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Fue escrita para conmemorar la victoriosa resistencia rusa en 1812
frente al avance de la Grande Armée de Napoleón Bonaparte.
La obertura fue estrenada en Moscú el 20 de agosto de 1882.
La obra es reconocida por su final triunfal,
que incluye una salva de disparos de cañón y repique de campanas.
El 7 de septiembre de 1812, en Borodino (a 120 km al oeste de Moscú)
las tropas de Napoleón se enfrentaron a las fuerzas del general
Mijaíl Kutuzov en la única batalla formal presentada por los rusos
contra el hasta entonces invicto ejército francés. La batalla de
Borodino tuvo un saldo estimado de 100000 bajas y resultó una victoria
pírrica para Napoleón. Con sus recursos agotados las fuerzas maltrechas
de Napoleón avanzaron hasta Moscú, que se rindió sin presentar resistencia.
Esperando la capitulación del zar Alejandro I, los franceses se encontraron
atrapados en una ciudad incendiada, lejos de sus líneas de abastecimiento.
Al no poder asentar sus cuarteles de invierno, Napoleón se vio obligado a
abandonar Rusia. Entre el 19 de octubre y hasta diciembre el ejército francés
se enfrentó a varios contratiempos abrumadores en su larga retirada: hambre,
bajas temperaturas, y el constante asedio de las fuerzas rusas. Abandonada por
Napoleón en diciembre, la Grande Armée se encontró reducida a la décima parte
de su número al momento de alcanzar Polonia. La Obertura 1812 puede ser
interpretada como una representación literal de la campaña napoleónica en
Rusia: en junio de 1812 el ejército francés compuesto por más de medio millón
de soldados y casi 1200 piezas de artillería cruzó el río Niemen en Lituania.
El Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa, consciente de que el ejército
imperial ruso, inexperto y pobremente equipado, no podría hacer frente a
la maquinaria de guerra más poderosa de su tiempo, convocó al pueblo a
rezar por la liberación y la paz. El pueblo ruso respondió en masa,
congregándose en las iglesias de toda Rusia para ofrecer sus oraciones
para una intervención divina (representado por el himno religioso inicial).
Las notas ominosas que suenan a continuación expresan la inminencia del
conflicto y la preparación para la batalla, en un cruce entre la desesperación
y un gran entusiasmo, seguido por los sones distantes de La marsellesa
representando el avance francés. Los dos ejércitos se encuentran en Borodino,
y La marsellesa se impone tras una dura lucha. El zar apela al espíritu ruso
con una súplica elocuente, llamando a su gente a seguir adelante y defender
a la Madre Rusia. Este pedido apasionado y la respuesta popular quedan
plasmados en la pieza tradicional rusa que sigue. La marsellesa vuelve a elevarse,
indicando el avance sobre Moscú por parte de las fuerzas francesas. Los rusos
abandonan sus pueblos y ciudades en el camino a Moscú dejando atrás tierra arrasada,
y el crescendo de la música tradicional rusa va imponiéndose contra el himno
francés, hasta que este choque llega a un punto elevado, indicando la caída
de la última línea de defensa rusa, al tiempo que Moscú arde. En el momento
de la toma de Moscú, cuando todo parece perdido, el himno religioso del inicio
es oído de nuevo representando la intervención divina, que trae un invierno
extremo para el que los franceses no estaban preparados. Las tropas invasoras
comienzan su retirada, pero sus cañones, atrapados en el terreno congelado,
son capturados por los rusos que los disparan para expulsarlos. En el final
apoteósico los cañones son disparados en señal de triunfo,
con el apoyo de las campanas de iglesia.