes. Durante cientos de generaciones,
los rasgos que les ayudan a aparearse con éxito se pueden volver más y más pronunciados,
aunque no sirvan para nada más.
Por ejemplo, los gorilas macho --que luchan entre ellos por el derecho exclusivo de apareamiento
con las hembras de su clan-- son mucho más grandes que los gorilas hembra, mientras que los gibones macho y hembra
que son monógamos, son del mismo tamaño.
Lo que nos lleva a nuestro primate favorito, el *** sapiens. Hay diferencias físicas
innegables entre machos y hembras, pero no está claro si son lo suficientemente pronunciadas
como para sugerir que nuestros ancestros vivían en harenes como los gorilas o si nuestras diferencias
tienen su origen en una sociedad monógama pero adúltera como la ratona australiana azul.
Una cosa está clara: entre todas las especies de la Tierra la monogamia es rara, y la monogamia ***
aun más.
Hay, de todos modos, al menos un ejemplo conocido de fidelidad para toda la vida, y su nombre es
Diplozoon paradoxum. Cuando dos de estos jóvenes gusanos planos se encuentran el uno al otro
se fusionan, literalmente, para formar lo que parece un solo organismo, y esta unión libre de adulterio se mantiene
durante toda su larga y amorosa vida... la cual pasan succionando sangre de las agallas de los peces.
¡Una unión realmente romántica!